Pesticidas y producción agrícola industrial
están exterminando a las abejas

oct 2019

El ritmo al que los humanos nos estamos apropiando de los recursos naturales que el Planeta nos ofrece es hoy, mucho más alta que el ritmo al que se pueden reponer. De hecho, el 29 de julio pasado, según  un informe de la Red Global de la Huella Ecológica, la Tierra agotó todos sus recursos naturales correspondientes al 2019, tanto de agua, suelo y aire limpio. Lo que significa que la humanidad está usando la naturaleza 1,75 veces más rápido de lo que los ecosistemas de nuestro planeta pueden regenerarse. O sea: estamos sobregirados, o lo que es lo mismo, consumiendo los recursos de 1,75 Tierras en el año.

Si pretendemos que los ecosistemas del futuro permitan satisfacer las diferentes necesidades y requerimientos humanos, debemos comprender que necesitamos cambios urgentes para asegurar la permanencia de esos sistemas que son los fundamentos de la vida y la posibilidad de garantizar el desarrollo de sus sociedades.

El impacto actual de la acción humana sobre los recursos naturales no tiene parangón con ninguna otra etapa de su despliegue en la Tierra y ha llevado a muchos ecosistemas a operar en sus límites. La brutal presión sobre ellos interroga al futuro: ¿Cuándo perderán su capacidad de regenerarse? y ¿Qué sinergias existen entre las diversas especies que garantizan su permanencia?

La vida en nuestra “casa común” es una intrincada, mágica e increíble red de mutuas dependencias. Un valioso ejemplo de ello es el papel que cumplen en nuestro entorno, las abejas. Para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): “Las abejas juegan un papel importante, aunque poco reconocido, en la mayoría de los ecosistemas terrestres cubiertos por vegetación verde por lo menos 3 a 4 meses al año. En selvas, sabanas, bosques, manglares y bosques caducifolios templados, muchas especies de plantas y animales no sobrevivirían si las abejas desaparecieran”.

Según expertos del IPBES, más de un tercio de los alimentos que consumimos diariamente dependen de la polinización de las abejas, que además de aportar su miel, son seres indispensables para un equilibro vital en la Tierra.  Miles de plantas dependen de las abejas. El 75% de la flora silvestre se poliniza gracias a ellas. Su ausencia determinaría la pérdida de una gran biodiversidad, ya que sólo proliferarían plantas que se polinizan con el viento o a través de algunos animales.

Sin embargo, más del 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y  mariposas, están amenazados de extinción, como señala Naciones Unidas. El proceso de su rápido declive generaría, según los científicos, una crisis alimentaria de magnitud y tendría un severo impacto sobre el precio de los alimentos. Si desaparecieran, podríamos perder no sólo todas las plantas polinizadas sino trasladar su efecto a la alimentación animal y a toda la cadena alimentaria.

Una disminución en el número de abejas supone un inmediato correlato en la reducción de los cultivos que requieren polinización, como la producción de fruta y muchos otros. Según Becky Chaplin-Kramer, autora principal del estudio –el primero de su tipo en evaluar la relación entre nutrición y polinización en todo el mundo– “una interrupción en los servicios de polinización ciertamente tiene un precio; las estimaciones llegan a u$s 390.000 millones anuales, pero el costo en nuestra nutrición podría ser aún mayor”. La científica de Stanford destaca que, por tanto, no deberíamos menospreciar la importancia del impacto sobre los ecosistemas que sustentan la producción agrícola y la salud pública.

El equipo de Chaplin-Kramer, en colaboración con otras instituciones como el Instituto de Medio Ambiente de la Universidad de Minnesota, Nature Conservancy y el Fondo Mundial para la Naturaleza, recopiló datos mundiales sobre rendimientos de 115 de los cultivos alimentarios más comunes, así como información sobre la dependencia de la polinización y el contenido de micronutrientes de cada uno de esos cultivos. Centraron su foco en la vitamina A y el hierro, dos de los tres nutrientes que más preocupan a la salud pública en el mundo en desarrollo, así como en el ácido fólico, que es importante para prevenir defectos congénitos. Y luego combinaron esa información con las estimaciones de OMS sobre la desnutrición de micronutrientes.

El resultado fue sorprendente: los datos espaciales permitieron al equipo de investigación identificar regiones donde las deficiencias nutricionales se superponían con una dependencia de los polinizadores e  identificar regiones de alta vulnerabilidad nutricional en el sudeste asiático, África central y zonas de América Latina, donde las interrupciones en la polinización tendrían serias implicaciones para la salud humana, ya que por ejemplo, casi el 50% de la producción de vitamina A deriva de plantas que requieren polinización.

Porqué desaparecen las abejas

El deterioro de la población global de abejas es un hecho incuestionable. Durante la última década, tanto entomólogos como agricultores alertaron sobre la preocupante disminución de la población de abejas en el mundo.

El propio presidente Obama en junio de 2014, expresó, en un comunicado, la gravedad del problema: “El reto económico al que nos enfrentamos por el descenso de las poblaciones de los polinizadores (..) Los insectos polinizadores contribuyen con más de 24.000 millones de dólares a la economía de EEUU, de los cuales 15.000 millones corresponden al rol vital que juegan las abejas por mantener frutas y verduras en nuestras dietas”.

El IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) también en 2016 había alertado sobre ese declive. Entonces el fenómeno alcanzaba al noroeste europeo y al territorio de América del Norte con reducciones a gran escala de los polinizadores silvestres y, en menor medida, al resto del mundo. Y atribuía sus causas al uso de pesticidas, la pérdida de su hábitat natural, la polución y el cambio climático. Desde entonces las cosas se han agravado.

Según estudios de la Universidad Autónoma de México (UNAM) la reducción de las poblaciones de abejas es alarmante: entre 50% y 80 %. Para Rafael Ojeda Flores, académico de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de esa Universidad: “Estamos ante un problema de índole mundial. Nos preocupa la forma como su población está decayendo. Las abejas son un indicador importante del estado de salud que guardan estos y otros polinizadores a nivel global”.

José Graziano da Silva, Director General de la FAO, también se ha sumado a la preocupación global: “Las abejas están bajo la gran amenaza de los efectos combinados del cambio climático, la agricultura intensiva, el uso de pesticidas, la pérdida de biodiversidad y la contaminación (..) La ausencia de abejas y otros polinizadores eliminaría el café, las manzanas, las almendras, los tomates y el cacao, por nombrar solo algunos de los cultivos que dependen de la polinización. Los países deben cambiar a políticas y sistemas alimentarios más amigables y más sostenibles para los polinizadores”.

La cantidad de abejas y otros polinizadores se está reduciendo en buena parte del mundo básicamente por las prácticas agrícolas intensivas y el uso excesivo de productos químicos en su explotación, que además contribuyen a agudizar el problema del cambio climático. Su reducción a nivel mundial supone una amenaza para determinadas plantas, para la nutrición y el bienestar humano.

Al tener su cuerpo cubierto de pelos que le ayudan a capturar las sustancias que entran en contacto con ellos, la abeja es un auténtico detector ecológico, ya que su trabajo lo realiza en todos los entornos naturales: suelo, vegetación, aire y agua. En su cuerpo almacena gran diversidad de productos por lo que es especialmente sensible a productos tóxicos y a la contaminación del aire y el agua.

Los estudios realizados por el Centro de Investigación de la abeja melífera de la Universidad de Ontario, sobre la reducción masiva de sus colonias, determinó que las principales causas responden al uso de neoniconitoides (químico de los pesticidas), más algunos hongos y ácaros vinculados a la explotación agrícola industrial y al cambio climático. Y el fenómeno alcanza no sólo a las abejas melíferas sino también a las silvestres, de una contribución importantísima a la producción de alimentos.

Los plaguicidas neurotóxicos, utilizados en muchos cultivos, son la causa principal de la disminución de las colonias  de estos polinizadores, que en EEUU ya supera el 44% y en China más de la mitad. Los avances científicos que permitirían controlar la salud de las abejas requieren costosas inversiones y la apicultura es un negocio menor, frente a la trascendencia de la industria agrícola global.

La apícola es una industria parcelada en innumerables productores en todo el Planeta y su significación económica como tal es débil, frente al poder de las grandes corporaciones químicas del sector agrícola. Solo tres poderosas compañías (Bayer-Monsanto, Dow & Dupont y Syngenta & ChemChina) controlan el 65% de las ventas mundiales de pesticidas y esa concentración les permite ejercer una enorme presión sobre los gobiernos.

Un informe del Consejo de Derechos Humanos de la ONU denuncia esa relación perversa entre los gobiernos y las corporaciones: “Los esfuerzos de la industria de pesticidas por influenciar a legisladores y reguladores han obstruido reformas y paralizado restricciones mundiales sobre pesticidas. Cuando se les reclama, esconden dicha presión afirmando que las compañías cumplen con sus propios códigos de conducta o que acatan las leyes locales”. Y propone, además alentar la agricultura orgánica, “imponer sanciones a las compañías que fabriquen evidencias y diseminen informaciones falsas sobre los riesgos a la salud y al medio ambiente de sus productos”.

El mundo de los artificios

Para la ciencia como para Naciones Unidas y el propio Consejo Europeo, el primer paso para evitar la extinción de las abejas es limitar la utilización de pesticidas y químicos en las cosechas. La regulación de estos pesticidas es un tema candente en Europa, ya que el 84% de sus cultivos y el 80% de las flores silvestres dependen de la polinización de las abejas.

Pero los grandes intereses económicos de las multinacionales agrícolas se niegan a disminuir sus extraordinarias ganancias y adoptar prácticas compatibles con la salud del Planeta. Prefieren aportar a costosas investigaciones dirigidas a posibilitar un “nuevo negocio” alejado de la naturaleza. Lo han hecho con las semillas, con los fertilizantes y ahora con las abejas robóticas, un dron miniaturizado diseñado para polinizar artificialmente, como los que ha patentado Wall Mart Stores Inc. (patente US 2018/0065749 A1) el 8 de marzo del año pasado o los desarrollados por Harvard (RoboBees), el Savannah College of Art and Design de Georgia (PlanBee) o la  Universidad Politécnica de Varsovia.

Y además apelan a la expresa connivencia con ciertos gobiernos, como el de Brasil, uno de los mayores productores y exportadores mundiales de alimentos. El gobierno de Jair Bolsonaro aprobó, en julio pasado, el uso de 51 nuevos agrotóxicos en el país, alcanzando el lamentable récord  de 290 pesticidas liberados en los siete primeros meses de su mandato. Con esa cifra, Brasil se constituye, junto a EEUU, en los campeones mundiales del uso de pesticidas en la agricultura. La medida es parte del proyecto de incrementar de cualquier manera la producción agrícola-ganadera del país, que incluye la devastación del Amazonas para ampliar los suelos disponibles.

La connivencia no es nueva: en 2018, la autorización de nuevos agrotóxicos en Brasil fue de 422 y en 2017 de 405 nuevos pesticidas. El resultado: en el agua potable de Brasil se permiten 5.000 veces más residuos de glifosato; el nivel permitido de agroquímicos en los frijoles (alimento básico de la comida brasileña) es 400 veces más alto que el permitido por la UE y el autorizado en la soja, 200 veces más.

Entre los nuevos productos aprobados figuran siete que tienen sulfoxaflor, como principio activo,  considerado uno de los responsables de la reducción de la población de abejas.

Naciones Unidas a través de sus diversos organismos ha sostenido reiteradamente que sin químicos tóxicos o con un uso mínimo de ellos, es posible producir alimentos más saludables y ricos en nutrientes, con mayores producciones a largo plazo y sin contaminar y agotar los recursos ambientales: “un aumento de las prácticas de agricultura orgánica en muchos sitios ilustra que cultivar con menos o ningún pesticida es factible. Estudios han indicado que la agroecología es capaz de entregar una producción suficiente para alimentar a la población mundial entera y asegurar que ésta reciba los nutrientes adecuados”.

Como sostienen los expertos de FAO, debemos marchar de manera urgente hacia una agricultura climáticamente inteligente (CSA), como forma de transformar y reorientar los sistemas agrícolas, con tres objetivos simultáneos: aumento sostenible de la productividad y los ingresos agrícolas, adaptación y  resiliencia ante el cambio climático y reducción y/o absorción de gases de efecto invernadero.

Para verificar que habremos rectificado a tiempo el camino, contaremos con millones de aliados: las abejas, un admirable inspector de la salud de nuestros cultivos.