Arde el Amazonas colombiano

22 feb 2022

En los últimos dos años la deforestación del Amazonas, sobre todo en países como Brasil, Ecuador y Bolivia ha batido records históricos. El aumento constante de los incendios forestales, usados como método irracional para limpiar bosque y abrir terrenos a la agro-ganadería ilegal, es una de las principales causas de la deforestación del mayor bosque tropical selva del Planeta, con una extensión de 7.000.000 km²

El tráfico ilegal de madera en la Amazonia colombiana está devastando la región.

Ahora se suma la Amazonía colombiana, donde los incendios de enero superan las cifras de deforestación en los últimos 10 años para este mismo mes. En Colombia, la deforestación se ha agravado desde la firma del Tratado de paz con las FARC, pues la acción guerrillera operaba de facto como unos ´guardabosques´ haciendo inaccesible la región.

Su repliegue habilitó a que otros grupos delictivos armados actúen en la zona interesados en la explotación de minerales, madera, coca y que algunos terratenientes ganaderos, con su apoyo, impulsen la actual la tala para obtener nuevos terrenos de para la agricultura y ganadería industrial.

El Ministerio de Ambiente de Colombia confirmó la preocupante cifra de deforestación que está afectando además a los parques nacionales de Chiribiquete, Tinigua, Cordillera de los Picachos y Sierra de la Macarena. “Tinigua está en llamas”, reconocen los funcionarios. Los mayores incendios son en el arco noroccidental de la Amazonía, en unos 10 municipios de Caquetá, Guaviare y Meta, donde la tala y quema de bosque creció entre 2019 y 2020 un 149%.

Las principales causas provienen de la agro-ganadería, las vías ilegales de la droga y la explotación maderera. Según información recopilada por Global Forest Watch durante el mes de enero, en la región de la Amazonía, los incendios alertados superaron los 1200, cuando en 2021 había sido 280. Terratenientes ganaderos, aprovechando la extrema sequía, multiplicaron la deforestación. Hoy la ganadería, es el principal motor de la apropiación de tierras en la Amazonía.

Criminalidad y no retorno

La realidad es que toda la Amazonía se ve afectada, más que nunca, por una creciente criminalidad de grupos ilegales dedicados a la minería, el tráfico de madera y de drogas, que está llevando a un “punto de no retorno” a uno de los ecosistemas clave para la salud del Planeta. Su bosque es una de las ecorregiones con mayor biodiversidad del mundo que resulta vital para la regulación del ciclo de carbono y del cambio climático, además de actuar como un medidor atmosférico global.

Los guerrilleros del ELN controlan las minas de oro ilegales en Venezuela.

Para los expertos del Panel Científico por la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo está en crisis: en los últimos 36 años la región perdió 17% de su vegetación nativa a causa de la deforestación. De llegar a niveles del 20% a 25% de deforestación, ya sería imposible salvarla y se convirtiera en una gigantesca sabana, con consecuencias ambientales catastróficas para el resto de la humanidad y, en especial para los países latinoamericanos asentados en ella.

El Panel ha exhortado a los gobiernos del mundo que otorguen la debida importancia a la situación crítica de la Amazonía y que se actúe con celeridad para prevenir las consecuencias sobre el clima global y en especial sobre la calidad del aire de toda Sudamérica.

Muchas veces se recitó que la selva amazónica era “el pulmón del Planeta”, una metáfora técnicamente errónea. Pero a mediados del año pasado, un estudio publicado por Nature confirmó que es apodo era doblemente falso, ya que mediciones en el Amazonas brasileño demostraron que estaba emitiendo más dióxido de carbono a la atmósfera que el que absorbía. El “pulmón del planeta” era en realidad “una chimenea contaminante” o un “tubo o caño de escape” más.

De no revertirse esa situación, las consecuencias futuras serían especialmente graves: problemas severos sobre las cosechas y la provisión global de alimentos; desequilibrio y fractura de los balances de agua, energía y carbono de la cuenca del Amazonas; debilitamiento del transporte de humedad por los ríos aéreos y los chorros de vientos superficiales en Sudamérica y la disminución del transporte de la humedad sobre el subcontinente, lo que limitaría el abastecimiento de agua en los países de la región.

Las superficies perdidas equivalen a países. Entre 1985 y 2020 se perdieron 75,6 millones de hectáreas de selva y otras formaciones naturales no forestales, lo que equivale al territorio de Chile. Y entre 2020-2021 los récords de destrucción de la Amazonía implicaron territorios equivalentes casi a la superficie de Belice.

De acuerdo con los datos recogidos por Mapbiomas en sus mapeos satelitales del uso del suelo en toda la región, en 1985 solo el 6% de la Amazonía eran “áreas antrópicas”, es decir, zonas urbanas o destinadas a la explotación agrícola, ganadera, maderera o minera os a la agricultura, ganadería o minería, mientras en 2020 ese porcentaje casi se había triplicado (15%).

La situación presenta un cuadro desalentador ya que los gobiernos de Brasil, Perú, Bolivia y Colombia, pese a sus declamaciones, no parecen realizar acciones suficientes para detener el proceso de deforestación ni el control de la criminalidad en la región. Los científicos que monitorean la Amazonía advierten que de continuar el ritmo de la actual evolución, en una década se estaría enfrentando el “punto de no retorno”o ‘tipping point’.

Territorios sin control

En buena parte de los territorios amazónicos campea la criminalidad, que cada vez más implanta sus actividades. Para Insight Crime, el tráfico de oro, coltán y madera protegida, ha avanzado de forma brutal entre 2020 y 2021. Grupos armados manejan los accesos a las minas de oro en Venezuela y otros países, además del consabido haciendo que grupos armados expandieran sus portafolios criminales los cuales se completan el dominio de las actividades de narcotráfico y contrabando. Incluso, en la Amazonía colombiana, el ganado, señala esa fundación, ha logrado desplazar a la coca como el principal motor de la deforestación

Una de las áreas críticas es la frontera entre Ecuador y Perú, donde las organizaciones criminales fortalecieron sus actividades durante la pandemia, en especial con el tráfico de maderas finas como la balsa (180% de incremento en los últimos años), bajo el impulso de la industria eólica que demanda ese tipo de madera para el diseño de las hojas de las turbinas eólicas con destino a China y EEUU.

La fragilidad institucional, la complicidad de muchos gobiernos y líderes políticos, la corrupción estructural de la región, la manifiesta ausencia del Estado en muchos territorios y la ilegalidad rampante, han puesto en estado crítico a la Amazonía”, una de las ecorregiones más importantes del mundo.

En los 36 años estudiados por el equipo de Mapbiomas, hubo en la Amazonía un incremento del 656% de la actividad minera, un 151% de la actividad agrícola-ganadera y un 130% de la infraestructura urbana (nuevos asentamientos, crecimiento de ciudades, carreteras, etc), con la consiguiente deforestación e incrementos de los incendios forestales.

Como “cuando se pierde vegetación por la deforestación aumenta la temperatura y esto acelera el deshielo”, explican los expertos de Mapbiomas, el 52% de los glaciares de la región, situados en los Andes de Bolivia, Ecuador y Perú, han desaparecido.

La deforestación de la Amazonía va hacia un punto de no retorno de consecuencias globales.

Aún durante la pandemia el ritmo de deforestación no se detuvo. Entre 2019 y 2020, la pérdida de cobertura forestal destruyó el 88% de la vegetación en Brasil, el 8% de la Amazonía boliviana y el 4% de la Amazonía peruana. Y Brasil, en 2021 aún fue peor: la deforestación aumentó un 20% hasta alcanzar una cifra récord para los últimos 15 años.

La apropiación de tierras y la deforestación consiguiente no solo tienen un severo impacto ambiental, sino también sobre las comunidades de pueblos originarios y pequeños campesinos que van siendo despojadas de sus hábitats, incluso de reservas territoriales que les han sido reconocidas por ley.

Las esperanzas que rodearon en su momento al Acuerdo de Escazú, para la defensa del Amazonas se van disipando con la negativa de Venezuela y Surinam a firmarlo y la desidia de Colombia para ratificarlo. Incluso en noviembre pasado, cuando 110 países del mundo se comprometieron a frenar la deforestación en todo el mundo para el 2030, en oportunidad de la Conferencia de las Naciones Unidas contra el Cambio Climático, de forma vergonzosa, tanto Bolivia como Venezuela, dos países claves en la crisis ambiental del Amazonas, se abstuvieron de firmar el acuerdo.