El modelo actual de producción y consumo mundial alcanzan límites de disparate. Y en el mundo de la moda, ese disparate es mayúsculo. El fenómeno del fast fashion ha acelerado tanto la producción como el consumo. El comprador occidental apenas utiliza una prenda 7 a 10 veces antes de olvidarla en el armario o desecharla. En el período 2000-2015, la producción mundial se duplicó pero el tiempo de uso se redujo a la mitad.
Los casi 8.000 millones de seres humanos que poblamos el Planeta (7.950 millones Worldometers-12.4.2022) consumimos más de 100.000 millones de prendas cada año. Una parte no alcanza a ser usada y otra ni siquiera se llega a vender, pero ambas terminan arrojadas a la basura. Para The Global Fashion Agenda, el 73% de la ropa del mundo termina convertida en la basura y solo el 15% de ese gigantesco volumen es reciclado.
Dado que la industria de la moda es responsable de una décima parte de las emisiones de carbono del mundo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (más que los vuelos internacionales y el transporte marítimo combinados), lo que hacemos con nuestra ropa vieja es una cuestión con mucho en juego, no solo para África, sino para el futuro de la humanidad.
En un estudio, la American Apparel & Footwear Association (AAFA) de EEUU reconoce que el consumidor promedio de su país adquiere 8 pares de calzado y 68 prendas de vestir por año, que utiliza durante un tiempo máximo de tres meses!!!.
Si consideramos el uso intensivo de recursos naturales y altos niveles de energía que implica fabricar ropa o calzado, podremos comprender el impacto ambiental que supone: un par de zapatillas abandonadas tardaran 200 años en degradarse y algunas prendas de determinados poliésteres pueden esperar 500 a 1.000 años en desaparecer totalmente.
Veámoslo a través del uso del agua, un recurso escaso a nivel global. La vestimenta más sencilla y habitual requiere unos 10.000 litros de agua, una cantidad superior a la que bebería un ser humano en una década: las zapatillas necesitan 4.400 litros; un pantalón, 3.000 litros; una camiseta de algodón 1.200 litros y una camisa de fibra sintética, unos 1.000 litros (Ver Más Azul n°18, marzo 2021, “Moda circular”).
Detrás del consumo irracional del Fast Fashion existen al menos tres factores:
1. Una feroz manipulación de la industria de la moda a través de campañas de marketing (influencers y operaciones en redes sociales) sobre la necesidad de “no repetir look”, en especial en el mercado de adolescentes, que transformó las cuatro temporadas de moda clásicas en más de 100 en los últimos años;
2 .La multiplicación de las ventas permitió un descenso de los costos de fabricación haciendo más fácil y creciente el ciclo multiplicador;
3. La sociedad de consumo ha desarrollado una cultura hedonista de la “satisfacción inmediata” de los deseos, que contribuye al consumo irracional.
La industria de la moda es el segundo mayor consumidor de agua del mundo El sector textil consume cada año, una media de 93.000 millones m3 de agua, a lo que debe agregarse la contaminación por el tratado de los tejidos y las tinturas.
Es responsable del 20% de toda la contaminación industrial del agua (ONU). La industria textil es químicamente intensiva: usa más de 150 químicos contaminantes en su proceso industrial. Tanto para la tintura de tejidos como para las impresiones y los acabados. Las aguas residuales de estos procesos son en general, tóxicas y contaminan ríos y napas, con graves consecuencias para la salud humana, la fauna y el medio ambiente;
Genera 92 millones de toneladas basura cada año. El 85% de los textiles terminan en vertederos donde se entierran o queman al ritmo de un camión de basura cada segundo (ONU);
La ropa tiene una mayor huella de carbono (10% de las emisiones globales) que los vuelos internacionales y los buques de carga juntos (ONU);
En los primeros 15 años de este siglo los consumidores compraron un 60% más de prendas que en el 2000 y las mantuvo la mitad del tiempo (Chemistry World);
La producción textil es responsable de la emisión cada año de 1,2 billones de toneladas de CO2 (Agencia Internacional de Energía);
El medio millón de toneladas de microfibra que cada año se tiran al mar, equivalen a 3 millones de barriles de petróleo (ONU).
Esas consecuencias revelan que la industria de la moda está lejos de ser sostenible y representa una enorme contribución a la crisis climática, por lo que deberá afrontar, de manera inevitable, una urgente transformación para abandonar su actual rol de contaminadora global.
La industria de fast fashion ejerce una presión real para incrementar la producción y no aparecen frenos para disminuir el consumo excesivo. Se hace necesario un cambio de mentalidad, lo que implica regulaciones sobre etiquetados obligatorios para que el usuario sepa qué compra y prohibiciones e impuestos que limiten la utilización de fibras sintéticas que provocan daños ambientales graves como la proliferación de microplásticos.
De lo contrario, como advierte Elisa Tonda, jefa de la Unidad de Consumo y Producción del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), “Si continuamos trabajando con el enfoque de negocios actual, las emisiones de gases contaminantes de esta industria aumentarán casi un 50% para 2030”.
Según el informe ‘The State of Fashion’ de la consultora McKinsey, ese cambio de mentalidad está asomando, sobre todo en los más jóvenes, que tienen un especial protagonismo en la lucha ambiental. La idea de comprar menos cantidad, centrar el gasto en creaciones fabricadas de forma sostenible y privilegiar los tejidos provenientes del reciclado empieza a ser tendencia.
Como señalara la prestigiosa Stella McCartney, “las generaciones más jóvenes tienen expectativas diferentes. Debemos abordarlo de una manera diferente si queremos tener un negocio mañana”. Hablando la necesidad de una moda sostenible, la diseñadora propone actualizar los métodos de fabricación derrochadores, tóxicos y contaminantes de la industria y considera que, para ello, el uso de tecnologías innovadoras en la moda es un imperativo.
El futuro de la moda parece estar remodelándose y algunas de sus innovaciones más audaces, publicadas en The Vou (wtvox.com) reseñan tres grandes vertientes:
1. Creadores que apuestan a innovar en la utilización de las prendas para favorecer su sostenibilidad:
Talla única: Una creación de moda adaptativa, de Ryan Jasin inspirada en el origami japonés, ganadora del prestigioso premio James Dyson (Reino Unido). Las prendas crecen hasta siete tallas, gracias al plisado de una tela liviana, totalmente reciclable.
Ropa modular: Creación de Angela Luna, una joven diseñadora estadounidense, cuyas prendas cambian de forma. Inspirada en las necesidades de los refugiados y su incapacidad de transportar sus pertenencias, busca minimizar los desechos de fabricación y otorgar ropa sostenible con una gran funcionalidad adaptativa.
Ropa impresa en 3D: Los últimos desarrollos en impresión 3D muestran un cambio hacia tintas ecológicas y biológicas, lo que podría ser el comienzo de una nueva era de ropa sostenible impresa en 3D, para una industria más limpia y un mundo mejor. Iris Van Herpen, una diseñadora de moda holandesa conocida por fusionar la tecnología con la artesanía tradicional de alta costura. es la líder indiscutible del movimiento, con su excepcional trabajo de innovación, dirigido a una industria de la moda con nuevas técnicas, materiales, métodos de fabricación y creaciones.
2. Aquellos que incorporan el uso de la biología y la tecnología portátil para crear prendas con nuevas utilidades:
Ropa nutritiva para el cuerpo: Tras una colección hecha con algas, que fue finalista del premio H&M Global Innovation Awards en 2018, la ropa que alimenta la piel parece abrir un camino de enorme potencial. Blond & Bieber, un estudio de diseño alemán, utiliza microalgas como tinte sostenible para telas y elaboró una colección con capacidad de liberar nutrientes (vitaminas y minerales), en el cuerpo del usuario.
Alta Costura Conectada: La diseñadora holandesa Pauline van Dongen explora un prototipo en forma de cárdigan, con sensores flexibles hechos de hilos conductores, diseñados para recopilar y analizar los datos del usuario e identificar los ejercicios y posturas más eficientes del cuerpo.
Prendas de Poder: Yves Béhar –diseñador suizo fundador de Fuseproject– desarrolló la idea original de ‘prendas de poder’ que permiten superar la distrofia muscular y recuperar un funcionamiento normal, capaces de caminar, pararse y volver a estar activos durante largos períodos de tiempo, a la vez que se vieran bien. La tendencia se expandió a otros innovadores que avanzan sobre una moda que potencie el cuerpo humano con las habilidades de los cyborgs
Costura Saborizada: Salvatore Ferragamo explora sobre la fibra textil de la piel de naranja, un material que gana adeptos entre los compradores de moda de lujo y que el creador ha utilizado para una colección de camisetas y bufandas mientras trabaja sobre una infusión de aroma natural, que cambia según la hora del día y el estado de ánimo del usuario.
Cuero cultivado en laboratorio: Un material con tradición de consumo de lujo pero cuestionado ante el sacrificio de los animales y el uso de químicos tóxicos involucrados en la cría masiva de animales, el curtido y los procesos de fabricación industrial. Marcas innovadoras como Modern Meadow, Bolt Threads y Furoid TM, están creando cuero cultivado en laboratorio, lo que permite el desarrollo de creaciones veganas de moda (ropa y accesorios) apostando a la sostenibilidad y el cuidado dela naturaleza.
3. Los que exploran las últimas corrientes de aplicación de IA y realidad mixta:
Ropa de Realidad Aumentada: El uso de la realidad aumentada en la moda está siendo inicialmente utilizada para la comercialización minorista pero sin duda, el concepto de AR tiene un papel importante y más amplio que desempeñar en el futuro de la moda. Gucci piloteó una experiencia de tienda de prendas de lujo, diseñando una la plataforma para mostrar el poder del comercio electrónico experiencial, proponiendo un jardín oscuro lleno de diamantes, modelos atractivos y fotografías en las paredes. Zara también lanzó una experiencia AR similar en 120 de sus tiendas, donde los compradores podían acercar sus teléfonos inteligentes a las ventanas de las tiendas y ver cómo los modelos AR cobran vida, caminan y visten las últimas tendencias de la moda. Las prendas AR tienen el potencial de ampliar los límites de lo que entendemos que es la moda. En un mundo cada vez más digitalizado, AR couture podría dar a luz a un nuevo concepto, ya que facilita un objetivo general de la moda (en especial, la de lujo) que es hacer soñar a los compradores. Realizadores como Mathew Drinkwater, jefe de la Agencia de Innovación de la Moda en el London College of Fashion, están generando que prendas de realidad aumentada ganen terreno rápidamente.
Diseños de Inteligencia Artificial: El surgimiento de la IA es de tal magnitud que no podía ser ignorado por la industria de la moda. Impactó inicialmente en el servicio al cliente, la previsión de la demanda, la planificación, la compra, la automatización de operaciones, la cadena de suministro y la gestión del inventario. Pero más recientemente la IA contribuye a la detección de tendencias, diseño de productos y personalización de alto nivel. YOOX 8 una marca de moda diseñada por IA, trasciende esas áreas tradicionales y avanza con la IA como diseñador de moda, un nuevo rol en el ámbito creativo, desdibujando la línea entre la tecnología, el ser humano y la creatividad. Las perspectivas son alucinantes: si un “diseñador humano” incorpora a una prenda sus experiencias, recuerdos y emociones para transferir artesanía, patrimonio e historia, imaginemos un “diseño IA” omnipotente y sobresaliente, que tiene acceso a la historia y el conocimiento de toda la humanidad, a todos los materiales del mundo, con capacidad de comparar y seleccionar las tecnologías de fabricación más eficientes y los elementos más adecuados y convenientes para sus creaciones.