LA PRODUCCIÓN DE ALIMENTOS ES “INEFICIENTE E INSOSTENIBLE”

dic 2019

Necesitamos cambiar los actuales sistemas productivos

La tierra soporta una presión creciente de la actividad humana. Solo el uso del suelo para fines agrícolas, ganaderos, silvícolas, y otros usos de la tierra, suponen casi la cuarta parte (23 %) de las emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero. Y el cambio climático acentúa esa presión. Por tanto, una gestión sostenible de los recursos de la tierra puede ayudar a luchar contra el cambio climático.

Es lo que afirma el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), titulado “El cambio climático y la tierra”, que fuera aprobado por los gobiernos mundiales en agosto pasado en Ginebra (Suiza) y que constituye la base científica decisiva en las negociaciones sobre clima y medioambiente, que se están desarrollando en Madrid hasta el 13 de este mes en el marco de la COP 25.

Mientras la población mundial se ha multiplicado por cuatro en el último siglo, el uso de los recursos naturales aumentó 34 veces. Más población y una creciente clase media en los países en vías de desarrollo, impondrá –según el Informe– la necesidad de cambiar los actuales sistemas de producción de alimentos y a la vez, la modificación de nuestros hábitos de consumo. O de lo contrario, afrontaremos la amenaza de daños ambientales irreparables.

En los últimos 60 o 70 años, la eficiencia en la producción de alimentos se revirtió a causa del transporte, el empaquetado y el almacenamiento. Mientras con 1 caloría de combustible se generaban 200/300 calorías de alimento, hoy 300/400 calorías de combustibles revierten en 1 caloría de alimento.

La “insostenibilidad” del sistema actual de producción de alimentos es responsable del 60% de la pérdida de biodiversidad, del 29% de la sobrepesca de especies de mayor demanda y del 20% de la sobre-explotación de los acuíferos.

Mujer en un proyecto de cultivo de arroz adaptado al cambio climático en Kirkoka (Tanzania). ©FAO Daniel Haydu.

El Informe del IPCC plantea algunas propuestas superadoras: reducir el consumo de productos que implican un uso intensivo de recursos (en especial la carne en sus distintas variantes); avanzar en cadenas de suministro locales o regionales; e incrementar la conciencia de productores y consumidores sobre el impacto ambiental de sus decisiones y en especial, del inmenso volumen del derroche actual. Y pone el acento en la situación paradójica que ha creado el sistema alimentario actual: unos 3.000 millones de personas están malnutridas (2.000 por exceso de nutrientes y 1.000 por déficit).

La reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de todos los sectores, incluido el de la tierra y el alimentario, es el único modo de contener el calentamiento global muy por debajo de 2°C. Como se sabe, los procesos naturales de la tierra absorben prácticamente un tercio de las emisiones de CO2 causadas por la quema de combustibles fósiles y la industria.

Para Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de Trabajo II del IPCC “la tierra que ya se está cultivando podría alimentar a la población en un contexto de cambio climático y ser una fuente de biomasa que proporcione energía renovable, pero se deben adoptar iniciativas tempranas de gran alcance que incidan simultáneamente en diversos ámbitos. Ello permitiría además velar por la conservación y restauración de los ecosistemas y la biodiversidad”.

¿Estamos comiendo o nos estamos comiendo?

Las emisiones causadas por el sector en su conjunto tienen un impacto ambiental más alto del que suponemos. La mitad de ellas (5-5,8 GtCO2eq/año) se deben a los cambios de uso del suelo: la deforestación (para ganar terreno para la agricultura), y degradación de bosques tropicales (por tala indiscriminada e incorporación de especies para uso industrial como palma aceitera, soja, jatrofa, etc.), convierten a estos ecosistemas en una fuente neta de emisiones. Eso explica que las emisiones de Indonesia fueron superiores a las de Alemania, Reino Unido o Japón, en el último trimestre de 2018.

La desertificación y degradación de la tierra deterioran su productividad, limitan los tipos de cultivos y merman su capacidad de absorción de carbono. Y dan lugar a un ‘círculo vicioso’ muy perjudicial: para recuperar la productividad se aumenta de manera desmedida el uso de fertilizantes y pesticidas, incrementando la degradación del suelo y agravando las causas del cambio climático, que a la vez, exacerba la degradación y la desertificación de los suelos.

Si pretendemos mantenernos en el límite de 2ºC del Acuerdo Climático de París, en los próximos 10 años, el sector agroalimentario y forestal deberá afrontar un enorme doble desafío: 1. reducir en 1 GtCO2eq sus emisiones anuales, y 2. abastecer una demanda creciente de alimentos ya que unos 1.000 millones de personas se sumarán a la población mundial en 2030.

Si bien existen diferencias entre los científicos en relación a las emisiones de metano (CH4) por la digestión de los rumiantes y el tratamiento del estiércol, es indudable que, junto al óxido nitroso (N2O) que el sector genera (uso de fertilizantes nitrogenados, inundación de terrenos para arrozales, etc.) la producción alimentaria deberá asumir un cambio profundo en sus actuales sistemas.

Kiyoto Tanabe, otro de los copresidentes del Grupo Especial del IPCC, advierte de la gravedad del problema: “Las decisiones por las que optemos en pro de una gestión sostenible de la tierra pueden ayudar a reducir y, en algunos casos, revertir esos efectos adversos. En un futuro con precipitaciones más intensas, el riesgo de erosión del suelo de las tierras de cultivo aumenta, y la gestión sostenible de la tierra es un modo de proteger a las comunidades de los efectos nocivos de esa erosión del suelo y de los deslizamientos de tierra. Sin embargo, nuestro margen de maniobra es limitado, por lo que en algunos casos la degradación podría ser irreversible”.

Un ejemplo puede responder nuestra pregunta: un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia. FAO estima que eso equivale a 4.4 GtCO2eq/año de emisiones GEI. Por tanto, si fuera un país, el derroche alimenticio sería el tercer emisor de GEI por detrás de China y EEUU. Sus emisiones equivaldrían a la contaminación de todo el transporte por carretera.

"La “insostenibilidad” del sistema actual de producción de alimentos es responsable del 60% de la pérdida de biodiversidad, del 29% de la sobrepesca de especies de mayor demanda y del 20% de la sobre-explotación de los acuíferos."

Un tercio de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia.

El derroche tiene formas distintas según los países. En los en vías de desarrollo, las pérdidas se producen en la producción y almacenamiento post-cosecha, mientras en los desarrollados, el desperdicio se producen en el procesado, en la distribución y venta y en el consumo.

Frenar el derroche alimenticio supondría que el ‘tercer emisor de GEI’ habría sido controlado…

Una agro-ganadería problemática

Los impactos ambientales de la actual producción agrícola-ganadera son múltiples y en algunos casos, irreversibles. Se centran en tres problemas: 1. el impacto del desmonte o de la ocupación de nuevas tierras para su explotación; 2. Los efectos de la intensificación de la búsqueda de mayores resultados productivos; y 3. La insustentabilidad de los actuales métodos de producción.

El desmonte para generar nuevos territorios para la producción agrícola tiene graves impactos, muchas veces irreversibles, como sucede con los bosques tropicales, cuyo desbrozamiento provoca pérdida de recursos naturales, erosión posterior de suelos, deterioro del hábitat de la fauna silvestre con la consiguiente desaparición de especies, reducción de los servicios ambientales proporcionados por los ecosistemas y finalmente descenso de la productividad de las tierras ocupadas y necesidad de incrementar el uso de fertilizantes y biocidas.

Con la ganadería ocurre algo similar. La actual explotación ganadera agrega a la deforestación y ocupación de potreros, el paulatino reemplazo de la ganadería tradicional por explotaciones intensivas que tienen severos impactos ambientales, tanto por el uso de grandes cantidades de agua e insumos, y la concentración en un espacio reducido, de nutrientes, contaminantes y gases de efecto invernadero. A ello deben agregarse impactos indirectos, como el uso intensivo de transporte, tanto para el abastecimiento de los piensos animales y agroquímicos como para el traslado de la producción.

El consumo como herramienta

Nuestro modo de alimentarnos es parte del problema pero también pude resultar parte de la solución de los problemas medioambientales que enfrentamos.

En los países industrializados, el consumo de carne es de unos 100 kilos por persona y año. Su consumo mundial ha aumentado en los últimos 50 años y la producción es hoy casi cinco veces más alta que a principios de la década de los ‘60: de 70 millones de toneladas a más de 330 millones de toneladas (2017). El aumento de la población y de los ingresos han sido las causas de ese incremento. La mayor parte de la tierra agrícola en uso está destinada a la producción de cultivos para alimentar al ganado.

Aunque existe una creencia generalizada de que hay una tendencia mundial a reducir el consumo de carne, las estadísticas muestran lo contrario. En EEUU, según datos del Departamento de Agricultura (USDA) muestran que el consumo de carne ha aumentado en los últimos años y que en 2018, estuvo cerca de un nivel récord en décadas. Algo similar sucede en el ámbito de la UE. Y en países como China, el consumo de carnes se multiplicó por diez en los últimos años.

Por tanto, es urgente transformar el sistema alimentario si pretendemos detener el calentamiento global. Las propuestas son diversas, entre las que se destacan:

  1. Aplicar la agricultura sostenible adaptada al clima (ASAC)” o la “climate-smart agricultura (CSA). Por ejemplo, la “alternancia entre inundación y secado” en arrozales permite una reducción del 30% del uso del agua y casi un 50% de las emisiones de metano, sin afectar a los rendimientos. La adopción de sistemas integradoscomo la  agrosilvicultura, un sistema productivo que integra árboles, ganado y pastos en una misma unidad productiva, que mejora la productividad de las tierras y es ecológicamente sustentable, evitando la deforestación y el aumento de demanda de nuevas tierras.
Árboles, ganado y pastos en una misma unidad productiva.
  1. Optimizar el sistema de producción y consumo de alimentos, utilizando diversas tecnologías como la inteligencia artificial, el internet de las cosas (IoT) o el blockchain, que permitirían controlar los mejores momentos para cultivo y recolección, las mínimas dosis de uso fertilizantes, así como predecir la demanda de alimentos al detalle para evitar su pérdida y derroche, etc.
  2. Asumir una dieta equilibrada: según el informe del IPCC “las dietas equilibradas basadas en alimentos de origen vegetal y alimentos de origen animal producidos de forma sostenible, presentan mayores oportunidades de adaptación al cambio climático y de limitación de sus efectos”.

Mejorar nuestro modo de hacer alimentos y de consumirlos puede no sólo beneficiar nuestra salud sino la salud el planeta.