El cambio climático pone en peligro al continente blanco

07 oct 2021

Situada casi enteramente al sur del círculo polar antártico y rodeada por el océano que lleva su nombre, la Antártida evoca la imagen de un gigantesco continente completamente blanco con millones de kilómetros de nieve y hielo.

La contemplación de la Antártida es una experiencia mágica y sobrecogedora de la belleza de nuestro Planeta.

Su contemplación es una experiencia mágica y sobrecogedora. Es uno de los más impresionantes e inaccesibles escenarios que quedan en el Planeta. Se trata de un verdadero ‘desierto de hielo’, con escasas precipitaciones (solo 200 mm anuales en la costa y casi nada en su interior) y un ausencia casi absoluta de vegetación (98% cubierta de hielo, de 1,9 km. de espesor en promedio). No solo es el continente más frío, seco y ventoso de la Tierra sino el más alto de todos los continentes. ​

Pero algo está cambiando allí. Debido al aumento de la temperatura global, el continente blanco está sufriendo transformaciones preocupantes.

Derretimiento

Como hemos señalado en Más Azul (Ver n° 13, octubre 2020, “Antártida en problemas”), el derretimiento del hielo en la Antártida se ha acelerado 280% en las últimas cuatro décadas, lo que enciende todas las alarmas. Investigaciones recientes de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW-Australia) consideran que el derretimiento antártico podría acelerarse y su contribución antártica ser hasta diez veces mayor que el pronóstico del IPCC del 2013 que estimaba que el nivel global del mar aumentaría entre 40 cm y 80 cms. durante el próximo siglo, y la Antártida solo contribuiría con alrededor de 5 cms.

Para Chris Turney y Zoë Thomas, coautores del estudio, debe tomarse en cuenta que un aumento de 2°C de las temperaturas oceánicas hace unos 120.000 años provocó el derretimiento de las capas de hielo antárticas y un aumento de varios metros en el nivel medio del mar a escala mundial y que hoy estamos en esa misma dirección. Por lo que se torna imperioso reducir y controlar las emisiones de gases de efecto invernadero que están impulsando el calentamiento actual.

Thomas observa que “a medida que llega al punto de inflexión, solo un pequeño aumento de la temperatura podría provocar un derretimiento abrupto de la capa de hielo y un aumento de varios metros en el nivel global del mar”.

También la NASA advierte que el derretimiento de los glaciares en la Antártida es “irreversible”: “Hemos pasado ya el punto sin retorno y esto tendrá consecuencias mayores para los niveles de los mares en todo el mundo (…) Podría triplicar su contribución al nivel de los océanos”.

Si las emisiones no se reducen lo suficiente como para frenar el cambio climático, las consecuencias del aumento del nivel del mar serían perturbadoras. Los científicos estiman que los océanos aumentarían al menos 2 metros para fines de este siglo. Eso significaría que cientos de millones de personas que viven por debajo de 5 mts. sobre el nivel del mar (e incluso otros 300 millones que viven por encima de esa altura) deberían reubicarse; los primeros porque quedarían bajo el agua y los segundos por estarían expuestos a frecuentes inundaciones costeras.

Una última investigación de comienzos de este año publicada por la revista The Cryosphere destaca que la velocidad a la que el hielo está desapareciendo en todo el Planeta se está acelerando. El estudio dirigido por Thomas Slater, investigador del Centro de Observación Polar y Modelado de la Universidad de Leeds (Reino Unido) revela que la Tierra perdió 28 billones de toneladas de hielo entre 1994 y 2017.

La investigación muestra que en ese período, se ha producido un incremento del 65% de pérdida de hielo, sobre todo en la Antártida y Groenlandia.

AUMENTO DE LA TEMPERATURA

Tal como sucede en el resto del Planeta, en la Antártida se está verificando un dramático incremento de las temperaturas. A mediados de este año, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) confirmó que en febrero de 2020 se registró en el continente antártico una temperatura récord de 18,3°C. El anterior récord estaba en 17,5°C en 2015.

Eric Steig, glaciólogo de la Universidad de Washington, señala que el calentamiento antártico “está siendo especialmente rápido”, algo que refrenda  David Bromwich, climatólogo de la Universidad Estatal de Ohio, que recuerda que la península Antártica se viene calentando fuertemente desde hace décadas.

“Esto no debería ser una sorpresa para nadie”, insiste Steig, (porque) aunque siempre hay variabilidad entre década y década, la tendencia que subyace a lo largo del continente es el calentamiento… lo más probable es que veamos que estos récords son superados una y otra vez”.

Los picos de calor se hicieron presentes en todos los continentes y la Antártida no fue la excepción. Pero el fenómeno que azotó al continente blanco es especialmente alarmante por sus consecuencias globales. Los últimos veranos antárticos baten récords de calor a ritmo acelerado, con picos de calor en torno a los 20°C en febrero 2020 (bases argentinas Marambio 20,7ºC y Esperanza 18,3°C; y base brasileña Islas Seymour 20°C). Eran las temperaturas que en esos días se registraba la ciudad de Los Ángeles (EEUU), según la NASA (Ver Más Azul n° 6, marzo 2020, “Ola de calor en la Antártida 20°C”).

Como informa la OMM, el área donde operan esas estaciones registra un calentamiento global muy acelerado: “Casi 3°C en los últimos 50 años”. Un estudio elaborado por la Universidad de Santiago (Chile) muestra que en 2020, la temperatura en el continente tuvo un alza promedio de un 0,8°C respecto al período de referencia1951-1980, lo que muestra el duro impacto del cambio climático en la Antártida.

CORRIENTES OCEÁNICAS

El cambio climático está calentando el océano Pacífico y cambiando los patrones del viento en la costa de Antártida occidental, haciendo que el agua profunda caliente se acumule sobre la plataforma continental.

Esta agua salada pesada es transportada por una corriente del océano profundo, llamada circulación termohalina del Atlántico, hacia el sur. Esa agua con una temperatura de 1 a 2° sobre el punto de congelación, forma parte de la corriente circumpolar antártica que fluye por debajo de una capa de agua mucho más fría.

“El agua profunda circumpolar antártica –explica David Holland, oceanógrafo de la Universidad de Nueva York es sólo unos cuantos grados más caliente que el agua sobre ella, un grado o dos sobre 0°C, pero eso es suficientemente caliente para derretir este glaciar”.

Holland se refiere al fenómeno del glaciar Thwaites, ubicado en la Antártida, al que se lo conoce como el “glaciar del Juicio Final” por las graves implicancias que podría tener su colapso. Es que el agua caliente transforma el proceso, dicen el científico, “incrementando las tasas de derretimiento hasta cien veces”.

Casi del tamaño de Gran Bretaña, el Thwaites se fragmenta en peligrosos icebergs gigantescos.

En caso de derretirse, comunidades costeras de todo el mundo podrían quedar sumergidas bajo el agua. Desde la década de 1980, se calcula que el Thwaites perdió 595.000 millones de toneladas de hielo, contribuyendo por sí solo, a la subida del nivel del mar en todo el mundo. En las últimas tres décadas, el ritmo de pérdida de hielo del glaciar se aceleró debido a esos ‘ríos de agua marina cálida’ ocultos, que atraviesan su parte inferior.

Mientras el cambio climático calienta el aire y el océano, debe agregarse que el calor de la propia Tierra también puede estar derritiendo a los glaciares de la Antártida un ritmo acelerado, tal como un grupo de expertos lo expone en una publicación de la revista científica Communications Earth & Environment.

Ricarda Dziadek, geofísica del Instituto Alfred Wegener (AWI) de Investigación Polar y Marina de Alemania, autora principal de la investigación, descubrió junto a su equipo, que la corteza occidental de la Antártida es mucho más delgada que la oriental (entre 17 y 25 kms. contra 40 kms. de la zona oriental). Esta situación expone a Thwaites a una cantidad de calor geotérmico mucho más elevada que la que soportan los glaciares del otro lado del continente blanco.

“Nuestras mediciones demuestran que, donde la corteza terrestre sólo tiene entre 17 y 25 kilómetros de espesor, puede producirse un flujo de calor geotérmico de hasta de hasta 150 milivatios por metro cuadrado bajo el glaciar Thwaites”, indicó la científica.

El glaciar se está derritiendo rápido, ‘carcomido’ por debajo por el agua marina caliente, que proviene del otro lado del mundo. A medida que se derrite la fachada del glaciar, el peso de la enorme reserva de hielo se inclina hacia adelante y amenaza con quebrarse. En la actualidad, la capa de hielo está colapsando en varios lugares, provocando el desprendimiento de numerosos icebergs.

Si el Thwaites colapsara sería una catástrofe global de consecuencias impredecibles. Y su derretimiento paulatino también provocaría graves alteraciones con un aumento en el nivel del mar y de las tormentas. Un incremento de 50 cms. en el nivel del mar significaría que la tormenta que ocurría cada 1.000 años  sucederá cada 100 años. Pero si fuera de 1 metro, la tormenta se produciría cada 10 años.

APARICION DE VEGETACION

Uno de los últimos fenómenos que afectan a la Antártida es el crecimiento de vegetación en el suelo. Lo que antes era hielo, deja expuesto el suelo donde empiezan a aparecer manchones de verde, lo que está relacionado con el aumento de las temperaturas.

El calentamiento global está provocando modificaciones en la temperatura del agua profunda circumpolar, que acelera el deshielo de los glaciares y posibilita la aparición de vegetación.

Como hemos señalado, la primera gran ola de calor que experimentó la Antártida Oriental en enero-febrero 2020 –llegando a tener temperaturas de casi 7°C por encima de la media– está transformando el paisaje blanco con la aparición y expansión de diversas especies vegetales.

En el marco de ese fenómeno, preocupa especialmente a los científicos el creciente florecimiento de algas microscópicas que se están reproduciendo tan masivamente que sus colonias con su vibrante coloración verde, pueden verse desde el espacio. Así lo revelan el British Antartic Survey y la Universidad de Cambridge, en un artículo publicado en Biological Reviews.

 

La invasión de algas microscópicas en Antártida, con su vibrante color verde, ya puede verse desde el espacio.

Si las alteraciones del clima continúan en la actual dirección, las áreas libres de hielo en las costas se multiplicaran, permitiendo la expansión acelerada de algas, musgos, así como de animales provenientes de regiones menos frías con un impacto imprevisible sobre un ecosistema como el antártico, especialmente frágil.

A los expertos les preocupa muy especialmente la acelerada pérdida de hielo, debido a que al haber menos nieve que refleje la radiación solar, el calentamiento global se acelera, contribuyendo a agravar la ya compleja situación planetaria actual. Además el reflejo de los rayos del sol hacia el espacio se ven opacados por la presencia de las algas. Debido a su color intenso pero oscuro, éstas absorben mayor grado de energía, calientan la superficie y promueven un mayor derretimiento de hielo.

NUESTRO PROBLEMA

Aunque no pasa semana en la que algún miembro de la comunidad científica nos sorprende con nuevos  descubrimientos sobre la gravedad del cambio climático y comenzamos a verificar sus consecuencias, todavía hay quienes consideran que el deshielo de la Antártida o de los glaciares son temas muy alejados de su realidad cotidiana y que no son su problema.

Temible y patética conclusión porque sus efectos están vinculados a riadas en España, inundaciones en Alemania y Bélgica, olas de calor en California, tifones en China, tormentas devastadoras en América Central y carencia de agua en África.

Las consecuencias de lo que sucede en el clima del Planeta, sea Groenlandia, Antártida o las profundidades del océano o de la selva amazónica, repercuten en el resto del mundo. El impacto del derretimiento antártico genera elevación del nivel del mar y millones de personas lo padecerán. Pero también lo sufrirá la economía y la producción global.

El calentamiento global y la pandemia nos enseñan que compartimos una “casa común”. Nuestra supervivencia depende de lo que hagamos de ella. Lo que suceda es “nuestro problema”. Durante demasiado tiempo, desde muchos de los centros desarrollados del mundo, el agua y la carencia de alimentos era un problema de africanos, como las sequías, inundaciones e incendios forestales eran acontecimientos de asiáticos o latinoamericanos. Siempre problemas de “pobres”, de los que muchos creían estar a salvo. Las alteraciones climáticas empiezan a despertar algunas conciencias dormidas que creían que la tragedia no golpearía nunca sus puertas.