Construir un futuro mejor

07 nov 2021

Las ciudades de todo el mundo constituyen la “principal causa del cambio climático”. La afirmación pertenece a Maimunah Mohd Sharif, la directora ejecutiva de ONU-Hábitat. Consumen una gran parte del suministro energético mundial (78%) y son responsables de casi el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los edificios y construcciones son responsables del 37% de las emisiones de CO2. Los materiales de construcción representan el 10% de las emisiones mundiales. Foto: Randuski Dowell – Unsplash.

Aunque solo ocupan menos del 2% de la superficie de la Tierra, su intensa actividad (población, producción, servicios, residuos, etc) hacen de las ciudades verdaderos focos contaminantes y la principal fuente de emisiones GEI.

Uno de sus problemas más agudos es la sobrepoblación. En la actualidad, albergan el 55% de la población mundial y se estima que ese porcentaje se elevará para el 2050, al 68%.

Por tanto las ciudades representan uno de los grandes desafíos de la lucha contra el calentamiento global. Pero a la vez, como centros de pensamiento, innovación y creatividad, pueden proporcionar las respuestas para encontrar las soluciones.

Durante su participación en la COP26, Inger Andersen, directora del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), planteó la necesidad de construcciones más eficientes desde el punto de vista energético para avanzar en la transición hacia ciudades más sostenibles.

Andersen advirtió que “en nuevos edificios construimos el equivalente al tamaño de un París cada semana y si esa es la forma en la que se espera que nos expandamos, tenemos que pensar en cómo lo hacemos por el clima, la biodiversidad, la habitabilidad y la calidad de vida. Tenemos que construir mejor”. Y recordó que los edificios y construcciones son responsables del 37% de las emisiones de CO2, y que los materiales de construcción, como el cemento y otros, representan el 10% de las emisiones mundiales. (Ver Más Azul n°4, enero 2020, “Un París por semana”).

Como señala Steve Demetriou, Presidente y Director ejecutivo de Jacobs Engineering Group, “la respuesta a la crisis creada por el cambio climático está inextricablemente ligada a cada uno de los retos económicos, sociales y ambientales que nuestro planeta tiene por delante… En el mundo desarrollado, gran parte de las infraestructuras civiles están envejeciendo y ya no son aptas para sus fines, mientras que los países en desarrollo suelen carecer de ellas por completo. (Ver Más Azul n° 23, agosto 2021 “Construir ciudades adecuadas al futuro”)

La creación o adaptación de la próxima generación de ciudades resilientes y sostenibles implicará un enorme cambio de enfoque… y esa es la oportunidad que se nos presenta El Foro Económico Mundial estima que el planeta registrará un déficit de infraestructuras de 15.000 millones de dólares para 2040”., insiste Demetriou.

Por tanto, es perentorio que hagamos compatibles los edificios con el escenario que el cambio climático plantea en un contexto donde la demanda continuará siendo intensa. (Ver Más Azul n°8, mayo 2020, “Las mega-ciudades del futuro serán africanas”) y que más de la mitad de los edificios que se levantarán en 2050 aún no se han construido.

Para la directora del PNUMA “Por cada dólar invertido en edificios energéticamente eficientes, vemos que 37 se destinan a edificios convencionales, que son energéticamente ineficientes. Tenemos que dejar de lado estos cambios graduales porque son demasiado lentos, necesitamos una verdadera transformación del sector. Tenemos que construir mejor”, y pidió a los gobiernos que fueran más ambiciosos en este sentido si se quiere cumplir la promesa de las cero emisiones.

Estamos desperdiciando una oportunidad porque –como explica Andersen– “no ponemos suficiente énfasis en la resiliencia; el típico edificio construido hoy seguirá en uso en 2070, y el impacto climático que tendrá que soportar la construcción será muy diferente. La renovación puede ofrecer tanto un alto nivel de eficiencia como de habitabilidad”.

Pero sólo 19 países han incorporado medidas relativas a la eficiencia energética de los edificios y los han puesto en marcha, mientras la mayoría de las construcciones futuras se producirán en países sin estas medidas.

Parte de la solución

Si las ciudades constituyen el 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero y las construcciones son una parte importante de esa contaminación, las ciudades pueden ser también parte de la solución.

De hecho, como sostiene Sharif “la enorme huella de carbono creada por nuestras ciudades es el resultado de una mala planificación y diseño. La dispersión a los suburbios con pocos medios de transporte público y hogares alejados del trabajo y de los comercios produce un aumento de coches en las carreteras emitiendo dióxido de carbono. Además, la mayoría de los edificios siguen utilizando combustibles fósiles para cubrir sus necesidades energéticas”.

Si en el mundo desarrollado, gran parte de las infraestructuras civiles están envejeciendo y dejan de ser aptas para lo que fueron creadas, imaginemos el desafío y la oportunidad que suponen los países en desarrollo que suelen carecer de ellas.

África es un completo ejemplo de esa situación. Según estimaciones, en Lagos, la ciudad más poblada de África con 24 millones de habitantes, la población estará aumentando al ritmo de 77 personas por hora hasta 2030. En el resto del continente, la situación es similar: se espera que los actuales 1 389 millones de africanos se dupliquen para 2050. Un 80% vivirán en ciudades, y mayoritariamente en barrios informales o slums.

En la actualidad el 60% de los habitantes de urbes africanas viven en barrios marginales superpoblados y con pocos servicios. Y enfrentan un calentamiento 1,5 veces más rápido que la media mundial.

Si el futuro de África va a ser urbano, es evidente la urgencia de rediseñar sus urbes e implementar iniciativas y reformas que posibiliten lo más rápidamente posible, la forma de construir ciudades sostenibles que permitan el acceso a una vida más digna.

Para la directora ejecutiva de ONU-Hábitat es necesario “cambiar la forma en que planificamos, construimos, gestionamos y suministramos energía a nuestras ciudades y pueblos. Se pueden obtener enormes beneficios en la reducción de gases nocivos. Las ciudades bien diseñadas, compactas, transitables y con un buen sistema de transporte público reducen en gran parte nuestra huella de carbono per cápita y son esenciales para alcanzar muchos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de los cuales la acción climática constituye una parte fundamental”.

Hay múltiples soluciones e innovaciones para aplicar en los sectores de energía, construcción, movilidad y planificación de las ciudades tienen el potencial de reducir considerablemente las emisiones actuales de dióxido de carbono producido por nuestros hogares y lugares de trabajo. Es urgente hacer la transición a edificios sin emisiones de carbono, evitando todo combustible contaminante para electricidad, calefacción, iluminación, etc, lo que puede lograrse utilizando fuentes de energía renovables y aumentando la eficiencia energética.

La gran oportunidad para las nuevas ciudades y pueblos en desarrollo es que pueden diseñarlos mediante el uso de tecnologías innovadoras teniendo en cuenta el clima local y construir infraestructuras y edificios muy eficientes en términos energéticos.

Un aporte sustancial a ese proceso de las ciudades es la generación de energía limpia y eficiente y terminar con los combustibles fósiles. El coste de las energías renovables ha disminuido notablemente en la última década y continuará reduciéndose con una generalización de su uso.

El tránsito hacia ciudades sostenibles exige cambios también en otros frentes. La explotación y producción de materiales para la construcción, como el acero y el hormigón, y los propios procesos de edificación son altamente contaminantes, por lo que se requiere aplicar innovaciones que permitan construir con bajas emisiones de carbono.

Un ejemplo de ello es un innovador avance realizado por Blue Planet (California), cuya tecnología logra capturar CO2 de la atmósfera… y convertirlo en edificios!!! Brent Constantz, fundador, científico jefe y CEO de la empresa, cree que la industria de la construcción “probablemente tiene la palanca más grande para detener el cambio climático a través de la restauración del balance de carbono del mundo”.

En especial el concreto u hormigón –el material de construcción más utilizado en el Planeta– puede contribuir a la solución: “El concreto tiene la mayor capacidad para secuestrar más dióxido de carbono que cualquier otra vía disponible.”, afima Constantz. Cada año, se usan globalmente 4.000 millones tns. de hormigón. El cemento que lo compone emite una enorme cantidad de CO2 en su producción y es responsable de casi el 8% de las emisiones anuales mundiales.

Para calentar hornos a 2000º para su producción, se requiere un uso intensivo de combustibles fósiles. Por cada tonelada de cemento que se fabrica, se emite otra tonelada de CO2. El planteo de Blue Planet es apasionante: si reducimos drásticamente la extracción de piedra caliza y utilizamos energías limpias para los hornos estaremos atacando dos de los motores de la contaminación, ya que se liberan unas 55 gigatoneladas de carbono anuales, como resultado de la extracción de rocas en todo el mundo para la construcción, seis veces más de las 9 gigatoneladas de carbono liberadas por la quema de combustibles fósiles. (Ver Más Azul n° 21, junio 2021, “Captura de CO”)

La tecnología de Blue Planet produce piedra caliza y arena sintéticas, al combinar CO2 capturado y hormigón reciclado a través de un proceso de mineralización de carbono. Su innovador descubrimiento en la construcción ya fue probado en la construcción de parte del Aeropuerto Internacional de San Francisco.

Otra de las áreas con producción importante de emisiones contaminantes es el transporte. Las ciudades han sido planificadas erróneamente en base a los vehículos y no a las personas. Es imprescindible invertir en transporte público eléctrico, en base a energías renovables, que permitiría evitar la emisión de 250 millones tn. de CO2 para 2030. Una planificación acorde, sumado a caminos peatonales y bici-sendas protegidas, aportarán beneficios en materia de salud pública y reducción de la contaminación atmosférica y sonora en nuestras ciudades.

Nuestras ciudades han sido planificadas erróneamente en base a los vehículos y no a las personas Foto: Wina Tristiana, Hong Kong,Unsplash.

“Esta visión de un futuro más integrado para la ciudad demuestra las ventajas de unir procesos de diseño y ordenación urbana multidisciplinares” (Demetriou).

Por último otro aspecto que requiere rediseño y mejoramiento en la mayoría de las ciudades del Planeta es la gestión de los residuos, haciendo un aprovechamiento intensivo de los mismos, una utilización de las emisiones de metano y sobre todo, una reducción drástica de los volúmenes globales actuales. Para ello es imprescindible adoptar medidas que contribuyan a modificar el despilfarro que caracteriza el estilo de vida y pautas de consumo de una parte importante de la población global.

CIUDADES COMPROMETIDAS

En los debates de la COP26 quedó en claro que acelerar la transición de las ciudades del mundo hacia las emisiones netas cero será vital para lograr el objetivo de mantener el calentamiento global en torno a los 1,5°C. Naciones Unidas estima que para 2050, 1.600 millones de personas que viven en las ciudades estarán expuestas regularmente a temperaturas extremadamente altas y otros 800 millones serán vulnerables a la subida del nivel del mar y a inundaciones costeras.

Las alteraciones climáticas recientes y sus secuelas catastróficas en el Planeta, así como los futuros riesgos medioambientales, han impulsado a más de 1000 ciudades de todo el mundo a declarar una emergencia climática. Al inicio de la COP26, 1049 ciudades presentaron su compromiso para reducir a la mitad sus emisiones en 2030 y ser ciudades con cero emisiones en 2050.

Claudia López, alcaldesa de Bogotá (Colombia) y copresidenta del grupo de Ciudades C40, que redactó el compromiso, destacó la importancia de la iniciativa: “De los casi 30 años de reuniones de la Conferencia sobre el Clima, la COP26 es la primera en la que los gobiernos locales y de las ciudades acudieron bajo una misma voz y predicando con el ejemplo. Es la primera vez que pudimos mostrar el compromiso de 1049 ciudades que ya tienen medidas de actuación e inversión en la lucha contra el cambio climático. Nos reunimos para mostrar ese compromiso y para pedir a los gobiernos nacionales y a las empresas privadas que pongan de su parte, que alineen sus incentivos y sus inversiones con los planes de acción climática y con las demandas de nuestros ciudadanos para un cambio real”.

 

Claudia López, alcaldesa de Bogotá (Colombia) y copresidenta del grupo de Ciudades 40, contra el cambio climático.

La adaptación climática que reclama López, por la cual las ciudades se adecúan al estado actual del clima o al que se produzca en el futuro, es una buena inversión. Es lo que planteaba Maimunah Mohd Sharif, en 2019, que puede incluir tanto “sistemas de alerta temprana, infraestructuras y viviendas resistentes al clima e inversiones en recursos hídricos”.

En el Informe de la Comisión Mundial sobre la Adaptación (2019), que elaboraron el ex Secretario General de la ONU Ban Ki-moon; Bill Gates (Fundación Bill y Melinda Gates) y Kristalina Georgieva (directora ejecutiva entonces del Banco Mundial y actual del FMI) se planteaba que una inversión de 1,8 billones de dólares en adaptación al cambio climático, permitiría generar beneficios por un total de 7,1 billones de dólares.

Transformar la trama urbana implica sin duda, afrontar retos sociales, políticos y económicos. Pero cada vez más ciudades comprenden que los daños materiales y humanos que acarrean los cada vez más frecuentes e intensos fenómenos meteorológicos extremos, resultantes del cambio climático, son aún más gravosos. Y deciden ponerse en marcha hacia una adaptación resiliente.