Contaminación ambiental con poca prensa

Cuando hablamos del impacto ambiental de la industria del caucho y la producción de neumáticos, en general ponemos el acento en el destino de éstos después de haber sido utilizados y descartados. Es la fase de residuo: el peligro de grandes vertederos contaminantes o los necesarios procesos de reciclado y reutilización.

Grandes vertederos contaminantes: el rostro de la irracionalidad del consumo.

Pero poco se habla de otros dos problemáticas igualmente preocupantes desde el punto de vista ambiental. Una: la fase de producción tanto del caucho en sus dos vertientes natural y sintético, como la de la elaboración de los neumáticos. Y dos: el impacto ambiental en su fase de utilización.  Aunque pueda parecer que la producción y el residuo son los procesos que más afectan a la salud del Planeta, no debe descartarse el importante impacto ambiental de un neumático, a lo largo de su vida útil.

El caucho: la historia de un robo

No se trata de una metáfora sino de un hecho histórico incontrovertible. En 1866, Henry Wickham, un británico de veintitantos años, se aventuró en tierras del Nuevo Mundo en busca de fortuna. Recorrió Nicaragua y Venezuela, para terminar en Brasil, donde descubrió las plantas de caucho. Era la época en la que el caucho gobernaba el mundo. Y desde 1850, la cuenca del Amazonas controlaba ese comercio a nivel mundial.

Wickham tras varios fracasos, pensó que lo mejor era robarse 500 kilos (70.000 semillas) en el área de Santarém de Brasil (1876) y contrabandearlas como “especies botánicas delicadas” de interés científico. El fruto de su ‘biopiratería’ lo vendió al gobierno de su Majestad por el equivalente de u$s 70.000 actuales. Las semillas llevadas al Jardín Botánico Real de Kew, fueron enviadas como plantines a distintas colonias británicas (Ceilán-hoy Sri Lanka, Malaya-hoy Malasia, Indias Orientales holandesas-Indonesia y Singapur).

El destino de la industria amazónica del caucho había quedado sellado. Con su robo, Wickham había cambiado el curso de la historia. En 1913, el caucho cosechado de aquellas semillas contrabandeadas desde Sudamérica inundó el mercado mundial y el comercio del producto pasó a manos del Imperio británico. En 1900, el Amazonas producía el 95% del caucho del mundo y en 1928, solo el 2,3%.

El cambio resultó permanente. De hecho hoy, entre los 12 miembros de la Asociación de Países Productores de Caucho Natural (Bangladesh, Camboya, China, India, Indonesia, Malasia, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Singapur, Sri Lanka, Tailandia y Vietnam) que generaron en 2017, el 90% de la producción global, no hay ninguno que pertenezca al Amazonas.

Lágrimas de la naturaleza

El caucho parece marcado por aquella historia de robo y piratería en su origen. A los taínos, un pueblo precolombino proveniente del Orinocco, que más tarde se expandió por todas las Antillas, pertenece la palabra “cauchu” que en su lengua significa “árbol que llora”, porque los árboles Hevea brasiliensis  que lo producen derraman un látex lechoso que es la forma básica del caucho natural.

El caucho, el “árbol que llora”: su historia parece marcada por el robo y la piratería de su origen.

Se estima que el consumo mundial de caucho, de múltiples aplicaciones industriales, es del orden de unas 39.000 toneladas métricas, de las cuales 12.813 son de caucho natural (info Statista). El 70% de todo el caucho que se produce en el mundo, natural o sintético, va a la fabricación de neumáticos. La mayor parte de los grandes fabricantes pertenecen a China, EE UU, Japón, Rusia, Corea, Alemania y Francia, países que encabezan también la producción de caucho sintético.

El 90% del caucho natural a nivel mundial provine del sudeste Asiático. Tailandia, Indonesia y Malasia concentran el 66% de la producción, siendo los principales países productores, seguidos por China, India y Vietnam. África ya produce casi un 4% del caucho natural.

El impacto ambiental de la producción de ambos es algo que no ha tenido la suficiente repercusión pública, en sus fases de producción y utilización aunque sí en su fase de desperdicio. El desarrollo del neumático con cámara (un invento de John Boyd Dunlop-1887) y la formidable expansión del automóvil determinaron que el consumo de caucho y neumáticos se disparara, hasta constituirse hoy en uno de los productos que generan mayores problemas ambientales en todo el mundo.

Un fuerte aumento de los precios del caucho en la primera década de este siglo empujó a varios países asiáticos a una rápida y generalizada conversión de tierra en monocultivos de caucho. El resultado: la producción de caucho natural aumentó más del 50% desde 2000. La voracidad de los inversores llevó a que el 72% del área de nuevas plantaciones se hiciera en zonas ambientalmente marginales e incluso de  menor rendimiento. Y con frecuencia ocupando tierras que eran importantes para la conservación de la biodiversidad y las funciones ecológicas. Entre 2005 y 2010 más de 2500 kms2 de bosques naturales y 610  kms2 de áreas protegidas fueron convertidas en plantaciones de caucho. 

Un ejemplo de ello fue la entrega ilegal, en mayo de 2007, por parte del gobierno local de Edo (sudoeste de Nigeria), de 3.500 hectáreas de bosques de la reserva forestal de Iguobazuwa, una de las regiones ricas en biodiversidad del país, a Michelin, para establecer sus plantaciones de caucho. Michelin para instalarse, arrasó inclusive tierras de labranza individuales y comunitarias.

Un estudio de Eleanor Warren‐Thomas, Paul Dolman y David P. Edwards publicado por la Sociedad para la Biología de la Conservación (SCB) ya advertía en 2015, que la fuerte demanda internacional de caucho natural estaba expandiendo en más de 2 millones de hectáreas las plantaciones de monocultivos de caucho en la última década en el sudeste asiático y en el suroeste de China.

La preocupación de los investigadores se centraba entonces en los dramáticos impactos que tendría sobre los ecosistemas forestales y la biodiversidad el hecho de que para satisfacer la demanda proyectada para 2024, se requerían entre 4,3 y 8,5 millones de hectáreas de plantaciones de caucho adicionales, lo que significaba una amenaza letal para importantes áreas de bosques asiáticos, incluidas muchas áreas protegidas.

Camboya ha sido el arquetipo del daño causado por la voracidad de la industria del caucho. Su parque Virachey, en Ratanakiri, en la frontera con Laos y Vietnam, era considerado una de las pocas zonas vírgenes que quedaban en el país. Estaba protegido por ley debido a su alto valor ecológico, aunque sometido a la tala ilegal. Pero en 2011, el propio gobierno camboyano aprobó una concesión de plantaciones de caucho dentro del espacio protegido. World Resources Institute sostiene que el país ha tenido una de las tasas de deforestación más altas, impulsado por la expansión del caucho.

Parque Nacional Virachey, donde el gobierno de Camboya permitió plantaciones de caucho.

 Tailandia es el mayor productor y exportador de caucho del mundo. De sus plantaciones surgen anualmente más de 4 millones de toneladas. En los últimos 30 años la producción aumentó un 300%. Según su Ministerio de Comercio, el caucho encabeza las principales mercancías enviadas por Tailandia al mundo, junto con productos de yuca, pollo y arroz. También produce, en menor medida, neumáticos.

De la producción de caucho depende uno de cada 10 tailandeses. Las heveas son sangradas cada cuatro días –70 y 80 cortes al año–, para que el corte coagule y el árbol pueda recuperarse. La recogida de la savia se hace por la noche en jornadas de 12 horas de trabajo y una familia apenas obtiene unos 300 baht (u$s 9,9) diarios. Como eso es menos de un salario mínimo, casi todos los trabajadores son camboyanos, una mano de obra aún más barata que la tailandesa. Casi ninguno sabe leer ni escribir ni pueden ir a la escuela.

Para alcanzar un ingreso familiar mensual de 4.000/5.000 bath (u$s 150) deben reforzar con algún trabajo también durante el día. En general se trata de rociar las plantaciones con químicos para eliminar la hierba alrededor de los árboles y ahuyentar las serpientes. Lo hacen con productos prohibidos en Europa desde hace años, que generan daños severos en hígado, riñones y corazón además de contaminar el suelo por largo tiempo.

Tres factores derrumbaron los precios mundiales del caucho en los últimos años: la expansión descontrolada de nuevas plantaciones en el Sudeste asiático (Tailandia, Indonesia, Camboya y Vietnam) que incrementó la oferta; la caída de la demanda en China y EEUU tranzados en su guerra comercial; y la especulación de grandes bancos que operan sobre materias primas. El valor del caucho tailandés se redujo un 24% el año pasado.

Las condiciones de explotación y deterioro ambiental son similares en Indonesia y Vietnam, como también en Costa de Marfil, Nigeria o Congo, países de África que han incorporado el caucho a sus plantaciones.

El uso de neumáticos no es inocuo

El segundo problema que plantea el caucho y en especial, los neumáticos es su utilización. Es un aspecto silenciado con la complicidad de muchos, ante la carencia de un sustituto para los más de 1.200 millones de neumáticos que se producen y venden por año. Solo los cinco primeros fabricantes de neumáticos (Bridgestone, Michelin, Goodyear, Continental y Summitomo) generan 83.100 millones de dólares de ventas anuales.

La masividad de su uso durante las dos Guerras mundiales y las dificultades de acceso al caucho natural impusieron la búsqueda de una solución. Nacía el caucho sintético fabricado a partir de determinados hidrocarburos insaturados procedentes de excedentes del petróleo, que hoy representa más del 80 % de la composición de los neumáticos.

Su degradación por el uso en las calles y carreteras de todo el Planeta desprenden toneladas de pequeños fragmentos de caucho sintético que se esparcen por el ambiente como partículas o microplásticos, que contaminan el aire y son arrastrados por la lluvia a ríos y mares.

El fondo del mar como vertedero de neumáticos: una tragedia ambiental.

Pieter Jan Kole, un experto mundial en el tema, junto a otros investigadores de la Open Universiteit de los Países Bajos, presentaron en junio del año pasado en Helsinki, en la 29° Reunión anual de la Society of Environmental Toxicology and Chemistry, el resultado de sus estudios sobre “Desgaste de los neumáticos en el entorno mundial y sus efectos sobre la salud” donde muestran como son una peligrosa fuente de microplásticos en el medio ambiente: “Los microplásticos que derivan del desgaste de los neumáticos constituyen una fuente sigilosa de contaminación del medio ambiente. Pero hay poca conciencia acerca de esto y, actualmente, no existen sustitutos para los neumáticos”.

Según el estudio, cuando se desecha cada neumático de automóvil pesa aproximadamente un kilogramo menos que cuando era nuevo. Ese peso faltante es material de la llanta que ha sido esparcido en el medio ambiente a través del desgaste producido por el rodamiento y el frenado.

“En promedio –explica Kole– producimos 0,8 kilogramos de polvo consumible por ciudadano mundial por año, en total casi 6.000 millones de kilogramos de partículas de llantas que se dispersan en el aire y terminan en el fondo de los ríos y de mar. Ello significa solo en Europa más de 500.000 toneladas de sus 290 millones de automóviles,

Los residuos de los neumáticos diseminados por los vehículos en el aire de ciudades y carreteras empiezan a tomar estado público, tras años de “silencio cómplice”. La Comisión Europea en su Libro Blanco (enero 2018) ya reconocía los efectos nocivos que los neumáticos pueden tener sobre el medio ambiente y el océano y admitía la necesidad de avanzar en una mayor investigación sobre los microplásticos y cómo afectan el medio ambiente y la salud humana.

Los responsables europeos buscan formas de reducir el volumen, buscando establecer un estándar UE para la tasa de abrasión de los neumáticos. Una tibia medida para celebrar, mientras en el resto del Planeta millones de automóviles y camiones siguen distribuyendo “alegremente” toneladas de partículas de neumáticos.

Millones de toneladas de pequeños fragmentos de caucho sintético se esparcen por el ambiente.

Kole sostiene que el 10% de las piezas microscópicas de plástico en el océano (hay investigaciones que duplican ese porcentaje) provienen de neumáticos durante su uso y desgaste. Pero advierte que lo que la mayoría de las personas ignoran es cuánto desperdicio de llantas hay en el medio ambiente, cuánto termina en el mar, si llega a la cadena alimentaria y cómo lo hace, y qué peligro representa.