Un antiguo sistema japonés del siglo XIV lo permite

14 sep 2020

Los bosques constituyen uno de los ecosistemas más valiosos del Planeta. Juegan un papel fundamental en la regulación climática, en el mantenimiento de las fuentes de agua, en la conservación de los suelos y alojan más del 60% de la biodiversidad de la Tierra.

La extracción de madera de los bosques nativos constituye un atentado ambiental.

Según Naciones Unidas, unos 1.300 millones de personas (un sexto de la población global) depende de los bosques para obtener sus ingresos y medios de vida. El sector maderero formal aporta 600.000 millones de dólares a la economía global y, junto con las actividades informales, emplea a unos 54 millones de personas.

Pero el consumo mundial de madera es monstruoso. Se estima que, actualmente la producción mundial de la industria forestal llega a los 300.000 millones de dólares y es creciente. En 2019 implicó 4.909 millones de metros cúbicos (madera en rollo 3.971 millón m³; madera aserrada 493 millón m³; tableros a base de madera 408  millón m³ y pellets 37 m³) más 838 millones de toneladas (pulpa de madera 188  m.tns; papel recuperado 229 m.tns; papel y cartón 409  m.tns; 12 pulpa de otras fibras 12 m.tns).

La superficie boscosa mundial comprende 3.000 millones de hectáreas de bosques naturales (60% de bosques de latifoliadas que se encuentran mayoritariamente en el hemisferio sur, en zonas tropicales y subtropicales de Sudamérica, África y el sur de Asia, y el 40% restante de los recursos forestales naturales del planeta son bosques de coníferas, concentrados en el hemisferio norte, en especial en Siberia, Escandinavia y América del Norte).

Las plantaciones artificiales en cambio, solo ocupan un área cercana a 170 millones de hectáreas, siendo la superficie productiva aún menor, lo que demuestra que el grueso de la producción mundial avanza sobre bosques naturales. El abastecimiento internacional de madera depende en un 90% de los bosques nativos.

Preocupada tan solo por su propia voracidad y la obtención rápida de beneficios, la industria maderera omite, en su mayoría, las enormes ventajas productivas que presentan las plantaciones sobre los bosques naturales: rapidez de crecimiento; silvicultura conocida; mayor posibilidad de planificar las labores de producción; mayor homogeneidad de la materia prima; alta concentración de volumen por unidad de superficie y menores impactos ambientales.

Ello ha derivado en que selvas y bosques –posiblemente el patrimonio natural más importante– sean hoy de los más depredados y amenazados por la actividad humana.

madera sin talar árboles

Una de las exigencias de nuestro tiempo, si queremos alcanzar las metas del Acuerdo de París y evitar el colapso del clima y sus devastadoras consecuencias, es que –con la mayor urgencia– en cada sector industrial encontremos el camino para producir con menos uso de recursos naturales y una drástica reducción de la huella de carbono.

En el caso del sector maderero se trata de lograr una silvicultura sostenible y Daisugi puede ser un buen ejemplo de lo que es posible alcanzar con criterios de innovación aplicados al cuidado ambiental.

El daisugi japonés permite producir madera sin talar árboles @wrathofgnon / Twitter.

Se trata de una técnica forestal japonesa del siglo XIV en la que los árboles de cedro especialmente plantados para este fin, se podan como un bonsái gigante. Aunque su técnica tiene similitudes con ese arte tradicional, el resultado que es muy diferente

Este antiguo sistema de poda japonés permite conseguir madera sin talar los árboles. La sorprendente técnica de poda permite que se produzcan nuevos “brotes” que se convierten en madera perfectamente uniforme, recta y absolutamente completamente libre de nudos.

Fue originalmente inventada por los pobladores de Kitayama, un pequeño pueblo del centro sur de Japón, para resolver el problema de la escasez de territorio plano en la región, donde plantar árboles en las laderas empinadas era extremadamente difícil.

Los brotes se podan a mano de forma cuidadosa cada dos años, dejando solo las ramas superiores, lo que les permite crecer rectas. La cosecha lleva 20 años y los «árboles madre», pueden desarrollar hasta cien brotes a la vez. Esas ‘ramas’, que en realidad parecen nuevos árboles, son tan altas que dan la impresión de formar un bosque sobre el mismo bosque.

Esta técnica ha sido utilizada en un tipo de cedro japonés (sugi), una especie de secuoya local. Su uso fue impulsado por la demanda de una arquitectura (Sukiya-zukuri) de viviendas que estaba de moda en el siglo XIV, de líneas muy rectas y estilizadas.

La carencia de madera suficiente para construir estas casas obligó a buscar una solución inteligente, aplicando técnicas de bonsai en grandes árboles, que permitiera disponer de madera de una forma sostenible sin tener que replantar lo que era imposible por las características del territorio.

La carencia de madera obligó a una solución inteligente, aplicando técnicas de bonsai en grandes árboles.

El resultado ha sido asombroso: la madera producida con el método daisugi es un 140% más flexible que el cedro estándar y un 200% más densa  y resistente, lo resultaba óptima para vigas, techos y todo tipo de construcción.

La concentración de “brotes” en el daisugi permite reducir el número de plantaciones, acelerar el ritmo  de cosecha y producir madera con mayor densidad.

En algunas zonas de Japón aún se pueden encontrar árboles Daisugi abandonados tras haber estado produciendo madera durante dos o tres siglos, sin talar el árbol original. Y algunos de ellos con diámetros de hasta 15 metros.

El daisugi ha declinado ante el descenso de la demanda de madera para la construcción moderna pero sigue siendo muy popular todavía en la construcción tradicional y en la ornamentación de los bellísimos  jardines japoneses.

PROS Y CONTRAS DEL USO DE LA MADERA

El uso de la madera es ambientalmente más conveniente en relación al acero, el aluminio, el hormigón e incluso los ladrillos y otros materiales de construcción, dado que requiere un menor gasto energético para su producción.

Además es natural, biodegradable, reciclable, aislante y no es tóxica. Pocos saben que la madera tiene una relación resistencia-peso más favorable que el acero, y mucho mayor que el hormigón. Uno de los cuestionamientos más frecuentes que soporta está vinculado a su durabilidad, lo cual no se corresponde con la realidad. Ha sido uno de los materiales para construir viviendas en altura que han durado siglos. Su envejecimiento prematuro depende de deficiencias en el momento de su corte, su curación y el tipo de madera utilizado, pero su dureza y resistencia son enormes.

Los bosques por otra parte, son capaces de proveer grandes cantidades de biomasa, considerada carbono neutral, otorgando una opción más al necesario y urgente reemplazo de los combustibles fósiles.

Pero todos esos beneficios que los bosques pueden proveer, solo lo harán bajo un manejo forestal sostenible. Los ecosistemas forestales son frágiles y vulnerables a las variaciones climáticas, ya que  temperaturas y precipitaciones gobiernan su distribución geográfica, su composición y diversidad, su tamaño y su productividad e incluso, su propia existencia.

Por tanto, se hace imprescindible la recuperación y el manejo sostenible de los bosques nativos, la recuperación de los suelos que han perdido su cubierta forestal, el incremento de nuevas plantaciones forestales, la protección de cauces y cuencas y una mejor regulación tanto de la eficiencia de la industria forestal –sobre todo, en la transformación secundaria de la madera– como en el desarrollo de energía basada en biomasa forestal.

Además de capturar dióxido de carbono, uno de los principales gases causantes del efecto invernadero (GEI), la madera es un recurso renovable y su aprovechamiento racional permite que el bosque se regenere y aumente su extensión.

En comparación a otros materiales o minerales, cuya extracción de la naturaleza origina la destrucción de un ecosistema y su agotamiento, la madera permite –si su aprovechamiento es sostenible– el crecimiento de nuevos ejemplares en el espacio dejado por los ya utilizados.

La deforestación y degradación de los bosques generan emisiones de GEI provocadas por el cambio de uso del suelo, la tala de árboles, la utilización de fuego para avanzar sobre tierras forestales, el uso de maquinaria en base a combustibles fósiles, los incendios forestales y la ocupación de tierras para actividades agrícolas y ganaderas.

Estimaciones del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático señalan que la deforestación contribuye con un 15% a 20% de las emisiones globales de GEI. Por tanto, ambientalmente es criminal consumir madera de un bosque primario.

En América del Sur se deforestan más de 4 millones de hectáreas por año, una tendencia que resulta difícil de revertir ya que la mayoría de sus países carece de voluntad, instituciones y capacidades suficientes para hacerlo. Las causas de la deforestación están determinadas por la expansión de la frontera agrícola-ganadera, la extracción irracional y muchas veces ilegal de madera y la construcción de infraestructuras.

Se hace necesario que el empleo de la madera provenga de plantaciones bien administradas y donde la empresa procesadora siga las prácticas de una silvicultura responsable, como recomienda la FAO. El uso de madera proveniente de bosques bien gestionados contribuye a la regeneración de la biodiversidad y al desarrollo de las comunidades vinculadas.

Ante un mundo que ve con alarma las consecuencias catastróficas del cambio climático y que reconoce que buena parte de esas consecuencias se deben al irracional proceso de deforestación que ha sufrido el Planeta, avanzar hacia sistemas innovadores de obtención de madera sin talar árboles, como fue el daisugi, pareciera un buen ejemplo a imitar.

La protección de nuestros bosques de la tala irracional e ilegal es un imperativo ambiental.