La industria de la moda es el tercer mayor sector manufacturero del planeta

feb 2020

Si bien su elevado consumo genera puestos de trabajo y crecimiento económico, el impacto social y medioambiental deja en evidencia que no todo es color de rosa.

Actualmente, se producen alrededor de 150.000 millones de prendas anuales en todo el mundo y se prevé que irá en aumento en los próximos años. Sin embargo, se sabe que no hay recursos naturales para sostener semejante producción sin generar graves consecuencias medioambientales.

La industria de la moda tiene uno de los índices de contaminación más altos, siendo responsable del 10% de las emisiones de CO2 al ambiente y del 20% de vertidos tóxicos a las aguas de todo el planeta

En ese sentido, los grandes grupos globales de presión pusieron a la moda en su punto de mira y solo es cuestión de tiempo para que las diferentes legislaciones avancen en el reciclaje.

Según los expertos, después del vidrio, el papel y el plástico, el próximo producto de gran consumo que será obligatorio reciclar y tratar será el textil. El cerco sobre el modelo de negocio del fastfashion se estrecha.

Gobiernos en distintas partes del mundo empiezan a tomar medidas para pasar de la responsabilidad social corporativa ‘dibujada’ por las empresas, al cumplimiento de una legislación que genere acciones concretas.

Tras el Acuerdo de París –el pacto contra el cambio climático firmado por 195 países en diciembre de 2015–, los gobiernos alcanzaron las bases para legislar en favor de una economía baja en emisiones de gases contaminantes.

Además, el acuerdo sirvió para que los representantes de los diferentes países admitieran el grave problema medioambiental existente causado por la responsabilidad del hombre.

La acción política es fundamental para transitar los cambios necesarios que lleven al desarrollo de una economía sostenible, aseguran los analistas.

En el caso concreto del sector textil, desde la Comisión Europea se puso en marcha en 2015 y hasta diciembre de 2019, el programa European Clothing Action Plan (Ecap), junto a la empresa británica de reciclaje textil Waste and Resources Action Programme.

Se busca trabajar sobre el diseño de los productos que permita alargar la vida de los mismos, partiendo de la base de que el 80% del impacto ambiental de la ropa se define en esa fase de la cadena de valor.

Pero la cuestión política no solo pone el acento en temas medioambientales, sino también sobre aspectos sociales. Bangladesh estuvo en el epicentro de la presión internacional realizada desde diferentes organismos. El desmoronamiento del edificio Rana Plaza en 2013,  donde funcionaban cuatro fábricas de ropa, un banco y varias tiendas, se convirtió en un ícono de la falta de regulación laboral. Y  evidenció la precariedad del trabajo de las fábricas de ropa en algunos sitios del mundo donde se realizan productos textiles bajo un régimen de semi-esclavitud para grandes compañías internacionales.

 

Nuevas tramas

Organizaciones como FashionRevolution colaboran para conseguir que un menor porcentaje de ropa se incinere o termine en vertederos, y que los consumidores compren menos ropa y la usen más tiempo.

Este movimiento internacional promueve una revolución pacífica en la forma en que producimos y consumimos la moda. “Creemos en una moda que aporte valor a la sociedad y que no contribuya al deterioro del planeta, una moda justa, sana y limpia”, explica Alejandra de Cabanyes, co-coordinadora española.

FashionRevolution responde a una idea impulsada por Orsola de Castro y Carry Somers, dos diseñadoras de moda del Reino Unido. Luego de que el complejo textil de Rana Plaza colapsara en 2013, las diseñadoras tomaron conciencia de que había que hacer algo por cambiar la forma en la que se hacían las cosas.

Para Cabanyes es tan importante cambiar la forma de producir como de consumir la moda. La industria de la moda, dice: “es responsable del 10% de las emisiones de CO2 al ambiente y del 20% de vertidos tóxicos a las aguas”.

Además, explica que en términos de derechos humanos también hay mucho por hacer. “Es un sector que emplea a 80 millones de personas en todo el mundo y donde encontramos explotación infantil, salarios de pobreza, condiciones de trabajo insalubres, abusos verbales y físicos, etc.”, asegura.

 

 

Por otro lado, Cabanyes explica que los ciudadanos de a pie tienen que abordar su responsabilidad y entender que cuando compra un producto está aprobando las prácticas de la empresa que lo ha producido.

“En la medida en que exijamos productos fabricados de forma responsable los propios fabricantes se verán en la necesidad de hacer cambios en sus cadenas de suministro”, afirma y destaca que “debemos consumir menos y productos de más calidad”.

Al respecto FashionRevolution elabora cada año un índice de transparencia de las mayores empresas del textil de todo el mundo. El poder saber qué proveedores hay detrás de cada marca permite a la organización realizar acciones concretas para abordar los abusos medioambientales y en el terreno de los derechos humanos.

El último índice, publicado en abril de 2019, reveló que las marcas de puntuación más alta son Adidas, Reebok y La Patagonia, con una puntuación de 64% de los 250 puntos estimados.

Si bien ninguna marca importante superó el 70%, en el reporte anterior ninguna marca obtuvo un puntaje superior al 60%, con lo cual se evidencia un avance en la exposición de la información divulgada públicamente.

Este tipo de transparencia que implica publicar las listas de proveedores, colabora con las ONGs, sindicatos, comunidades locales e incluso con los trabajadores a alertar a las marcas sobre cualquier problema potencial de derechos humanos y medioambientales en sus cadenas de suministro. También ayuda a los consumidores a entender mejor #quienhizomiropa.

Aunque todavía hay mucho por avanzar, la tendencia está cambiando y las listas son un comienzo que ayuda a todos los involucrados a ser más activos en lograr que la industria sea más responsable en términos sostenibles.

En ese sentido, la sostenibilidad para FashionRevolution está recostada en tres pilares: responsabilidad ambiental, social y económica, dice Cabanyes  y afirma que si en la práctica de una empresa no se dan las tres condiciones no podemos hablar de una empresa sostenible: “Claro que es importante tener clara esta idea, porque el término sostenible se está degradando por su mal uso. Si, por ejemplo, una empresa fabrica un producto ecológico pero los trabajadores que han participado en esa fabricación (desde la materia prima hasta su venta) no lo han hecho en unas condiciones dignas (salario, jornada laboral, protección de riesgos laborales, etc.) hablaremos de un producto ecológico pero en ningún caso sostenible”.

Según Cabanyes, “es imprescindible un compromiso real por parte del sector empresarial”. Desde FashionRevolution creen que la industria de la moda necesita un cambio radical de paradigma: producir de forma responsable pensando en aportación de valor a la sociedad.

“La premisa de la búsqueda de beneficio por encima de todo lo demás no va a caber en nuestro futuro”, afirma esta representante de la entidad en España, que busca concienciar a la ciudadanía y educar a las nuevas generaciones. Para ello, “es muy importante que (los jóvenes) asuman también su parte de responsabilidad y entiendan que pueden ser un potente motor de cambio”.