Tres innovadores trabajan por una moda más sostenible

may 2020

Danu Bianchi

La industria de la moda está asociada al glamour y a la renovación permanente de tendencias. Pero pocos saben que confeccionar unos jeans requiere unos 7.500 litros de agua, es decir lo que bebe una persona en siete años. Según UNCTAD, el sector textil  utiliza cada año 93.000 millones m3 de agua, un volumen que permitiría satisfacer las necesidades de cinco millones de personas, y medio millón de toneladas de microfibra, que desecha, terminan en el mar.

El costo de estar siempre a la moda es mucho más caro que el precio monetario que pagamos: la producción de ropa produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, con graves consecuencias sobre el calentamiento global. Y UNCTAD la considera la segunda industria más contaminante del mundo: responsable del 10% de las emisiones de CO2 al ambiente y del 20% de vertidos tóxicos a las aguas de todo el planeta.

La renovación permanente y la llamada “moda rápida”, definen el modelo dominante. Se ofrece a los consumidores cambios constantes de colecciones con ofertas que alientan a comprar y desechar ropa de manera frecuente. Como consecuencia, la industria es el tercer mayor sector manufacturero del planeta.

Actualmente, se producen alrededor de 150.000 millones de prendas anuales en todo el mundo y se prevé que irá en aumento en los próximos años. Es cierto que genera puestos de trabajo y crecimiento económico, pero el impacto social y medioambiental es gravísimo. No hay recursos naturales para sostener semejante producción sin generar deterioros profundos en los ecosistemas.

Un cambio de rumbo

Se hace necesario por tanto, garantizar que la ropa se fabrique de la manera más sostenible y ética posible. En las últimas décadas, estamos asistiendo a una transformación profunda del sector. La tendencia ecofashion busca generar una industria res­ponsable con el medio ambiente y la sociedad.

Productores y consumidores de moda son cada día más conscientes de que la industria necesita cambiar y surgen compañías y emprendedores que integran los principios de sustentabilidad a sus estrategias de negocios.

Al fenómeno se suman diseñadores más pequeños que buscan cambiar la industria del vestido hacia desarrollos más sostenibles. Y en muchos casos recuperando técnicas y diseños de sus comunidades de origen.

Es el caso de varios jóvenes innovadores que diseñan y producen pensando en el respeto a la salud de las personas y al medio ambiente, a lo que suman ‘moda ética’, es decir que fabrican respetando el trabajo y la dignidad humana de quienes participan en el proceso de producción y distribución.

Jardín Estampas

Se trata de un desarrollo iniciado en 2014 por Eugenia Zoia. El proyecto se inspira en el trabajo de las culturas originarias de Sudamérica, que han creado y profundizado el mundo de los tintes naturales.

Ella crea prendas únicas, que revelan su amor por la naturaleza y el medio ambiente, utilizando tintes naturales y la técnica del ecoprint.

Las prendas se realizan de forma totalmente artesanal y el proceso culmina en una cocción de dos horas al vapor para que hojas y pigmentos vegetales dejen su estampa en la tela.

La diseñadora Eugenia Zoia.

El interés de Eugenia por el diseño, la ropa y las plantas le viene de lejos. Su madre y abuela elaboraban su ropa, mientras ella jugaba en su jardín de las afueras de Buenos Aires (Argentina). Su pasión la llevó a estudiar Diseño de indumentaria y experimentar con la pintura de telas y texturas.

Interesada por la problemática ambiental, durante un trabajo fotográfico –otra de sus pasiones–comenzó a cuestionar los métodos de producción tradicionales. Esto la llevó a investigar cómo lograr los colores de forma natural en las telas. Realizó talleres donde aprendió el método milenario de teñido con tintes naturales, desarrollado por las culturas originarias de la región andina de su país, y también la técnica del ecoprint, que consiste en emplear materiales vegetales (hojas, cortezas, semillas, cáscaras) que se colocan sobre la tela y a través de un proceso de cocción se estampan en ella.

Las materias primas empleadas provienen de textiles reciclados y excedentes de depósitos, tiendas antiguas o descartes de la industria textil convencional, se rescatan telas o prendas en desuso, para darles nueva vida, sacando provecho de ellas al extender su utilización. A su vez, los desperdicios textiles generados en él, son reutilizados en series de nuevos productos.

Jardín no sólo fabrica sus propios tintes y jabones, sino que también recicla las herramientas de impresión para reducir el impacto negativo sobre el medio ambiente. Los estampados están inspirados en la naturaleza y las prendas están coloreadas artesanalmente con tintes naturales derivados de distintos vegetales como: cáscaras de cebolla, té negro, yerba mate, añil, nogal, tara, maíz morado, álamo, hojas frescas de árboles locales y pétalos de flores, entre otros.

Todos los materiales utilizados en la fabricación de los tintes son atóxicos, y luego de procesados vuelven a la tierra generando abono. Se mantiene constante la experimentación y  búsqueda de nuevos materiales, como así también la sorpresa ante los nuevos colores!!

Pañuelo teñido con semillas de palta o aguacate.

Conexión profunda con la naturaleza y simpleza en la concepción serían los dos ejes del trabajo de Eugenia Zoia: “…entonces se ve que estuvo esa hoja en la tela, es la imagen, es lo visual, es la textura, y es ahí donde me encuentro, en lo más simple, lo que menos elementos necesita”.

En el proceso de producción ella se encarga de elegir las telas, retirar aprestos y cualquier otra sustancia, cortar y supervisar la elaboración de las prendas, que terceriza en pequeños talleres de confección. Concluido el proceso, Eugenia realiza personalmente el estampado, con plantas frescas que ella misma recoge. El resultado final: prendas únicas, delicadas, que reflejan a la profunda magia del jardín.

Stay True Organic Clothing

Es una marca de ropa outdoor para las nuevas generaciones de surfistas, músicos, artistas, etc que quieren ropa con estilo y comprometida con una vida natural, sin maltrato a la tierra, los animales y los seres humanos. Martín Alonso, su fundador, puso en marcha el único proyecto de producción de algodón orgánico en Argentina, que es, a la vez, un verdadero programa de transformación social y ambiental en el campo Medina de la comunidad aborigen Qom, en el Chaco de ese país.

Martín Alonso se define como un “emprendedor de nacimiento”. En sus 53 años ha llevado adelante emprendimientos, dentro y fuera de su país, siempre relacionados con el mundo textil. Hoy Stay True se dedica a la fabricación y venta de remeras hechas con algodón orgánico, producido por agricultura biodinámica. Su volumen de ventas supera las 25.000 prendas anuales, entre lo que le vende a terceras marcas y la propia.

Su comercialización se ajusta a los parámetros del comercio justo y parte de sus ingresos los distribuye en comedores infantiles: “Hoy, estamos trabajando con el aporte de alimentos orgánicos a comedores infantiles; destinamos 10% de nuestra venta a la compra en la granja orgánica La Choza y llevamos alimentos a distintos comedores infantiles que lo necesitan”.

En 2015, bajo la certificación de Letis, Demeter y Fair Trade, desarrolló el primer programa de cultivo de algodón biodinámico del país junto con la comunidad Qom: “Fue nuestro mayor logro –señala–…recompusimos esas tierras, revalorizamos parte de una comunidad y les logramos devolver su tradición”.

Martín Alonso, fundador de Stay True.

Preocupado por la dirección que tomaba la producción mundial de indumentaria como segunda industria en cuanto a contaminación se refiere, empezó a idear negocios en los que naturaleza, sociedad y producción pudieran estar en equilibrio.

Como Stay True certifica sus productos tanto en lo orgánico y biodinámico como en comercio justo, abona a la comunidad Qom un 20% más sobre el precio fijado por la Cámara Algodonera. Además no se les “no se les descuenta ni la inversión que se les adelantó para preparar el terreno ni las aplicaciones biodinámicas. A su vez, cuando el algodón es comercializado, los Qom reciben otro 10% adicional para ser volcado en acciones comunitarias”.

Su propuesta de remeras buzos, pantalones y accesorios, de algodón y estampado orgánico, con tintas autorizadas gots y bluesign system, vienen presentadas en un packaging sustentable, con una etiqueta elaborada por un programa de Terapia Ocupacional de un hospital psiquiátrico y una carta personalizada de agradecimiento por la compra, hecha por niños de los 30 comedores con los que la marca colabora con donación de alimentos orgánicos.

Todo lo que hacemos –insiste Alonso– busca fomentar el uso de productos orgánicos y generar consciencia en las problemáticas actuales. Creemos, que si la gente adopta la costumbre de un consumo responsable, la industria de la moda y las empresas, van a tener que adaptarse a este ritmo, que no perjudica el medio ambiente, a los animales y a las personas.”

Ursa Textiles

La tercera innovadora elegida por nuestra sección es la estadounidense Elizabeth Gleeson, radicada en Buenos Aires y fundadora de Ursa Textiles.

Se trata de una marca de diseño textil e indumentaria que produce prendas, accesorios, y objetos de decoración en colaboración con comunidades originarias y cooperativas de artesanos en Argentina y Bolivia, a partir de fibras naturales.

Criada en Hershey, Pensilvania, su primer contacto con Sudamérica fueron las historias de su madre, una enfermera que en los años ’70 recaló como mochilera en Bolivia, donde se quedó un año y medio. De allí le viene a Elizabeth su amor por los textiles bolivianos que veían en su hogar y que ahora rastrea en sus visitas al Alto de la Paz.

Elizabeth estudió arte en Nueva York, pero a los 23 años tras un viaje a China a visitar a su hermano, partió para Buenos Aires, para “descubrir mundo”. Su pasión por la creación –algo que califica ‘su misión personal interminable’– la conectó rápidamente con un medio cultural vibrante como es el de Buenos Aires. “Hay aquí tanta energía… Los argentinos son un grupo único de personas que parecen estar haciendo cosas todo el tiempo: música, teatro, arte”.

Dos años más tarde, en el ambiente under del arte conoció a Javier, director de una revista, con quien formó pareja por 8 años y con quien tuvo dos hijas. En 2013, tras el nacimiento de su primera hija, Elizabeth fundó URSA. “Por entonces, estaba haciendo todos mis propios productos, principalmente textiles impresos en bloque y serigrafiados con mis propios diseños de superficie”.

Hoy, URSA produce camisas, chaquetas y suéteres tejidos a mano que ella describe como urbanos, naturales, de alta calidad y únicos. Elizabeth crea bocetos y paletas de colores para la línea. Todo está hecho con materiales regionales, como la alpaca boliviana, el algodón pima peruano (catalogado como uno de los mejores algodones del mundo) y el merino y mohair patagónico.

En URSA se utilizan también lana de oveja y llama de las provincias andinas de Catamarca y Jujuy, así como la llamada chaguar, una fibra vegetal muy resistente que, desde tiempos inmemoriales utilizan los wichí, un pueblo de cazadores-recolectores del norte argentino. Elizabeth trabaja con una cooperativa de la comunidad indígena en Formosa, a las que encarga el hilado y tejido.

El desarrollo de su emprendimiento fue surgiendo como una necesidad: “Siempre tuve una fascinación con textiles; mi mama había viajado mucho por Latinoamérica de joven y nuestra casa en Pennsylvania estaba llena de su tesoro de huipiles guatemaltecos, aguayos mexicanos, y ponchos andinos, que ella colgó en las paredes como decoración. Y yo desde los 15 años confecciono mi propia ropa, pero soy autodidacta y no tengo educación formal en moda ni diseño. Al principio, cuando me junté por primera vez con las tejedoras de la Villa 31 (un barrio carenciado de Buenos Aires), les di unos bocetos de unas prendas que quería para mí, porque por lo general no encuentro ropa que me parezca muy interesante en locales. Salieron tan lindas que se me ocurrió que tal vez le podría interesar a un público más amplio”.

Elizabeth Gleeson trabajando en su casa de Buenos Aires.

Uno de los hallazgos de su planteo productivo es haber desarrollado un proceso colaborativo con el grupo de tejedoras con las que trabaja: Es muy creativo y fluido. Por lo general, las artesanas con las que trabajo, tienen mucha experiencia en sus oficios, y me ayudaron –y me siguen ayudando– con la parte más técnica de moldería y construcción. Sucede todo el tiempo que les muestro unas ideas locas y me dicen, no, esto no. Y a veces les tiro una idea, se la apropian, la expanden, y ahí es cuando se hace muy interesante el proceso colaborativo”.

Elizabeth colabora también con artesanas en otros lugares, tanto de Argentina como de Bolivia, que le permiten acceder a materias primas más finas y a técnicas muy antiguas: “Es realmente un lujo colaborar con las distintas cooperativas de estos lugares… Cuando comenzamos a diseñar y obtener materiales juntos, aprendí todo sobre prendas de punto hechas a mano y lana sobre la marcha, son expertos absolutos y básicamente me enseñaron todo lo que hago ahora”.

También ha ampliado su experiencia en contacto con tejedoras del pueblo tehuelche, en la Patagonia, aprovechando que el padre de sus hijas posee un campo en Chubut, una de los mayores territorios productores de lana del país.

El estilo de URSA es cálido y elegante, de una gran calidad, donde el color es fundamental: “Trabajamos con formas geométricas, simples y con líneas rectas y limpias. Eso da una onda urbana y joven, más moderna. Me gusta que luzcan las fibras y las texturas. Me divierte jugar con las dimensiones de las prendas, cuellos muy abiertos, mangas super largas. Siempre tiene que ser algo fácil de ponerse y apto para combinar con otras prendas nuestras. Yo las uso todos los días”.

La visión de Elizabeth se funda en su deseo profundo de defender e impulsar los oficios artesanales tradicionales y su convicción de un mundo mejor para todos: “Es un crimen que esta parte de la cultura patrimonial no ocupe una posición protagonista… En realidad, estamos hablando de la historia de gente indígena, que muchas veces está invisibilizada”.