La agudización de la crisis climática impone al mundo la búsqueda de estrategias sostenibles, que permitan sustituir el dilapidador modelo de producción y consumo que, en los últimos 200 años, ha llevado al Planeta a la actual situación.
El dramático llamado de Naciones Unidas a un cambio profundo de ese modelo se resume en una frase de su Secretario General Antonio Guterres: “El mundo se sigue encaminando hacia una catástrofe… La supervivencia humana está en juego”.
En ese modelo, la producción implica generar gases contaminantes y sus emisiones han afectado la salud del Planeta de manera global. Por su parte, la gestión de residuos del modelo establecido agrava la situación en tanto está basado en una concepción de economía lineal que produce, utiliza y desecha millones de productos sin tener en cuenta las consecuencias medioambientales del residuo.
Se trata de un sistema económico irracional y tóxico, en el que el beneficio solo se mide en función del resultado económico de la actividad productiva, pero que omite el costo de sus ‘externalidades’ en términos de impacto sobre las personas y sobre el medioambiente.
Cada empresa crea y pone en circulación productos en el mercado, a partir de lo cual deja de ser responsable del mismo, sin importar las consecuencias de los mismos sobre la naturaleza. Claramente se trata de un sistema insostenible en un Planeta de recursos limitados y donde una parte importante de los costos de la producción son transferidos a la sociedad. Un ejemplo palmario de ello es la contaminación atmosférica de determinadas producciones que generan gastos sanitarios que son trasladados al erario público, es decir a los ciudadanos que no la produjeron.
Aunque hay alternativas tecnológicas para reciclar o reutilizar productos (ej. botellas de plástico), la falta de exigencias regulatorias y de cargas impositivas para penar la producción insostenible, deja en manos de las empresas la decisión de adoptar esos procesos, a los éstas que se resisten por el coste o por dificultades operativas, sin tener en cuenta el deterioro ambiental que producen.
El sector de la construcción es un gran consumidor de recursos. Las estimaciones europeas le atribuyen el uso de la mitad de todos los materiales extraídos (50%), más de un tercio de toda la energía consumida (40%); un tercio de toda el agua que se utiliza (30%), y más de un tercio del total de residuos (35%).
La gestión global de los residuos lo hace evidente: menos de la mitad de los residuos que se generan a nivel mundial cada año se consiguen reciclar. Los científicos estiman que de 60.000 millones de toneladas de materia prima que extraemos al año a nivel mundial, más de la mitad no se regenera de ninguna forma y pasa a convertirse en residuos que acaba en vertederos, mares o incineradoras, con un enorme coste ambiental.
Jenna Jambeck, directora de la Universidad de Georgia y una de las mayores especialistas en residuos plásticos advierte sobre el grave problema de los desechos: “Hemos producido 8.000 millones de toneladas métricas (TM) de plástico en este planeta desde 1950… y hemos tenido que manejar 6.400 millones de TM de eso como desperdicio, sin embargo, solo hemos reciclado el 9%”. (Ver Más Azul n°18, marzo 2021, “La basura plástica continúa inundando los océanos”.
Como sostiene un Informe del Green Building Council de España (GBCe) “es un sistema que no tiene en cuenta las externalidades ambientales que genera, las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) asociadas ni otros impactos ambientales. Las consecuencias de este sistema económico depredador son extremadamente representativas de hacia dónde nos dirigimos, si no tomamos medidas para cambiar el rumbo hacia un modelo de economía circular”.
Una muestra de la insostenibilidad del sistema es que la continuidad del actual modelo elevaría, entre 2030 y 2050, en un 70% de generación de residuos y el consumo mundial de recursos de la Tierra equivaldría a tres planetas, con un aumento de la demanda de combustibles fósiles, metales y minerales.
En el caso de la construcción –uno de los sectores que genera, directa e indirectamente, una parte importante de la contaminación y el deterioro de los recursos naturales a nivel mundial, en especial a través de la producción de cemento y acero – se impone encontrar alternativas para un desarrollo sostenible.
Dos arquitectos han sido precursores del ahorro de recursos y prevención de residuos, que se resumen en la expresión “Cradle to Cradle” (de la cuna a la cuna). Walter Stahel en 1976, esbozó la visión de una ‘economía circular’ en tono a la extensión de la vida de los productos, bienes de larga duración, actividades de reutilización y prevención de residuos.
En arquitectura, ese concepto fue especialmente desarrollado por William McDonough que propone diversas soluciones para mejorar la forma en la que se construye y se habita para reducir la huella ecológica y nuestro impacto en el ambiente. Uno de sus puntos centrales reside en interpelar al consumidor final, marcando su responsabilidad en abandonar los hábitos de poseer cosas nuevas (en los que ha sido educado) y tomar conciencia de que es posible y necesario “exprimir” al máximo los productos, para alargar su vida útil.
McDonough es pionero en aplicar la economía circular en arquitectura, creador de muchos diseños de arquitectura sostenible e impulsor de programas de divulgación en el centro de estudios ambientales en Oberlin College o la Base de la Sostenibilidad de la NASA. Decano de la escuela de arquitectura de la Universidad de Virginia, la revista Time le consideró en 1999 “Héroe del Planeta”, por sus aportes a una arquitectura circular.
El pensamiento de Mc Donough se asienta en lo que llama ‘dos metabolismos: biológico y técnico’. La nutrición biológica toma el ejemplo de la naturaleza, que permitió cultivar el mismo terreno durante 4000 años, al entender de manera perfecta, el flujo de nutrientes, contra el modelo de la revolución industrial, que somete a la tierra con materiales tóxicos. Concibe productos con la capacidad regeneradora de la naturaleza, capaces de volver fácilmente al agua o a la tierra como nutrientes sin incorporar materiales sintéticos o contaminantes.
Por su parte, los nutrientes técnicos son aquellos bienes innovadores destinados a circular continuamente como materiales puros, en lugar de ser reciclados en materiales y usos de los que sólo se empleará una parte del material original y se desechará el resto.
Bajo el sistema esquema lineal de consumo que consiste en crear, consumir y desechar, se hace especialmente difícil gestionar los crecientes residuos de las materias primas utilizadas en la construcción.
En esa dirección, en el sector crece la conciencia sobre el impacto de la arquitectura en el medio ambiente, por lo que muchos arquitectos desarrollan estrategias de construcción que permitan generar un menor desperdicio de recursos y un mayor ahorro de energía. La arquitectura circular avanza en la utilización de elementos y materiales desechados en construcciones anteriores, para darles una segunda vida a través del reciclado o la reutilización.
Para implementar la economía circular en sus diseños, muchos arquitectos toman en cuenta dos principios: un diseño flexible y la mayor eficiencia energética. Para el diseño debe tenerse en cuenta que los componentes y sistemas de los edificios deben planificarse para poder ser desmontados o sustituidos sin deterioro, para mantener su capacidad de ser reutilizados o convertidos en un nuevo recurso.
Ello exige una sistematización de las partes de un edificio desde la parcela donde se implanta al mobiliario, ya que todos los materiales y sistemas deben permitir el mantenimiento y sustitución de las diferentes partes de acuerdo a las necesidades. Ello implica elaborar en la etapa de diseño, las rutas de reutilización posterior y el uso de materiales que no provoquen tóxicos ni contaminantes en su reconversión.
Siguiendo los principios de la economía circular, el uso de materiales implica la investigación y el desarrollo de nuevos materiales constructivos y la reutilización sea directa o tras un proceso de transformación de mínimo impacto ecológico.
Se trata de eliminar o reducir el consumo de materiales que signifiquen dispendio de recursos no renovables o que no sean reciclables o que requieran un uso intensivo de energía para su extracción o recuperación.
El segundo principio es, por tanto, el de la eficiencia energética. La edificación debe emplear materiales y técnicas de construcción y desmontaje a partir de energías renovables o de no ser posible en términos absolutos, que el consumo sea reducido y sostenible durante su utilización.
Una interesante iniciativa ha sido la de la empresa Philips que ha lanzado una nueva línea de negocio que supone dar un giro innovador a su producto estrella (la luminaria) para ofrecer en cambio, servicios de iluminación al consumidor (Ver Más Azul n° 5, feb.2020, “Philips cambia su nombre por Signify y empieza a utilizar material reciclado”)
En esa dirección, han anunciado dos innovaciones: la utilización de material reciclado y el servicio a medida de lámparas para el hogar. Se trata del primer servicio mundial que permite personalizar y encargar online tu lámpara (estilo y bombilla), imprimirla en 3D con material reciclado y recibirla en tu puerta en dos semanas.
El proyecto se encuadra dentro del concepto de economía circular, en tanto reduce el uso de materias primas, disminuye la producción de residuos y limita el consumo de energía. El material reciclado utilizado proviene de los viejos CDs de la década de los 90. Para imprimir en 3D una lámpara de mesa LED la empresa consume 24 CD reciclados, que se otra manera irían a la basura.
Philips intenta pasar del tradicional interés de las empresas para que sus productos tengan caducidad u obsolescencia programada a mostrar vocación para que éstos duren lo máximo posible, sean recuperables y se puedan reparar para volverlos a poner en circulación al final de su vida útil.
La economía circular tiene un rol decisivo en la estrategia para articular el cambio profundo de modelo de producción y consumo. Se requiere para ello una fuerte presión normativa exigiendo una serie de cambios que respondan al nuevo modelo, con edificios de consumo casi nulo.
Debemos dirigirnos hacia modelos de construcción más sencillos, que permitan que sus componentes se puedan reparar o mejorar. La circularidad trata de desvincular el desarrollo económico del consumo de recursos finitos y permitir una economía restaurativa y regenerativa, que camine de la mano de la naturaleza.