La pérdida de bosques en una década equivale al territorio de Alemania o Paraguay

14 feb 2021

Según un reciente informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), en la última década, la deforestación ha arrasado con una superficie de bosques equivalente al territorio de países como Alemania o Paraguay. Si extendemos el cálculo a 15 años, el área arrasada equivale a una cuarta parte de la India, uno de los países más extensos del Planeta.

Los mayores focos de esa deforestación están en América Latina, que resulta la región más golpeada por un intenso deterioro ambiental, que excede su deforestación y compone un dramático escenario de graves y múltiples consecuencias que comprometen su futuro.

América latina encabeza el ranking de regiones con mayor deterioro ambiental en todo el Planeta.

UN PENOSO BALANCE

Los problemas ambientales de América Latina son enormes y existen factores políticos conexos que agravan la situación como la corrupción crónica de sus dirigencias y la ineficiencia de sus burocracias. La región encabeza el ranking mundial de degradación y deterioro del medioambiente por:

  • Deforestación de áreas boscosas;
  • Aumento de especies animales y vegetales amenazadas de extinción o en peligro;
  • Expansión descontrolada de la agricultura y ganadería industrial, con incremento de agrotóxicos;
  • Contaminación y degradación de los suelos;
  • Deterioro de las ciudades (avance de barrios marginales, delincuencia, basurales a cielo abierto, contaminación del aire y del agua, etc);
  • Mala gestión generalizada de los recursos hídricos (despilfarro agrícola y doméstico, contaminación de ríos y lagos por efluentes industriales, agrícolas y domésticos mal controlados) con deterioro de las napas;
  • Mal manejo de los residuos sólidos urbanos y electrónicos (nulo o escaso tratamiento y escasísima recuperación y reciclado);
  • Bajísima conciencia ambiental de la ciudadanía y en especial, de las dirigencias. El tema ambiental no es prioridad en la agenda pública de los latinoamericanos;
  • Como consecuencia, se incrementan las consecuencias del efecto invernadero y el cambio climático, ante los escasos avances regionales de adaptación para mitigar sus efectos (sequías, inundaciones, pérdidas de cosechas, incendios, crecientes costos de esa inoperancia, etc)

EL ESTUDIO WWF

El estudio presentado hace unos días por WWF señala que en el mundo existen 24 focos principales de deforestación, que provocan  la brutal pérdida de áreas boscosas que alcanzan al tamaño de países. La mayor parte de esos focos se concentran en América Latina.

La región representa el 52% de la deforestación tropical mundial que fue de 43 millones de hectáreas perdidas entre 2004-2017. La causa principal de esa degradación en América Latina se debe a la expansión agrícola-ganadera alentada por el consumo mundial de carnes.

Debemos recordar que ese consumo global alcanzó en 2019 los 335 millones de toneladas (FAO 24.1.2020) con un predominio de las carnes aviar, vacuna y porcina). A ello debe agregarse la deforestación provocada por cultivos como el cacao, el café y el aceite de palma (solo el consumo de la UE es responsable de más del 10% de la deforestación mundial.

También ha incidido la acción de los gobiernos –como el del ultraderechista Bolsonaro en Brasil y otros– que, para responder a los requerimientos del sector empresarial minero, maderero y agrícolo-ganadero, no ha dudado en avanzar con la construcción de carreteras y otras infraestructuras, violando muchas veces áreas de protección natural o reservas de comunidades aborígenes.

Uno de los mitos a desentrañar es la repetida inclusión en esa lista del avance de la urbanización, lo que es falso.

Ya en 2014, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) y sus asociados habían lanzado una plataforma online llamada Global Forest Watch, para que gobiernos, empresas y ONGs pudieran controlar los bosques casi en tiempo real y combatir la deforestación a escala mundial.

Un equipo de investigadores de WRI, del Consorcio de Sostenibilidad y de la Universidad de Maryland descubrieron entonces que más del 27% de la pérdida forestal total –50.000 kms2 al año– era impulsada por la explotación de materias primas. Otro 26%, provocado por la silvicultura; un 23% proviene de los incendios forestales y otro 22% de la agricultura itinerante. Menos de un 1% de pérdida global de bosques se podía atribuir a la urbanización, quedando otro 1% para diversos factores.

Nancy Harris, directora de Investigación en Global Forest Watch, concluía que “se crean concepciones erróneas de que la urbanización es un factor directo significativo para las tasas de deforestación global porque provoca un cambio en el paisaje al que las poblaciones, por definición, están altamente expuestas. Nuestros resultados demuestran que la urbanización es solo un factor de muy poca relevancia en la pérdida de cubierta forestal a nivel global, lo que puede resultar sorprendente para algunos”.

Del 48% restante de los bosques que permanecen sin deforestar, la inmensa mayoría (45%) presenta alteraciones o degradaciones. Además se han vuelto más accesibles y permeables a las actividades humanas y más vulnerables a los impactos climáticos y los incendios.

SUDAMERICA EN LA MIRA

Según el reciente estudio de WWF, de los 24 focos detectados, 9 corresponden a América Latina, 8 están en África y 7 en Asia-Oceanía. Pero las zonas más afectadas por la deforestación se concentran en cuatro países de Sudamérica: Brasil, Argentina, Paraguay y Bolivia, a los que deben sumarse Madagascar y las islas asiáticas de Sumatra y Borneo.

Brasil encabeza la lista de responsabilidades en materia de deforestación, tanto en la Amazonía bajo su control. Solo en 2020, la Amazonía brasileña, el mayor bioma del Planeta, perdió unos 8.500 kms2 de selva, según datos oficiales del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), que se acumulan a los 9.178 kms2 talados en 2019.

En la región del Cerrado, por su parte, se arrasaron más de 3 millones de hectáreas de bosques en la última década (más del 30% desde 2000). El Cerrado es especialmente vulnerable debido a que menos del 8% está protegido, pese a albergar un 5% de las especies animales y vegetales del Planeta.

Ambas devastaciones tienen la misma causa: la producción sojera y de otros piensos animales para los mercados nacional e internacional, y los nuevos territorios invadidos por la ganadería, para atender la creciente demanda de carne.

El Amazonas de Brasil perdió otros 4.567 kms2 de selva en los últimos 10 meses: 54 % más que el período anterior.

También Bolivia ha sufrido un intenso deterioro de sus bosques amazónicos, pero son los casos de Argentina y Paraguay los que revisten una mayor gravedad, en especial, en segmentos del territorio del Gran Chaco, el segundo bosque sudamericano en tamaño y biodiversidad (Ver Mas Azul, “Avanza la deforestación en el Gran Chaco”, n° 12 sept.2020).

Allí la deforestación fue incesante, aún durante la cuarentena por la pandemia del Covid-19, pese a que las actividades económicas e industriales estaban prohibidas en 2020. Así quedó demostrado con las imágenes brindadas por la NASA en mayo pasado. Un proceso irracional de tala alentado por la corrupción de los gobiernos de ambos países, permitió que un 20% de bosque –142.000 kms2 entre 1985-2013– haya sido arrasado para convertirlo en tierras de cultivo o pastoreo.

Si se contabilizan los últimos 20 años, el ecosistema del Gran Chaco solo en la parte argentina, ha perdido unos 5 millones de hectáreas de bosque nativo.

En el estudio de WWF (2021), incluye también nuevas regiones con alta deforestación como la Amazonía de Venezuela y de Guyana, así como la Selva Maya de México y Guatemala. En el primer caso, la región amazónica del Macizo Guayanés, perdió 200.000 hectáreas entre 2004 y 2017, bajo la presión de la explotación de oro y con la complicidad de esos gobiernos.

La fiebre del oro arrasa la Amazonia venezolana controlada por mafias, sindicatos y grupos armados.

PANDEMIA Y DEFORESTACION

Mucho se ha insistido con el peligro que comporta la deforestación en tanto los bosques tropicales son reservorios esenciales de carbono, ya que almacenan siete veces más del total anual emitido por la actividad humana y albergan además gran parte de la biodiversidad global.

Pero la pandemia ha puesto sobre la mesa otro peligro que provoca la deforestación: el avance de la actividad industrial arrasando los bosques, provoca la pérdida del hábitat de muchos animales y multiplica los contactos entre éstos y los humanos, favoreciendo la aparición de zoonosis, enfermedades que se transmisibles, como la Covid-19.

Fondo Mundial para la Naturaleza apunta a gobiernos y empresas como responsables de esta gravísima derivación, pero también destaca el rol que tiene nuestro consumo de proteínas animales. Una significativa reducción del consumo de carnes permitiría disminuir la presión actual sobre los bosques.