Ya destruyen 40% de los cultivos y afectan maíz, mijo, banano, café, vid, etc

05 jun 2022

La FAO advierte que debido al calentamiento global la propagación de enfermedades y plagas se multiplican y que no conocen fronteras. El cambio climático está acentuando esta propagación creando condiciones favorables para el desarrollo de plagas y la supervivencia de ciertas enfermedades en las plantas.

Un 40% de los cultivos del mundo se pierden afectados por plagas y enfermedades.

A ello se suma que, en una economía como la actual, como un intensivo tráfico comercial de productos que recorren cada día todos los rincones del Planeta, las posibilidades de que las plagas se desplacen y colonicen nuevas regiones se acrecientan.

Según investigaciones de FAO, la mitad de las enfermedades vegetales se propagan por medio el comercio mundial y los viajes, factores cuyo volumen se ha triplicado en la última década y que junto con el clima conforman los motores más importantes de desplazamiento.

El cambio climático está acentuando esa propagación, al crear condiciones favorables para la supervivencia y expansión de determinadas enfermedades. Estudios científicos recientes coinciden en que el cambio climático está incrementando el riesgo de propagación de las plagas en los ecosistemas agrícolas y forestales. El impacto se registra tanto en las regiones más frías como en las templadas y subtropicales y señalan que basta que un invierno se presente “inusualmente cálido” para favorecer la aparición de plagas invasoras.

FAO estima que las plagas destruyen cada año hasta un 40% de la producción global de cultivos y que las enfermedades que padecen las plantas le cuestan anualmente más de 220.000 millones de dólares a la economía mundial, a lo que deben sumarse al menos otros 70.000 millones de dólares por la destrucción que producen los insectos invasores.

Esos datos “deberían alertarnos a todos sobre cómo el cambio climático puede afectar al grado de contagio, propagación y gravedad de las plagas en todo el mundo”, explica Qu Dongyu, director general de FAO.

Estas pérdidas en los rindes y en los ingresos tienen un doble impacto. Por un lado, efecto devastador en las comunidades más pobres que basan su sustento en la agricultura y por otro, sobre el grueso de la población mundial, encareciendo los alimentos.

El cambio climático está entre los mayores retos que enfrenta la seguridad alimentaria. Basta recordar que las plantas son responsables del 98% del oxígeno que respiramos y nos aportan el 80% del consumo diario de calorías. Sus efectos favorecen la propagación de plagas cada vez más destructivas y ponen en riesgo la supervivencia de las plantas y cultivos más importantes desde el punto de vista económico, lo que supone una creciente amenaza para la seguridad alimentaria y el medio ambiente. Las plagas invasoras son también uno de los principales motores de la pérdida de biodiversidad.

Algunas plagas están afectando cultivos muy importantes para la alimentación humana como maíz, sorgo y mijo. Un ejemplo de ello es el gusano cogollero, que se alimenta de ellos y daña además otro gran número de cultivos, debido a un clima global más cálido. Lo mismo sucede con la mosca de la fruta Tephritid, que se han propagado más allá de su espacio habitual.

Uno de los temores de los especialistas es que suceda lo mismo con la langosta del desierto, considerada la plaga migratoria más destructiva del mundo, que podría introducir cambios en su distribución geográfica a causa del cambio climático.

La langosta del desierto, considerada la plaga más destructiva del mundo, podría migrar.

Cuando las plagas se han establecido en un nuevo territorio, su dispersión e intensidad, propiciadas por el cambio climático, las hacen muy difíciles de erradicar y hacerlo es largo y costoso.

“El aumento de las plagas supone una importante amenaza para el medio ambiente, ya que las plagas, en especial las invasoras, pueden causar una grave pérdida de biodiversidad. Las enfermedades de las plantas son igualmente devastadoras, pues causan estragos en las cosechas y reducen los ingresos de los agricultores”, sentencia FAO, que llama la atención sobre 15 plagas de las plantas muy extendidas o que pueden extenderse debido al cambio climático y 5 enfermedades cada vez más peligrosas que amenazan cultivos muy importantes para la seguridad alimentaria mundial.

Estas últimas son: 1. Tizón tardío de la papa, causada por el hongo Phytophthora infestans que ataca también a los tomates. Como una gran capacidad de adaptación a condiciones cambiantes, en especial cálidas y húmedas, el cambio climático está creando condiciones favorables para este hongo; 2. Roya del cafeto, enfermedad fúngica (Hemileia vastatrix), que es uno de los mayores desafíos para la producción mundial de café, ya que la enfermedad también se favorece con el calentamiento global; 3. Fusariosis, que también es una enfermedad fúngica, en este caso, letal que afecta al banano. Al entrar en la planta por las raíces bloquea el flujo de agua y nutrientes hasta matarla. Altas temperaturas y los fenómenos meteorológicos extremos, propios del cambio climático, favorecen su desarrollo; 4. Xylella fastidiosa es una bacteria que transmiten varias especies de insectos y que bloquea la capacidad de la planta de absorber agua. Está afectando a varios cultivos de importancia económica (vid, cítricos, olivo, almendro, melocotón, café y a plantas ornamentales y forestales). Predomina en América, sur de Europa y Cercano Oriente, pero se teme una grave expansión de esta enfermedad ya que tiene un potencial de expansión; y 5. Mildiú de la vid, causado por el hongo Plasmopara viticola, es otra enfermedad fúngica extremadamente grave de la uva que puede causar fuertes pérdidas en las cosechas y cuyo patógeno aumenta a medida que el cambio climático altera las temperaturas en muchas regiones.

Uno de los “cambios profundos” que reclama ONU es repensar el irracional sistema de producción agrícola actual .

Soluciones en la naturaleza

Ante la proliferación de plagas y enfermedades hay una respuesta lineal y conceptualmente pobre que es multiplicar el uso de productos químicos. Es lo que ha venido impulsando la industria de agrotóxicos con los resultados que están a la vista: 40% de los cultivos se pierden, con un enorme dispendio de recursos económicos, además de la alteración gravísima de los suelos y las consecuencias sobre la salud humana.

Uno de los “cambios profundos” que reclama Naciones Unidas frente al cambio climático es repensar los sistemas de producción agrícola. La agricultura industrial e intensiva, al no tener en cuenta la sostenibilidad ni la necesidad de protección de la naturaleza, como bien común, ocasiona graves problemas ambientales como deforestación, degradación de los suelos, contaminación del agua, incremento de la resistencia de plagas y maleza por el uso de químicos, etc. …

Es necesario, por tanto, asumir sistema de producción agrícola que evite fertilizantes y plaguicidas sintéticos, aplicando métodos que sean favorables al medio ambiente y que respeten los ciclos de la naturaleza.

A la pregunta si existen alternativas al uso de productos químicos para combatir plagas y enfermedades, la respuesta es sí. Se requiere que los cultivos integren la combinación de diversas especies de flores, plantas aromáticas, hortalizas, frutas, etc. En la naturaleza no existen monocultivos y allí radica el secreto de los problemas que hoy enfrentamos.

La utilización de determinadas plantas contra las plagas tiene una larga tradición en la agricultura preindustrial. El efecto del uso de plantas aromáticas y la elaboración de purines o insecticidas ecológicos que repelen las plagas y enfermedades de forma orgánica y natural, está científicamente comprobado, pero requiere modificar conceptualmente la noción industrial de explotación de recursos con objetivos predominantemente mercantiles.

La lucha contra las plagas y enfermedades vegetales que representan una amenaza para la seguridad alimentaria mundial, requieren de cooperación entre los países, tanto en el plano científico como en el mejoramiento de los controles para reducir la propagación y limitar su expansión geográfica. Y sobre todo aceptar el desafío de repensar nuestro irracional sistema de producción y consumo.

 

Fuente: news.un.org