Dilapidan miles de millones en empresas de combustibles fósiles

JUL 2020

En EEUU casi un centenar de empresas de combustibles fósiles, se preparan para ser rescatadas con dinero público por el gobierno de Trump, a través de un programa de recompra de bonos.

Se trata de disfrazar el rescate como una “crisis provocada por el coronavirus” cuando en realidad se trata de un grupo de empresas contaminantes que, desde hace tiempo, venían enfrentando desafíos estructurales.

Durante años, las empresas del sector han reducido su cotización, afrontado deudas crecientes, perdiendo el apego de los inversores (Ver en este número de Más Azul, “El pánico climático empieza a ordenar el mundo financiero”) y dependiendo cada vez más de los ‘favores’ de los gobiernos para sobrevivir.

En medio de la pandemia mundial, las industrias del petróleo, el gas y el plástico están presionando agresivamente para lograr rescates masivos y privilegios especiales en un intento desesperado por tratar de revivir a una industria de combustibles fósiles francamente en declive. Las empresas líderes del sector han perdido alrededor de un 45% de su valor desde el comienzo de 2020. 

EEUU y también la UE

Entre los que se beneficiaran del dinero de los contribuyentes están gigantes de la contaminación como ExxonMobil, Chevron y Koch Industries, que se han dedicado durante décadas a destruir el Planeta y saquear sus recursos.

Gigantes de la contaminación (ExxonMobil, Chevron y Koch Industries) se beneficiaran del dinero de los contribuyentes.

Ahora, con el pretexto del coronavirus, se beneficiarán del programa de recompra de bonos de la Reserva Federal, lo que también harán una buena parte de las 40 mayores compañías de fracking, para compensar la caída en los precios del petróleo.

Se trata de una singular y reiterada forma de interpretar el “libremercado”: cuando las ganancias son desmedidas piden “desregulación y libertad”. Cuando pierden acuden al salvataje del Estado. 

Pero no se trata solo de las compañías petroleras, sino que la caída del uso de energía, ha puesto en la fila de los ‘pedigüeños’ a postulantes de centrales eléctricas y servicios públicos alimentados a carbón. Más de 150 empresas –incluidas empresas intensivas en carbón como American Electric Power y Duke Energía– van a ser beneficiadas. Nadie debe perder, salvo los ciudadanos…

El rescate está previsto para fines de septiembre e implica un desembolso de unos 750.000 millones de dólares.

Por su parte, el Banco Central Europeo (BCE) está subsidiando con 7.600 millones de euros a empresas de combustibles fósiles contradiciendo el “Pacto Verde” para salvar el Planeta que la UE pretende liderar. Lo hace comprando bonos corporativos de empresas de combustibles fósiles.

Entre mediados de marzo y mediados de mayo, en plena pandemia, la industria petrolífera y gasística (Shell, Total, Eni, OMV, Repsol, etc) ha recibido aportes monetarios por 2.400 millones de euros, mientras en el mismo período generaban casi ocho millones de toneladas de CO2.

Asimismo, en ese mismo período, empresas productoras de electricidad (EON, Engie y otras) recibieron 4.400 millones de euros del BCE, mientras provocaban 3,2 millones de toneladas de CO2.

La ‘mano abierta’ del BCE con los contaminadores no terminó allí: entre la industria aeroespacial, automovilística y del cemento, recibieron otros 5.600 millones pese a su rol decisivo en la contaminación planetaria.

Si se agregan los aportes que el BCE hizo a otros sectores, en solo 60 días compró bonos de corporaciones por 30.000 millones de euros. Pero lo más penoso es si se cuentan solo los aportes a las siete corporaciones más contaminantes, el dinero público de los europeos sirvió para sostener la actividad de empresas que en ese mismo cortísimo período emitieron 11,2 millones de toneladas de CO2.

Un paradigma vetusto

Mientras la ciudadanía global acrecienta su conciencia de los daños ambientales que los combustibles fósiles provocan, los jóvenes llenan las calles del mundo con sus reclamos de “acción ya” y hasta sectores de la economía y las finanzas globales alertan sobre los riesgos de no atender el impacto del cambio climático,  pareciera que un grupo de necios se niega a ver la realidad.

Tanto en la Casa Blanca como en los pasillos de Bruselas parecen proliferar algunas cabezas que alojan un pensamiento vetusto: no es posible abandonar los combustibles fósiles. Trump y su cenáculo de viejos asesores sigue creyendo que los combustibles fósiles son un pilar de la economía de su país.

Cuando el conflicto entre Arabia Saudita y Rusia llevó al petróleo a precios negativos, Trump ordenó a su Departamento de Energía que comprara millones de barriles para tratar de aumentar el precio del crudo y ayudar a las grandes petroleras.

Contra la evidencia científica y las recomendaciones del IPCC y Naciones Unidas, Trump ha eliminado prácticamente todos los controles ambientales de la EPA sobre el sector (restricciones sobre contaminación por hollín, control del mercurio y otros metales tóxicos en las plantas de energía, contaminación de los acuíferos, etc.).

El Covid19 ha potenciado la disposición de su administración de salvar a la industria porque, según ese pensamiento vetusto, no es posible prescindir de compañías como Exxon Mobil que generan ingresos y empleos. Por lo que deben ser rescatadas.

No logran percibir que las energías renovables generarían millones de nuevos puestos de trabajo y enormes ingresos, superiores a los volúmenes que ahora se dilapidan en industria energéticas en retroceso (Ver en este número de Más AzulEnergías renovables: más baratas y accesibles”).

Cabe preguntarse si no lo perciben o si sus inversiones personales están demasiado comprometidas con el rendimiento petrolero? O sus poltronas políticas, demasiado atadas al poder de los combustibles fósiles?

Lo cierto es que el reclamo ciudadano y de las organizaciones ambientales es contundente: el dinero público no puede desperdiciarse y tanto el BCE como otros bancos centrales deben dejar de rescatar empresas contaminantes que contribuyen a agravar la crisis climática. 

Los ecologistas europeos exigen a las autoridades del BCE que excluyan a las compañías de combustibles fósiles de la compra de bonos, operatoria de rescate destinada a salvarlas y que los bancos del sistema incorporen los riesgos del cambio climático en la toma de decisiones de modo de eliminar a las empresas contaminantes.

Aunque las grandes petroleras como BP, Chevron, ExxonMobil, Occidental, Repsol, Aramco, Shell, Petrobras,  CNPC, Eni, Equinor y Total hayan conformado el Oil and Gas Climate Initiative (OGCI), una especie de G13 petrolero donde declaman algún día reducir sus emisiones de carbono a la atmósfera, no debemos confundirnos. Se trata de una flagrante hipocresía. Allí los CEOs de esas empresas organizan el lobby que van a operar para presionar a los gobiernos.

Exxon pretende seguir aumentando su producción hasta un calentamiento global de 3°C.

La estadounidense ExxonMobil, por ejemplo, se ha mostrado especialmente empecinada en no aceptar la menor responsabilidad en las emisiones provocadas por el negocio petrolero. Planifica su producción futura sobre dos parámetros insostenibles: aumentar su producción de hidrocarburos en un 25% para 2025 y mantener ese incremento hasta un horizonte de calentamiento global de 3°C para el 2100, algo que todos los científicos anticipan como catastrófico.

No admite revelar la huella de carbono de sus productos energéticos que vende y rechaza cualquier iniciativa que pretenda ‘mejorar la supervisión y la transparencia en el ´lobby’ o actividades de  presión que ejerce sobre los gobiernos.

ExxonMobil actúa en franco enfrentamiento al Acuerdo de París, en línea con el presidente Trump y ha declarado que ese Acuerdo “no contempla ni exige que las empresas individuales disminuyan la producción para alinearse con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2°C”.

Junto con las demás petroleras del OGCI (en especial Shell y BP) ha desarrollado una intensa actividad de ‘lobby’ para presionar a los funcionarios de Bruselas y frenar el avance de la política climática de la UE. Una investigación de The Guardian del año pasado descubrió que las cinco grandes compañías petroleras, y sus grupos industriales, gastaron unos 251 millones de euros presionando a la Unión Europea sobre las políticas climáticas  (Ver Más Azul n°4, ene 20 ¿Subsidiamos nuestra extinción?” y n°5, feb 20 “Una nueva ola de plástico se prepara para inundar el Planeta”).

Más recientemente se supo por un organismo de control que ExxonMobil mantuvo reuniones permanentes con funcionarios clave de la Comisión Europea para intentar frenar Pacto Verde Europeo en las semanas previas a su acuerdo.

Apostar al futuro

Pero la industria basada en el carbón, el gas y el petróleo sabe que está jaqueada por razones muy anteriores a la pandemia y cada vez más dependiente de los apoyos gubernamentales a un lado y otro del Atlántico.

El mundo parece estar comenzando a tomarse en serio el calentamiento global. Se generaliza la conciencia de que es necesario buscar fuentes de energía y materiales que no produzcan contaminación y reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.

Y esa conciencia permea en inversores y empresas que, cada día más, descubren nuevas áreas de negocios atractivos, fuera de los combustibles fósiles, donde no se ven acosados por un creciente reclamo ciudadano que empieza a tornarse en demandas legales y exigencias políticas.

Ese activismo cada vez más intenso responsabiliza a las empresas de combustibles fósiles por los severos daños ambientales causados y busca comprometer a gobiernos e instituciones en esas exigencias.

El Centro de Derecho Ambiental Internacional (CIEL) con sedes en Ginebra y Washington, ha publicado un Informe reciente “Pandemic crisis, Systemic decline”, donde formula recomendaciones a funcionarios públicos,  inversores institucionales y gestores de activos, países y comunidades locales para que tengan en cuenta la debilidad a largo plazo de los combustibles fósiles al tomar decisiones sobre el futuro. Y plantea que los gobiernos no deberían desperdiciar recursos limitados de respuesta y recuperación en rescates, alivio de la deuda o apoyos similares para compañías petroleras, de gas y petroquímicas”.

Pero la Administración Trump –poblada de ‘momios’, negadores climáticos– se prepara para inundar la industria de los combustibles fósiles con millones y millones de dólares, mientras rechaza ayudar a las energías limpias.

Creen que podrán detener la transición energética. Pero el futuro ya se puso en marcha.

Están aferrados al pasado. Atrasan tanto, que creen que podrán detener la transición energética. Van a ‘robar’ una vez más el dinero de los contribuyentes, contribuir algún tiempo más a la contaminación global y agravar un poco más la salud del Planeta. Pero no podrán detener el cambio. El futuro ya se puso en marcha.

Muchos inversores y empresas comienzan a comprometerse en negocios netos de emisiones cero y se despegan de sus colocaciones en combustibles fósiles, como sucediera con BlackRock y otros, algunos “hombres del petróleo” se parecen a aquel viejo Rey Lear que, ciego y extraviado, seguía dando órdenes a ejércitos que hacía tiempo lo habían abandonado.