“Mala leche” resignifica al consumidor

oct 2019

Lo leímos como hipnotizados y en voz alta, como si fuera un conjuro que necesitaba ser develado, capítulos enteros uno tras otro sin parar.

Hoy quiero escribir sobre el libro Mala Leche, el supermercado como emboscada de Soledad Barruti, periodista argentina que aborda temas vinculados con alimentación y la industria alimentaria. Ella realiza un trabajo de campo vastísimo, que le toma cinco años, lo vuelca en palabras y nos muestra la realidad de este sistema, que en varios casos es mucho más cruel de lo que podríamos imaginar. Lo escribe de una forma casi literaria y nos ubica en medio de ese mundo ficticio de comida industrializada, un espacio desconocido pero al que igual pertenecemos y nos invita a replantearnos nuestro papel en esa trama macabra que nos envuelve.

A lo largo de la lectura identificamos nuestras costumbres de compra, aparentemente inofensivas, pero que nos llevan a elegir productos pobres en nutrientes. También nos da las herramientas para ser más conscientes al momento de elegir porque sea cual sea el territorio que habitemos y la multinacional o la empresa de marketing, que este detrás de esa gran industria, nosotros seguimos aquí, hacemos parte del sistema que nos está envenenado y por medio de nuestras decisiones diarias lo estamos permitiendo.

Tenemos un rol muy importante en la cadena de consumo, aunque parezca que no lo es, por medio de las elecciones que hacemos en nuestras compras, damos un voto de confianza a multinacionales que nos engañan. Para lograr un cambio no hay que ir muy lejos, son esas decisiones que tomamos día a día las que pueden modificar el rumbo hacia una alimentación más sana.

Lo que llevamos a casa va a entrar a nuestro cuerpo para que lo procese y se convierta en combustible, le va a dar a esa máquina que nos mantiene vivos lo que necesita para funcionar. Si lo que le damos viene dañado nuestro organismo va a sufrir para procesarlo, para optimizarlo y progresivamente va a generar fallas, molestias, enfermedades. Por eso, es tan importante tomarse el tiempo para elegir lo que comemos, lo que compramos, porque la comida tiene mucho que ver en las reacciones de nuestro cuerpo y aunque no veamos problemas inmediatos, una mala alimentación se manifiesta pasivamente, a través de la piel, alergias e insuficiencias leves a las que nos acostumbramos, que se pueden convertir en enfermedades graves, esto no debería ser así.

El primer paso hacia una alimentación más saludables es salir del supermercado, ese lugar donde, en apariencia, compramos a buen precio y con la comodidad de encontrarlo todo pero lamentablemente nos ofrecen comestibles sin nutrientes (productos industrializados ultraprocesados). Al caminar por las góndolas somos hipnotizados una y otra vez, somos víctimas de nuestros sentidos, nos tientan los colores fuertes, los olores, las fotos de los productos, lo que nos prometen las etiquetas (bajo en grasa, menos sodio, etc.) y terminamos eligiendo muy mal sin siquiera saberlo.

Comer alimentos de verdad y no comestibles vacíos, eso me dejó Mala Leche. Es importante que busquemos alternativas para evitar los productos ultraprocesados que encontramos en las góndolas, los instantáneos, los que tienen un cóctel de químicos con nombres impronunciables, los compuestos por grasas trans que nuestro cuerpo no puede digerir. Es simple, solo tenemos que comprar ingredientes de verdad con los que podamos cocinar, ingredientes frescos que nos permitan crear platos caseros mucho más nutritivos.

Hoy en día podemos encontrar alternativas más saludables, mercados, cooperativas, bolsones agroecológicos. Algunos armados por los mismos productores, donde evitamos intermediarios y también consumimos frutas y verduras de estación sin químicos, mucho más sabrosas y que realmente nos alimentan. En las dietéticas o almacenes naturales también podemos comprar legumbres como lentejas o frijoles, cereales como arroz, quinoa o mijo, también frutos secos, harinas y semillas, en algunos incluso huevos, pollos y quesos. Todo lo que necesitamos para una alimentación saludable lo podemos conseguir sin pisar el supermercado.

El libro también nos hace una invitación a cocinar, a comer comida casera, a juntarnos y crear relaciones, valorar las costumbres, mantener la diversidad que es tan importante en estos días en donde todos comemos lo mismo, vemos lo mismo en la tele, escuchamos la misma música, nos vestimos igual y sin darnos cuenta terminamos pensando lo mismo.

Es simple y hasta evidente aunque nos pase frente a los ojos y no lo veamos: tomar el control de lo que comemos es un grito fuerte de libertad, nos guía hacia una alimentación más sana al conocer los ingredientes de lo que llevamos a la mesa, que en últimas va a determinar nuestra salud.

Coordina: Yuly Enciso (artista plástica). Investiga y escribe sobre sus experiencias en la búsqueda y construcción de una vida sostenible, con menos basura y más armonía con lo que nos rodea. Mediante @espiritulento comunica su proceso y también comparte lo aprendido en talleres que abordan la problemática del consumo responsable y la basura.