Más de cien países firman un compromiso para restaurar ecosistemas degradados

14 nov 2021

Se trata de un ambicioso y esperanzador acuerdo. Más de cien países han asumido el compromiso de restaurar en las próximas décadas hasta 1.000 millones de hectáreas de tierras degradadas –un área similar al tamaño de China–.

Restaurar mil millones de hectáreas: una propuesta esperanzadora Foto: Ainara Oto (España), junio, 2021–Unsplash.

Con el objetivo de abordar el cambio climático, la degradación de la tierra y la pérdida de biodiversidad, así como lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (incluidos los relacionados con el trabajo digno y la seguridad alimentaria e hídrica), un importante grupo de países a través de varios acuerdos internacionales, inició a fines de 2020 el proceso para ponerlo en marcha.

Según un informe de la Agencia de Evaluación Ambiental de los Países Bajos, 115 países ya se han comprometido a restaurar la tierra, utilizando alguno de los mecanismos de los tres principales convenios ambientales internacionales (metas para la neutralidad de la degradación de la tierra, contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) del Acuerdo de París y estrategias nacionales y planes de acción sobre biodiversidad).

La agencia holandesa estima que el área propuesta para destinarla a la restauración implica entre 765 millones y 1.000 millones de hectáreas. Casi la mitad de ese espacio territorial se encuentra en África subsahariana con segmentos importantes en Asia y América Latina. La restauración de bosques y tierras agrícolas representa tres cuartas partes del área comprometida.

Para Ibrahim Thiaw, funcionario de Mauritania y secretario ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación, los planes y los compromisos se están trazando a lo largo de este año, con el inicio del Decenio de Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas: La restauración es una idea a la que le ha llegado su hora. Invertir en devolver la vida a la tierra es económicamente rentable, socialmente aceptable y ambientalmente deseable”.

De acuerdo con las estimaciones, el área comprometida equivale más o menos a la superficie terrestre que está perdiendo productividad, y es el doble de la cantidad de tierra que puede convertirse en agrícola entre 2010 y 2050.

A nivel mundial, el costo de la restauración de la tierra, sin incluir la restauración de los ecosistemas marinos, se estima en al menos u$s 200.000 millones por año hasta 2030. El informe destaca que cada dólar que se invierte en restauración genera hasta u$s 30 en beneficios económicos.

ACELERAR EL PASO

En junio pasado, en ocasión de publicarse el Informe “Generación-Restauración: Restauración de los ecosistemas para las personas, la naturaleza y el clima”, Naciones Unidas instó a los países a acelerar su compromiso de restaurar al menos 1.000 millones de hectáreas de tierra degradada, frente a la triple amenaza del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.

El documento, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) y la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), destaca que la humanidad está utilizando alrededor de 1,6 veces la cantidad de servicios que la naturaleza puede proporcionar de manera sostenible. Los esfuerzos de conservación, por tanto, no son por sí solos suficientes para evitar el colapso de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad a gran escala.

El Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de los Ecosistemas constituye una oportunidad para convertir los compromisos en acciones urgentes sobre el terreno. Se trata de un esfuerzo de 10 años que pretende involucrar a individuos, comunidades, empresas, organizaciones y gobiernos para emprender una restauración a todas las escalas y en todo tipo de ecosistemas, terrestres o acuáticos.

Para ello se necesitara alrededor de u$s 1 billón para implementar la restauración a escala mundial en esta década, tomando como base todos los compromisos existentes. Pero restaurar a esta escala la salud y la productividad de la tierra acarrearía enormes beneficios a los humanos y la naturaleza.

La degradación de los suelos es uno de los grandes desafíos alimentarios de la humanidad.

RECUPERAR Y REFORESTAR

La revitalización de ecosistemas como las tierras de cultivo, los pastizales, los bosques, los humedales y las turberas reconstruye la capacidad de la Tierra para almacenar carbono y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Si se hace de forma correcta, también puede proteger la biodiversidad, aumentar la fertilidad del suelo y reducir la escasez de agua. (Ver Más Azul n°23, agosto 2021, “Restaurar los bosques naturales”).

Una economía de restauración creará además millones de empleos verdes y mejorará la resistencia de la humanidad a futuras conmociones y tensiones. Hay que recordar que, como explica PNUMA, los ecosistemas naturales que funcionan bien son la mejor garantía para evitar enfermedades zoonóticas, como la Covid-19.

En los últimos años, se ha puesto en marcha un enorme esfuerzo global de restauración forestal. En China desde principios de este siglo, se han recuperado una media de 50.000 kms2 de cubierta forestal, cada año, con avances extraordinarios sobre los desiertos de Gobi, Kubuqi y Mu Us. Solo en el período 2013-2017, China gastó 70.000 millones de dólares en estos programas de reforestación. (Ver Más Azul n° 5 feb 2020, “La lucha mundial contra la desertización”).

La masa forestal del país ha crecido hasta el 21,6% del total, un incremento de más de siete puntos porcentuales en solo 30 años. Ningún otro país del mundo ha visto una reversión de la pérdida y degradación de los bosques de esta magnitud en tan poco tiempo. Kubuqi, el séptimo desierto más grande de China, es un buen ejemplo del éxito en el alivio de la desertificación de China. Allí se regeneraron unos 6.460 kms2 (Ver Más Azul n°16 enero 2021, “China avanza hacia una ‘civilización ecológica’”).

Este año, China se ha comprometido de lleno con la lucha contra el cambio climático. Y uno de sus estrategias pasa por plantar 36.000 kms2 de nuevos bosques por año entre 2021 y 2025.

También en la India, considerado el tercer país más contaminado del planeta, las autoridades han impulsado desde 2015, la tarea de reforestar. En la Conferencia sobre el Cambio Climático de París en 2015, India se comprometió a aumentar su superficie boscosa a 95 millones de hectáreas para el 2030 con el objetivo de disminuir sus actuales niveles de contaminación. Es que seis de las diez ciudades más contaminadas del mundo son indias.

Como comienzo de la campaña de reforestación en 2016, en la región de Uttar Pradesh se plantaron 49,3 millones de árboles de 80 especies distintas en un solo día, gracias a la colaboración de 800.000 voluntarios.

En Pakistán se ha puesto en marcha una de las mayores iniciativas de reforestación del mundo: el Programa Tsunami de los Diez Mil Millones de Árboles (Billion Tree Tsunami Afforestation Project-BTTAP). La iniciativa forma parte de una serie de ‘soluciones basadas en la naturaleza’ para luchar contra la crisis climática en este país, propone plantar 550 millones de árboles jóvenes en dos fases, y los 450 millones restantes están creciendo de forma natural en áreas forestales cercadas.

 

La Muralla verde africana es otro extraordinario esfuerzo de reforestación y restauración de suelos.

Etiopía logró plantar 350 millones de árboles en un solo día en una campaña en la que participaron como voluntarios desde sus más importantes funcionarios políticos a cientos de miles de niños y adultos.

En el Planeta se ha consolidado la conciencia que plantar árboles ofrece beneficios extraordinarios: filtran aire limpio, ayudan a la provisión de agua potable, albergan multitud de especies de fauna y flora, pueden ayudar a salvar la Tierra de la deforestación y contribuyen a mitigar el cambio climático.

Tim Christophersen, coordinador del Decenio sobre la Restauración en PNUMA asegura que se advierte un cierto espíritu de competencia positiva en materia de de restauración: “Más países y personas quieren cultivar más y más árboles… Es importante garantizar ahora que se planten los árboles correctos en el momento correcto, en el lugar correcto y con el apoyo de las comunidades locales. Y darle mayor importancia a ecosistemas que todavía están infravalorados en estos compromisos de restauración global, como costas, mares y ríos”.

VOCES DISCORDANTES

En medio de todas esas iniciativas de reforestación masiva contra el cambio climático, algunas voces manifiestan sus dudas. La primera, advierte con razón, que algunas de esas campañas tienen el sospechoso apoyo de corporaciones que sostienen que, de ese modo, compensan sus emisiones de carbono. Y en realidad, plantan especies arbóreas de utilidad comercial, que constituyen un engaño más de “lavado verde” y que no implican soluciones sino nuevos problemas ambientales.

Un caso ejemplar de esa conducta fue el ex presidente Trump quien anunció que EEUU se uniría a la campaña global Trillon Tree Campaign, pero solo avanzó en la implantación de nuevas áreas para futura explotación maderera, mientras paralelamente aprobaba medidas destinadas a acrecentar la tala de árboles en territorios protegidos. Para ello levantó las restricciones a la explotación forestal, minera y energética en 6,75 millones de hectáreas del Bosque Nacional Tongass (Alaska), el mayor bosque templado húmedo del mundo, que habían sido protegidas por Bill Clinton durante su mandato.

La mentira estadounidense sobre su voluntad de reforestación queda de manifiesto en un nuevo estudio dirigido por Joe Fargione, director científico del segmento norteamericano de The Nature Conservancy, publicado en Frontiers in Forests and Global Change (2021). Fargione afirma que en la actualidad no se cultivan suficientes plántulas de árboles en EEUU como para poder cumplir los objetivos climáticos. Para ello “los viveros de EEUU tendrían que aumentar su producción a por lo menos 3.000 millones de plántulas por año, es decir, duplicar los niveles actuales… No puedes plantar un árbol sin obtener primero los brotes. Y no puedes obtener los brotes sin las semillas”.

Un segundo grupo de voces disonantes plantea por su parte, dudas acerca de la eficiencia de plantar miles de millones de árboles para frenar el cambio climático.

Cuando un grupo de investigadores del Instituto Suizo de Tecnología en Zúrich (ETH) publicó en Science en 2019 que el Planeta disponía de tierras aptas para un incremento de más del 25% de su superficie arbolada (un área equivalente a EEUU) y que estos nuevos bosques podrían almacenar el 25% del carbono atmosférico actual (dos tercios de las emisiones antropogénicas), el mundo se conmovió. La reforestación se presentaba como la gran arma en la lucha contra el cambio climático.

En Más Azul nos hicimos eco de ello (Ver n° 1 “Más verde: más azul” y n°2, “Reforestar un arma para combatir el cambio climático” oct y nov 2019) La investigación, dirigida por los científicos del ETH Zurich, Thomas Ward Crowther, especializado en ecología de ecosistemas y principal asesor de la Campaña Trillion Tree de la ONU y Jean-François Bastin, asesor de la NASA-JPL, plantearon que la restauración forestal no solo era una de las mejores soluciones para el cambio climático, sino “abrumadoramente la mejor (…) Lo que sorprende es la escala. Pensé que la restauración estaría en el top 10, pero es abrumadoramente más poderosa que todas las otras soluciones propuestas para el cambio climático” (Crowther).

Pero la comunidad científica cuestionó seriamente las estimaciones del ETH. Casi medio centenar de científicos de todo el mundo, alegaron en Science que el cálculo de Crowther, Bastin y su equipo había sobrevalorado en cinco veces la capacidad de almacenamiento de carbono de esa hipotética nueva cubierta forestal.

El grupo crítico, liderado por Joseph Veldman, ecólogo de la Universidad de Texas A&M señaló tres fundamentos: 1. el estudio de ETH subestimó la cantidad de carbono almacenada en los suelos no arbolados; 2. no tuvo en cuenta que las copas de los árboles aumentan el calor solar absorbido respecto a muchas zonas no boscosas, sobre todo aquellas que suelen cubrirse de nieve; y 3. el modelo propuesto había contado con “arborizar sabanas y praderas nativas ancestrales, regiones que no pueden reforestarse porque nunca han estado forestadas, y que son vitales tanto para la salud de los ecosistemas como para las comunidades humanas”.

A esas críticas se plegaron otros expertos como Pierre Friedlingstein (Universidad de Exeter) que consideraron que plantear que la restauración global de bosques es nuestra solución más efectiva contra el cambio climático no es científicamente correcta, podía ser engañosa y que el equipo de ETH había sobreestimado enormemente el potencial de la restauración forestal como mitigador del cambio climático.

Ante las críticas, los investigadores de ETH publicaron en mayo 2020, una corrección a su estudio, en la que, con gran honestidad intelectual, aclaraban que fue incorrecto por su parte, decir que la restauración de árboles era la solución más efectiva al cambio climático hasta la fecha. Y precisaban que quisieron decir que no conocen ninguna otra solución actual de reducción de carbono que sea cuantitativamente tan grande en términos de captura de carbono. Pero que ello no implicaba atribuir mayor importancia a esta estrategia que al recorte de emisiones y la conservación de los ecosistemas.

Bastin y su equipo reconocen que el cambio climático es un problema extremadamente complejo sin una solución simple y que requerirá una combinación completa de enfoques.

Por tanto, no se trata que dejemos de abandonar la reforestación y restauración de suelos y bosques. Pero es necesario advertir –como hace Gabriel Popkin– el sospechoso “entusiasmo y dinero que fluye hacia las soluciones climáticas basadas en los bosques”.

Como ha declarado Veldman “la restauración ecológica puede ayudar, pero no sustituye el hecho de que la mayoría de las emisiones de combustibles fósiles deben parar” y agrega que más bien debería “priorizarse la conservación de ecosistemas biodiversos e intactos, con independencia de que contengan un montón de árboles”.

La advertencia de Veldman no es arbitraria. Apunta a algo que reiteradamente hemos señalado en Más Azul: debemos poner el foco en que el cambio climático solo se podrá morigerar cuando terminemos con los combustibles fósiles. Ellos son la principal y devastadora causa de las emisiones.

Todas las demás soluciones deben ser operadas fervorosamente, pero con los ojos bien abiertos para que ningún lobby corporativo pretenda usar valiosos trabajos como los de ETH y de multitud de científicos en todo el mundo (aunque en algún momento sobrevaloren sus hallazgos), para desviar la atención principal y ganar tiempo para seguir contaminando bajo un hipócrita “manto verde”.