Se requiere mayor inversión de los gobiernos en I+D oceánica

jul 2020

Cada mes de junio, desde 2009, se celebra el Día Mundial de los Océanos (8 de junio). Los océanos ocupan el 75% de la superficie de nuestro planeta y absorben casi un tercio del dióxido de carbono generado por los seres humanos, lo que contribuye a la desaceleración del calentamiento global.

Los ecosistemas marinos son, a la vez, decisivos en cuestiones como la regulación climática, el futuro de la alimentación, nuevas fuentes de energía renovables y el desarrollo de medicamentos, además de tener un importante papel en la generación de empleo o el crecimiento económico a nivel global.

Millones de personas dependen de la biodiversidad marina y costera para su subsistencia. Los mares albergan casi 200.000 especies identificadas, pero se calcula que la verdadera cifra –aún inexplorada– podría llegar a multiplicarse varias veces.

Los datos del abandono

Sin embargo, según datos de Naciones Unidas, los países dedican apenas a la investigación en ciencias oceánicas entre el 0,04 % y el 4 % del dinero destinado a investigación y desarrollo (I+D).

Los resultados de ese abandono son flagrantes: el 95% del océano permanece aún inexplorado (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU-NOAA); el 91% de las especies están todavía sin identificar (ONU); la contaminación por plástico de los océanos se ha multiplicado por 10 en los últimos 40 años.

El Grupo de Expertos de Naciones Unidas sobre los Aspectos Científicos de la Contaminación Marina (GESAMP) evalúa que el 80% de esa contaminación marina global proviene de fuentes terrestres y que los plásticos representan entre 60 y 95% de todos los desechos que albergan los océanos.

Ante esa situación, en 2021 está previsto que se inicie una Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, en un esfuerzo internacional de cooperación en materia de investigación científica con foco en los océanos.

Conocer el terreno inexplorado y postergado hasta ahora y diseñar las soluciones innovadoras  necesarias para establecer una relación sostenible con el mundo marino, son los objetivos de este programa global.

Como anticipo de esa década, UNESCO ha previsto este año que, a medida que los desafíos para los ecosistemas marinos continúan creciendo, la innovación para un océano sostenible ocupe el centro de las preocupaciones, a fin de introducir nuevos métodos, ideas o productos, para mejorar la dramática situación actual.

Aplicación de tecnología científica para investigar y explorar el océano.

Los problemas son múltiples tal como se contemplan en la Agenda 2030 de Naciones Unidas (Objetivo 14: Vida submarina): conservar la biodiversidad marina, equilibrar las condiciones de temperatura y composición química de los océanos, reducir la contaminación de las aguas por nutrientes y terminar con los residuos provenientes de la actividad terrestre.

A pesar de la relevancia que tienen los océanos no sólo para la economía global sino para la propia supervivencia humana, la atención de los gobiernos es escasa y no se ha puesto sobre los desafíos que los aquejan.

La prueba son concluyentes: pocos recursos para I+D oceánica y postergaciones sine die de las decisiones trascendentales como detener la sobrepesca, combatir la pesca ilegal, avanzar sobre una regulación estricta de las aguas internacionales, limitar las explotaciones que impactan sobre los ecosistemas marinos (exploración y explotación petrolera y gasífera, turismo en áreas sensibles, etc.) y controlar los vertidos provenientes de la agricultura y las plantas de tratamiento de aguas residuales (eutrofización).

El fertilizante que se escapa de esos vertidos ha generado más de 400 áreas muertas en estuarios y aguas costeras.

Por ello es necesario incrementar el conocimiento científico del medio marino y avanzar en las decisiones políticas para lograr esos objetivos, como lo hemos planteado reiteradamente (Ver Más Azul n° 2-nov.19 “Océanos víctimas y aliados”; n°4-enero 20, “Situación de los océanos 2019”; n° 8-mayo 20, “2020 ¿año clave para salvar los océanos”)

Sin duda, los datos científicos deben ser la clave de las decisiones políticas y económicas sobre los ecosistemas marinos. Pero eso no basta. Es necesario incrementar la conciencia global de que la lucha contra el cambio climático tiene en los océanos uno de sus grandes campos de batalla, tan trascendente para nuestra supervivencia, como el de los combustibles fósiles.

El futuro de los océanos

Para conservar la biodiversidad de los océanos es necesario modificar la relación económica que hemos establecido con el mar. No se trata tan solo de buscar una relación más sostenible sino cambiar el modelo de explotación del medio marino.

La explotación de los océanos es colosal y suicida. La pesca ya no se hace sólo en superficie sino en profundidades desde los 200 hasta los 1.000 metros. El impacto nocivo de la exploración y explotación petrolera y gasífera es bien conocido. El uso del mar como un gigantesco vertedero de basura también.  Pero mucho menos se conoce de la explotación minera del fondo marino.

Ante el agotamiento de ciertas minerías terrestres se está produciendo una carrera desenfrenada por los nódulos polimetálicos, unas concentraciones extraordinarias de metales valiosos (manganeso, hierro, calcio, cobalto, cobre, níquel y titanio) cuya demanda es creciente.

Son tan abundantes en las llanuras abisales, especialmente en el Océano Pacífico, que aunque fueron declaradas ‘patrimonio común de la humanidad’ no existen controles suficientes para evitar su extracción industrial.

Empresas como la estatal china Minmetals, el contratista militar de EEUU, Lockheed Martin o DeepGreen (del grupo Maersk asociado a la minera suiza Glencore), tienen prevista la explotación de miles de kilómetros cuadrados del océano, como ya lo hizo la empresa canadiense Nautilus, en Papúa Nueva Guinea entre 2014 y 2019, que terminó en un escándalo que obligó al primer ministro de ese país a dictar una moratoria de 10 años, mientras la ciudadanía reclama la prohibición directa de la minería de los fondos marinos.

Peter Bosip, Director del Centro de Derecho Ambiental de Papúa Nueva Guinea describe claramente la situación: “La historia reciente… está llena de ejemplos de minas terrestres con impactos desastrosos. Si es muy difícil monitorear y regular los impactos de la minería terrestre, mucho más lo es en las profundidades del mar. A nivel mundial, los ecosistemas oceánicos ya están bajo estrés debido a la contaminación, los plásticos, la sobrepesca, el cambio climático y la aceleración de la pérdida de biodiversidad”.

Japón ha estado extrayendo minerales a 1.600 metros de profundidad en la costa de Okinawa y EEUU –que no ratificó la Ley del Mar– opera con Lockheed Martin y el Departamento de Energía e Industria del Reino Unido, para explorar 133.000 kms2 en la zona Clarion Clipperton del Pacífico.

En la última década, la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISA) ha autorizado contratos de exploración a 15 años, a 29 países o compañías, por un total de 1,4 millones de kms2.

Los organismos biológicos que habitan el fondo de los océanos son seres únicos, raros y casi desconocidos, al punto que se estima que pueden existir entre 500.000 y 10 millones de especies, tal es el desconocimiento. Muchos científicos llaman la atención acerca de que sabemos más de la superficie de Marte que de los fondos marinos, de los organismos que viven en ellos y de su incidencia en los ecosistemas oceánicos de los cuales dependemos.

Pero, en cambio, sobre los minerales que atesora el lecho marino se ha investigado mucho más: se sabe que incluye el 60% de los todos los elementos químicos conocidos y que concentra 10 veces más minerales que toda la superficie terrestre.

Por tanto, se trata un tesoro codiciado que puede despertar una verdadera “fiebre del oro” en el fondo del mar y comprometer el futuro de nuestros océanos.

Innovar para salvar

Cada uno de los desafíos que se plantea el mundo marino deberá ser atendido por avances tecnológicos que permitan encontrar soluciones. Algunos de esos procesos innovadores están en marcha.

En un informe publicado por OCDE en 2019 “Repensar la innovación para una economía oceánica sostenible”, se analizan algunas innovaciones y tecnologías que podrían potenciar la eficacia de actividades marinas (producción de energía eólica, acuicultura, etc) y un sinnúmero de iniciativas de recolección de residuos en el mar, en ríos y canales (Seabin, Waste Shark, Sea Cleaning Drones, Trash Wheel, etc).

Otro de los caminos de innovación es el que avanza hacia la exploración de los océanos de manera intensiva con el desarrollo de tecnologías submarinas, sensores inteligentes, mejoras en la tecnología óptica y robots submarinos autónomos para monitorear la contaminación de los mares, en especial en zonas atravesadas por la exploración y extracción petrolera y gasífera y el control de la pesca ilegal.

Sensores inteligentes, mejoras ópticas y robots submarinos autónomos permitirán monitorear los océanos.

El océano ha sido nuestro aliado, mitigando los impactos que generamos sobre el clima. Ha sido capaz de absorber el 30% de nuestras emisiones de CO2 y el 90% del exceso de calor que hemos producido. Pero el resultado de nuestra contaminación es que ahora el océano que es cada vez más cálido y ácido.

Sin embargo, todavía se ofrece como nuestro aliado vital. Requiere que pongamos nuestra atención en él. Drones que vigilen el mar, aplicaciones que permitan una pesca sustentable, monitores para controlar la contaminación son aportes que la tecnología está en condiciones de hacer, si los gobiernos se deciden a actuar.

En junio pasado, Rosamond Naylor, profesora principal del Instituto Stanford Woods para el Medio Ambiente y Jim Leape, codirector del Centro de soluciones oceánicas de Stanford, ofrecieron una serie de interesantes conclusiones sobre los aportes de la tecnología a los océanos.

Ambos investigadores forman parte de una importante iniciativa global llamada Blue Food Assessment, que es la primera revisión exhaustiva de los alimentos acuáticos y sus funciones en el sistema alimentario mundial. Sus trabajos fueron parte de los Virtual Ocean Dialogues, una reunión en línea que se desarrolló entre líderes gubernamentales, sector público y empresas interesadas en crear un océano más resistente (3/6/20).

La pesca ilegal es uno de los enormes desafíos sobre el que los gobiernos postergan sus decisiones pero que tiene solución. “Aproximadamente el 20% de la captura de peces del mundo es robada cada año –señala Leape. En algunos de los lugares que más dependen de la pesca, esa proporción alcanza el 30 o 40%. La pesca ilegal derrota los esfuerzos para gestionar la sostenibilidad de los recursos y engaña a los pescadores que cumplen las reglas. Pero podemos terminarlo. Las tecnologías emergentes están trayendo mucha más transparencia a la industria pesquera. Hay un impulso cada vez mayor (…) para usar estas capacidades y garantizar que los pescadores ilegales no tengan dónde desembarcar sus capturas y nadie para comprarlas”.

Las innovaciones tecnológicas están disponibles. Como explica Leape las capacidades satelitales en rápida expansión permiten una imagen cada vez más granular de lo que está sucediendo en el agua, por lo que podemos rastrear embarcaciones y saber cuándo están pescando dónde no deberían estar, por ejemplo. Pronto esto se complementará con monitoreo electrónico a bordo: cámaras de video en embarcaciones e incluso en redes, con algoritmos de IA que permiten la detección rápida de problemas como la sobrepesca y la captura de especies protegidas”.

Lo mismo sucede con el agotamiento de los recursos pesqueros que impulsa la sobre pesca y el avance depredador sobre las aguas internacionales.

“Si queremos océanos saludables en el futuro tenemos que pensar en una amplia gama de innovaciones” Rosamond Naylor.

En un mundo que demanda cada día más proteína animal, donde la producción de carne de res representa casi el 80% de la tierra dedicada a la agricultura y una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero, el aumento de la producción de alimentos acuáticos tiene un enorme potencial no solo por ser más saludable sino por tener un menor impacto ambiental.

El valor nutricional de las más de 2.100 especies de peces –tanto de captura silvestre como de cultivo– y de los mariscos es clave para la seguridad alimentaria del futuro. Los impactos ambientales de esas capturas dependen en gran medida de las especies y de cómo se cosechan. Los avances en la materia son sorprendentes, por ejemplo, en el campo de la acuicultura.

La profesora Naylor reseña lo que está sucediendo: “Ha sido emocionante ver grandes innovaciones en el suministro de alimentos para peces carnívoros y crustáceos. La industria de la acuicultura está utilizando materiales novedosos como microalgas, alimentos a base de insectos y materiales a base de plantas terrestres, incluidos muchos subproductos de cultivos comerciales, en sus ingredientes alimenticios. Esto está quitando presión a las pesquerías silvestres que se utilizan para producir harina y aceite de pescado. La genética avanzada ahora se está utilizando para mejorar el crecimiento de los peces, reducir el consumo de peces salvajes en los alimentos y promover una mejor resistencia a las enfermedades”.

La alianza de las tecnologías con los océanos puede permitirnos recuperar los ecosistemas marinos. Se requieren decisiones políticas que dejen de navegar entre la complicidad y la falta de coraje. “Si queremos océanos saludables en el futuro –advierte Naylor– tenemos que pensar en una amplia gama de innovaciones, y en las instituciones, incentivos financieros y confianza pública necesarios para convertir estas innovaciones en soluciones reales de mercado”.