Alguna vez, el entonces comisionado europeo para el medioambiente, Janez Potocnik, reconoció que “se necesita una tonelada de mineral para sacar un gramo de oro. Pero se puede conseguir la misma cantidad reciclando los materiales de 41 teléfonos móviles”. Es decir que nuestro consumo de celulares implica 228.731 kilogramos de oro y la remoción de millones y millones de toneladas de material para extraerlo.
El oro se utiliza en los circuitos impresos, que son las placas donde van unidos los microchips. Las placas se bañan en oro antes de soldar el microchip, no solo para que suelden mejor sino para que se reduzca la resistencia de las placas al paso de la corriente eléctrica. Así lo explica Luis Hernández, profesor del departamento de ingeniería electrónica de la Universidad Carlos III de Madrid.
El oro, según el académico español, también se encuentra dentro de nuestro teléfono en forma de hilos finos que sirven para unir el silicio que hay dentro de un chip con unos puntos de conexión situados, de igual forma, en el interior del componente electrónico. Y si el fabricante de móviles desea alargar la vida de los botones y teclas, tiene la opción de establecer las conexiones a partir del uso de oro.
“No al oro, sí a la vida” decía una campaña demagógica hace algunos años en la Patagonia argentina, mientras los manifestantes que se oponían a la apertura de una mina, se hacían selfies con sus celulares y se conectaban con sus amigos a través de las redes sociales.
Pongámosnos de acuerdo: si usamos oro, exijamos que su extracción se realice con los mayores cuidados medioambientales o, de lo contrario, eliminemos su uso. Pero sepamos que, en ese caso, deberemos abandonar también televisores, computadoras y todos los equipos electrónicos, que utilizan el 8% del oro que se extrae de la Tierra.