Los científicos aseguran que la situación es una advertencia para el resto del mundo

feb 2020

Un creciente problema de disponibilidad de agua asedia al país desde hace años. Australia es el ‘continente’ (así lo definen los anglohablantes aunque es parte de Oceanía) más seco del mundo, y se está resecando aún más.

El clima de Australia solo es templado en el sur costero, pero la inmensa mayoría de sus 7.692 millones km² es cálido y muy seco. El enorme ‘interior’ australiano, el centro del país, está formado por desiertos de una vegetación semiárida donde las temperaturas pueden elevarse por encima de los 50°C, donde es posible que no llueva en años. 

Aunque su promedio anual de lluvia ronda los 470 mm al año (muy inferior al promedio mundial), su régimen de precipitaciones es muy desparejo. Suele padecer períodos de sequía y las lluvias se concentran en las zonas costeras más templadas mientras que más de la mitad del país recibe menos de 300 mm.

El enorme 'interior' australiano, el centro del país, está formado por desiertos de vegetación semiárida.

Las predicciones del IPCC y otras organizaciones científicas vinculadas al cambio climático anticiparon desde hace años los riesgos que podría soportar Australia con el agua disponible y la posibilidad de que las precipitaciones se reduzcan a la mitad en las próximas décadas. 

¿Qué se hizo para llegar hasta aquí?

Ante esas advertencias el gobierno australiano hizo gala de una enorme necedad y caminó en sentido contrario. Tras su elección en 2013, el entonces primer ministro Tony Abbott abolió la Autoridad del Cambio Climático, la Comisión del Clima y el Ministerio de Ciencia. Derogó el impuesto al carbono (establecido un año antes) que pretendía obligar a las 500 empresas más contaminantes a reducir las emisiones de CO2, ya que Australia es uno de los mayores emisores del Planeta. Y además autorizó en 2014, a descargar en las aguas de la Gran Barrera de Coral los residuos de dragado procedentes de la ampliación de un puerto de exportación de carbón.

Australia es el país con la “mayor huella ecológica” per cápita del mundo (2017). Si cada persona en el Planeta consumiera como un australiano promedio, la humanidad necesitaría 5,2 planetas Tierra para sobrevivir.

El 2018 había sido particularmente seco –menos de 413 mm–, 11% por debajo de la media registrada entre 1961-1990. Aunque hubo estados que tuvieron precipitaciones por encima de la media (Tasmania, Australia Occidental) podía advertirse que el país estaba afrontando un proceso de creciente sequía. Queensland (-15%); Australia del Sur (-24%); Victoria (-26%) y Nueva Gales del Sur (-40%) fueron los más afectados con severas restricciones de agua.

La propia Oficina Australiana de Meteorología y la organización de investigación CSIRO advirtieron de un aumento significativo del riesgo de incendios señalando que “el cambio climático, incluido el aumento de las temperaturas, está contribuyendo a estos cambios”.

El gobierno australiano actual a través de David Littleproud, ministro de Recursos Hídricos desde 2019 y responsable por tanto de atender la sequía y los incendios forestales, en un brote negacionista, declaró: “no me consta si el cambio climático es provocado por el hombre”. Para colmo, Littleproud había sido entre 2017 y 2019, el ministro de Agricultura del país.

Los gobiernos australianos, atados al imperio de la minería, han postergado la decisión durante años. El crecimiento económico del país está ligado íntimamente a las exportaciones de carbón, no solo uno de sus principales recursos económicos sino la fuente de muchos de sus severos problemas ambientales. (Ver Más Azul n°2 nov. 2019 “Sequía en Australia”)

Mostrando la complicidad de todo el gobierno, la posición de Littleproud fue apoyada por Bridget McKenzie,  ministra de Agricultura y vicepresidenta del Partido Nacional, por Matt Canavan, senador por Queensland y ex ministro de Innovación, y por Sussan Ley, ministra de Medio Ambiente. Todos negaron conocer el vínculo entre el cambio climático y la actividad humana o bien minimizaron su importancia, lo que desató la furia de los opositores políticos y de la ciudadanía.

El primer ministro de Australia, Scott Morrison, solo admitió ‘errores’ en la gestión sobre el terreno de los incendios forestales que dejaron ciudadanos muertos, miles de casas calcinadas, 10 millones de hectáreas arrasadas por el fuego y medio millón o más de animales muertos.

Morrison, un defensor de industrias contaminantes como la del carbón, se ha negado a vincular los incendios con la crisis climática, pese al consenso de los científicos.

Incluso la propia OCDE hizo pública una crítica a las políticas ambientales de Australia, señalando que el país no hacía los esfuerzos suficientes para reducir sus emisiones aceptadas en el Acuerdo de París: “el país no alcanzará su objetivo de emisiones de 2030 sin no hace un mayor esfuerzo por cambiar a un modelo de bajas emisiones de carbono y reducir su alta dependencia de los combustibles fósiles”.

Australia es un país al borde de una crisis del agua. Su aridez proviene de su propio emplazamiento geográfico, pero también del modelo económico elegido para desarrollarse.

La cordillera de la costa este evita que la lluvia penetre hacia el interior del país. Las corrientes oceánicas frías de la costa oeste provocan poca evaporación y por tanto, limitaciones en la formación de nubes de lluvia. Toda la región está bajo la influencia de un cinturón subtropical de alta presión que calienta y seca el aire. A ello debe agregarse el impacto de la corriente del Niño-Sur, que ocasiona prolongados períodos de sequía con altas temperaturas.

Pero Australia es además un bellísimo país, con una de las mayores diversidades biológicas del mundo y un importante número de especies endémicas (canguro, emú, koala, ornitorrinco, demonio de Tasmania, etc). Preservar esa biodiversidad implica, entre otras cosas, la protección de sus bosques tropicales. Sin embargo, la destrucción del hábitat por actividades humanas como tala de la industria de la madera o la ‘limpieza de campos, siguen siendo la principal causa de pérdida de biodiversidad en Australia. 

Australia posee una de las mayores diversidades biológicas del mundo.

Es que el modelo de desarrollo elegido es insostenible: deforestación generalizada que favorece la salinidad del suelo; falta de políticas activas para frenar la expansión de la salinidad de las tierras secas; silvicultura industrial; eliminación de la vegetación nativa para la explotación agrícola; agricultores a los que se les permitía, hasta hace poco, la extracción incontrolada; pastoreo excesivo de ovejas y ganado –factor importante de desertificación–; fomento de la producción de aguacate (entre 80.000 y 90.000 toneladas anuales) siendo éste un cultivo con alto consumo de agua (427 litros de agua por kilo para madurar), son parte de la insostenibilidad del modelo australiano.

Los ambientes marinos costeros tampoco han sido especialmente cuidados. Su biodiversidad se ha reducido debido a la contaminación y los sedimentos provenientes de las urbanizaciones, la agricultura y la actividad del carbón en los puertos.

El infierno interior

El agua se cierne como una amenaza sobre Australia. Las fuentes de agua subterránea se han agotado más rápido de lo que se reponen naturalmente, sobre todo en el interior del país. Y se lo están llenando con aguas residuales tratadas.

Por otra parte, la demanda de agua en Australia crece. Su población crecerá en los próximos 30 años un 40%. El consumo actual de agua per cápita promedia los 100.000 litros por persona, lo que significa un  consumo de 340 litros de agua por persona/día. La mitad de esa cantidad la usan los australianos para lavar sus coches y regar sus jardines (1.000 litros por hora). Un despilfarro que tiene fecha de caducidad: el  ahorro de agua será vital para limitar las consecuencias del estrés hídrico al que se asoma el país.

Pero el mayor consumo de agua en Australia sigue proviniendo de la agricultura (casi el 70% de la huella hídrica). La mitad de las ganancias agrícolas del país proceden de la agricultura de riego concentrada en la cuenca Murray-Darling. La extracción descontrolada de agua extensiva forzó a severas restricciones que redujeron la producción de algodón y carne a la mitad y el cultivo de arroz a cero.

Lo absurdo es que en el interior desértico con el mayor problema de carencia de agua, el gobierno australiano sigue favoreciendo la minería, un sector cuyo consumo de agua está en aumento.

La sequía, los incendios y una gestión gubernamental han puesto casi a una veintena de ciudades y pueblos del país sin una fuente fiable de agua. Los incendios forestales amenazan la seguridad del agua potable, y las consecuencias, según los expertos, podrían durar décadas

Los incendios forestales amenazan la seguridad del agua potable. Las consecuencias podrían durar décadas.

La situación es desesperante en el desértico interior australiano donde ríos y lagos están desapareciendo y cientos de miles de peces han muerto por la contaminación de las escorrentías del residuo de los incendios.

Escuchar a los científicos

La Dra. Joëlle Gergis es una científica, autora de un apasionante libro Sunburnt Country  y profesora de ciencia climática, galardonada en noviembre pasado con el Premio AMOS Science Outreach Award, otorgado por la Sociedad Australiana de Meteorología y Oceanología (AMOS), el máximo organismo profesional de Australia para la ciencia del clima.

Gergis sostiene que “la gente piensa en la crisis climática como una posibilidad muy remota, pero de hecho, sucede ahora mismo… Es posible que partes de Australia se vuelvan inhabitables”, lo que implica que en el futuro, regiones del interior del país puedan tener que ser abandonadas.

La falta de lluvias de invierno sin precedentes durante tres años (2017-18-19), el verano más caluroso registrado en Australia combinado con una variabilidad inusual en los océanos Índico y Meridional, han contribuido a una sequía extrema que terminó afectando el 100% de Nueva Gales del Sur y al 68% de Queensland. Incluso las selvas tropicales y subtropicales australianas –en general húmedas– se convirtieron a material combustible para los catastróficos incendios forestales de esta temporada.

Por ahora y solo por ahora, Australia puede tener suficiente agua dulce para cubrir sus necesidades. Pero puede enfrentar severos conflictos internos por el agua. Las ciudades están en general en zonas costeras o de clima templado, con el recurso de lluvias y desalinización del agua de mar. Pero el interior es un infierno que reclama agua que no tiene y que deberá atenderse a través de obras de infraestructura que hoy no existen. O atreverse a enfrentar el desierto como lo están haciendo China y los países de la Muralla verde de África (Ver en este número de Más Azul, “La lucha mundial contra la desertización”) con un plan de reforestación masiva.

El desarrollo futuro del cambio climático plantea problemas. Los ríos del país se espera que disminuyan su caudal entre 10 y 25% en la próxima década. “Si la sequía continuara otros cuatro años, eso sería el Armagedón para Australia”, le reconoce un agricultor al New York Times. “Nada es sostenible sin agua”.

Australia es uno de los países con mayor contaminación minera.

Para la investigadora del clima, Inés Camilloni es importante que se escuchen los avisos de la ciencia sobre el aumento de la frecuencia de las olas de calor, de sequías y de eventos extremos en distintos lugares del mundo, ya que estos escenarios se van a volver más frecuentes y extendidos no sólo en Australia, sino también en África y América del Sur.

“Esto no es lo peor que podemos llegar a ver. Es sucede con 1°C de calentamiento y nos estamos encaminando a aumentos que van a 1,5°, si el mundo se pone de acuerdo. Y de 2° y 3°C si seguimos como hasta ahora”.