Vivir en el infierno

14 abr 2021

El mundo está siendo testigo de una vertiginosa urbanización y la conformación de enormes conglomerados en los países en desarrollo. El proceso de las grandes ciudades europeas que se produjo a lo largo de dos siglos, se está verificando en China e India en solo dos o tres décadas.

La acelerada expansión demográfica tiende a conformar megaciudades tanto en Asia como en África. De las 20 ciudades más grandes del mundo, 13 están en Asia,  4 en América y 3 en África. ​

El mundo se está urbanizando rápidamente y ellocomo señala Jacob Kumaresan, Director Ejecutivo de la Oficina de la OMS en Naciones Unidas– “está provocando importantes cambios en nuestros niveles y estilos de vida, nuestro comportamiento social y nuestra salud… Si bien la vida en las ciudades sigue ofreciendo numerosas oportunidades, incluidas las posibilidades de acceso a una mejor atención de salud, los entornos urbanos actuales pueden concentrar riesgos sanitarios e introducir nuevos peligros”.

Los desafíos para la salud que plantea la vida en grandes urbes están relacionadas con la contaminación del aire y el agua, el deterioro del medio ambiente, los riesgos asociados a brotes epidémicos (como hemos visto con el Covid-19), enfermedades no transmisibles conexas con el estrés urbano  (enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y enfermedades respiratorias crónicas), las derivadas de dietas y productos comestibles industriales y de la falta de actividad física, etc.

Algunas grandes ciudades como Nueva York o Ciudad de México muestran altos niveles de contaminación por partículas de dióxido de nitrógeno (NO2), proveniente de la quema de combustibles fósiles (automóviles, industrias, calefacción, producción eléctrica, etc.) que forman gas ozono a nivel de suelo, altamente nocivo para la salud y que causa –como advierte a Agencia Ambiental Europea– un importante número de muertes ciudadanas.

Nueva York alcanza cinco veces más contaminación que una población de igual tamaño en India. Lo mismo sucede con ciudades de la UE de un millón de personas, que sufren seis veces más contaminación por dióxido de nitrógeno que una de igual población en India.

Nueva York es el estado con más muertes por contaminación del aire en Estados Unidos.

La nueva política ambiental de China es la única que ha avanzado rápidamente para reducir esa contaminación en ciudades como Beijing y Shanghai, con la determinación de reducir las centrales de carbón y acelerar la transición hacia las energías limpias y los autos eléctricos.

Es importante destacar que cada año aproximadamente 8,8 millones de personas en todo el mundo mueren prematuramente debido a la contaminación del aire (lo que da lugar a una reducción promedio de 2,9 años en la esperanza de vida global). Las muertes por Covid-19 en 2020 no alcanzaron una cuarta parte de esa cifra (1,8 millones).

Es llamativo el silencio casi absoluto sobre las muertes que provocan los vehículos, las industrias y el uso de combustibles fósiles. Tememos ser cómplices?…

Pandemia y contaminación

Algunas investigaciones en SARS sugieren que los niveles más bajos de contaminación del aire también pueden reducir la transmisión y la tasa de mortalidad de COVID-19.

Según un estudio de la Agencia Ambiental Europea, las 10 ciudades europeas con más mortalidad asociada a las PM2,5 (partículas en suspensión de menos de 2,5 micras) son Karviná, Ostrava, Havirov (República Checa); Brescia, Bérgamo, Vicenza, Saronno (Italia); Unión Metropolitana de Alta Silesia, Jastrzebie-Zdrój, Rybnik (Polonia).

Y las 10 ciudades con más mortalidad asociada al NO2 son: Bruselas y Amberes (Bélgica), las áreas metropolitanas de Milán (Italia), París (Francia), Madrid y Barcelona (España); Turín (Italia); Herne (Alemania); Mollet del Vallès-Barcelona (España) y Argenteuil-Bezons (Francia).

Si enfrentamos esos datos con los países con más muertes con coronavirus por 100.000 habitantes,  según los informes de la Universidad John Hopkins y el Banco Mundial, puede observarse que República Checa (249,3), Bélgica (208,01) e Italia (194,04) están entre los 10 países más afectados. Y que salvo 4 países de América (Perú, Brasil, EEUU y México) el resto de los países con mayor número de muertes pertenecen a Europa.

Lo que establece una sugerente relación entre la contaminación del aire de esas ciudades, los problemas respiratorios de sus habitantes y el alto número de muertes desencadenadas por la pandemia.

Claramente los efectos que tienen las partículas sobre nuestra salud son muy graves, por su gran capacidad de penetración en las vías respiratorias. En especial, las de menor tamaño incorporan elementos que son más tóxicos (como metales pesados y compuestos orgánicos).

Los últimos trabajos científicos sugieren que este tipo de contaminación, y particularmente las partículas procedentes del tráfico urbano inciden también en dolencias cardiovasculares y en incrementos en la morbi-mortalidad de la población, el desarrollo del asma y alergias entre la población infantil y el aumento de ingresos hospitalarios.

En un estudio sobre más de 1.000 ciudades europeas, realizado por el Institut de Salut Global de Barcelona (ISGlobal) sobre mortalidad atribuible a la contaminación del aire asociada al dióxido de nitrógeno (NO2), coloca a Madrid (1°) y Barcelona (6°), entre las ciudades europeas con más mortalidad por contaminación.

Y señala que si esas ciudades analizadas ‘fueran capaces’ de cumplir con los niveles de partículas finas (PM2,5) y NO2 de la OMS podrían evitar 51.000 y 900 muertes prematuras anuales, por esas causas.

Un dato interesante es que si todas las ciudades lograran la calidad del aire de la ciudad menos contaminada (Reikiavik) podrían evitarse 125.000 muertes por reducción de PM2,5 y 79.000 por NO2. Cabe preguntarse qué estamos esperando…

El estudio “Monóxido de carbono ambiental y mortalidad diaria” publicado por The Lancet (abril 2021) de la Universidad de Utrecht y otros, ratifica que la asociación de CO y mortalidad persiste en niveles (<0,2 mg/m3) muy por debajo de los establecidos por la OMS sobre calidad del aire: “No encontramos evidencia de un valor umbral en la concentración de CO, por debajo del cual no ocurre ningún efecto sobre la mortalidad diaria. En conclusión, este análisis de series de tiempo de varios países proporciona evidencia de que la exposición al CO ambiental, a pesar de sus niveles más bajos que las pautas actuales de calidad del aire, aún podría representar una amenaza para la salud pública”.

Por tanto, recomiendan: “Nuestros hallazgos sugieren que la revisión en curso de las pautas de calidad del aire de la OMS, así como las actualizaciones futuras de las pautas nacionales de calidad del aire en los EEUU, Europa y China, deberían reconsiderar las pautas para el CO ambiental”.

VIVIR EN EL INFIERNO

Según el Informe Mundial de calidad del aire 2020, que produce IQAir, una empresa suiza de tecnología de la calidad del aire, que se especializa en la protección contra los contaminantes transportados por el aire, de las 50 ciudades más contaminadas del mundo en 2020, 35 están en la India.

De las 20 ciudades más contaminadas del Planeta 15 son indias (Ghaziabad, Bulandshahr, Bisrakh Jalalpur, Bhiwadi, Noida, Greater Noida, Kanpur, Lucknow, Delhi, Faridabad, Meerut, Jind, Hisar, Agra, Muzaffarnagar). Las restantes son Hotan y Kashgar, dos ciudades chinas en el suroeste de Xinjiang; Lahore y Bahawalpur en Pakistán y la ciudad de Manikganj, en Bangladesh.

De las 20 ciudades más contaminadas del mundo, 15 están en la India (2020).

IQAir opera además AirVisual, una plataforma de información sobre la calidad del aire en tiempo real, lo que permite un mapeo constante de su evolución en todo el Planeta y determinar los lugares donde la contaminación alcanza sus niveles más peligrosos.

El caso de Delhi es especialmente preocupante. Grandes cantidades de cloruro que envenenan su aire, procedentes de la quema incontrolada de residuos plásticos, constituyen una de las principales causas de la peligrosa contaminación urbana que sufre la capital de la India.

Según el informe de IQAir de este mes (abril 2021), Delhi “está sujeta a un alto nivel de contaminación durante todo el año. Los niveles de partículas finas y gruesas, conocidas respectivamente como PM2.5 y PM10, a menudo prevalecen en el aire, así como otras formas de contaminantes y productos químicos tóxicos que llegan a la atmósfera, cada uno con sus propios efectos perjudiciales para la salud humana”.

Se trata de un verdadero infierno urbano. Se estima que en Delhi habitan más de 20 millones de personas (30 millones con su área de influencia– 2020) apiñadas en una superficie de 1.484 km², lo que provoca una densidad extrema de población.

En 2019 registró una nivel de contaminación de PM2,5 de 98.6 µg/m³, lo que coloca a la ciudad en el grupo de ‘insalubre’, un indicador de la existencia de importantes peligros para la salud por la mala calidad del aire. Algo similar ocurre con el agua.

Para los expertos de IQAir, “los niveles de contaminación en el suelo deben ser extremadamente altos para mantener ese promedio, y es bien sabido que si bien Delhi lucha con el crecimiento de su población,  muchas ‘enfermedades urbanas’ están volviéndose cada vez más evidentes”.

La grave crisis ambiental de Delhi y de muchas otras ciudades indias está relacionada con el crecimiento industrial y económico del país, que se manifiesta en un dato duro: más automóviles, autobuses y camiones para transportar mercancías y personas en la carretera. Ese tráfico ha sido estimado en Delhi en unos 12 millones de vehículos en 2019, casi un 30% más que cuatro años antes, directamente correlacionado con el aumento de la contaminación.

Es lo que ha llevado a Delhi a ser considerada como una de las ciudades con peor calidad de aire del mundo, ubicándose como la segunda ciudad más contaminada de toda la India, detrás de la número uno Ghaziabad, que alcanza una calificación extremadamente alta de 110,2 µg/m³.

Durante años, Delhi ha sufrido de manera persistente, verdaderos “hongos de contaminación”, con un alto nivel de partículas de cloruro en su atmósfera.

A nivel mundial, las partículas de cloruro se hallan habitualmente en la cercanía de las costas, por el  rocío del mar, pero el aire en Delhi, en el interior de la India, era una incógnita para los científicos.

Un estudio publicado en Nature Geoscience en enero pasado (“Mayor crecimiento de partículas de aerosol sostenido por una alta emisión continental de cloro en India”–Gunthe, S., Liu, P., Panda, U. et al.) revela que “muchas ciudades de la India experimentan un grave deterioro de la calidad del aire en invierno. El material de partículas es un contaminante atmosférico clave que afecta a millones de personas”.

Vehículos de motor, centrales eléctricas de carbón e industrias en las ciudades producen nitratos y sulfatos tóxicos.

Los investigadores estiman que la alta concentración local de ácido clorhídrico en fase gaseosa, posiblemente sea emitida por la industria y la quema de desechos que contienen plástico”, causante  del 50% del “hongo de contaminación” sobre la ciudad.

Ello hace imperioso –dicen– identificar y regular las emisiones de ácido clorhídrico gaseoso para mejorar la visibilidad y la salud de sus habitantes, proveniente tanto de la quema de plástico como de las fábricas ilegales que reciclan productos electrónicos y las que usan ácido clorhídrico fuerte para limpiar y procesar metales.

Más del 90% de los residuos que generan a diario sus habitantes, termina incinerado en vertederos a cielo abierto e incluso utilizado como combustible hogareño, por su alta capacidad calorífica.

Esa forma de quema de residuos plásticos en casa o al aire libre, libera asimismo grandes cantidades de dioxinas y otros contaminantes muy tóxicos, que pueden incorporarse a la cadena alimentaria y actuar como agentes cancerígenos, además de envenenar la atmosfera urbana.

Otra de las consecuencias, como advierte James Allan, de la Universidad de Manchester (Inglaterra), es que el aumento del ozono troposférico (o en contacto con la superficie de la Tierra) estaría alterando la composición del suelo en toda India y podría provocar una reducción de los rendimientos de los cultivos agrícolas hasta en un 30%, en uno de los dos países más poblados del Planeta.