Se destruye el tamaño de un campo de fútbol cada 6 segundos

jul  2020

El retroceso es dramático: 3,8 millones de hectáreas. Un tercio de las cuales es de bosques primarios tropicales húmedos. Ello equivale a perder cada 6 segundos, un bosque primario del tamaño de un campo de fútbol. Es decir, destruir un área de bosques primarios del tamaño de Suiza, cada año.

Es lo que advierte un nuevo informe de FAO que convoca a proteger de manera urgente los bosques del mundo. La pérdida de bosques primarios a nivel global se incrementó un 2,8% en 2019 en comparación con el año anterior.

Nuestros maravillosos bosques en peligro: casi 4 millones de hectáreas menos.

Esa reducción del tamaño de los bosques representa una menor capacidad de absorción de emisiones de CO2, lo que equivale a unas 1,8 gigatoneladas el pasado año o, lo que es lo mismo: las emisiones anuales de 400 millones de automóviles, una vez y media la totalidad de los autos en Europa.

El informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y Global Forest Watch, presentado en junio, revela con claridad, el enorme daño que la actividad humana le está causando al Planeta.

El retroceso más grave es en los bosques primarios, aquellos que se regeneran de manera natural, a través de sus especies nativas, sin manifestaciones significativas de actividad humana en su entorno y que son especialmente importantes por su biodiversidad y su almacenamiento de carbono.

En especial, los ubicados en los trópicos, que según el informe, perdieron en 2019 unas 11,9 millones de hectáreas de cubierta arbórea, que incluye causas naturales, humanas (como la explotación o deforestación) y los incendios.

Desde 1990 se han perdido 420 millones de hectáreas de bosque para darles uso industrial y comercial (agro-industria, ganadería, explotación maderera, minería, etc). Según datos de la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2020, se siguen perdiendo más de 10 millones de hectáreas cada año,

Si bien, la tasa de pérdida registrada el año pasado no alcanzó las cifras récord de 2016 y 2017, sigue siendo la tercera más alta desde el 2000.

Una vez talados, los bosques primarios tropicales nunca pueden volver a su estado original.

Como alerta Global Forest Watch, una vez talados, esos bosques nunca pueden volver a su estado original. No es lo mismo perder árboles nativos, con toda la biodiversidad que acumulan y el carbono que absorben, que reforestar después de talarlos.

Brasil ha sido el país que tuvo la mayor disminución de bosques primarios: 1.361.000 hectáreas, casi el 40% de la pérdida total de bosques primarios tropicales húmedos en todo el mundo, lo que refleja el deterioro de los controles ambientales que viene sufriendo ese país en los últimos años.

El 2019 fue el peor año para los bosques primarios de Brasil en 13 años, con excepción de 2016 y 2017, donde hubo pérdidas generalizadas por incendios en el sotobosque.

Paulo Moutinho, investigador principal del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia, revela que “hay un cambio profundo en las políticas de protección de los bosques en Brasil. Las agencias gubernamentales dedicadas a la protección de los bosques están siendo desmanteladas, destrozadas. El presidente (Jair Bolsonaro) dice que ‘tenemos que talar los bosques para asegurar el progreso del país’. La visión es la misma que teníamos hace 30 años. Hay un gran retroceso en las políticas de protección”.

La República Democrática del Congo (RDC), le sigue con 475.000 hectáreas. Allí la mayor parte de las pérdidas parece estar vinculadas a las actividades agrícolas pero, según el Informe, podrían también estar incidiendo actividades como la tala industrial en gran escala, la minería y algunas plantaciones.

La selva del Congo está perdiendo su capacidad de absorber dióxido de carbono.

Indonesia, con 324.000 hectáreas es el tercer país con mayores pérdidas de bosques. Sucesivos gobiernos en ese país han sido cómplices de una desforestación generalizada y facilitado la proliferación de plantaciones de aceite de palma, que ocupan hoy cerca de 14 millones de hectáreas. Indonesia perdió entre 2001 y 2017, 24 millones de hectáreas de bosques, un territorio casi del tamaño del Reino Unido.

La nómina de los principales países afectados por la pérdida de bosques primarios se completa con Bolivia (290.000 has), Perú (162.000 has), Malasia (120.000 has), Colombia (115.000 has), Laos (72.000 has), México (66.000 has) y Camboya (63.000 has).

Como puede advertirse América Latina es la región del mundo que avanza en una verdadera destrucción de sus bosques de forma alarmante con más del 50% de las pérdidas globales. En África, por el contrario, el dato positivo es que Ghana y Costa de Marfil, lograron reducir su pérdida de bosques primarios en más del 50% el pasado año, en relación al 2018.

En la Cumbre del Clima de 2014 se planteó reducir a la mitad la pérdida anual de bosques naturales para 2020 y alcanzar la deforestación cero en 2030. Pero los resultados han sido desoladores: la tasa anual de pérdidas crece un 43%. Y en 20 años se restauraron 26,7 millones de hectáreas de bosques, es decir lo que se pierde en un solo año.

Tampoco se cumplieron las metas de reforestación de 150 millones de hectáreas, aprobada en el Desafío de Bonn para 2020, ni parece que pueda cumplirse ya con las 200 millones comprometidas para 2030 en la Declaración de Bosques de Nueva York.

De cumplirse esas metas, se reducirían las emisiones de carbono entre 4.500 y 8.800 millones de toneladas anuales.

Los gobiernos prometen, declaman, pero no cumplen. Como recuerda Thais Linhares, jefa de Gobernanza Forestal y Económica de la FAO: “Está claro que la reducción de la deforestación va más allá de los gobiernos. Es responsabilidad de todos, de multinacionales, de grandes y pequeños agricultores, de los involucrados en las cadenas de suministro, de los consumidores…”

Qué significan los bosques?

Los bosques representan algo menos de un tercio de la superficie terrestre (4.000 millones de hectáreas ó 30,7%). Albergan más del 80% de todas las especies terrestres de animales, plantas e insectos y constituyen auténticos sumideros de carbono, decisivos para combatir el cambio climático.

Contienen 60.000 especies diferentes de árboles; 80% de especies de anfibios, 75% de las aves y 68% de especies de mamíferos del Planeta.

Los bosques constituyen auténticos sumideros de carbono, decisivos para combatir el cambio climático.

Según Tiina Vahanen, jefa del departamento forestal de FAO, los bosques absorben 2.000 millones de toneladas de CO2 al año y la deforestación sigue siendo la segunda causa principal del cambio climático.

Pero su función no termina allí: 75% del agua dulce accesible del planeta proviene de cuencas hidrográficas boscosas. Además los bosques son valiosos para combatir la erosión de los suelos; suministran alimentos para humanos y animales y aportan productos medicinales. Para la población rural en áreas forestales en países en desarrollo y regiones desfavorecidas, provee de combustible,  comida y calefacción y constituyen el 20% de sus ingresos.

De hecho, según FAO “los bosques proporcionan más de 86 millones de empleos verdes. De las personas que viven en la pobreza extrema, más del 90% depende de los bosques para obtener alimentos silvestres, leña o una parte de su sustento. Esta cifra incluye a ocho millones de personas en condiciones de extrema pobreza y dependientes de los bosques, sólo en América Latina”.

El informe destaca la necesidad de proteger la biodiversidad y detener la degradación de los hábitats, bosques y árboles, esenciales para promover la polinización de abejas, mariposas y otros animales. La organización junto con Bioversity International, organización mundial de investigación para la seguridad alimentaria y nutricional global sostenible, pretende generar conciencia sobre los beneficios y el papel decisivo de los polinizadores para la agricultura y la biodiversidad. Y esos polinizadores dependen de los bosques.

Vahanen advierte que la reducción de los polinizadores afecta la regeneración forestal, reduciendo la diversidad genética, la resistencia y la adaptabilidad de los árboles forestales: “los bosques son el hogar de abejas silvestres, murciélagos, mariposas y otros polinizadores, y son vitales para salvaguardar los ecosistemas, para la biodiversidad y la producción agrícola, y por tanto, también para la seguridad alimentaria”.

Como señala el informe FAO, la desaparición de los bosques y la transformación del paisaje, junto con el cambio climático, están transformando su papel. Un 88% de las plantas silvestres y el 70% de los cultivos son polinizados. Cuando las abejas y otros insectos transfieren polen de una planta a otra, proporcionan no solo fruta, semillas oleaginosas y otros cultivos, sino también una mayor variedad y calidad. 

Se corre el riesgo que los cambios en el uso y gestión de la tierra por la agro-ganadería industrial y la industria maderera, puedan desintegrar y destruir sus hábitats. Y una “disminución de los polinizadores repercuta en la regeneración de los bosques, al reducir la diversidad genética de sus árboles y su resiliencia y potencial de adaptación”.

La realidad es que el número de insectos polinizadores se reduce drásticamente: el 53% de las mariposas, 49% de los escarabajos, 46% de las abejas y 25% de las moscas podrían desaparecer en los próximos años.

Qué hacer?

La respuesta es clara y contundente. Como señalan el director general de la FAO, Qu Dongyu, y la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, para “conservar y gestionar los bosques y los árboles dentro de un enfoque de paisaje integrado” y modificar la tendencia a la deforestación y la pérdida de la biodiversidad, se necesita un cambio transformador en la forma en que producimos y consumimos alimentos.

Ello implica la necesidad de un compromiso para incrementar la cooperación mundial dirigida a restaurar los ecosistemas degradados y dañados, combatir el cambio climático y salvaguardar la diversidad biológica.

Los gobiernos podrán avanzar en medidas contra la deforestación, evitando el comercio de materias primas (soja, carne, aceite de palma, madera o papel) que procedan de la destrucción de los bosques y terminar con el apoyo a agro-carburantes como el biodiesel, en base a cultivos agrícolas (soja, maíz, colza, girasol, etc).

Pero cambiar la forma en que producimos y consumimos alimentos implica una transformación más profunda. Un cambio en la energía que utilizamos, en la gestión de la tierra y el mar, en los desechos que generamos, en el desperdicio insensato que consentimos, y en especial, cambiar una cultura que privilegia la avaricia por encima de la cooperación y la solidaridad.

Los gobiernos y las empresas no lo harán sin una ciudadanía que manifieste firmemente esa voluntad de cambio.