Océanos y mares conforman más del 70% de la superficie terrestre y el 90% de la biosfera. Proporcionan entre el 50 y el 80% del oxígeno del Planeta. La vida de los seres humanos depende de los océanos. Desempeñan un papel catalizador en el surgimiento de la vida y sin ellos, la vida en la tierra no existiría. Por eso la bióloga marina Rachel Carsen, una pionera de la lucha medioambiental, hablaba del mar como “esa gran madre de vida”.
Tenemos con ellos una relación simbiótica porque de allí venimos. Sus funciones son múltiples: los océanos moderan la temperatura del planeta; son una fuente de recursos alimentarios; suponen una fuente de materias primas; son un importante recurso energético, y producen la mayor parte del oxígeno (incluso más que bosques y selvas).
Pero no los cuidamos Han absorbido del 20-30% de las emisiones globales de las actividades humanas durante las últimas tres décadas, lo que ha provocado su acidificación. Y lo hemos inundado de basura industrial y plásticos. Sin el océano, nuestro aire sería 35°C más cálido.
A fines de septiembre de conoció un informe publicado en Nature Climate Change por un equipo internacional de científicos del clima que encontraron que la estratificación del mar a nivel mundial había tenido un aumento ‘sustancial’ de un 5,3% entre 1960 y 2018.
Dirigido por Guancheng Li del Instituto de Física Atmosférica de China junto Michael Mann, Lijing Cheng, Jiang Zhu, Kevin Trenberth y John P. Abraham, el estudio descubrió que la “estratificación” (estabilidad) de los océanos del mundo no solo está aumentando, sino que lo está haciendo a un ritmo mayor al estimado en estudios anteriores.
Para sus autores, el hallazgo es una muy mala noticia. Por el cambio climático, las aguas superficiales de los océanos, cálidas y ligeras, se están calentando más rápido que las aguas frías más profundas, en tanto el calor penetra muy lentamente hacia las profundidades.
A ello se agrega demás la densidad del agua de mar depende no solo de la temperatura, sino también de la salinidad ya que el agua dulce es más liviana que el agua salada y con el derretimiento de los hielos polares la acumulación de agua dulce y liviana en la superficie, está reduciendo la salinidad reducida y generando un océano más estable.
Esta ‘estratificación’ del océano significa que hay menos agua profunda que se eleva hacia la superficie transportando oxígeno y nutrientes, mientras que el agua en la superficie absorbe menos dióxido de carbono atmosférico para enterrar en profundidad.
Ese fenómeno puede tener consecuencias nefastas, advierten los científicos. Reducen el carbono que los océanos pueden absorber e incrementan la inestabilidad atmosférica y los eventos climáticos extremos e implicaciones para la vida marina.
De hecho, una investigación publicada en 2019 en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU había alertado que el cambio climático podría acabar con el 20% de todas las criaturas vivientes para fines de este siglo.
El calentamiento global está impulsando un aumento sin precedentes de la temperatura del mar. El calentamiento oceánico es irrefutable y es una prueba más del calentamiento global. Otro estudio publicado este mes en el Journal of Operational Oceanography, revela una tendencia global a que la superficie marina sufra mayores niveles de calentamiento en los últimos 15 años, con máximos incrementos en el Océano Ártico.
Los científicos verificaron en 2018 una ola de calor marino que duró varios meses, con los mares europeos con temperaturas récord. Y también una gran masa de agua cálida en el noreste del Océano Pacífico, que efectos negativos en la vida marina. Y en 2019, la temperatura de los océanos fue la más elevada de las registradas en la historia.
Para Karina von Schuckmann y Pierre-Yves Le Traon, autores del informe “los cambios en el océano han impactado estos servicios de los ecosistemas (oceánicos) y los han extendido hasta límites insostenibles”. Los autores añaden: “La sociedad humana siempre ha dependido de los mares. No lograr un buen estado ambiental para nuestros mares y océanos no es una opción”.
-En los últimos 25 años, nuestros mares han recibido, un calor similar a 3.600 millones de explosiones de bombas atómicas como la de Hiroshima.-
En la misma dirección, el reciente estudio de un equipo de científicos del Laboratorio de Oceanografía y Clima (Francia) y de la Universidad de Reading (Reino Unido), publicado en ‘Nature Climate Change’ puso de manifiesto que más de la mitad de los océanos del Planeta ya padecen el impacto del cambio climático.
Los expertos hicieron observaciones en áreas profundas de los océanos y utilizaron modelos para calcular por primera vez el cambio de las temperaturas y los niveles de sal que resultan de la crisis climática provocada por las actividades humanas.
Yona Silvy, del LOCEAN-IPSL y autora principal del estudio observó que el ritmo del impacto del cambio climático en los océanos del hemisferio sur es mucho más veloz que en los del hemisferio norte, modificaciones que empezaron a detectarse a principios de los ‘80 y que se han acelerado.
“Estabamos interesados –explica Silvy– en saber si los niveles de temperatura y sal eran lo suficientemente grandes como para superar la variabilidad natural en estas áreas más profundas, es decir, si habían subido o caído más alto de lo que nunca lo harían durante los picos y valles normales, lo que afecta la circulación oceánica global, el aumento del nivel del mar y representa una amenaza para las sociedades humanas y los ecosistemas”.
Los científicos que participaron del estudio señalan que el actual impacto podría elevarse hasta el 60% a mediados de siglo, y hasta el 80% hacia 2080.
Eric Guilyardi, profesor en Reading y subdirector del LOCEAN-IPSL, que supervisó en estudio destaca que durante varias décadas, se han detectado “cambios en la temperatura del océano en la superficie debido al cambio climático pero cambios en vastas áreas del océano, particularmente las partes más profundas, eran mucho más difíciles de detectar”.
Los cambios más rápidos y tempranos observados en el hemisferio sur muestran la importancia del Océano Austral para el almacenamiento global de calor y carbono, ya ahí las aguas superficiales se abren paso hacia el océano más profundo con más facilidad.
Los científicos plantean que es necesaria una mayor y mejor inversión y observación de los océanos para predecir con mayor precisión el efecto más amplio que esto podría tener en el Planeta, en tanto afecta a la circulación oceánica mundial, el aumento del nivel del mar, temas que suponen una amenaza para las sociedades humanas y los ecosistemas
Aunque está probado que los océanos tardarán más en responder que la atmósfera y la superficie terrestre a la lucha del hombre contra el cambio climático y que su recuperación será más lenta, hay voces que alientan la esperanza de que la vida marina que albergan pueda recuperarse para 2050.
Según un estudio dirigido por el español Carlos Duarte, profesor de Ciencias Marinas en la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá –KAUST (Arabia Saudita) elaborado por expertos internacionales en vida marina, concluye que los esfuerzos en la conservación de los océanos están dando sus frutos y podrían recuperarse los daños en sus ecosistemas para 2050, si se aplican a una serie de medidas a gran escala.
El proyecto internacional reunió a los principales científicos marinos del mundo de cuatro continentes, 10 países y provenientes de 16 universidades. Participó la KAUST, la Universidad de Aarhus (Dinamarca), el Instituto de Tecnología de Massachusetts, la Universidad Estatal de Colorado y la Universidad de Boston(de EEUU), la Pontificia Universidad Católica (Chile), la Universidad de la Sorbonne (Francia), las Universidades James Cook y Queensland (de Australia), la Dalhousie University (Canadá) y la Universidad de York (Reino Unido).
Carlos Duarte destaca que “nuestro estudio documenta la recuperación de poblaciones marinas, hábitats y ecosistemas gracias a los esfuerzos pasados en conservación. Además, proporciona recomendaciones específicas basadas en la evidencia para escalar a nivel mundial soluciones ya probadas“.
Para el investigador español no parece ser tarde: “estamos en un punto en el que podemos elegir entre un legado de un océano resistente y vibrante o un océano irreversiblemente perturbado”.
Aunque la actividad humana ha alterado de manera severa la vida marina, a la vez encontraron evidencia de una notable capacidad de recuperación. A las grandes pérdidas del siglo XX contraponen la disminución observada e incluso la recuperación en las dos primeras décadas del presente siglo a partir de determinadas medidas de protección y conservación.
Señalan como evidencia algunos casos destacados como el de las ballenas jorobadas, que desde la prohibición de su caza comercial aumentó su población o la proporción de especies marinas amenazadas de extinción mundial que disminuyó del 18% en 2000 al 11,4% en 2019.
Esos datos permitirían pensar que la tasa de recuperación de la vida marina podría acelerarse y lograr una recuperación sustancial en dos o tres décadas para la mayoría de los componentes de los ecosistemas marinos.
Los investigadores, tras estudiar el impacto de las intervenciones exitosas de conservación oceánica, identificaron nueve componentes integrales para la reconstrucción de la vida marina, marismas, manglares, pastos marinos, arrecifes de coral, algas marinas, arrecifes de ostras, pesquerías, megafauna y las profundidades marinas.
Esos componentes los combinan con seis intervenciones complementarias o ‘cuñas de recuperación’, identificando acciones específicas para proteger especies, cosechar sabiamente, proteger espacios, restaurar hábitats, reducir la contaminación y mitigar el cambio climático.
El estudio concluye que si todas las ‘cuñas de recuperación’ se activan a escala, la recuperación de la vida marina previamente dañada se puede recuperar para 2050, dentro de una generación humana, o dos o tres décadas.
Pero los expertos señalan que el objetivo de reconstruir la abundancia de vida marina solo puede tener éxito si se alcanzan las previsiones más ambiciosas del Acuerdo de París. Ello requiere –señalan– abordar el cambio climático e implementar intervenciones a gran escala y eficientes.
Por tanto, para la reconstrucción de la vida marina, resulta clave reducir de manera urgente las emisiones mundiales de GEI sumado a una acción global decidida y consistente de gobiernos y sociedades. Aún así, alguna reconstrucción solo podrá ser parcial como es el caso de los corales tropicales cuyo deterioro por el impacto del cambio climático no permitirá su recuperación total.
Esa acción global implica un compromiso sustancial de recursos financieros que los investigadores estiman entre 10.000 y 20.000 millones de dólares. Pero, como contracara, esa enorme inversión para reconstruir la vida marina para el 2050, producirá enormes beneficios ecológicos, económicos y sociales. Según el estudio, por cada dólar invertido, el rendimiento esperado se multiplicará por nueve.
Susana Agustí Requena, bióloga y oceanógrafa española y profesora de Ciencias Marinas de KAUST, cree que “la reconstrucción de la vida marina representa un gran desafío factible para la humanidad, una obligación ética y un objetivo económico inteligente para lograr un futuro sostenible”.
Carlos Duarte considera que “tenemos una ventana de oportunidad estrecha para brindar un océano saludable a la generación de nuestros nietos, y tenemos el conocimiento y las herramientas para hacerlo… No aceptar este desafío, y condenar a nuestros nietos a un océano roto que no puede soportar medios de vida de alta calidad, no es una opción”.