La pandemia es un llamado de atención

MAY 2020

El pasado 3 de abril, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) lanzó un mensaje aleccionador: la pandemia es un llamado de atención. Así lo expresó la danesa Inger Andersen, Directora Ejecutiva del Programa: “la naturaleza nos está enviando un mensaje”. Su destrucción está amenazando nuestra propia supervivencia.

Según la Organización Mundial del Salud (OMS) el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes, surgidas en los últimos 40 años, provienen de la vida silvestre.  Tienen su origen en animales, y están en un aumento sorprendente: en promedio una nueva enfermedad infecciosa surge en los humanos cada 4 meses.

Detrás del origen y expansión del Covid-19 está la destrucción de hábitats naturales por actividades humanas.

La mayor parte de los patógenos que infectan personas son zoonóticos, es decir, pasan animales a seres humanos. De los 1415 patógenos humanos conocidos en el mundo, el 61% son zoonóticos. Es el caso del virus SARS-CoV-2  o del ébola.

La OMS insiste en advertir que el deterioro del medio ambiente es responsable de una cuarta parte de las muertes en el mundo. Las enfermedades infecciosas son un problema ambiental. La agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EEUU, conocida como CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) estima que tres cuartas partes de las enfermedades nuevas o emergentes que infectan a los humanos (ébola, dengue, zika, fiebre amarilla, etc) se originan en la vida silvestre.

La desaparición de ecosistemas a gran escala y la consiguiente eliminación de cientos de miles de especies, sumado a una deforestación permanente y al tráfico global de animales silvestres son la causa de la extraordinaria multiplicación de infecciones en la población mundial.

Detrás del origen y la expansión de esas enfermedades, algunas del alcance de la actual pandemia de Covid-19, está la destrucción de hábitats naturales por actividades humanas, que están causando una masiva extinción de especies.

Lo habíamos alertado en un artículo del pasado mes de octubre (Ver “Más verde: Más Azul, n° 1, oct, 2019). De acuerdo con los científicos, la extinción de plantas está ocurriendo más rápido que la tasa de extinción natural –el ritmo normal de desaparición en la Tierra previo a la intervención humana.

Allí destacábamos un preocupante estudio sobre la flora global de la Universidad de Estocolmo y el Royal Botanic Gardens, que estimó que el duro impacto sobre el medioambiente que provocó la Revolución Industrial, provocó un número de extinciones 500 veces mayor que en períodos anteriores, lo que significa más del doble que la de aves, mamíferos y anfibios combinados.

Para la Dra. Aelys M Humphreys, bióloga evolucionista de la Universidad de Estocolmo que lideró el estudio “con este estudio es la primera vez que tenemos una visión general… de lo tan rápido que está sucediendo esto”.

El estudio señalaba que el ritmo de extinción era mayor que en cualquier tiempo pasado y destacaba como factores de destrucción del hábitat, acciones humanas como la deforestación, tala masiva, introducción de especies ganaderas y avance de la agricultura.

Lo mismo sucede con los animales. El último informe del Panel Intergubernamental sobre Diversidad Biológica de la ONU (IPBES) advirtió en mayo pasado un millón de especies afrontan el peligro de desaparecer, en extinción masiva que avanza a una velocidad no vista en 10 millones de años, “consecuencia directa de la actividad humana”.

Un 75% de la superficie terrestre se ha visto ya alterada por esas actividades. El ritmo de deforestación planetaria ronda los 20 millones de hectáreas anuales. Se calcula que la extensión mundial de los humedales disminuyó entre un 64 y 71% en el siglo XX y que hoy se acerca al 85%. Los océanos ahogados en basura y saqueados por la sobrepesca, dan muestras de desequilibrios severos.

El deterioro y desaparición de los humedales alcanza al 85%.

Toda esa alteración comienza a pasarnos factura. La devastación de la naturaleza ha comprometido la biodiversidad y ello impacta en la salud humana.

Muchas enfermedades graves pertenecen a la categoría de zoonosis. Pueden ser víricas, bacterianas fúngicas, priónicas o parasitarias. Entre las víricas están la encefalitis japonesa, el ébola, la fiebre amarilla, la gripe aviar (SARS), el hantavirus, el mal de los rastrojos, la rabia, el zika, el Mers-Cov y desde luego, el  Covid-19, entre muchas otras.

Algunas de las epidemias más graves de los últimos años provienen del deterioro de los hábitats naturales, lo que favorece la zoonosis, es decir, el traspaso de agentes infecciosos de una especie animal a otra, incluidos los humanos.  

La alteración de los ecosistemas exacerba las enfermedades infecciosas. Cada vez que el hombre avanza sobre los bosques tropicales para “liberar” tierras para la agro-ganadería, está “liberando” también virus desconocidos y potencialmente nuevos, de sus anfitriones naturales, que pueden pasar a los humanos.

Estudios realizados sobre la deforestación del Amazonas mostraron que un incremento del 4% de deforestación aumentó la incidencia de la malaria en casi un 50%, ya que los mosquitos transmisores de la enfermedad prosperan en áreas recientemente deforestadas.

En áreas deforestadas de Indonesia, uno de los países que perdió más bosques tropicales a manos del  cultivo de palma, la entrada en contacto de trabajadores con especies que funcionaban como reservorio de un patógeno (como murciélagos o primates) permitió que la llamada malaria de los macacos pasara a los humanos.

La destrucción de su hábitat permitió que la llamada malaria de los macacos pasara a los humanos.

Otro ejemplo del impacto del calentamiento global es de la gripe. Debido a inviernos menos intensos, permite que el virus se mantenga está activo durante un período más largo, incluso todo el año en las regiones más cálidas.

La crisis climática está acelerando los patrones de transmisión de enfermedades infecciosas, en tanto deteriora por ejemplo, el acceso de las personas al agua potable, en especial en las comunidades más vulnerables. Asimismo, la OMS considera  que un aumento de 2 a 3°C de la temperatura global provocaría un incremento del riesgo de contraer malaria. 

Es que, cuando se destruye un ecosistema se rompen una serie de equilibrios que actúan para contener los agentes infecciosos. Los investigadores han observado que aquellas especies que actúan como ‘depósitos de virus’ tienden a sobrevivir a cierta pérdida de biodiversidad, tienen un ciclo vital acelerado, se multiplican más rápido y soportan las perturbaciones.

Mientras que los ‘depredadores’ que controlan aquellas poblaciones que albergan y transmiten el patógeno y limitan su circulación, impidiendo la expansión de las variedades víricas, son animales más especializados, que tienen un ciclo de vida más lento y tienden a desaparecen en hábitats perturbados por la acción humana.

La destrucción de los hábitats y por consiguiente de los depredadores permite que las especies ‘depositarias’ se multipliquen y, con ellos, los patógenos que albergan.

Para Luis Suárez, director de Conservación de WWF: “Esta crisis sanitaria (el Covid-19) está muy relacionada con la destrucción de la naturaleza. La pérdida de naturaleza facilita la proliferación de los patógenos”.

Los ecosistemas saludables son los que nos ayudarán a protegernos de las enfermedades. Para prevenir futuras pandemias debemos terminar con la demencial destrucción de la naturaleza. La diversidad de especies hace más difícil la propagación de patógenos.

Tenemos que poner freno al cambio climático y la pérdida de biodiversidad. No podemos seguir haciendo las cosas como siempre. Ahora debemos trabajar con la naturaleza, no en contra de ella. Si fallamos le fallaremos a toda la humanidad.

Inger Andersen, Directora del PNUMA: “la naturaleza nos está enviando un mensaje”.

Como plantea Inger Andersen: “Si no cuidamos la naturaleza, no podemos cuidar de nosotros mismos. A medida que crece la población mundial y nos acercamos al umbral de los 10.000 millones de personas, tenemos que prepararnos para llegar al futuro con la naturaleza como nuestro aliado más fuerte.