La región perdió el 94% de su biodiversidad, la más alta en todo el Planeta

21 sep 2020

América latina muestra los peores estándares mundiales en materia ambiental. En la primera parte de este informe (Ver Mas Azul n° 11, ago 2020) señalábamos que ante los desafíos ambientales, los gobiernos latinoamericanos muestran una desastrosa gestión y que los problemas crónicos de la región (malos gobiernos; corrupción en todos los segmentos del poder –político, económico, judicial, policial–; carencia de infraestructuras; pobreza estructural; expansión social del narcotráfico, carencias sanitarias y educativas, etc.) repercuten en la pésima performance de la región en materia de indicadores ambientales.

Destacábamos además la necesidad de otorgar a las políticas ambientales regionales el carácter de  prioridad estratégica de cara a atender los desafíos del futuro.

La región alberga algunos de los ecosistemas más primitivos, ricos y diversos del mundo. Posee todo tipo de recursos. Desde los que históricamente fueron sus materias primas preferentes (cereales, oro, cobre, petróleo, frutas, azúcar, café) hasta las nuevas riquezas que almacena (gas, litio, soja, niobio, coltán, aguacates, diamantes, etc).

Brasil se ha convertido en el productor de soja, carne, pollo y café más grande del mundo. Argentina produce cereales y leguminosas para más de 300 millones de seres humanos. Juntos lideran el mercado mundial de maíz. Chile y Perú representan el 37,6% del cobre mundial (1° y 2° productor). Argentina, Bolivia y Chile concentran las mayores reservas mundiales de litio. Venezuela es, según la inteligencia de EEUU, el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.

Ello enfrenta a la región con la exigencia de conciliar las demandas de crecimiento con la necesidad de proteger y administrar debidamente sus hábitats y recursos, a fin de alcanzar un desarrollo sostenible y estar en condiciones de hacer frente a amenazas globales, como el cambio climático.

Por el contrario, la región muestra graves cuestiones pendientes en materia ambiental y sus gobiernos –más allá de las declamaciones– mantienen penosos estándares en materia de gestión ambiental.

En la primera parte hemos avanzado en el análisis de áreas como Agua, Deforestación, Basura, Recursos marinos. Veamos los datos en dos nuevas áreas: Biodiversidad y Descarbonización. Y en la tercera parte de este informe repasaremos la situación regional en materia de Desertización; Minería; Migraciones y Salud ambiental.

BIODIVERSIDAD

La diversidad biológica en América Latina y el Caribe sufrió una pérdida histórica en el año 2020. Es lo que revela un estudio del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) publicado este mismo mes (Informe Planeta Vivo 2020 “Revertir la Curva de la pérdida de biodiversidad”), que registró una disminución de 94% en el Índice Planeta Vivo para la región. Se trata de la pérdida de biodiversidad más alta en todo el Planeta.

Es cierto que todas las regiones registraron pérdidas. La Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CDB), salió a recriminar a los países porque no cumplieron con ninguno de los 20 objetivos fijados y solo 6 muy parcialmente. ONU volvió a recordar la urgente necesidad de rediseñar la forma en que producimos, consumimos y comercializamos bienes.

Expertos y científicos de todo el mundo advierten que nos acercamos a una extinción masiva de especies en este siglo, si no abordamos el cambio climático y la sobreexplotación de los recursos naturales del Planeta.

Índice Planeta Vivo por regiones – Imagen: WWF.

Lo acaba de hacer David Attenborough en su nuevo libro, A Life on Our Planet (Una vida en nuestro planeta) y lo reitera con preocupación Elizabeth Kolbert, una de las mayores expertas mundiales en el tema.

El promedio general de pérdida de biodiversidad a nivel mundial ha sido del 68%. Ese número monstruoso en término de reducción especies está impulsado básicamente por el desastre de Latinoamérica. Europa sufrió una pérdida de 24%, América del Norte de 33%,  Asia-Pacífico de 45% y solo África con 65%, se acerca al promedio mundial.

“La alteración de praderas, sabanas, bosques y humedales, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas constituyen las principales amenazas”, señala el informe de WWF. Han sido afectadas unas 21.000 poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios a nivel global pero en América Latina y el Caribe, los grupos más afectados fueron los peces de agua dulce, los anfibios, los reptiles y la cubierta vegetal.

Un ejemplo desolador

El Bañado La Estrella en la cuenca del río Pilcomayo, en la provincia de Formosa es el segundo humedal más grande de Argentina y el tercero de Sudamérica. Normalmente se encuentra desbordado por las inundaciones que se dan por las lluvias en los primeros meses del año y con sequía entre septiembre y diciembre.

A comienzos de este mes de septiembre, los lugareños advirtieron la muerte de cientos de miles de peces en un embalse hídrico por decisión del gobierno provincial de cerrar una de las compuertas de la represa.

La zona vive una sequía extrema, la mayor en los últimos 40 años provocada por la brutal deforestación que se lleva cabo en esa provincia argentina que encabeza desde hace años el ranking de jurisdicciones con mayor eliminación de bosques (Ver Más Azul n°12 “Avanza la deforestación en el Gran Chaco”)

Formosa, gobernada desde hace 35 años por la misma persona –Gildo Insfrán, un caudillo populista de maneras autocráticas y feudales– no ha dejado de deforestar aún durante la pandemia, tal como revelaron las imágenes de la NASA.

El atroz manejo ambiental significó la muerte de cientos de miles de peces en Formosa (Argentina) este mes.

La explicación del subsecretario de Recursos Naturales de esa provincia argentina es un ejemplo claro y desolador de la liviandad con que se enfrenta el drama ambiental en gran parte de América Latina: “cuando se va el agua la gran mayoría de peces que quedaron mueren por el calor o la sequía, pero a su vez esa mortandad es aprovechada por el ecosistema del bañado… Es la muerte que genera vida, aparecen más aves, más mamíferos a nutrirse de esa muerte, pasa año tras año…”.

Luis María de la Cruz, responsable del Sistema de Alerta del Pilcomayo (SAP) del proyecto Gran Chaco PROADAPT (Alianza Trinacional Argentina, Bolivia y Paraguay) explica las causas reales: “La semana pasada el gobierno de la provincia quería derivar agua y debido a eso cerraron la compuerta con tierra. Eso hizo que se juntaran millones de peces. En ese momento, con el calor, la evaporación y la pérdida del flujo se produjo la mortandad”.

“Las autoridades ya habían sido alertadas, pero no escucharon”, aseguró el referente del Sistema de Alerta del Pilcomayo. “Mandaron a un maquinista y lo primero que hizo fue cerrar las compuertas. Están cerradas por falta de mantenimiento. El sistema tiene defectos técnicos que nunca se modificaron; con las crecientes por las lluvias se inunda demasiado arriba o pasa demasiado para abajo. El sistema no funciona. Ahora los niveles de agua son muy bajos… Nos parte el alma ver morir todos esos peces”.

“Lo que está pasando en el Pilcomayo es una situación bastante grave. En su momento, cuando hubo inundaciones, el gobierno provincial salió a dar una declaración de que era cuestión de que el agua bajara, un argumento insostenible”. Pero coherente con la habilidad intelectual de los funcionarios.

Desde ese embalse, con graves deficiencias de mantenimiento se distribuye agua a las localidades de Pozo del Tigre, Estanislao del Campo, Fontana, Palo Santo y Pirané, a través de canales de tierra (sic!!!) que obviamente pierden gran parte de su caudal en el recorrido.

Una muestra flagrante de la gestión ambiental en algunos gobiernos latinoamericanos…

En el resto de América Latina y el Caribe también los peces de agua dulce se han visto afectados por la degradación de la calidad del agua por el uso de agroquímicos y la sobreutilización del recurso, así como por el impacto de obras de infraestructura como represas, canalizaciones y desvíos de ríos.

La vegetación desaparece

Las plantas por su parte, sufren en la región una pérdida al doble de velocidad que los animales vertebrados. “El número de plantas extinguidas documentadas es el doble que la de mamíferos, aves y anfibios juntos”, señala el Informe de WWF. Y la pérdida de biodiversidad se estima que difícilmente se podrá revertir debido al colapso que están sufriendo los polinizadores.

Se presta una mayor atención a la pérdida de biodiversidad de animales pero lo que está ocurriendo con la vegetación es alarmante. El informe alerta sobre la pérdida de vegetación: “El número de plantas extinguidas documentadas es el doble que la de mamíferos, aves y anfibios juntos”.

Para Reynaldo Linares, investigador del Instituto Smithsonian para la Biología de la Conservación, todo está basado en interrelaciones y en el intercambio de materia y energía entre las especies:Si se saca el componente vegetal clave en un ecosistema, todo se cae. La consecuencia última es el colapso”.

“Estamos llegando a un punto de no retorno”, Luis Germán Naranjo (WWF).

“La pérdida de biodiversidad no es una mera cuestión ambiental, sino un auténtico desafío para la economía, el desarrollo y la seguridad global. Se trata de una cuestión de autoprotección”, precisa el nuevo reporte. Y “estamos llegando a un punto de no retorno”, afirma Luis Germán Naranjo, uno de los editores del informe.

DESCARBONIZACION

En Más Azul n°4, (“Descarbonizar América Latina”, enero 2020) planteábamos el largo camino que se debía recorrer para alcanzar esa meta.

Según CEPAL, para que la región cumpla sus metas para el 2030, en un escenario de aumento de la temperatura de 1,5°C, deberá tener una matriz energética del 67% de renovables (emisiones de 0,9 gigatoneladas de CO2 equivalentes) mientras que en un escenario de 2°C, América latina debería lograr que un 55% de su matriz energética se basara en renovables (emisiones de 1,3 gigatoneladas de CO2 equivalentes).

Pero hoy la región solo tiene un 24% de participación de renovables y se percibe una falta de compromiso con la descarbonización, de decisión política e incluso de falta de conocimiento en los estamentos decisores.

Un duro ejemplo de ello es la posición de los últimos gobiernos argentinos (incluido el actual) que siguen impulsando la extracción de combustibles fósiles, tanto en alta mar como en el territorio y haciendo una apuesta estratégica al yacimiento de Vaca Muerta, lo que revela una supina ignorancia acerca del escenario ambiental de la próxima década.

Descarbonizar América Latina reduciría en 1.100 millones de toneladas las emisiones de CO2.

Se requiere que América latina asuma un compromiso con las alternativas que le permitirían ir hacia la descarbonización. Y eso implica la capacidad de generar el cambio estructural de fondo. ‘Descarbonizar’ supone ir mucho más allá de reducir las emisiones de la matriz energética. Como señala PNUMA significa avanzar hacia un cambio radical en nuestra forma de producir, de transportar y de consumir,

Pero ese cambio podría resultar en una extraordinaria oportunidad para la región. Es lo que plantea el informe de PNUMA “Carbono Cero América Latina y el Caribe 2019: la oportunidad, el costo y los beneficios de la descarbonización combinada de los sectores de energía y transporte en América Latina y el Caribe”.

Según ese informe, una apuesta latinoamericana por las energías renovables en electrificación, transporte, usos de suelo e industria que permita alcanzar cero emisiones de CO2 para 2050, no solo contribuiría a mitigar el cambio climático, sino que aportaría al crecimiento económico regional y a la mejora de la salud pública.

América Latina y el Caribe ahorrarían hasta 621.000 millones de dólares anuales, si los sectores de energía y transporte alcanzaran la neutralidad de emisiones para esa fecha. Esos sectores (energía y transporte) representan 66% de las emisiones regionales de dióxido de carbono de origen fósil.

En América latina, la generación de energía, el transporte, los usos del suelo y la industria son responsables del 90% de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI). Si no se toman medidas urgentes, esas emisiones se duplicarán para mediados de siglo, hasta alcanzar los 1.200 millones de toneladas debido a la demanda creciente de electricidad en la región. Las previsiones calculan que la demanda regional de electricidad casi se triplicará para 2050 y que, en consecuencia las emisiones del sector energético aumentarán un 140%.

Crecer generará severos efectos ambientales, a menos que venga acompañado de transformaciones en el pensamiento y en el desarrollo de la sociedad latinoamericana.