El 9 de febrero la Antártida y Los Ángeles tenían la misma temperatura

mar 2020

Hace unas semanas atrás, el planeta Tierra vivió el mes de enero más caluroso del cual haya registros. Según distintas mediciones, el año 2020 comenzó a nivel mundial con temperaturas que estuvieron 6ºC y 7ºC por encima del promedio. Los picos de calor se hicieron presentes en Asia, África y Europa como en América y Oceanía. La Antártida no fue la excepción.

Pero el fenómeno que azotó al continente blanco es especialmente alarmante por sus consecuencias globales. El verano antártico está batiendo récords de calor a ritmo acelerado.

En tres días, el continente rompió dos veces sus registros de temperatura máxima para llegar a alcanzar los 20,7ºC (9/2) en la base argentina Marambio. Un día antes el equipo científico brasileño de las islas Seymour había registrado 20ºC y el 6/2 la estación Esperanza del Servicio Meteorológico argentino en la península Trinidad reportó una temperatura máxima de 18,3ºC. Esas temperaturas representan un record para el continente antártico y coincidieron con las de la ciudad de Los Ángeles (EEUU) ese mismo día, según la NASA.

La zona donde operan esas estaciones se encuentran en una de las regiones australes con un calentamiento global más acelerado, informa la OMM: “Casi 3ºC en los últimos 50 años”.

Las ochenta líderes científicas de la expedición Homeward Bound en un continente antártico cada vez más cálido.

Entre las dramáticas consecuencias del incremento brusco de temperatura estuvo una importante disminución del hielo en el extremo norte de la península antártica. El fenómeno fue quedó registrado por el Observatorio de la Tierra de la NASA en una serie de fotografías tomadas por el satélite Landsat 8. Allí se muestra como la ‘ola de calor’ arrasó con el 20% de la capa de hielo de la Isla del Águila, formando grandes charcos de deshielo.

Mauri Pelto, profesor de ciencias ambientales en el Nichols College en Dudley y director del Proyecto de clima del glaciar North Cascades llama la atención sobre ese hecho: “No he visto charcos de deshielo que se desarrollen con esa rapidez en la Antártida. Ese tipo de eventos de derretimiento se ven en Alaska y Groenlandia, pero no es usual verlos en la Antártida”.

Si las temperaturas más altas se mantuvieran, podrían causar un aumento extremo del nivel del mar. La gravedad del hecho es que la Antártida tiene una gran influencia en el equilibrio del planeta y las consecuencias pueden ser severas, si este aumento de temperatura es sostenido en el tiempo.

La Antártida conforma uno de los ecosistemas más frágiles y de mayor influencia en el equilibrio ambiental del planeta. Su superficie es de unos 14 millones de kms2 y su capa de hielo conforma la mayor parte del agua dulce del planeta. Todos los problemas ambientales del mundo repercuten en este continente

La isla del Águila en el norte de la Antártida perdió una quinta parte de la capa de hielo en solo 9 días (NASA).

De hecho, la Corriente Circumpolar Antártica (CCA) es una corriente marina fría que es la más intensa del océano global. Circula de oeste a este bordeando el continente antártico y es la única que conecta los océanos Atlántico, Pacífico e Índico.

Su recorrido tiene un papel crítico en la transferencia de masa, calor y otras propiedades entre las tres cuencas oceánicas. Ella es la que transporta y redistribuye nutrientes desde el Océano Antártico hacia el área sur de las tres cuencas oceánicas más importantes y las fertiliza llevando alimentos para que los diferentes organismos puedan sustentarse.

Consecuencias dispares

El incremento de temperatura en nuestro planeta genera grandes incidencias en ambos casquetes polares, pero las consecuencias generadas en ellos difieren. Los glaciares y el hielo presente en el Ártico se encuentran flotando en el océano, por lo tanto, su derretimiento no implica que el nivel del mismo aumente. En contraposición, en la Antártida la capa de hielo cubre la tierra firme. No se encuentra  flotando en el océano (salvo ciertas formaciones perimetrales). Esta diferencia no solo afecta la forma en que estas regiones responden al cambio climático, sino que también afecta su relevancia.

Sabemos que cuando el hielo flotante se derrite, los niveles del océano no subirán, porque el hielo ya estaba flotando en el agua. Pero, cuando el hielo terrestre se derrite, el agua líquida fluye hacia el océano y hace que los niveles de agua del mar aumenten. Por lo tanto, al menos desde la perspectiva del nivel del mar, el hielo terrestre es más importante que el hielo flotante, ya que su derretimiento implica un aumento directo en el nivel de los océanos.

Con el calentamiento global, ambos polos se están calentando y eso está causando que el hielo se derrita en ambas regiones. Es habitual pensar que el hielo se derrite desde arriba (sol, energía infrarroja de la atmósfera, etc), pero en verdad, buena parte de la fusión viene de abajo. Si el océano se calienta, puede derretir la parte inferior de la plataforma y hacer que se adelgace hasta que se rompa en el océano.

A fines del pasado mes de enero, un grupo de científicos detectó la presencia de agua tibia, con más de dos grados por encima del punto de congelación, socavando debajo del glaciar Thwaites en la Antártida, particularmente sensible a los cambios climáticos y oceánicos.

Thwaites que es parte de la capa de hielo antártico occidental tiene el tamaño de Gran Bretaña. Su desaparición podría tener un impacto significativo a nivel mundial porque drenaría una masa de agua gigantesca y representaría un 4% del aumento global del nivel del mar. Algunos científicos creen que su colapso puede elevar el nivel del mar en casi un metro.

El colapso del glaciar Thwaites podría elevar el nivel del mar en casi un metro, en todo el Planeta.

Las aguas cálidas en esta parte del mundo deberían servirnos como una advertencia sobre los posibles cambios terribles en el planeta provocados por el cambio climático”, advierte David Holland, director del Laboratorio de Dinámica de Fluidos Ambientales de la Universidad de Nueva York. “Si estas aguas están causando el derretimiento de los glaciares en la Antártida, los cambios resultantes en el nivel del mar se sentirán en las partes más pobladas del mundo”.

Keith Nicholls, oceanógrafo del British Antarctic Survey, sostiene que “las aguas más cálidas del océano están erosionando muchos de los glaciares de la Antártida occidental, pero estamos particularmente preocupados por el Thwaites. Estos nuevos datos proporcionarán una nueva perspectiva de los procesos que se están llevando a cabo para que podamos predecir el futuro cambio con mayor certeza”.

Según datos recabados en el Ártico y en la Antártida indican la cantidad de hielo antártico descendió de manera más acelerada que el hielo del Ártico en los últimos 34 años. El volumen de masa de hielo que la Antártida pierde anualmente se ha multiplicado por seis respecto al que se registraba hace 40 años.

Sinc Ala Khazendar, del Jet Propulsion Laboratory de la NASA es coautor de un estudio sobre estas aguas cálidas que están provocando que los glaciares de la Antártida se derritan más rápidamente. Los resultados de su investigación, publicada en la revista Nature, apoyan la hipótesis de que la cantidad de agua caliente por debajo del hielo en el mar de Amundsen ha aumentado significativamente en los últimos 16 años. Los científicos estudiaron con datos de la Operación IceBridge de la NASA el comportamiento de tres glaciares de la Antártida Occidental en el mar de Amundsen: The Smith, Pope y Kohler.

Entre los años 2016 y 2017 se conoció el desprendimiento de un iceberg de la barrera Larsen C de 5.800 kms2, esto es 55 veces la superficie de París.

Consecuencias globales

La Antártida significa 60% a 90% del agua dulce congelada del planeta. Una investigación de Alessandro Silvano, Stephen Rich Rintoul y otros, sugieren que un mayor aporte de agua de deshielo glacial en un clima más cálido, reducirá la formación de agua del fondo antártico y provocará una mayor pérdida de masa de la capa de hielo antártico, con consecuencias para la circulación marina y el aumento del nivel del mar.

Una mayor pérdida de masa de hielo antártico afectaría la circulación marina y el nivel del mar.

Las consecuencias de un incremento del nivel del mar de tres centímetros por año, obligaría a miles de personas a abandonar las zonas costeras y huir hacia el interior de los territorios. Cualquier incremento mayor tendría además resultados nefastos para los 1.000 millones de personas que viven actualmente en zonas vulnerables al aumento del nivel de los océanos.

Pero quizás las consecuencias más graves provendrían de las brutales modificaciones del clima a escala global. Sin la existencia de las corrientes marinas frías que surgen desde el continente blanco, el equilibrio dejaría de existir, ya que el agua de baja temperatura junto a las aguas cálidas de recorren el ecuador dan lugar a los distintos climas y paisajes que hoy conocemos. Por ejemplo, el desierto de Atacama se vería alterado debido a que las corrientes marinas frías que impiden la evaporación del agua, la formación de nubes y las precipitaciones, en la costa norte de Chile dejarían de existir.

Otra de las consecuencias de una modificación severa de las actuales condiciones de la Antártida, derivaría del derretimiento del hielo antártico formado por agua dulce, lo que impactaría en una desalinización de los mares, que afectaría de manera directa a la fauna marina circundante al continente antártico. La desaparición del kril –alimento de buena parte de las especies de la región– significaría una tragedia para todo el ecosistema antártico y la probable extinción de muchas de ellas, como la ballena franca austral.

El calentamiento global en la Antártida, y la eliminación de glaciares y de la cubierta de hielo que cubre la región también daría como resultado más aumento de temperatura que repercutiría a nivel global. Aquí entra en juego el efecto albedo, la energía procedente del sol en lugar de ser reflejada en su mayoría por lo “blanco” de la Antártida, sería absorbida por la tierra. También ayudaría a incrementar la temperatura la gran actividad volcánica y geológica existente bajo los cuatro kilómetros de hielo. Las emisiones de gases y el vulcanismo se convertirían en factores importantes en ese caso.

La Antártida y las futuras generaciones

La década pasada fue, según datos oficiales, la más cálida de la historia. Los casquetes polares perdieron más de 430 toneladas de hielo desde el año 2006. Y esos fenómenos derivan del comportamiento humano sobre el Planeta en los últimos 200 años. El verdugo de esa situación está por convertirse en la víctima final del proceso.

¿Qué hacer para evitar un final de tragedia? La baja en las emisiones de carbono estimuladas en el Acuerdo de Clima de París firmado en 2016 ayudaría a limitar y ralentizar el proceso de derretimiento y pérdida de hielo en la Antártida. Pero las emisiones aumentan año a año, y a este ritmo, a mediados de siglo el hombre enfrentará dramáticos desafíos para torcer la balanza climática.

Muchos países de los considerados desarrollados se han comprometido a reducir las emisiones de carbono a niveles mínimos para el año 2050, pero muchos de ellos han incumplido las etapas prometidas para alcanzar las metas en ese plazo. (Ver Más Azul n° 6, “Los gobiernos no están cumpliendo”, feb. 20). Un caso flagrante es el de Australia que ya sufre las consecuencias.

Lograr que las generaciones futuras gocen del entono maravilloso de la Antártida se necesitan medidas urgentes de “descarbonización” del Planeta y de encontrar las innovaciones y avances científicos que permitan eliminar las emisiones contaminantes que soporta nuestra atmósfera.

Y una ciudadanía global que se implique en un reclamo creciente a sus gobiernos, no solo de soluciones sino de respuestas a tiempo, para salvar “nuestra casa común”.