Durante una rueda de prensa en Ginebra el pasado mes de junio, la politóloga española Lola Castro, directora del Programa Mundial de Alimentos para América latina advierte que en la región se está incubando una crisis alimentaria.
Según los datos del PMA regional de Naciones Unidas, de los 2.300 millones de personas que a nivel global se van a dormir cada noche con hambre o sin la suficiente cantidad de alimentos para desarrollar su vida de manera normal, el 11% se encuentra en América Latina y el Caribe.
Para Castro en América Latina y el Caribe, “se avecina una crisis oculta de seguridad alimentaria que, sin duda, afectará a millones de personas en la región y fuera de ella”. Pese a que la región había mostrado signos de recuperación tras el primer impacto de la pandemia de Covid y el número de personas en situación de inseguridad alimentaria severa se había reducido a la mitad (de 17,2 a 8,3 millones en los países que cubre el Programa), la conjunción de una serie de factores externos encienden las alarmas sobre una posible crisis alimentaria.
Castro explica que desde finales de 2021, la región soporta “el efecto dominó de múltiples fenómenos climáticos, las consecuencias de la pandemia en curso, a lo que se suma la crisis alimentaria, energética y financiera vinculada a Ucrania, lo que ha dejado a unos 9,7 millones de personas con necesidad urgente de ayuda alimentaria, al menos en los 13 países en los que trabajamos”.
Pese a la lejanía del conflicto bélico, guerra de Ucrania tendrá un fuerte impacto en la región. Sus consecuencias sobre los precios globales de combustibles y energía se han sumado a la aceleración de los precios de alimentos y fertilizantes, teniendo en cuenta que Rusia y Ucrania son dos fuertes productores de ambos.
Ello se suma a un contexto de la economía global que desde hace un año, da muestras de un rebrote de la inflación espoleada por las políticas monetarias expansionistas en EEUU y Europa, que desde la crisis del 2008 han “anabolizado” la economía para generar una artificial sensación de riqueza que estimulara la demanda.
Se trata de más de un decenio de un mundo adicto a la liquidez, como solución ficticia para la gran recesión de la crisis financiera internacional y el ‘frenazo’ de la pandemia.
A la guerra se suma ahora la necesidad de enfrentar la “abstinencia” a la adicción con una política monetaria mucho más restrictiva. La conjunción de esos factores generan un incremento de precios al consumidor con especial impacto en alimentos básicos, combustibles y fertilizantes, lo que aleja a los sectores más vulnerables de América latina del acceso a una alimentación básica de calidad.
La CEPAL coincide con las advertencias del PMA, que las economías de la región enfrentan una coyuntura difícil en 2022 en un contexto externo de incertidumbre, inflación y desaceleración de la actividad económica y del comercio.
En su informe “Repercusiones en América Latina y el Caribe de la guerra en Ucrania: ¿cómo enfrentar esta nueva crisis?”, CEPAL señala que la región enfrenta contextos internos caracterizados por una fuerte desaceleración económica, aumentos de la inflación y una lenta e incompleta recuperación de los mercados laborales, lo que aumentará los niveles de pobreza y pobreza extrema. Así, otros 7,8 millones de personas se sumarían a los 86,4 millones cuya alimentación está en riesgo.
Mario Cimoli, secretario ejecutivo interino de la Comisión, plantea que la coyuntura no es un fenómeno aislado sino la sumatoria de más de un decenio de crisis acumuladas (crisis financiera internacional, tensiones económicas entre EEUU y China, la pandemia y ahora la guerra).
CEPAL considera que tras la expansión económica regional del 2021 (6,3%), la región apenas alcanzará en 2022 un crecimiento de 1,8%, con peligro de retornar al largo ciclo de crecimiento exiguo del pasado.
Para el Programa Mundial de Alimentos, la principal preocupación es el hecho de que millones de personas no pueden acceder a una cesta de alimentos adecuada. Sólo en los últimos meses, el coste de una tonelada métrica (de productos alimentarios) aumentó un 54% en la región.
La canasta básica de alimentos es ahora considerablemente más cara, dejando a muchos latinoamericanos sin poder asegurar su ingesta diaria. La inflación de los alimentos en la región oscila ahora entre el 11% y un asombroso 26,6% en algunos países, como es el caso de Haití, señalan desde el PMA. El problema se agrava teniendo en cuenta que muchos de los países en los que trabaja el Programa en América Latina tienen una proporción de importación de cereales superior al 50%, lo que significa que producen menos cereales de los que importan.
Según sus previsiones, si no se actúa ahora, es probable que en los próximos meses se eleve a unos 13,3 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria grave en los 13 países en los que PMA está presente en la región.
Las economías de América Latina y el Caribe comenzaron a experimentar un incremento de la tasa de inflación ya en 2021: la inflación anual de la región llegó al 6,6%- Pero en el primer cuatrimestre de este año ya estaba en 8,1%.
CEPAL prevé que la pobreza y la pobreza extrema se elevarán por encima de los niveles del 2021. La pobreza regional alcanzaría el 33,7% y la pobreza extrema el 14,9%.
Por su parte, los mayores precios de las materias primas, el aumento de los costos de combustible y el transporte y las perturbaciones en las cadenas internacionales de suministro tendrán impacto negativo en las exportaciones de bienes de la región.
El mayor temor que despierta la crisis alimentaria que se avecina es que esa situación incite a muchas personas que se enfrentan a la situación del hambre en América Latina y el Caribe emprendan los peligrosos caminos en manos de bandas criminales, de una migración hacia el norte del continente, donde los EEUU tienen cancelada cualquier esperanza de acogida.
Según las previsiones de Castro, el elevado número de personas que pretenden emigrar, en un contexto de crisis alimentaria, precios del combustible, y crisis económica y financiera, se suma una crisis climática, que en la región se espera que se manifieste con una temporada de huracanes extremadamente activa, que agravará aún más la situación
Para Naciones Unidas, de las 69 economías con grave exposición a las crisis alimentarias, energéticas y financieras, 19 están en América Latina y el Caribe. Los problemas de financiamiento reducen la posibilidad de protección social como sucedió en la pandemia, por lo que a los más vulnerables sin ayudas para enfrentar el hambre y la pobreza solo les queda la alternativa de la migración.
Según encuestas realizadas por el PMA en los países de la región donde actúa, el 15% expresó su deseo de migrar (4% más que en 2021) pero en Centroamérica, esa cifra se elevó al 43%.
“Estamos viendo –señala Castro– principalmente tres grupos de personas en movimiento: antiguos emigrantes, como haitianos y venezolanos, que ya estaban en otro país y necesitan volver a emigrar debido a las nuevas dificultades económicas; residentes de países latinoamericanos y caribeños; y personas procedentes de otros continentes como África y Asia que creen que cruzar el Paso del Darién les dará la oportunidad de llegar a Estados Unidos”.
Sobre ese aspecto reveló que el Programa ha hablado con personas de 31 países que cruzaban el Paso del Darién y, aunque tenían diferentes razones para emigrar, el hilo conductor era la incapacidad de acceder a los servicios sociales básicos, los ingresos mínimos y una garantía de acceder a la comida en sus países de origen: “Ya no se habla de migración subregional, ahora es una cuestión hemisférica. Las rutas migratorias cambian constantemente, como lo que hemos visto en el Tapón del Darién. En 2020, 5.000 personas cruzaron el bosque. En 2021, 150.000 y sólo en el primer trimestre del 2022 hemos visto un aumento del 140% en comparación con 2021”.
Otra de las preocupaciones proviene de la concurrencia de dos problemas graves: el desfinanciamiento del Programa y el encarecimiento del combustible y los propios alimentos. El PMA está desfinanciado por falta del aporte de los países donantes en un 50% este año. Hay miles de millones para abastecer la guerra pero no los hay para paliar el hambre de millones de personas en el mundo.
“Teniendo en cuenta que ya nos enfrentamos a un déficit de financiación del 50% para este año, nos vemos obligados a reducir el número de beneficiarios o la cantidad de dinero en efectivo (para comprar comida) o de alimentos que estamos distribuyendo, en un contexto en el que las necesidades están aumentando rápidamente”.
A medida que los costes del combustible a nivel mundial siguen aumentando y también los alimentos que el programa debe adquirir, el impacto en toda la región es evidente, señala Lola Castro, que indica que, por ejemplo, el precio del transporte de una tonelada de alimentos se ha multiplicado por siete en los últimos dos años, lo que afectando especialmente a los pequeños estados insulares en desarrollo del Caribe. Como resultado, las operaciones del PMA son ahora un 30% más caras.