Recientes informes advierten sobre la gravísima contaminación plástica que amenaza los suelos del Planeta y la producción mundial de alimentos.
Uno de ellos, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) denuncia que los plásticos se están acumulando de un modo preocupante en los suelos utilizados por la agricultura industrial a lo que se suma el uso de fertilizantes elaborados con partículas de plástico se transfieren al organismo humano cuando se insertan en la cadena alimenticia, con un severo impacto en la salud de las personas.
PNUMA previene sobre los peligros que acarrea que en la actividad agrícola se empleen macroplásticos, (cubiertas de invernaderos, tubos de riego, silos, bolsas y envases) a lo que se suman microplásticos (presentes en el revestimiento de fertilizantes, pesticidas y semillas).
Uno de los mayores peligros anida en su incorporación a la cadena alimentaria. Es frecuente que en el proceso de recuperación de las aguas residuales, en las plantas depuradoras se acumulen toneladas de microplásticos que se incorporan a los lodos, que luego se compostan para producir fertilizantes, a través de los cuales entraran en la cadena alimentaria.
Hay que recordar que se trata de un sector especialmente peligroso por su vinculación a la producción alimentaria, pero que integra una industria (la del plástico) que genera entre el 35 y 40% de emisiones contaminantes.
En el contexto de emergencia climática actual –señala otro estudio (“Plastívoros: La verdad sobre el ingrediente más tóxico de nuestra alimentación”) elaborado por las ONGs Amigos de la Tierra y Justicia Alimentaria – el plástico se constituye en un importante “obstáculo para cumplir el Acuerdo de París”, ya que sus fuentes de contaminación son múltiples y perdurables, estando presentes en la agricultura, en nuestros alimentos, en nuestros recursos hídricos y en los suelos y océanos de todo el Planeta
Casi la mitad (42%) del plástico utilizado en el mundo se utiliza para el empaquetado de alimentos y productos manufacturados que los consumidores emplean tan solo unos minutos y luego desechan. Es lo que se llama “plásticos de un solo uso”.
Se estima que en el período 1950-2020, la producción global de plásticos alcanzó las 8.300 millones de toneladas. De ellas, solo 2.600 millones deTn permanecen en uso y del total producido apenas se recicló un 9% (800 millones tns.). El resto de ese colosal volumen (4.900 millones tns.) terminó como basura en vertederos a cielo abierto, incinerado y en gran parte, en los mares y océanos de nuestro Planeta.
Si bien envases y embalajes aparecen en primer plano en el sistema alimentario y la producción de alimentos, un dato menos conocido es que en la agricultura se utilizan unas 6,5 millones de toneladas de plástico al año en todo el mundo.
En Europa y solo en un año (2018) el estudio revela que la industria alimentaria utilizó “más de 1,13 trillones de artículos de embalaje de plástico”. Los llamados envases y artículos de usar y tirar o de un solo uso son una de las fuentes más notables de residuos plásticos, que además se degradan en contacto con el medio ambiente, desintegrándose en pequeñas partículas o microplásticos.
Según el estudio, los microplásticos están presentes en productos fertilizantes, cosméticos, detergentes, productos de limpieza, etc y provocan el 80% de la contaminación en los océanos y estiman que sería mucho mayor en la superficie terrestre, “hasta 23 veces más que en el entorno acuático” y los suelos agrícolas “podrían almacenar más que las cuencas oceánicas”.
Naciones Unidas cuantificó hace más de un lustro en 51.000 millones de partículas, la presencia de microplásticos en los sistemas acuáticos, (agua para el consumo incluida). Pero los microplásticos terrestres “son mucho más numerosos que los acuáticos”, sobre todo provenientes de la actividad agrícola y ganadera, que utilizan innumerables artículos plásticos en sus sistemas de riego, fertilización, combate de plagas, invernaderos, almacenamiento, cobertura de suelos, semilleros, envases, etc.
Está acabadamente probado por la ciencia que el final del ciclo de vida de los plásticos plantea graves desafíos para la vida humana y la naturaleza. Hay muy pocos microorganismos capaces de degradar los polímeros que se fragmentan en pequeñas partículas y pueden permanecer durante siglos. Las bolsas de plástico, de polietileno de baja densidad, permanecen un siglo y medio sin descomponerse totalmente. Los vasos y platos de plástico tardan 50 años. Pero las botellas de plástico, según la Fundación Aquae, pueden tardar en degradarse hasta 1.000 años si permanecen enterradas. (Ver Más Azul “La basura plástica continúa inundando los océanos”).
Otro informe reciente de FAO (“Evaluación de los plásticos agrícolas y su sostenibilidad: un llamado a la acción”) también alerta sobre las enormes cantidades de plástico usadas en toda la cadena de producción agrícola. Los datos recopilados por los expertos de FAO demuestran que las cadenas de valor agrícolas utilizan 12,5 millones de toneladas de productos plásticos al año, a las que se suman otras 37,3 millones de toneladas utilizadas para el envasado de alimentos.
Para el organismo de Naciones Unidas el plástico ha sido un material eficiente y barato que contribuyó a la productividad de la agricultura, pero su uso ha contaminado de microplásticos las tierras utilizadas para el cultivo de alimentos (93% de la actividad agrícola mundial), con graves consecuencias para el medio ambiente y la salud humana, hasta impregnar toda la cadena de valor agrícola.
El fenómeno es de tal gravedad que se han detectado partículas de microplásticos en heces y placentas humanas y en análisis de sangre y orina de niños.
Para mitigar el grave problema del plástico en los sistemas agroalimentarios, ambos organismo de Naciones Unidas recomiendan sustituir la producción de insumos agrícolas a base de plástico no biodegradable por componentes biodegradables, y promover prácticas de cultivo más sostenibles que permitan un aumento de la fertilidad de los suelos.
Con una visión poco proclive a cambiar el rumbo de las cosas, el informe de FAO pronostica que ante la falta de alternativas viables, la demanda de plástico en la agricultura no dejará de aumentar y estima que el uso de láminas para invernaderos, acolchado y forraje aumentará un 50%, alcanzando los 9,5 millones en 2030.
Más del 90% de los plásticos del mundo se producen a partir de combustibles fósiles. Y las principales compañías petroleras como ExxonMobil, Shell y Saudi Aramco, han decidido aumentar su producción de plásticos pese a los daños que han ocasionado al medioambiente (Ver Mas Azul n°22, julio 2021,“La guerra del plástico” y n°12, sept 2020, “Un tsunami de plásticos se prepara para inundar el Planeta”).
Por el contrario, el informe de PNUMA pone el acento en el corazón del problema: “Los gobiernos deben considerar políticas que modifiquen las subvenciones favorecedoras del monocultivo intensivo orientado a la exportación, el uso de productos químicos, y desincentivar los productos o prácticas insostenibles con gravámenes a los plásticos no biodegradables y basados en combustibles fósiles”.
En Más Azul hemos destacado con frecuencia los esfuerzos científicos por encontrar una solución al gravísimo problema ambiental que supone el final de la vida útil de los plásticos actuales (Ver n° 8, mayo 2020, “Una enzima permite avanzar en el reciclado de plásticos”; n° 10, julio 2020 “Pandemia del plástico”).
En el contexto de más de 300 millones de toneladas de plástico que se producen cada año en todo el mundo, de las que se reciclan menos del 10%, la necesidad de aprovechar los plásticos producidos o lograr su degradación sostenible son caminos que la ciencia está explorando de forma avanzada.
La colaboración de científicos del Laboratorio Nacional de Ciencias Moleculares de Beijing (Universidad de Pekín-China) y del Departamento de Química (Universidad Estatal de Colorado-EEUU), con el apoyo de la Universidad de Ciencia y Tecnología King Abdullah (Arabia Saudita), desarrollaron el plástico PBTL con todas las características de los plásticos tradicionales, pero que a diferencia de los típicos plásticos de petróleo, este nuevo polímero puede volver a su estado original de molécula pequeña para un completo reciclaje químico, lo que puede lograrse sin el uso de sustancias químicas tóxicas ni procedimientos intensivos de laboratorio.
En la Universidad Tecnológica de Chalmers (Suecia), un grupo de investigadores dirigido por Henrik Thunman, proponen enfrentar la resistencia del plástico a degradarse como un activo y desarrollan proceso de reciclaje químico que permite obtener plástico de calidad virgen a partir de residuos de este material.
Ambos hallazgos pueden además quebrar la dura resistencia de la industria petroquímica a abandonar los combustibles fósiles, donde asientan su producción e infraestructuras, pese a las catastróficas consecuencias ambientales en cuanto a contaminación y desechos.
Otros científicos e innovadores muestran una salida aún más sostenible: una nueva gama de bioplásticos compostables, provenientes de fuentes renovables en lugar de ser elaborados con combustibles fósiles, principales causantes del deterioro ambiental que padecemos. Exploran el potencial de determinados productos que están en la naturaleza y de escaso o nulo valor comercial (desechos de pescado, algas, girasol, aceitunas, etc), que podrían reemplazar a los plásticos provenientes del petróleo (Ver Más Azul n°17, febrero 2021, “Terminar con la polución plástica es posible”).