Avanza la Muralla Verde africana mientras se descubren 1.800 millones de árboles en el desierto

07 may 2021

Mientras el mundo debate la gravedad de la crisis climática y la urgente necesidad de respuestas inmediatas, suceden cosas –algunas azarosas y otras, fruto de la creciente preocupación global sobre el Planeta– que alientan las esperanzas.

Cuando apuntan a las dolorosas consecuencias del clima, pocas imágenes han sido más frecuentes en los medios internacionales que las que ofrecen las duras condiciones de vida del Sáhel y el Sáhara africanos.

El Sáhel (‘borde’ en árabe) es el área ecoclimática de transición entre el desierto del Sáhara al norte y la sabana sudanesa al sur. Se extiende a través del norte del continente africano, entre el océano Atlántico y el mar Rojo y representa el nexo entre el mar de arena sahariano y la creciente vegetación que se manifiesta hacia el sur.

El Sahel forma un cinturón de 5.400 kms que atraviesa África desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo.

La región conjunta Sáhara-Sahel abarca más de 12 millones de kms² (9,4 millones de kms² el Sáhara y 3,05 millones kms² para el Sahel), es decir una vez y media más grande que EEUU y casi el doble de toda Europa.

Conforma un enorme territorio azotado por crónicas crisis alimentarias, subdesarrollo económico, rudimentarias técnicas agrícolas, pastoreo trashumante y una continua inestabilidad política, acentuada en los últimos años por el terrorismo yihadista y el crimen organizado. La suma de esos males provoca un constante éxodo de la población y altera el intercambio económico-comercial entre los países del área.

El Sáhel atraviesa los territorios del norte de Senegal, sur de Mauritania, Malí, norte deBurkina Faso, sur de Argelia, Níger, norte de Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y norte de Etiopía, mientras el Sáhara cubre amplias zonas de Argelia, Chad, Egipto, Libia, Mali, Mauritania, Marruecos, Níger, República Árabe Saharaui Democrática, Sudán y Túnez.

LA GRAN MURALLA VERDE

Pero en 2007, la Unión Africana alentó un extraordinario proyecto de reforestación, conocido como la “gran muralla verde” africana, que propone construir la mayor infraestructura natural del mundo: 8.000 kms. de implantación forestal a lo del ancho del continente africano en el borde del Sahel.

Sus objetivos son múltiples: recuperar la fertilidad del territorio; asegurar la alimentación y subsistencia de millones de personas amenazadas por el hambre cada año; frenar el avance del desierto del Sáhara y luchar contra el cambio climático. (Ver Más Azul n° 5, feb 2020, “La lucha mundial contra la desertización”)

La audaz Great Green Wall es más que un proyecto. (Ver Más Azul n° 3, dic. 2019, “Etiopía planta más de 350 millones de árboles en un solo día”). Se han plantado millones de árboles en Senegal, Burkina Faso, Mali, Niger y otros. Y sumado avances en sistemas de manejo agrícola como parte del Programa Integral de Desarrollo Agrícola de África (CAADP).

El Sahel es vulnerable a la desertificación y allí los aumentos de temperatura se prevén 1,5 veces más rápidos que el promedio mundial, 80% de sus tierras agrícolas están degradadas y 30 millones de personas padecen inseguridad alimentaria.

El proyecto africano busca restaurar 100 millones de hectáreas, crear 10 millones de empleos en zonas rurales y secuestrar 250 megatoneladas de carbono. La iniciativa ha recibido en enero pasado, un nuevo impulso con más de 5.000 millones de dólares de financiación del Banco Mundial y Francia, para alcanzar sus objetivos en 2030.

Tal como señala una publicación del WEF, se espera que “el Muro terminado sea una nueva Maravilla del Mundo, superando a la Gran Barrera de Coral para convertirse en la estructura viviente más grande de la Tierra”.

Millones de manos siembran a lo largo del Sahel una muralla verde para detener el desierto tecnológicas, capacitación on line? De qué hablamos?

DESCUBRIENDO ARBOLES

Pero las buenas noticias no solo provienen de las manos de quienes siembran y cuidan los retoños de los nuevos árboles del Sahara-Sahel.

Dos factores coincidían para que esa región no recibiera la debida atención. Por un lado, sus duras condiciones, con temperaturas extremas y carencia de agua, sinónimo del más extremo y hostil hábitat para la vida, poblada de conflictos y de una pobreza infinita. Por otra, a esas mismas dificultades que limitaban los esfuerzos científicos para explorar sus potencialidades, se agregaban las dificultades técnicas para hacerlo desde el espacio.

Los expertos señalan que el reflejo de la arena del desierto es tan intenso que distorsiona la realidad. El instrumental de los satélites –salvo los de uso militar– no permitía hasta hace poco tiempo, estudiar superficies menores a 30 metros. Pero avances tecnológicos más recientes (radar, láser, espectrometría) han logrado definir resoluciones inferiores a un metro

Ello permitió a un equipo de científicos, que incluyó a investigadores de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), del Centro Goddard de la NASA, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS- Francia) y del Centro de Monitoreo Ecológico de Dakar (Senegal), hacer un extraordinario descubrimiento: la existencia de 1.800 millones de árboles (13,4 árboles por hectárea), con un tamaño medio de copa de 12 m2, en medio del desierto.

Lo lograron accediendo a 11.000 imágenes satelitales de alta resolución de la región, normalmente reservadas para usos militares, que fueran registradas por cuatro satélites de Digital Globe y que pertenecen a la Agencia Nacional de Inteligencia de EEUU.

Martin Brandt, geo-científico de la Universidad de Copenhagen y autor principal del estudio, lo explica: “Una gran proporción de árboles y arbustos de las tierras secas crecen de forma aislada, sin cierre del dosel. Estos árboles no forestales tienen un papel crucial en la biodiversidad y brindan servicios eco-sistémicos como almacenamiento de carbono, recursos alimentarios y refugio para humanos y animales. Sin embargo, la mayor parte del interés público relacionado con los árboles se dedica a los bosques, y los árboles fuera de los bosques no están bien documentados”.

El estudio solo contabilizó árboles con una copa de más de 3 mts2 y sólo en un área de 1,3 millones de kms2.

Martin está especializado en teledetección y cambio ambiental y tiene una larga experiencia en el Sahel de Mali y Senegal, donde ha pasado mucho tiempo haciendo trabajos de campo. Para hallar los ‘árboles invisibles’ los investigadores usaron ‘aprendizaje profundo’, un tipo de inteligencia artificial por el que se le enseña a una computadora a identificar algo. Era necesario no confundir un árbol con un arbusto, por lo que decidieron solo contabilizar las copas que cubrieran un área mayor de tres metros2.

Los expertos diseñaron un sistema de aprendizaje que pudiera detectar los cambios de forma y color en el espectro reflejado por la superficie, que distinguiera arena, tierra desnuda y hierba de arbustos o árboles. Para entrenarlo, debieron revisar personalmente imágenes con casi 90.000 árboles.

“Marqué las áreas con copa en las imágenes del satélite –cuenta Brandt– con una resolución de 50 centímetros y entrenamos el modelo con estos ejemplos. Luego el modelo buscó en miles de imágenes y marcó las copas de los árboles de la misma forma que hicimos a mano”.

El trabajo, publicado en la revista Nature, se centró en la porción más occidental del Sáhara, el Sahel y la sabana africana, que ocupa amplias zonas de Argelia, el Sáhara Occidental, Mauritania, Senegal o Malí. Solo contabilizó árboles con una copa de más de 3 mts2 y sólo en un área de 1,3 millones de kms2, lo que implica que pese a haber encontrado “un número inesperadamente grande de árboles”, al representar el área investigada solo el 20% del Sahara-Sahel, “el recuento total de árboles será mucho mayor”.

Martin Brandt señala que si bien “la mayor parte están en el Sahel, hay cientos de millones en el propio Sahara(Allí) se trata de un árbol por hectárea en promedio, en pleno Sahara hiperárido. No parece mucho, pero creo que es más de lo que se podría haber pensado”.

El uso de imágenes satelitales de muy alta resolución, auxiliadas con inteligencia artificial, han hecho posible explorar una extensión enorme del norte africano y revelar que hay mucha más vegetación de la que se estimaba.

Es la primera vez que se cuentan… no se trata de bosques en medio del desierto, sino de millones de árboles solitarios.

Si bien no conforman una plataforma forestal, cumplen una función ecológica vital. Brandt recuerda que “estos árboles no forestales desempeñan un papel crucial para la biodiversidad y brindan servicios ecosistémicos como almacenamiento de carbono, recursos alimentarios, medios de vida y refugio para humanos y animales. La atención limitada dedicada a la cuantificación de los árboles de las tierras secas conduce a una sub-representación de los árboles no forestales en las estrategias de desarrollo y los modelos climáticos/de vegetación, y la importancia económica y ecológica de los árboles no forestales se desconoce en gran medida a gran escala”.

Para el CNRS de Francia, “estos árboles hacen una contribución importante a los recursos locales, la biodiversidad y el almacenamiento de carbono. Desempeñan un papel crucial en los ecosistemas y agro-sistemas tropicales secos”.

Como señalan los autores del estudio “esta es la primera vez que se cuentan los árboles en una gran región de tierras secas… no se trata de bosques ni grandes conjuntos de vegetación en medio del desierto, sino de millones de árboles solitarios que se extienden por un área de 1,3 millones de kilómetros (el doble de toda Francia) que se consideraba completamente desierta”.

El trabajo muestra que las expectativas de los científicos fueron desbordadas ya que la media del área de las copas fue de casi 12 mts2, lo que supone muchos recursos y servicios ecológicos en una parte del mundo donde son imprescindibles.

El descubrimiento es importante por lo que significa a nivel ecológico, para avanzar en el conocimiento de la fertilidad del suelo, el rendimiento de las cosechas, los ciclos del agua y el almacenamiento del carbono.

Ya que el ciclo del carbono es global, que el Sahara-Sahel tenga mucha más vegetación de la que se creía es una buena noticia para todo el Planeta.