La Cumbre de Biodiversidad de Montreal debería contribuir a acabar con un modelo insostenible

22 dic 2022

Se desarrolla en estos días (7-19 diciembre 2022) la COP 15 sobre Biodiversidad y según el Secretario general de naciones Unidas, debería no solo lograr un acuerdo ‘ambicioso’ para reducir la pérdida de especies, sino contribuir decididamente a acabar con el actual modelo de producción y consumo insostenible.

La definición de Antonio Guterres es señera: “las corporaciones multinacionales están llenando sus cuentas bancarias mientras vacían nuestro mundo de sus dones naturales” y alertó sobre la urgente necesidad de actuar.

"Una cacofonía del caos, interpretada con los instrumentos de la destrucción", Unsplash -Ales Krivec.

El Secretario General de Naciones Unidas declaró que la humanidad lleva ejecutando, desde hace años, “una cacofonía del caos, interpretada con los instrumentos de la destrucción”, que van desde la deforestación y la desertificación al envenenamiento del medio ambiente por químicos y pesticidas. La degradación de la tierra como de los océanos que sustentan la vida, hará cada vez más difícil alimentar a la creciente población mundial.

No hay Planeta B

Guterres hace un diagnóstico preciso: hay que dejar a un lado los sueños ilusos de los multimillonarios, no existe el planeta B y desafiar la implacable concentración de riqueza y poder de unos pocos que va en contra de la naturaleza y los intereses reales de la mayoría.

Son las corporaciones multinacionales las que están llenando sus cuentas bancarias mientras vacían nuestro mundo de sus dones naturales y convierten a los ecosistemas en juguetes de ganancias”. Las preocupaciones de la máxima autoridad de Naciones Unidas son de tal calibre que no duda en describir a la humanidad como un arma de extinción masiva que “trata a la naturaleza como un retrete” en un camino suicida: “Sin naturaleza no hay nada”.

La situación en números

Para IPBES, la plataforma científica de la ONU para la biodiversidad, estima que más de un millón de especies pueden extinguirse a nivel mundial si no se toman medidas ambiciosas en esta década. En 2022, BirdLife International presentó su Informe del Estado de las Aves en el Mundo, donde concluye que de las 10.000 especies de aves, una de cada ocho está en riesgo de extinción.

Pero recientemente el Fondo Mundial para el Medio Ambiente, alertó que el número de especies que podrían extinguirse llegaría a los 10 millones. La enorme diferencia se basa en la inclusión de especies invertebradas, como caracoles, babosas o abejas, que revelan una situación dramática.

Un grupo de investigadores, biólogos expertos del Museo de Historia Natural de París y del Centro de Investigación (SOEST) de la Universidad de Hawái, enfocó sus esfuerzos en revisar el panorama de los invertebrados. Según Robert Cowie, autor principal del estudio, esa visión sesgada de la crisis centrada en los mamíferos y aves, “ignora a los invertebrados que por supuesto constituyen la gran mayoría de la biodiversidad… Incluirlos fue clave para confirmar que efectivamente estamos presenciando el inicio de la sexta extinción masiva en la historia de la Tierra”.

El Secretario General estima además que la degradación de los ecosistemas ha afectado al 75% de la masa terrestre y al 66% de los océanos, que se han perdido más del 85% de los humedales y ello supone además una pérdida anual de tres billones de dólares.

Es necesario un acuerdo mundial sobre biodiversidad que aborde los factores que impulsan la pérdida de la naturaleza y la biodiversidad, cambiando el uso de la tierra y del mar, deteniendo la sobreexplotación de especies, frenando el cambio climático y la contaminación, acabando con la introducción de especies no autóctonas invasoras.

Causas y causantes

Detrás de esa grave disminución de la vida en el Planeta hay causas profundas como la continuidad del uso de los combustibles fósiles, los subsidios y las inversiones perjudiciales, los sistemas alimentarios insostenibles, los modelos irracionales de producción y consumo.

En la Cumbre de Montreal un grupo de expertos y representantes gubernamentales de 196 países, esperan poder establecer objetivos y metas para detener la alarmante disminución de la naturaleza, como resultado de la actividad humana. Uno de los objetivos más ambiciosos es el llamado”30×30”: lograr para 2030 que al menos el 30% de la masa terrestre y marina sea territorio protegido.

O en Montreal se logra adoptar un nuevo Marco Global de Biodiversidad, para establecer medidas concretas que permitan para 2030 para preservar y proteger la naturaleza y los servicios esenciales que ofrece a la humanidad, o de lo contario, estaremos iniciando –como señala la científica y escritora Elizabeth Kolbert– el camino hacia una sexta extinción masiva.

En su libro ‘La sexta extinción: una historia antinatural’ (2015) documenta la extinción masiva de especies que parece desarrollarse ante nuestros ojos. Ha habido cinco crisis comparables en la historia de la vida en la Tierra, escribe, pero esta es diferente: está siendo causada por nosotros.

¿Iniciamos la sexta extinción masiva como advierten los científicos, sin reaccionar?- Unsplash/Joshua Torres.

El prestigioso sociólogo Jeremy Rifkin lleva décadas reclamando un cambio de la sociedad industrial hacia modelos más sostenibles. Con más de veinte libros destinados a la búsqueda de soluciones que garanticen nuestra pervivencia en el Planeta, en equilibrio con el medio ambiente, se sorprende ante la ceguera colectiva: “Estamos ante la amenaza de una extinción y la gente ni siquiera lo sabe”.

Rifkin insiste en que el camino es una transformación radical del sistema basado en el petróleo y otros combustibles fósiles por un sistema limpio y sostenible.

El Secretario General de la ONU propone tres grandes áreas de acción para salvar el Planeta:

1. Que los gobiernos implementen decisiones para eliminar aquellos subsidios y exenciones fiscales sobre actividades que contribuyen a la destrucción de la naturaleza y establezcan estímulos a la energía renovable, la reducción de plásticos, la producción sostenible de alimentos y la extracción sostenible de recursos.

2. Establecer normativas sobre el sector privado que concilien las ganancias con la protección ambiental, lo que implica determinar cambios en la industria alimentaria y agrícola con el objetivo de una producción sostenible y en los sistemas de polinización, control de plagas y fertilización. Otros sectores sobre los que se deberán tomar medidas son los de la industria de la madera, los productos químicos y la construcción que deben responder por las consecuencias de su impacto sobre la naturaleza. Y el sector de las industrias biotecnológicas, farmacéuticas, etc. que utilizan la biodiversidad deberán compartir los beneficios de manera justa y equitativa con la comunidad en tanto se trata de un “bien común”. Otro tema central es que el sector privado debe responsabilizarse y rendir cuentas por sus acciones en todos los eslabones de sus cadenas de suministro y el “greenwashing” debe ser sancionado.

3. Las instituciones financieras internacionales y los bancos multilaterales de desarrollo deben alinear sus carteras con la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad y debe mejorarse el apoyo financiero a los países del Sur Global.

Las expectativas se centran en superar anteriores fracasos, como la edición de 2010 donde los gobiernos acordaron metas muy ambiciosas para 2020, como la reducción a la mitad de la pérdida del hábitat natural y la implementación de planes para una producción y consumo sostenibles, cuyos lamentables resultados están a la vista.

La propia evaluación de Naciones Unidas sobre lo logrado (Ver informe de la ONU publicado en 2020) reveló que no se había cumplido de forma integral con ninguno de los objetivos y que el Planeta está experimentando su mayor pérdida de biodiversidad desde la extinción de los dinosaurios, con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción.

Un ejemplo icónico y desgarrador

Para ratificar el duro diagnóstico de Antonio Guterres hay innumerables ejemplos. Pero vamos a centrarnos en el Parque Nacional Madidi, un área protegida de casi 19 000 km² en Bolivia, con algunos de los índices de biodiversidad más altos de América. El área se ha convertido en el núcleo de la extracción de oro de ese país.

Las operaciones mineras se han ido extendiendo hacia el corazón del Parque arrasando con todo. Corporaciones mineras e intereses internacionales gozan de la complicidad gubernamental bajo el disfraz de negligencia o carencia de recursos para controlar. El mecanismo es simple: los funcionarios otorgan permisos de exploración y abren sus bolsillos. Las corporaciones mineras comienzan por obstruir los accesos, montar sus campamentos, talar grandes superficies y comenzar sus excavaciones o la instalación de dragas en los ríos sin verificación oficial alguna.

 

Madidi, un paraíso que desaparece a manos de la explotación del oro en Bolivia.

El resultado inicial es deforestación y contaminación de los cursos de agua. Tras algunos meses, es un saqueo incontrolado de recursos valiosísimos de los bolivianos y una transformación total del paisaje. Como reconoció un funcionario de una pequeña ciudad minera a la ONG Mongabay: “El daño es inmenso, es un trabajo monstruoso. Deshacen extensiones sin fin… Lo único que te dejan son piedras y escombros… Da pena, porque el cambio es total”.

Es la “cacofonía del caos” denunciada por el Secretario General de Naciones Unidas, que ciertos sectores del poder y la economía mundial llevan ejecutando “con los instrumentos de la destrucción”. Para llenar sus bolsillos no dudan en seguir deforestando, transformando suelos fértiles en desiertos, envenenando el medio ambiente y nuestros alimentos con químicos y pesticidas, inundando el Planeta de plásticos hasta ahogar los océanos. Todo en nombre del “becerro de oro”. ¿Hasta cuándo lo seguiremos consintiendo sin imitar la ira justa de Moisés?