El 22 de abril se celebró un nuevo Día de la Tierra. Para esta tercera entrega de la serie “Los más bellos bosques del Planeta” –una propuesta de Más Azul para adentrarnos en algunos de los fascinantes bosques que alberga “nuestra maravillosa casa común” – rescatamos un mensaje, entre los miles que circularon por las redes sociales a propósito de esa celebración.
Decía: “La Tierra tiene 4,6 billones de años. Si lo escalamos a 46 años, los humanos hemos estado aquí 4 horas. La Revolución Industrial empezó hace un minuto…y en ese tiempo hemos arrasado la mitad de los bosques del Planeta”.
Es un valioso y contundente pedido para que cuidemos nuestros bosques. Pero formulado desde lo que hemos hecho en el pasado y aún estamos haciendo. En Más Azul queremos ser propositivos. Creemos que son tiempos para reconstruir, para escapar de los catastrofismos, para sembrar la esperanza.
Un viejo maestro de la tribu wichi enseñaba que “los pájaros del bosque no cantan al amanecer. Cantan para que amanezca”.
Se trata de cantar con ellos para que amanezca un nuevo tiempo, hecho desde nuestras acciones pero mirando hacia el futuro. Busquemos en la ciencia y en la sabiduría, los apoyos para dar sustento a nuestra acción y pongámonos en camino.
Los bosques fueron y serán el más potente vínculo de los hombres con la naturaleza, verdaderos “santuarios”, donde recuperar una relación armónica con nuestro entorno.
El recorrido que les proponemos por los más bellos bosques del Planeta tiene ese objetivo: llevarnos mágicamente al lugar del que nunca debimos irnos, al sitio desde donde cantar para que amanezca…
La Reserva Natural de Maolan se encuentra el sureste de la comarca de Libo, en la provincia de Guizhou. La reserva ocupa una superficie de 21.100 hectáreas cuya foresta cubre el 88% del territorio.
El área se hizo famosa en 1975 por el descubrimiento de bosques kársticos con una vegetación única en China y en el mundo entero. Debido a su relevancia, Unesco lo incluyó como Patrimonio Mundial en 2007, junto a las áreas de Shilin (Yunnan) y Wulong (Chongqing), bajo el nombre de los “karst de China Meridional”. Posteriormente, en 2014, sumó a Guilin y Huanjiang (Guangxi), Shibing (Guizhou) y los montes Jinfo (Chongqing).
Hace millones de años, el sur de China era un océano que albergaba una gran cantidad de criaturas marinas. El grueso estrato de carbonato que se depositó en el fondo del océano, se elevó más tarde siguiendo de los movimientos de la corteza, lo que resultó en la formación de tierra. Este proceso, aunado a clima cálido y húmedo provocó una reacción química en las rocas de carbonato, cuyo resultado son los maravillosos paisajes que vemos hoy.
De clima subtropical, monzones estacionales y alta humedad, la Reserva concita un paisaje de abundante agua superficial y subterránea, creando un paisaje atractivo de innumerables arroyos, lagos y ríos.
La geomorfología kárstica y los inmensos bosques se combinan para formar magníficos paisajes de verdes montañas, aguas claras y bosques subtropicales, que dan lugar a una gran variedad de hábitats silvestres.
Se han registrado más de 1.000 plantas florecientes, 59 mamíferos, 103 especies de aves, 40 reptiles, 20 anfibios y 300 especies de insectos. Más de 700 de sus especies son utilizadas en la medicina tradicional.
Dentro de la reserva de biosfera de Maolan hay 13 aldeas con más de 800 familias pertenecientes a seis grupos étnicos: Shui, Buyi, Yao, Miao, Han y Zhuang.
El bosque kárstico es el único que ha sobrevivido en Asia Central. El bosque y las formaciones kársticas crean un ecosistema de gran valor científico. Constituyen un museo al natural de formaciones tan fascinante para la investigación científica, como para la contemplación del paisaje.
El flujo de agua superficial talló surcos en las rocas y estos surcos se hicieron más profundos con el paso del tiempo, por lo que las secciones intermedias sobresalen como majestuosas columnas, de 30 a 40 metros de altura. Estas columnas a menudo aparecen en grandes cantidades y, por lo tanto, son conocidas como “bosques de piedra”.
Lejos de la aridez de muchas otras zonas kársticas, la de Maolan integra bosques, colinas, aguas, grutas subterráneas y árboles que brindan un panorama maravilloso. Se trata de un lugar único en el mundo que convoca a la paz interior y el más profundo contacto con la naturaleza.
La visita a las majestuosas Cataratas del Iguazú es un viaje imperdible. Se encuentran en un área de preservación de la naturaleza de 67.720 has. en el extremo norte de la provincia de Misiones, en Argentina. El Parque Nacional Iguazú alberga un colosal sistema de 275 saltos de agua en plena selva paranaense, ubicados a 17 kms. de la desembocadura del río Iguazú, en aguas del río Paraná, en un punto en el que confluyen las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay. Dos tercios de las Cataratas del Iguazú están en el lado argentino.
Resultado de una erupción volcánica, las cataratas ocupan un frente panorámico de 2,7 kms. con alturas que van desde los 60 a los 82 metros, con un gigantesco caudal de agua de 1.800 m³/s, que genera un sonido mágico y una bruma refrescante en medio de su clima tropical.
Gran parte de ese caudal cae en la llamada “Garganta del Diablo”, un largo abismo en forma de ‘U’, de 82 mts.de altura, 150 metros de ancho y 700 metros de profundidad.
La majestuosidad del Parque no concluye en las Cataratas. La fauna y flora del lugar es de una biodiversidad fascinante. Mientras sobrevuelan los vencejos de cascada –símbolo del Parque– que atraviesan jugando entre las columnas de agua de las cataratas, puede oírse el tableteo que emiten los picos del tucán grande, una de las cinco especies de tucanes del Iguazú.
Las caminatas por la selva van a ser acompañadas por huidizos coatíes y asombrosas colonias de mariposas de los más diversos tamaños y colores. En las áreas del Parque no accesibles a los visitantes se refugian varias especies amenazadas de extinción como el yaguareté o jaguar, el tapir, el ocelote, las tiricas, el oso hormiguero, el yacaré overo, o pavas de monte como la yacutinga, entre otras.
La flora arbórea del Parque Nacional Iguazú tiene más de 90 especies, entre los que sobresalen el lapacho negro, que a fines del invierno y antes de echar hojas se cubre completamente de flores rosadas; el lapacho amarillo, el ibirá pytá, de flores amarillas y una especie selvática de ceibo con flores de color rojo-anaranjado.
En algunos sectores de este Parque Nacional se desarrolla una flora muy especial: la selva de palmito y palo rosa. Este último es un árbol que puede sobrepasar los 40 metros de altura y tiene tronco recto de hasta 2 metros de diámetro. A su sombra y a la de otros grandes árboles, crecen los palmitos, palmeras pequeñas y elegantes, cuyos troncos terminan en un cogollo comestible, altamente codiciado, cuya extracción causa la muerte de la planta.
Se trata de un espectacular bosque de 6.000 kms2, cubierto de lagos, fauna y una vegetación maravillosa. Se trata de uno de los rincones más fabulosos de Europa, un lugar de ensueño. Los romanos la bautizaron como “selva negra” por lo cerrado de sus florestas. El nombre no condice con la enorme variedad de colores que ofrece: desde el verde intenso de sus veranos, el ocre y oro de sus otoños y el blanco resplandeciente de sus inviernos.
Sus abetales se extienden desde Friburgo a Basilea y ofrecen innumerables senderos para hacer caminatas inolvidables por una naturaleza casi intacta. Internándose hacia el sur se puede llegar hasta el lago Titisee, la joya lacustre de la Selva Negra o tomar rumbo hacia el monte Feldberg, el pico más alto de la región.
Aquí nació el senderismo, el concepto de Wandern o ‘caminata de placer’, cuando en 1864 se fundó el Schwarwaldverein (Club de la Selva Negra), el club de montañismo más antiguo de Alemania. Las posibles caminatas son infinitas. Hay 23.000 kms. de senderos en la Selva Negra. Pero de todas las que se aventuran en los reductos más salvajes, el Westweg (Camino occidental) es la más exigente pero inigualable en su belleza. La senda lleva a apartados miradores y cascadas, aldeas de entramado de madera, lagos, glaciares y cumbres que se asoman a los lejanos Alpes y a lo más profundo de esos bosques inaccesibles que parecen de cuento.
El Parque Nacional Kahuzi-Biega está situado en el este de la República Democrática del Congo, 50 kms al oeste de Bukavu, en la provincia de Kivu del Sur, cerca de la frontera con Ruanda. Creado en 1970, diez años más tarde fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Tiene una superficie de 6.000 km² y ocupa una vasta extensión de bosque tropical primario, dominada por la cima de dos majestuosos volcanes extintos: el Kahuzi (3.308 m. el pico más alto de la región) y el Biega (2.790 m), que le dan su nombre. Es una zona de bosque tropical con dos zonas diferenciadas: una alta cadena de montañas y otra zona de colinas bajas (entre 700 y 1.700 mts.) próximas al monte Kamami.
Su enorme valor reside en una abundante y variada fauna: desde chimpancés, Cercopiteco, Colobos, elefantes de bosque, búfalos cafre, hilóqueros o jabalies gigantes y bellísimas aves como las suimangas de Rockefeller, eurilaimos y zarzaleros.
Pero la joya del parque es que alberga una de las últimas poblaciones de gorilas de las montañas o gorilas de las planicies orientales, que viven a una altitud de 2.100 a 2.400 metros sobre el nivel del mar.
Se trata de una de las últimas poblaciones de la especie. Antes de las guerras que asolaron esta región de África desde los años 1990, quedaban unos seiscientos gorilas y hoy se calcula que apenas superan los cien ejemplares.
La guerra, la quema indiscriminada y la caza furtiva han provocado que el parque fuera incluido en 1997 en la lista del Patrimonio de la Humanidad en peligro. En los últimos años, los yacimientos de oro, casiterita y coltan, existentes en el Parque han provocado una invasión de mineros y grupos armados que extraen de allí el 15 % de la producción mundial de estos minerales utilizados en la fabricación de ordenadores y teléfonos móviles.
La población originaria batwa que vivía en el Parque y hacía un uso sostenible de los recursos del bosque, fue expulsada por esos grupos. El resultado de la presencia de militares, grupos armados y mineros para la extracción incontrolada de coltan ha significado un enorme daño ambiental, tanto para la población de gorilas como para la de elefantes, que prácticamente han desaparecido.
Aunque la inestabilidad de la región hace peligrosas las visitas al Parque, decidimos incluirlo para dar visibilidad a uno de los bosques más hermosos y diversos del Planeta y cuyo futuro está en riesgo.
De todos los bosques de kauri de Nueva Zelanda, ninguno es tan famoso como el bosque Waipoua, ubicado en la costa oeste, al norte de Dargaville. Waipoua es la extensión de bosque nativo más amplia de Northland, un antiguo mundo de árboles inmensos y aves exóticas.
El camino que atraviesa el bosque es inolvidable, gracias a las entradas naturales creadas por gigantescos árboles kauri y coloridos helechos que lo bordean. En este bosque, se encuentra Tane Mahuta, el kauri más grande del país, que tiene aproximadamente 2.000 años y sigue creciendo. Tiene cerca de 18 metros hasta la primera rama y 4,4 metros de diámetro, lo que le ha valido el nombre de “El Señor del Bosque”. Otro árbol notable de Waipoua es Te Matua Ngahere, el “Padre del Bosque”, cuya antigüedad se estima entre 2.500 y 3.000 años.
Los senderos de excursionismo más largos permiten aventurarse hasta la alta meseta y las montañas. Hay también tours crepusculares con guía maorí, para visitar los monumentales kauri Tane Mahuta y Te Matua Ngahere, mientras explica sobre la flora y fauna nativas, narra fascinantes leyendas sobre el bosque y canta alguna hermosas canción de su pueblo, que transmite la conexión espiritual de los maoríes con la naturaleza.