Naciones Unidas advierte la necesidad de acelerar la transición

07 oct 2021

La supervivencia humana y del Planeta requiere lograr una rápida transición hacia un modelo de fuentes energéticas renovables y accesibles para todos. Si hay alguna posibilidad en la lucha contra el cambio climático, ella pasa por conseguir un cambio profundo y radical en la forma que tenemos de producir y utilizar la energía.

La mitigación del cambio climático depende de cómo logremos acelerar la transformación de la energía.

Nadie ignora que la energía ha sido y es uno de los grandes motores del desarrollo y juega un papel fundamental en la vida de los seres humanos. Su impacto es importante en la productividad industrial y en el confort de la vida cotidiana.

Basta con que se interrumpa el flujo eléctrico para descubrir nuestra aguda dependencia energética. Sin ella se detiene la producción, se interrumpe el bombeo de agua potable, se suspenden nuestras comunicaciones; nuestra alimentación y nuestros medicamentos y hasta una parte de nuestros sistemas de salud, se ven comprometidos por la carencia de electricidad, nuestras ciudades se vuelven más inseguras y más caótico el tránsito vehicular.

Pero pareciera que ignoramos o pretendemos hacerlo, que la forma en que producimos y usamos esa energía es la principal causa de la crisis climática que amenaza a la humanidad. La mitigación del cambio climático depende, sobre todo, de cómo logremos acelerar la transformación de esa producción y consumo de energía.

Es algo en lo que los líderes mundiales (políticos, empresariales y de la sociedad civil) dicen coincidir pero sus compromisos se diluyen ante el coraje que el desafío exige por su complejidad, su urgencia y los fabulosos intereses económicos en juego.

El paso decisivo es “terminar con los combustibles fósiles” (carbón, petróleo y gas) y afrontar las dificultades técnicas y financieras de pasar a un modelo de energías limpias, cuando el mundo se ha hecho “adicto” al petróleo, pero no ha sido siquiera capaz de darle a todos el acceso a la electricidad.

Todavía hay en el Planeta casi 800 millones de personas sin ella y otros 2.600 millones no disponen de una fuente de energía no contaminante para cocinar y lo hace con fuentes de energía básicas como carbón, leña, biomasa y estiércol, con las que también calientan sus hogares.

Como recuerda Naciones Unidas, para millones de habitantes de las zonas más remotas de Indonesia, la normalidad consiste en un suministro de electricidad errático durante 12 horas al día. Los alumnos estudian a la luz de las velas por la noche y los centros de salud no funcionan a pleno rendimiento, por lo que estas comunidades se enfrentan a una ardua lucha para mejorar su bienestar.

Lo mismo sucede en algunos países de ese continente, y en comunidades rurales de de África occidental y América Latina, donde menos del 10% de los 100 hogares tienen electricidad, aunque cada vez se apela a paneles solares y otras fuentes renovables.

Para analizar cómo se puede cambiar esa realidad y avanzar en la transformación de la generación y consumo de energía, representantes de más de cien países, organizaciones internacionales y empresas se reunieron a fines del mes pasado en el Diálogo de Alto Nivel sobre Energía, celebrado en el marco de la Asamblea General de la ONU. Las dificultades en enfrentar el desafío quedan claras: la última reunión de la ONU para tratar la transformación energética fue hace 40 años en Nairobi.

doble imperativo

En ese cónclave, António Guterres, Secretario General de Naciones Unidas, convocó a la acción: “Hoy nos enfrentamos al momento de la verdad. (…) Las emisiones de energía representan alrededor del 75% del total de emisiones de gases de efecto invernadero. Por tanto, tenemos un doble imperativo: acabar con la pobreza energética y limitar el cambio climático”.

Para responder a ambas necesidades, según Guterres, hay que recurrir a una energía asequible, renovable y sostenible para todos. Recordó que la energía solar es la fuente de energía más barata en la mayoría de los países y que además las energías limpias generan más puestos de trabajo que el sector de los combustibles fósiles.

“Invertir en energía limpia y asequible para todos mejorará el bienestar de miles de millones de personas. Puede crear los empleos verdes que necesitamos con urgencia para la recuperación de la crisis del COVID-19. Impulsará todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y es la solución más importante para evitar una catástrofe climática”, señaló.

Invertir en energía limpia y asequible para todos para evitar una catástrofe climática.

Debe recordarse que se trata de una tarea perentoria. Si no somos capaces de adoptar un modelo de generación de energía limpia, como advierte Guterres, miles de millones de personas estarán condenadas condiciones de pobreza aún más aguda, a mayores problemas de salud, pero lo que es más grave aún, los ecosistemas de los que todos dependemos colapsarán.

Por eso recalcó que “el acceso a energía limpia y renovable es la diferencia entre la vida y la muerte. Debemos resolver estos desafíos en esta década. Y debemos empezar hoy. Guterres instó a todos los países –especialmente a los principales emisores– a asumir compromisos de energía limpia, actuando en conjunto con los principales actores del mundo empresarial y financiero.

Desde Más Azul insistimos en recalcar que solo los países del G7 (EEUU, Japón, Reino Unido, Canadá, Francia, Alemania e Italia) significan en conjunto dos tercios de las emisiones del Planeta.

Para alcanzar un nuevo modelo de energía renovable y sostenible, el Secretario General identificó cuatro prioridades:

1. reducir a la mitad el número de personas sin acceso a la electricidad para 2025

2. cambiar rápidamente a fuentes de energía limpia

3. lograr el acceso universal a la energía para 2030

4. asegurarse de que nadie se quede atrás en la carrera hacia un futuro con cero emisiones de carbón

“No podemos esperar otros 40 años”, aludió Guterres al último encuentro ONU sobre energía: “La era de la energía renovable y asequible para todos debe empezar hoy, insistió Guterres. Ya en 2019 había ironizado sobre la lentitud en los cambios: “No hay que esperar a que el carbón y el petróleo se acaben para acabar con la época de los combustibles fósiles… la edad de piedra no terminó porque nos quedásemos sin piedras”.

El costo del cambio

En la reunión, el presidente de la Asamblea General, Abdulla Shahid, ministro de Exteriores de Maldivas, puso el acento en la necesidad de invertir en el cambio energético. Si bien el flujo de recursos para apoyar la energía renovable en los países desarrollados ascendió a u$s 21.400 millones en 2017 (un incremento del 100% con respecto a 2010), no sucedió lo mismo en los países menos desarrollados.

Para Shahid, un punto medular de la transición hacia la energía limpia es su costo: “Es esencial un aumento sustancial al financiamiento de la energía limpia para todos los países, pero sobre todo para las naciones menos desarrolladas, sin litoral o los pequeños Estados insulares en desarrollo, donde la pobreza energética equivale a la pobreza general”.

Y puso un ejemplo para verificar las contradicciones entre las palabras y los hechos: de los u$s 4.400 millones que hacen falta para lograr el acceso universal a energía limpia para cocinar, sólo se han reunido u$s 32 millones.

Por otra parte, proveer electricidad en poblados pequeños y distantes unos de otros, encarece enormemente la instalación convencional. Las diferencias pueden ser enormes: en India el precio de una línea de transmisión significa unos u$s 2.000 el kilómetro y en Mali, la misma instalación asciende a u$s 17.000. A ello debe agregarse la falta de políticas adecuadas en muchos países, así como de los conocimientos y capacidades técnicas necesarias para la realización de estos proyectos.

En esos contextos, las energías renovables también juegan un papel fundamental para permitir el acceso a la electricidad y a la vez, proteger el medioambiente. Instalar pequeñas unidades autónomas (solares o eólicas) en zonas que hoy carecen de energía es posible y de bajo costo.

El Banco Interamericano de Desarrollo firmó con un grupo de países de América Latina (Chile, Colombia y República Dominicana) un Pacto de Energía que establece una meta regional del 70% de energía renovable para la región en 2030. A ese Pacto ya adhirieron Bolivia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay, Perú y Uruguay.

Desde el sector privado se conocieron dos iniciativas: una, de las Fundaciones IKEA y Rockefeller, que anunciaron un fondo de u$s 1.000 millones para impulsar el acceso a la energía renovable en los países en desarrollo y otra de GOGLA, la asociación global de la industria solar, que comprometió un mejor acceso a la electricidad para 1.000 millones de personas para 2030 (sic).

Pero como recordó Shahid, se necesitan u$s 4.400 millones solo para lograr el acceso universal a energía limpia para cocinar!!!

Por eso el Secretario General de ONU insiste en que es necesario invertir miles de millones para alcanzar “una transición completa hacia una energía limpia” y alienta a la comunidad internacional a promover la innovación tecnológica para fomentar que el desarrollo se alcance de manera sostenible.

La buena noticia es que las fuentes renovables ya producen el 50% de la electricidad mundial y genera beneficios económicos en tanto es hoy la energía más barata. Asia fue responsable del 54% de la nueva capacidad (44% del total mundial).

Además –como indica la OMS– el 80% de las personas que viven en zonas urbanas se encuentran expuestas a un aire contaminado que puede resultar perjudicial, lo que no sucede con las energías limpias. (Ver Más Azul, n° 24, oct 2021 “Informe OMS sobre calidad del aire”).

 

El 80% de los habitantes de zonas urbanas se encuentran expuestas a un aire perjudicial para su salud.

Pero es necesario recordar que si bien “la energía renovable es la fuente de suministro de electricidad de más rápido crecimiento, es importante tener en cuenta que la electricidad representa sólo alrededor de 20% de la energía utilizada; el resto está compuesto principalmente por combustibles fósiles: carbón, petróleo y gas”, como explica Mark Radka, experto en energía del PNUMA. “La energía renovable sigue siendo un desafío en muchos sectores de uso final, como la aviación, el transporte marítimo, la industria y el transporte pesado”.

Resultados y COMPROMISOS

Los dos principales resultados de la Reunión son los 150 Pactos Energéticos (Energy Compacts) y la Hoja de Ruta Global (The Global Roadmap), un conjunto de recomendaciones para garantizar el acceso universal a energía no contaminante de aquí a 2030 y lograr emisiones netas cero antes de 2050. Esta última se basa en el aporte de los cinco grupos de trabajo técnico y de las aportaciones que hicieron los Foros Temáticos Ministeriales.

Si los más de 150 pactos se cumplieran implicarían fondos por u$s 400.000 millones provenientes de los gobiernos y del sector privado para la transición energética y el acceso a la energía, con dos objetivos:  incrementar de manera significativa la capacidad de energía renovable instalada en todo el mundo y crear millones de empleos en el sector verde.

Las dos principales potencias mundiales (China y EEUU) expresaron su voluntad de redoblar sus esfuerzos. El presidente Biden prometió duplicar los recursos financieros para el clima que habían sido aprobados anteriormente y de elevar la contribución de EEUU hasta u$s 11.400 millones en el ciclo 2021-2024. Y el presidente Xi se comprometió a multiplicar su apoyo para que otros países en desarrollo puedan desplegar  energía verde y baja en carbono y además no construir nuevas centrales de carbón en el extranjero.

También Japón y de Corea aseguraron que eliminarán la financiación de proyectos de carbón en el exterior, lo que supone un avance en el camino hacia un futuro con bajas emisiones de carbono.

El ‘Diálogo de Alto Nivel sobre Energía’ produjo cuatro conclusiones clave:

1. Diversidad de pactos, algunos con una ambición significativa: Se han presentado más de 150 pactos entre gobiernos nacionales y locales, empresas, fundaciones, organizaciones internacionales, juveniles y de la sociedad civil de todos los continentes, en los que se recogen medidas y compromisos financieros hasta 2030. De ellos, hasta la fecha, 35 proceden de Estados Miembros de la ONU y 40 de empresas del sector privado. El impulso y la ambición reflejados en los compromisos responden a diferentes velocidades y algunos pactos establecen objetivos muy altos, como el de Emiratos Árabes Unidos.

2. Compromisos financieros y de inversión para ambas agendas: La financiación para la energía no contaminante contempla compromisos de acceso y de transición por parte de los sectores público y privado, así como alianzas con fundaciones y asociaciones industriales, entre otros grupos. Respecto al acceso a la energía, los gobiernos nacionales se comprometieron a proporcionar electricidad a más de 166 millones de personas en todo el mundo, las empresas privadas prometieron llegar a más de 200 millones y varias fundaciones y asociaciones empresariales prometieron crear alianzas que abarcarían a cientos de millones de personas más. El compromiso más significativo es de Nigeria para llevar electricidad a 25 millones de personas en cinco millones de hogares por medio de tecnologías solares antes de 2030.

3. El enorme potencial de multiplicar la energía renovable en todo el mundo: Los gobiernos nacionales se comprometieron a instalar 698 gigavatios (GW) adicionales de energía no contaminante procedente de las tecnologías solar, eólica, geotérmica, hidroeléctrica y de hidrógeno de base renovable y el sector empresario a instalar otros 823 GW. Ambos antes de 2030. India, por ejemplo, ha asumido el compromiso de aumentar la capacidad instalada de energía renovable hasta 450 GW en el mismo plazo. Diversas alianzas y asociaciones industriales prometieron movilizar otros 3.500 GW de energías renovables de aquí a 2030. Para ejemplificar estas cifras, solo 10 GW serían suficientes para abastecer a la ciudad de Nueva York durante aproximadamente un año.

4. Se recobró el diálogo en la dirección adecuada: Aunque todavía queda mucho para lograr los objetivos fijados ahora para 2030 y 2050, el diálogo ha pasado de los simples alegatos, a la acción, la planificación y la búsqueda de soluciones. La necesidad urgente de abordar el acceso a la energía ha pasado a la cabeza de la agenda energética y como señaló el Secretario General: “Tenemos el doble imperativo de poner fin a la pobreza energética y de limitar el cambio climático. Y tenemos una respuesta para ambos. Energía asequible, renovable y sostenible para todos”.

Asimismo, el mayor grado de detalle exigido por los Pactos ha permitido a los países explicar de qué manera piensan hacer operativos los compromisos sobre energía renovable incluidos en sus NDC. Con la mirada puesta en la  próxima COP 26 de Glasgow, muchos de los pactos incluyeron nuevos y ambiciosos compromisos de reducción de las emisiones de combustibles fósiles.