De las 10 principales catástrofes registradas en los últimos 50 años, las sequías han provocado 650.000 muertes; las tormentas, 577.232; las inundaciones, 58.700; y las temperaturas extremas, 55.736. Son los números duros de Atlas de OMM de Naciones Unidas sobre mortalidad y pérdidas económicas debidas a fenómenos meteorológicos, climáticos e hidrológicos extremos en ese período.
Desde al año 2000, los desastres relacionados con inundaciones aumentaron un 134% en especial en Asia y las sequías se incrementaron un 29% con predominio en territorio africano. Los efectos del cambio climático están empujando al mundo hacia un escenario de una mayor severidad de las sequías (meteorológicas e hidrológicas), por una combinación de una reducción notoria de las precipitaciones y un aumento de la evapotranspiración.
El agua puede ser una fuente de bendiciones o desastres según su abundancia o escasez y dependiendo de la zona del mundo. Según la OMM, una de cada tres personas en el Planeta sufre o ha sufrido problemas de escasez de agua.
Un nuevo estudio “Enhanced risk of concurrent regional droughts with increased ENSO variability and warming”, publicado en febrero 2022 por Nature Climate Change (vol. 12), advierte que las sequías que ocurrieran simultáneamente en diferentes regiones del Planeta, podrían desplegar una presión severísima sobre el sistema agrícola mundial y amenazar la seguridad alimentaria e hídrica de millones de personas.
El equipo de investigación integrado por Jitendra Singh, M Ashfaq, CB Skinner, D Singh, W. Anderson y V. Mishra examinó diversos datos sobre clima, agricultura y población que demuestran que la persistente dependencia de los combustibles fósiles y los cambios que ésta ha generado en el clima global, aumentan las probabilidades de sequías simultáneas severas en un 40% para mediados de este siglo y en un 60% para fines del mismo.
Si no se toman medidas urgentes para reducir las emisiones de carbono –dicen los investigadores– la situación se podría traducir en un aumento de hasta nueve veces en la exposición de la población agrícola y humana a sequías graves simultáneas.
El autor principal Jitendra Singh, ex investigador postdoctoral en la Universidad Estatal de Washington (EEUU) y ahora en el ETH Zurich (Suiza), señala que “podría haber alrededor de 120 millones de personas en todo el mundo expuestas simultáneamente a sequías compuestas severas cada año para fines de siglo. Muchas de las regiones que nuestro análisis muestra que serán las más afectadas, ya son vulnerables, por lo que el potencial de que las sequías se conviertan en desastres es alto”.
El riesgo elevado de sequías compuestas estimado por Singh y sus colegas es el resultado de un clima más cálido junto con un aumento proyectado del 22% en la frecuencia de los eventos de El Niño y La Niña, las dos fases opuestas del ENOS (El Niño Oscilación del Sur). ENOS es el impulsor predominante a gran escala de sequías compuestas con el 68% de los eventos históricos que ocurren durante las condiciones de El Niño o La Niña.
La agricultura tanto en América del Norte como en Centro y Sudamérica, podría ser especialmente vulnerable a choques climáticos simultáneos.
Las proyecciones de los investigadores muestran que casi el 75% de las sequías concurrentes en el futuro coincidirán con estos períodos irregulares pero frecuentes de variación climática en los océanos del mundo, que han jugado un papel importante en algunos de los mayores desastres ambientales en la historia mundial. Los científicos recuerdan los ejemplos de las sequías provocadas por El Niño que ocurrieron de forma simultánea en Asia, Brasil y África durante 1876-1878, que provocaron pérdidas simultáneas de cosechas y hambrunas que mataron a más de 50 millones de personas.
“Si bien la tecnología y otras circunstancias actuales son muy diferentes de lo que eran a finales del siglo XIX –explica Deepti Singh, coautora del estudio– las malas cosechas en múltiples regiones del granero global todavía tienen el potencial de afectar la disponibilidad mundial de alimentos”.
Singh, profesora asistente en la Escuela de Medio Ambiente de la Universidad Estatal de Washington-Vancouver y Ph.D en Ciencias Ambientales de la Universidad de Stanford, reconoce que “esto, a su vez, podría aumentar la volatilidad de los precios mundiales de los alimentos, lo que afectaría el acceso a los alimentos y exacerbaría la inseguridad alimentaria, particularmente en regiones que ya son vulnerables a impactos ambientales como las sequías”.
El estudio se centró en 10 regiones que reciben la mayor parte de su lluvia durante junio-septiembre, tienen una alta variabilidad en la precipitación mensual de verano y se ven afectadas por las variaciones de ENSO, factores todos que conducen a un mayor potencial de sequía simultánea.
Los resultados de su importante investigación pone el acento en el impacto que tendría para la seguridad alimentaria mundial indican que las áreas cerealeras más importantes del mundo de América del Norte y América del Sur sean las que tienen más probabilidades de experimentar sequías compuestas en un clima más cálido en el futuro. Por su parte, en las regiones productivas de alimentos de Asia, se prevé que gran parte de la tierra agrícola se vuelva más húmeda.
Que los alimentos producidos tanto en América del Norte como en Centro y Sudamérica, puedan ser más susceptibles a los peligros climáticos es para prestar la máxima atención. Estados Unidos, como Brasil y Argentina son importantes exportadores de granos básicos y abastecen de maíz y soja a países de todo el mundo. Los tres países juntos representan el 80% de la producción mundial de soja y junto con México el 50% de la producción mundial de maíz
Cualquier alteración significativa de las cosechas de esos países por sequías compuestas debido al clima futuro podría repercutir no solo en un déficit de suministro regional y global sino en los precios de esos productos básicos y agravar la inseguridad alimentaria.
La Escuela del Clima de la Universidad de Columbia se hizo eco de la investigación en su revista State odf the Planet, ya que Weston Anderson, del Instituto de la Tierra de esa Universidad integró el equipo de investigadores. Para Anderson “el potencial de una crisis de seguridad alimentaria aumenta incluso si estas sequías no afectan a las principales regiones productoras de alimentos, sino a muchas regiones que ya son vulnerables a la inseguridad alimentaria. Las sequías simultáneas en regiones con inseguridad alimentaria podrían, a su vez, aumentar las tensiones en las agencias internacionales responsables de la ayuda en casos de desastre al requerir la provisión de ayuda humanitaria a un mayor número de personas simultáneamente”.
El investigador de Columbia apuesta a la esperanza: “El trabajo de los investigadores se basa en un escenario de altas emisiones de combustibles fósiles. En los últimos años, la comunidad mundial ha avanzado hacia la reducción de las emisiones de carbono, lo que mitigaría en gran medida la frecuencia y la intensidad de las sequías simultáneas para fines del siglo XXI”.
Cabría preguntar si tenemos tiempo para eso y si para entonces las alteraciones climáticas no tendrán efectos irreversibles. Pero démosle crédito a los buenos deseos. Quizás la verdadera buena noticia es que los científicos han desarrollado herramientas para predecir cambios ENSO y la proyección de que la mayoría de las sequías compuestas se desarrollen junto a esos eventos significa que se podría predecir dónde podrían sobre venir sequías con hasta 9 meses de anticipación.
Como sostiene Deepti Singh “las sequías concurrentes durante los eventos ENSO probablemente afectarán las mismas regiones geográficas que afectan hoy, aunque con mayor severidad. Ser capaz de predecir dónde ocurrirán estas sequías y sus posibles impactos puede ayudar a la sociedad a desarrollar planes y esfuerzos para minimizar las pérdidas económicas y reducir el sufrimiento humano de tales desastres provocados por el clima”.
Como anticipa FAO, la escasez de agua y la contaminación suponen un riesgo cada vez mayor para los principales sistemas de producción de alimentos en todo el mundo: “La agricultura, tal y como la practicamos hoy en día, es también una de las causas de este fenómeno, ya que representa el 70% del total del uso de agua dulce”
Por su enorme potencial, se hace necesario que el sector de la producción alimentaria contribuya a cambiar la forma en que utiliza el agua: “La agricultura es clave para un uso sostenible del agua” sostienen en FAO.
Para conseguirlo y poder satisfacer a la vez, la creciente demanda mundial de alimentos, se hace necesario introducir cambios profundos en la agricultura industrial actual, que se adecúen a formas más sostenibles e inteligentes que permitan la conservación del agua y el suelo y contribuyan a frenar el cambio climático.