Hacia un nuevo modelo económico: la revolución a favor de la naturaleza

14 Abr 2021

Vivimos un modelo económico irracional basado en la depredación y el despilfarro de los recursos, asentado en una ‘visión crematística’ de la vida. La genialidad de Aristóteles le permitió intuir hace 23 siglos atrás, que un crecimiento desmedido y descontrolado del deseo de ganancia, no solo pondría en juego el futuro del orden social y político, sino la propia naturaleza humana, devorada por una expansión desmesurada de las relaciones económicas y comerciales.

La evolución de ese modelo, en especial en los últimos dos siglos, nos ha conducido a la actual situación: la humanidad en 8 meses consume los recursos que el Planeta puede generar en un año. Es lo que se conoce como ‘déficit ecológico’ (Global Footprint Network, Informe 2020).

La diferencia entre la demanda humana y la disponibilidad de medios naturales es creciente. Es cierto que en los últimos sesenta años, gracias a los avances tecnológicos y de gestión de los suelos, la biocapacidad de la Tierra ha aumentado un 28%, pero la demanda ha crecido un 56%.

El actual modelo de consumo deja una huella ecológica 176% superior a la de 1960.

El incremento de la población global y la escasez de recursos imponen un cambio de paradigma, una verdadera ‘revolución’ a favor de la naturaleza, haciendo un uso eficiente y sostenible de los recursos.

Como señala la Fundación Ellen MacArthur, una de las entidades pioneras en su promoción, una economía circular se basa en los principios de eliminar los residuos y la contaminación, mantener los productos y materiales en uso y regenerar los sistemas naturales.

Acumulación de residuos en EEU, país que produce tres veces más desechos por persona que la media global.

A la sociedad del despilfarro y del “producir-usar-tirar” es necesario oponer un modelo que mantenga los materiales, productos y recursos durante el mayor tiempo posible en la economía, para reducir al mínimo la generación de residuos, el consumo energético e hídrico y morigerar los actuales daños al medioambiente.

Tal como señalan los informes de Naciones Unidas, la única forma de evitar una catástrofe ambiental es transformar de manera profunda el modelo económico que nos condujo a la actual crisis climática y modificar los patrones de consumo.

CAMBIAR EL MODELO

La economía circular ofrece un modelo que preserva la naturaleza y reduce las emisiones de gases de efecto invernadero. Aunque algunos la consideren solo un marco de reflexión, la realidad es que asoma como una estrategia e incluso como un modelo conceptual que plantea responder a los desafíos del fin de la era de materiales y combustibles baratos.

Su planteo va más allá de la producción y el consumo de bienes y servicios. Incorpora la necesidad de una urgente transición energética de los combustibles fósiles a las energías renovables, la diversificación como medio de lograr la resiliencia, e incluso, en su versión más radical, la necesidad de una profunda revisión de la función del dinero y las finanzas.

La actividad financiera se ha expandido de forma vertiginosa y establecido una serie de mecanismos altamente creativos y sofisticados –con la connivencia de responsables políticos y organismos económicos internacionales– que encubren prácticas absolutamente inmorales y muchas veces delictivas.

El proceso de “financiarización de la economía mundial” ha otorgado una importancia decisiva al capital financiero en el funcionamiento económico global, lo que dinamitó equilibrios y controles, alteró mercados y productos y trasladó inestabilidad a la economía real.

Ese proceso es el principal responsable de la desigualdad creciente y gigantesca que se verifica entre pobres y ricos y del proceso de demolición de las clases medias mundiales.

Frente a ese escenario, la economía circular presenta un modelo económico sustentable, que propone un modelo más racional de producir y consumir, en consonancia con las exigencias de la naturaleza.

La economía circular impacta de forma directa en la lucha contra el cambio climático y la reducción de residuos. Naciones Unidas refleja en un reciente artículo, cómo un cambio en la forma de producir y utilizar acero, cemento, aluminio y plástico podría reducir las emisiones de GEI “hasta en un 40% para 2050”. Y “el uso de acero reciclado o reutilizado para la construcción de edificios podría generar a su vez hasta un 25% de ahorro en los costes de material por tonelada de acero. (ONUDI, 26.3.21)

Asimismo, la reducción de la producción y el consumo de plástico, bajo principios de circularidad, “pueden evitar un tercio de la generación global de residuos plásticos para 2040”. 

Las previsiones pronostican un tsunami de producción de plásticos y una multiplicación global de residuos.

Sin embargo, las previsiones empresarias anticipan un tsunami de producción de plásticos y por tanto, de generación global de residuos, por lo que la “transición a una economía circular se vuelve crucial”, según sus autores.

Es cierto que la conciencia global del deterioro medioambiental y la necesidad de frenar el cambio climático contribuyen a esa transición. Pero los intereses con los que tropieza la transformación en su camino son múltiples y complejos.

Acabar con el modelo devastador de “producir, usar y tirar”, terminar con los combustibles fósiles y poner en revisión la función del dinero y las finanzas, significa sencillamente desterrar el modelo económico de los últimos dos siglos.

Quienes han construido su poder y su riqueza sobre la base de ese modelo se resistirán hasta las últimas consecuencias, aún a riesgo de arrastrarnos al precipicio. En el camino simulan un interés “verde” y hasta financian iniciativas que, a primera vista, parecieran convenientes, pero que siempre resultan dilatorias.

CHINA Y LA UE, A LA CABEZA

Más allá de esas simulaciones, la buena noticia es que dos de las tres grandes potencias mundiales –China y la UE– han iniciado una real transición hacia la economía circular. Ambos son líderes mundiales en la transición hacia la circularidad. Por su importancia global, sus estrategias de circularidad influyen en el resto del Planeta.

China puso en marcha la tendencia mundial al sancionar su ley de Promoción de la Economía Circular en 2009. Desde 2012/13 está desarrollando un gigantesco programa de “Civilización Ecológica”, que tiene una incalificable escasa difusión en Occidente, pese a su positivo impacto global.

Otro paso de China a favor de la economía circular fue la prohibición de la importación de Residuos (2018) de gran trascendencia mundial, que fue acompañada por varios países del Sudeste asiático. La medida mostró la irresponsabilidad de EEUU y otros países desarrollados en el reciclaje de su basura, urgidos a buscar nuevos destinos para sus flujos de residuos en países pobres.

Según datos de la Oficina de Estadística de EEUU en 2018, el 78% de las exportaciones de sus residuos plásticos se enviaron a países como India, Indonesia, Malasia, Vietnam, Tailandia o México, que poseen  mala gestión de residuos.

Otro avance chino ha sido la creación del Distrito de Suzhou (Shanghai), de 52 kms2, que aloja 4.000 empresas tecnológicas y manufactureras, donde los fabricantes de placas o circuitos utilizan el cobre que desechan otras compañías, en lugar de importarlo desde empresas mineras.

La UE también es pionera en la transición a la economía circular. La adopción del Pacto Verde Europeo, del primer Plan de Acción para la Economía Circular y de casi un centenar de estrategias, muestra la decisión política de avanzar en esa dirección.

Una consecuencia interesante de ambos liderazgos es que posibilitan, a través de la cooperación internacional, la transferencia de experiencias, conocimientos, desarrollos tecnológicos y apoyo financiero a otros países dispuestos a adoptar medidas de economía circular.

HACIA OTRA FORMA DE CRECIMIENTO

La circularidad parte de un enfoque absolutamente distinto del desarrollo económico porque no se centra en los intereses individuales sino en los beneficios para toda la sociedad. Es una alternativa que permite motorizar el crecimiento económico y la generación de empleo sin comprometer al medio ambiente.

La economía circular, por tanto, redefine el crecimiento y rompe el esquema de asociar actividad económica con extracción y consumo de recursos finitos. Se sustenta en el uso de energías y materiales renovables y se plantea eliminar los residuos del sistema desde la propia planificación del diseño.

De ese modo, se erige como una verdadera revolución en la forma en que diseñamos, producimos y consumimos. Y aporta soluciones sistémicas a los retos mundiales del cambio climático, el deterioro de la biodiversidad y el incremento descontrolado de residuos y contaminación, ya que congenia crecimiento económico con cuidado de la naturaleza.

Pero la economía circular más allá de sus objetivos basales, ofrece grandes oportunidades de creación de valor a nivel industrial y por tanto, de crecimiento y empleo.  

Se estima que el efecto positivo en las cifras de empleo provendrá de los nuevos trabajos que se generarán en las actividades de re-fabricación, reciclado, reparación y actualización, que son trabajo-intensivos.

Los sectores donde la creación de nuevos puestos de trabajo será más evidente son la gestión y reciclado de residuos; producción de energía renovable; eficiencia energética; gestión de la calidad del aire y del agua; diseño sostenible; nuevos materiales; desarrollo de infraestructuras ‘verdes’; adaptación al cambio climático y restauración y preservación de la biodiversidad.

La mejora en la prevención y gestión de residuos, solo en la UE podría crear entre 400.000  y 580.000 nuevos puestos de trabajo. El desarrollo de edificios energéticamente más eficientes podría crear 400.000 nuevos puestos de trabajo en el sector de la construcción europeo.

Un estudio de la agencia británica para la economía circular y la eficiencia de recursos (WRAP) estimó en 2015, que el potencial de la economía circular en el mercado laboral europeo podría crear tres millones de nuevos empleos y reducir el desempleo en 520.000 personas para 2030.

Otras investigaciones calculan que la economía circular podría generar beneficios económicos en la UE en torno a 1,8 billones de euros en 2030.

Por ejemplo, se prevé que el mercado de los envases retornables aumente de u$s 37.000 millones en 2018 a u$s 59.000 millones en 2026, lo que significa una extraordinaria oportunidad de nuevos trabajos e inversiones. Lo mismo sucede en el mercado de ropa de segunda mano, sector que duplicará el de la moda rápida en 2029.

Según Naciones Unidas, en América Latina y el Caribe la adopción de medidas de economía circular podría crear 4,8 millones de puestos de trabajo en la región. 

Todos esos indicadores cobran una importancia decisiva si pensamos que la aplicación de las tecnologías de la Industria 4.0 podría provocar posibles pérdidas de puestos de trabajo y muestran la necesidad de instrumentar programas de capacitación que permitan atender las nuevas demandas de empleo en un contexto de economía circular.

OPORTUNIDAD PARA PAISES EN DESARROLLO

En los últimos años, la economía circular –con dificultades y resistencias corporativas– va cobrando mayor vigor, lo que se hace visible en la creciente adopción de políticas circulares en diversos países. La influencia regional de China ha llevado a que varios países asiáticos pongan en marcha iniciativas de negocios circulares o principios de circularidad.

Por ejemplo, varios gobiernos del sureste asiático emitieron restricciones a la importación de desperdicios en varias formas, tamaños y duraciones: Tailandia impuso una prohibición indefinida a los desechos electrónicos a mediados del 2018; Vietnam no autoriza nuevas licencias de importación de desechos y dejará de importar desechos plásticos para 2025; Filipinas, empezó a devolver a Canadá, EEUU y Hong Kong, cargamentos de basura enviados ilegalmente. Y la organización regional ASEAN cerró con acuerdo con la UE para avanzar en una economía circular.

Varios gobiernos del sudeste asiático establecieron restricciones a la importación de desperdicios.

La circularidad presenta retos y oportunidades para los países en desarrollo. Para Asia y África, en  rápido crecimiento económico y acelerada tasa de urbanización, es de suma importancia lograr un desarrollo sostenible, aprovechando las oportunidades que brinda la economía circular y anticipar el impacto negativo del crecimiento lineal en el medio ambiente.

La transición hacia una economía circular está condicionada por factores como grado de industrialización, nivel de desarrollo tecnológico, disponibilidad de recursos humanos y acceso al financiamiento. De allí, la necesidad de trazar estrategias y programas en función de cada contexto nacional o regional.

Para los países en desarrollo, el cambio hacia un modelo de producción y consumo más sostenible, puede constituir una oportunidad para enfrentar los retos ambientales y a la vez, aprovechar sus potenciales beneficios económicos y sociales. Pero requerirá un fuerte compromiso del sector público y la convicción firme de la ciudadanía y el sector privado de construir una sociedad mejor.