Civilización Ecológica (I)

21 abr 2021

Antonio López Crespo

Director

A lo largo de la historia, la relación de los seres humanos con la naturaleza ha cambiado, así como los vínculos entre ellos mismos. Por tanto, es posible y necesario proyectar una nueva sociedad con relaciones de producción que impliquen una simbiosis distinta entre seres humanos y con la naturaleza.

Es lo que se propone China con su ambicioso y poco conocido programa de “Civilización ecológica”. El desarrollo chino de las últimas décadas sorprendió y admiró al mundo. La aventura exitosa de China permitió transformar un país con altas tasas de pobreza y analfabetismo en una nación desarrollada, que logró eliminar la pobreza absoluta, elevar el nivel de vida de sus habitantes, encabezar los avances tecnológicos más innovadores y liderar el camino hacia un mundo en paz.

El vertiginoso cambio fue acompañado de grandes inversiones en logística, infraestructura, salud y educación.

Pocos destacan que China es el primer país en el concierto de las naciones, en terminar con la pobreza absoluta entre sus ciudadanos, sacando de esa condición a 800 millones de personas y posibilitando el ascenso social de 450 millones de chinos (33% de la población -2020) a una creciente clase media, cuando en el 2002 sólo significaba el 4%.

La nueva clase media, con ingresos comparables a los estadounidenses (entre u$s 35.000 y 45.000 anuales), se estima que ascenderá a 1.000 millones de personas en 2030. China será entonces ‘una nación de clase media’.

Ese vertiginoso cambio fue acompañado de grandes inversiones en logística, infraestructura, salud y educación, que permitió la incorporación al desarrollo de las áreas más postergadas del país y una notable mejoría de las condiciones de vida de la población.

Durante los últimos ocho años, China invirtió u$s 246.000 millones en fondos para combatir  la pobreza; reconstruyó 1,1 millones de kilómetros de caminos rurales, desarrolló 35.000 kilómetros de nuevas conexiones férreas para enlazar las áreas rurales con los grandes centros, se renovaron 108.000 escuelas de educación obligatoria, se modernizó y multiplicó el sistema sanitario y se alcanzó la meta de un suministro eléctrico de calidad para el 99% de esas áreas.

Pero el enorme esfuerzo colectivo de décadas para alcanzar el desarrollo y el fin de la pobreza, implicó un uso intensivo de recursos naturales. El consumo de cemento de China solo entre 2012 a 2014 fue igual que todo lo que EEUU consumió a lo largo del siglo XX!!!  Ya en 2006, figuraba entre los mayores consumidores de recursos del mundo: 32% del acero global, 25% del aluminio, 23% del cobre, 30 % del zinc y 18 % del níquel y segundo consumidor mundial de petróleo.

Pan Yue, viceministro de Protección Ambiental de China, reconocía ese mismo año, en ‘On Socialist Ecological Civilisation’, las consecuencias negativas de ese consumo: “En 20 años China ha logrado resultados económicos que a Occidente le tomaron un siglo. Pero en esos 20 años también ha concentrado el equivalente a un siglo de problemas ambientales”.

Para quienes en Occidente predican con ignorancia o mala intención, presuntas faltas de libertad y disenso político, basta con leer las duras críticas que el funcionario chino hacía entonces del camino recorrido: “Los problemas ambientales de China pueden atribuirse a cómo entendimos el marxismo. Durante gran parte de nuestra historia reciente, vimos en el marxismo sólo una filosofía de lucha de clases. Creíamos que el desarrollo económico solucionaría todos nuestros problemas. En el periodo de reformas, esta lectura errónea de Marx se convirtió en una búsqueda irrestricta de ganancias materiales desprovista de toda moralidad. Se ignoró por completo la cultura tradicional china, con su énfasis en la armonía entre los seres humanos y la naturaleza” (‘La deuda verde de China’, dic. 2006).

Pan Yue, de 60 años, actual Director de la Oficina de Asuntos de China en el Extranjero –un cargo de alto perfil en el Consejo de Estado de China– es un prestigioso teórico del PCCh.

Así describe la situación que soportaban en 2006: “Nuestras ciudades explotan en tamaño, agotan los recursos hídricos y crean horrorosas congestiones de tránsito. Una tercera parte de los residentes urbanos respira aire sumamente contaminado”.

La consecuencia de aquel proceso fue que la economía de China –señala– quedó “dominada por contaminadores hambrientos de recursos, como las minas de carbón y minerales, las fábricas textiles y de papel, las fábricas de hierro y acero, las fábricas petroquímicas y los productores de materiales para la construcción”.

Los cálculos más realistas de aquel daño ambiental se estimaron en torno al 8%-10% del crecimiento anual del PBI de esos años, lo que significó que China perdía a manos de la contaminación, casi todo lo que había ganado desde fines de los años 70. El sacrificio dejaba una enorme deuda verde estimada en miles de millones de dólares.

Ante ese escenario, en 2012 el XVIII° Congreso Nacional del Partido Comunista chino, planteó el programa de ‘civilización ecológica’, para buscar un desarrollo que permitiera una coexistencia armoniosa entre los seres humanos y la naturaleza.

China comprendió que la naturaleza y el hombre forman una comunidad compartida de vida. Era  necesario cambiar el rumbo. Hacer de una nueva civilización ecológica el objetivo prioritario de todas las acciones de China.

En ese año, Xi Jinping, entonces flamante secretario general del Partido Comunista, proclamó la necesidad de establecer una civilización ecológica, de la que como presidente Xi ha sido un fuerte impulsor.

La clave del desarrollo, para Xi, es resolver acertadamente la convivencia armoniosa entre el hombre y la naturaleza. Eso significa ir mucho más allá de la protección del medioambiente. Implica que toda la sociedad debe funcionar en armonía con la naturaleza, en términos tecnológicos y culturales.

El presidente Xi Jinping insiste en que “la ecología en armonía con la naturaleza debe impregnar toda la vida social”: “El hombre y la naturaleza forman una comunidad biótica con un futuro compartido. El medio ambiente no tiene sustituto, y es posible que no nos demos cuenta de lo verdaderamente valioso que es hasta que se dañe hasta el punto de ser insalvable. Para tomar prestadas las palabras de antiguos maestros, «El cielo, la Tierra y yo fuimos producidos juntos, y todas las cosas y yo somos uno». «El cielo no habla, pero las cuatro estaciones se mueven en orden. La Tierra no habla, pero los innumerables seres cobran vida»”.

TESTIGOS PRIVILEGIADOS

Desde Occidente se trata de minimizar y poner en duda los objetivos y logros de la nueva “civilización ecológica” china.

Por eso vale la pena recuperar la opinión de algunos testigos privilegiados que cuentan los avances que en materia ambiental, se están produciendo en el gigante asiático.

James Thornton es probablemente el mejor abogado ambientalista del mundo. Líder del famoso bufete ClientEarth, sin fines de lucro, se ha especializado durante 40 años en demandar a gobiernos y corporaciones en nombre del Planeta Tierra y jamás ha perdido un caso. En 2016, The Financial Times lo calificó como uno de los 50 despachos de abogados más importantes del mundo.

En 2014, lo invitaron por primera vez a Beijing para implementar una nueva ley que permitiera a las ONG chinas demandar a las empresas contaminantes. Comprobó entonces la determinación de las autoridades chinas para revertir la contaminación generada y enfrentar sus problemas ambientales.

Thornton no duda en afirmar que el concepto chino de “civilización ecológica” es la mejor formulación que hasta ahora se ha hecho de un programa ambiental: “La nueva civilización ecológica nacerá en China”, afirmó hace años.

“Han puesto a sus mejores pensadores para diseñar el cuerpo teórico de la arquitectura de la civilización ecológica” J. Thornton.

“Viendo el daño hecho a su medioambiente, los chinos estudiaron detenidamente su constitución y la modificaron. Este importante documento ahora pide la construcción de una civilización ecológica… No soy cínico acerca de si los chinos tienen la intención de hacerlo o no. Mi trabajo consiste en intentar limpiar el medioambiente para las futuras generaciones. Y en China realmente lo quieren hacer”.

Durante un año y medio, Thornton analizó junto a un grupo de expertos chinos y algunos consultores  occidentales un paquete de estructuras legales necesarias para desarrollar una civilización ecológica.

A Thornton, las iniciales dudas se le esfumaron pronto: “Para cuando ya teníamos las negociaciones muy avanzadas y escuché por primera vez el concepto de civilización ecológica, pregunté a varios funcionarios importantes: ‘¿Esto es en serio?’. ‘Sí, absolutamente en serio’, fue la respuesta. Hace varios años que es una de sus principales políticas”.

“Dijeron que su visión era a largo plazo –recuerda Thornton en un reportaje–, que querían permanecer en la Tierra otros 2.000 años y que eso solo ocurriría si limpiaban el medioambiente. Así que decidieron resolver sus problemas ambientales y hacerlo de una manera muy minuciosa”.

Para el defensor ambiental, “es una muestra perfecta de lo que están haciendo. Han puesto a cientos de sus mejores pensadores para diseñar el cuerpo teórico en cada pieza de la arquitectura de la civilización ecológica”. Eso incluye políticas económicas, industriales y agrícolas para una civilización ecológica”.

Lo que parece difícil o imposible en Occidente, en China lo posibilitan tres condiciones: un gobierno centralizado, 2.500 años de tradición y que la mayoría de los miembros del politburó sean ingenieros y no políticos, abogados o economistas. Ante una propuesta, los decisores chinos preguntan básicamente cuatro cosas: ¿Es la solución?, ¿en cuánto tiempo puede hacerse?, ¿cuánto costará y cómo puede pagarse? y ¿cómo puede implicarse el conjunto de la sociedad?

Otro testigo privilegiado de los esfuerzos chinos por establecer una civilización ecológica es Hans-Josef Fell, Presidente del Energy Watch Group, una red internacional de científicos y parlamentarios, altamente comprometido con las energías 100% renovables. Fell ha sido durante 15 años miembro del Parlamento alemán por el partido Verde.

En octubre de 2019 fue invitado a participar de un importante congreso sobre “civilización ecológica” en la capital de la provincia de Jinan (Shandong). “En mi intervención en la apertura de la conferencia –recuerda Fell– señalé con mucha resonancia positiva los dos pilares de una protección climática eficaz: una economía de emisiones cero y la construcción y conservación de grandes sumideros de carbono y zonas verdes. En el corazón de una economía de emisiones cero estaba la demanda de energía 100% renovable para 2030, incluso en China, sabiendo perfectamente lo difícil que será este camino con la gigantesca dependencia del carbón del país”.

Para superarlo, China ha logrado en pocos años convertirse en líder mundial de energías eólica y solar y en el primer productor de autos eléctricos.

Para el presidente del Energy Watch Group, China está todavía muy lejos de alcanzar las metas de una “civilización ecológica: “Sigue siendo uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, y la construcción prevista de nuevas centrales eléctricas de carbón en todo el país, en particular, debe evitarse con carácter urgente si se quiere que el progreso tecnológico la convierta en líder mundial en la protección del clima”

Pero lo destacable para Fell es verificar que “los esfuerzos para alcanzar ese ambicioso objetivo son mucho más intensos que en Europa y EEUU. Los primeros éxitos se han registrado desde entonces, la contaminación atmosférica está disminuyendo significativamente en muchas ciudades, las masas de agua están volviendo a ser cada vez más limpias, las zonas verdes y las reforestaciones están pasando por las ciudades y las regiones rurales hacia los desiertos. En ninguna otra parte del mundo las tecnologías ambientales como la solar, eólica y los vehículos eléctricos tienen un nivel tan alto de producción industrial”.

La reforestación en China es la mayor campaña ecológica del mundo.

Fell rescata los impresionantes resultados logrados por Chen Cungen, profesor de la Universidad del Noroeste de Beijing, en un proyecto conjunto germano-chino con la Universidad Técnica de Munich para reducir la erosión eólica. El resultado fue la mayor campaña ecológica del mundo, que permitió una reforestación del tamaño de Alemania en el desierto de Gobi (Ver Más Azul n° 5, feb. 2020, “La lucha mundial contra la desertización”).

Ese éxito ecológico increíble, como señala el experto alemán, “es un excelente ejemplo de cómo décadas de perseverancia y metas consideradas inicialmente imposibles (reforestación en el inhóspito desierto del Gobi) pueden conducir a resultados fenomenales”.

Sus vínculos con China que le han permitido proponer, en el marco de proyecto estratégico de la ‘Nueva Ruta de la Seda’, la ampliación de la línea ferroviaria de mercancías desde Chongking (China) hasta Duisburgo (Alemania), pasando por Kazajstán y Rusia, con un ferrocarril de alta velocidad para pasajeros, a fin de reducir el contaminante tráfico aéreo euro-asiático.

En paralelo, propuso la construcción de una red eléctrica de alta tensión para operar los trenes con las grandes cantidades de energía eólica y solar captadas en los desiertos y abastecer de electricidad ‘verde’ a los grandes centros a lo largo de esa ruta.

“En mis muchas conversaciones con científicos y políticos –dice Fell– pude ver que la construcción de una civilización ecológica en China no es sólo palabras vacías como la supuesta política de protección climática… que lidera el gobierno federal en Alemania. China está buscando seriamente nuevas formas, junto con la ciencia y su propio interés económico en la exportación, para lograr el objetivo de liderazgo tecnológico en la protección del medio ambiente, las energías renovables y la movilidad de emisiones cero”.

Para Li Xiaoxi, decano honorario del Instituto de Economía y Gestión de Recursos de la Universidad Normal de Beijing, “proteger la Tierra, nuestro único hogar, para que continúe siendo la fuente de desarrollo de la civilización humana, es un solemne compromiso contraído por el Gobierno chino reflejado en el Plan Nacional de China para la Implementación de la Agenda 2030”.

En ese Plan se establecen medidas concretas para los 17 objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y los 169 objetivos específicos de Naciones Unidas. Se fijan indicadores de crecimiento económico sostenible para industria, agricultura, ganadería, pesca y nuevas energías, en todos los casos con plazos de cumplimiento. 

Y además se determinan reformas en los modelos de consumo y producción, así como en la transformación de las ciudades chinas hacia la sostenibilidad, tema de la segunda parte de este artículo.

En el Plan las pautas en ecología y desarrollo sostenible, incluyen propuestas concretas para el cambio climático, los ecosistemas terrestres, la flora y fauna silvestre, la contaminación del aire, suelo y agua y la salud de los océanos.

Es que China está involucrada en contribuir a una transformación profunda del modelo que hoy rige el Planeta. Como insiste el presidente Xi: “Alcanzar el pico de las emisiones de carbono y lograr la neutralidad de carbono es una reforma sistémica extensa y profunda para la economía y la sociedad, y debe incorporarse en la disposición general de la construcción de una civilización ecológica”.