La orquesta de niños y jóvenes de Cateura muestra el camino del cambio

JUN 2020

A unos 10 kilómetros de Asunción, la capital de Paraguay, está Cateura. Un día de 1985, los gobernantes decidieron que era el lugar elegido para arrojar allí las 1.500 a 2.000 toneladas de basura diaria de la ciudad y crearon el vertedero a cielo abierto más grande del país.

Las consecuencias ambientales y de salud para sus pobladores han sido una dura constante con secuelas de parasitosis, enfermedades respiratorias y contaminación de la laguna del lugar, al punto de generar reclamos desde territorio argentino, advirtiendo sobre una potencial catástrofe ambiental, ya que toneladas de desechos tóxicos y contaminantes son arrastrados hacia el río Paraguay, limítrofe entre ambos países.

Decenas de camiones volcaban toneladas de desperdicios de los habitantes de Asunción en Cateura. Más tarde, con la complicidad de las autoridades, también arrojaban su basura algunas poblaciones vecinas conformando un nuevo vertedero absolutamente ilegal.

Alrededor de ambos se fueron levantando asentamientos y consolidando barriadas humildes como Santa Librada, San Cayetano, Republicano y Jukyty. La comunidad de Cateura es una de las más pobres de Sudamérica, con 40.000 habitantes que carecen de agua potable y saneamiento y escaso acceso a la electricidad. Sus pobladores hurgan en las montañas de basura en busca de desperdicios que se puedan reusar o vender. La basura es la gran protagonista de Cateura.

Cateura: el origen de un sueño.

El milagro de la creación

La creación esconde tres grandes milagros: la Creación misma del Universo; la creación de los grandes sueños (los que piensan e imaginan lo que no existe) y la creación de los creadores (artistas, innovadores, etc. que son capaces de darle a lo que existe una nueva dimensión).

En Cateura conviven los tres. ¿Quién podría haber anticipado que debajo de ese enorme basural se escondía uno de los “sueños” más inspiradores que podían imaginarse y una multitud de creadores surgidos de ese sueño?

Favio Chávez Morán es ingeniero en ecología humana y músico. Nacido en Argentina pero criado en Carapeguá (Paraguay), en 2006 se incorporó como técnico de educación ambiental a un proyecto de gestión de residuos sólidos en Cateura impulsado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Lo que pasaba en Cateura era demasiado duro como para permanecer indiferente. A Favio le preocupaba ver como “los chicos iban al vertedero a mitad del día a llevarle comida a sus padres y se quedaban vagabundeando entre la basura, sin nada que hacer”. Y se atrevió a soñar.

Sumaba a su sensibilidad social –desarrollada en su entorno familiar y tres años de seminarista haciendo tareas por la gente más necesitada– su pasión por la música. Decidió empezar a dar clases de música a esos chicos en su tiempo libre. Fue su manera  de mostrarles que había otra vida, llena de belleza y que estaba a su alcance.

Hacer música de la basura: un ejemplo maravilloso de cómo sortear las dificultades.

Chávez sostiene que “no tener nada no es una excusa para no hacer nada” y eso le enseñó a sus chicos. Como no disponían de instrumentos para esas clases, imaginó construirlos a partir de lo que tenían: basura. Fue entonces que el sueño se disparó: porqué no ir más lejos y crear una orquesta.

“Queríamos imitar –explica Favio– los instrumentos formales con material alternativo, y eso era lo que había por todas partes. El vertedero es una mina de materiales, y lo que necesita uno es imaginación para aprovecharlos, ver la basura de una forma distinta de como la ven otras personas. La comunidad lleva años desarrollando esa capacidad. Ellos se las han ingeniado para construir sus casas a partir de la basura, para hacer juguetes y hasta ropa con los jirones de tela que encuentran. ¿Por qué no instrumentos?”.

Con la ayuda de Nicolás ‘Don Cola’ Gómez, un carpintero y reciclador de Cateura, comenzaron a usar materiales encontrados en la basura para construir violines, chelos, clarinetes… Latas de aceite, tenedores, botones, llaves, mangos de cuchara, latas de dulce, bandejas de horno… todo sirvió y sigue sirviendo para crear música.

‘Don Cola’ aportó sus nociones generales de aquellos materiales que podían servir para determinados  instrumentos y con la información de algunos luthiers establecía las medidas y plantillas de los instrumentos de cuerda que debía construir.

“El mundo nos manda basura, nosotros le devolvemos música”. Flavio Chávez

Más adelante recibieron la ayuda de Tito Romero, un luthier de Capiatá donde ahora construyen los instrumentos reciclados de viento quien al conocer la historia de Favio y los chicos del vertedero ofreció su ayuda. De allí salen saxofones soprano, alto y tenor, trompetas, flautas y trombones hechos de los más insólitos materiales como viejas tuberías de agua. Entre las llaves de los saxos, pueden descubrirse restos de cubiertos, latas de aceite, de arvejas, de maíz, ensambladas con cobre fundido.

Pero la orquesta no hizo que Flavio abandonara a los demás chicos del asentamiento. El problema era que había muchos más chicos que instrumentos y no todos tenían las aptitudes o la motivación para aprender, por lo que encontró una respuesta: “Dejemos estudiar a aquellos que muestran verdadero interés y cuentan con aptitudes y démosle a los otros una razón para participar en forma diferente, mediante un taller de construcción de instrumentos”, cuenta Favio. “Podíamos replicar la experiencia en la orquesta y así llenar esas horas en las que los chicos no hacen mucho más que jugar entre escombros y desperdicios”.

El sonido se expande

Tras largos ajustes, los instrumentos comenzaron a sonar tan bien y los chicos a ejecutar cada día mejor. Descubrieron la posibilidad de trascender a través de la música de Mozart, Vivaldi, Sinatra, Los Beatles o el folklore de su país. “Al principio, era difícil tocar, pero Favio me ayudó a aprender. Me enseñó a ser más responsable y a valorar las cosas que tengo”, le contó la violinista Celeste Fleitas, cuando tenía solo 10 años a la Agencia France Presse.

La orquesta atrajo la atención de una compatriota, la cineasta paraguaya Alejandra Amarilla, ex esposa de Steve Nash, basquetbolista de los LA Lakers. Realizó varios clips y uno de ellos, lo subió a YouTube en 2012, con la esperanza de obtener fondos.

Y el mundo conoció el milagro de Cateura. En pocos días, millones de personas vieron el clip y las donaciones se multiplicaron. Los chicos del vertedero ahora estaban en el foco mundial. Graham Townsley, Brad Allgood y Juliana Peñaranda-Loffus co-dirigieron “Landfill Harmonic”, un documental sobre la iniciativa de Flavio Chávez y los chicos de Cateura y la orquesta –integrada por niños y jóvenes que muchos de ellos nunca habían salido de sus barriadas– se embarcó en una gira por los escenarios del mundo, que aún continúa.

Estados Unidos, Francia, Alemania, España, Canadá, Chile, Argentina y por supuesto, Paraguay han sido testigos asombrados del “tesoro” que ocultaba aquel basural. Tocaron para el Papa Francisco, para la realeza europea, compartieron escenario con Metallica, improvisaron con Steve Wonder y Megadeath.

La orquesta de Cateura prueba que es posible soñar el mundo que hoy no existe y llenarlo de música.

En 2019 desembarcaron en tres ciudades de Sudáfrica (Ciudad del Cabo, Johannesburgo y Pretoria) y empezaron el 2020 en España dando un concierto con entradas agotadas en el Teatro Real de Madrid con la presencia de la reina Sofía, donde también actuó su ‘hermana pequeña’, la Orquesta Ecoembes, de la prestigiosa organización ambiental española.

Luego la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, con un elenco de jóvenes de entre 11 y 25 años, continuó su gira por otras ciudades de España, Andorra, Francia, Suiza, Luxemburgo, Alemania, Holanda y Bélgica, en un tour de 32 días de viaje, el más largo de su historia.

Sembrando oportunidades

Entre los hallazgos del maravilloso sueño de Favio Chávez está no haberse centrado en ‘fortalecer su orquesta’ y hacer de ella su objetivo. Su visión es sembrar oportunidades y por eso afirma con claridad que “Cateura trata de combinar oportunidades tan excepcionales como actuar en el Teatro Real con hacerlo en pequeñas escuelas como la de un pueblo de Lyon desde el que nos escribió su maestra”.

Los 25 músicos escogidos para esa gira forman una parte de los 60 integrantes de la orquesta. “La elección de quienes viajan obedece a muchos factores –confiesa Favio– entre ellos a la responsabilidad y entrega de quienes la forman, pero también a las circunstancias de cada uno de ellos”.

El objetivo fundamental “no es ‘hacer músicos’ sino dar ‘oportunidades’ a quienes no las tienen, por razones económicas o porque pertenecen a familias desestructuradas. Hacemos lo contrario de lo habitual…Nosotros formamos un grupo nuevo cada vez para que todos sean partícipes del cambio que supone en sus vidas no estar en la calle”.

Chávez recuerda que en más de una década han pasado por la orquesta y su escuela unos mil niños, de los que solo sesenta la integran y diez se dedican ahora a la música. La escuela hoy tiene 450 alumnos y más de 30 profesores. Uno de los jóvenes saxofonistas del grupo reconoce orgulloso que la comunidad de Cateura “ha cambiado muchísimo, porque ahora los niños piensan en terminar la escuela y mantenerse alejados de la calle. Ahora quieren tener un futuro brillante”.

“El propósito de Favio nunca fue que ellos se volvieran ricos o que dejen a Cateura”, destaca Graham Townsley. “La idea es que todo eso regresa a la comunidad, el éxito regresa a Cateura. Todavía siguen pobres, pero tienen reconocimiento, dignidad, y con eso el gobierno paraguayo se ha dado cuenta de ellos”.

Esa visibilización derivó en un proceso gubernamental de titulación, entrega de tierras y de casas para algunos de ellos con el apoyo de la ong Hábitat. Pero la pobreza sigue allí y el basural también. En septiembre pasado, un incendio en el vertedero arrasó con las viviendas precarias de 20 familias en el sector de la Laguna Cateura.

Los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han conectado con el “sueño” de Chavez entienden la importancia de sembrar oportunidades para quienes no la tienen. En medio de la crisis desatada por el Covid-19 y el confinamiento al que ha obligado, miles de familias que viven en torno al basural de Cateura, soportan serias dificultades para subsistir. Es el caso de 25.000 personas que viven en el Bañado Sur, barrio lindante con el vertedero.

Ellos aprendieron desde la música la importancia de ‘sembrar oportunidades’

Por eso, los chicos de la Orquesta de Instrumentos Reciclados junto con la organización InfoCanastas han iniciado un movimiento solidario para canalizar donaciones de empresas y particulares y aportar canastas de alimentos a esas familias que lo necesitan”. Entre ambos agrupamientos hicieron un relevamiento para identificar a las familias más vulnerables de la zona y convocaron a 400 voluntarios para armar y repartir las canastas puerta por puerta.

Como dice Favio Chávez, “el mundo nos manda basura, nosotros le devolvemos música”. El milagro es posible si nos atrevemos a imaginar resultados, más allá de lo que parece obvio o imposible. Si somos capaces de soñar el mundo que hoy no existe y llenarlo de música.

Llenando el mundo de música.