Algo empieza a moverse en EEUU a favor del Planeta. El gobernador de California, Gavin Newsom, que había resistido la presión ambientalista para tomar esa medida, resolvió en los últimos días de abril pasado, prohibir nuevos permisos de fracturación hidráulica para 2024 y detener toda la extracción de petróleo para 2045.
De esta forma, California sería el primer estado en EEU en prever un plazo para terminar con toda extracción. La medida es trascendente ya que California es el estado más poblado del país, tercer productor nacional de petróleo y de enorme peso político.
Newson consideró al comunicar la noticia que “la crisis climática es real y seguimos viendo las señales todos los días. Dejé en claro que no veo un papel para el fracking en ese futuro y, de manera similar, creo que California necesita ir más allá del petróleo”.
Si bien el fracking representa una parte mínima de la producción del petróleo californiano (1,5%), la decisión es importante ya que pone el pernicioso método de extracción –con graves consecuencias sobre la contaminación del agua, las fugas de emisiones de metano y la salud humana, en especial para quienes viven en la proximidad de las perforaciones donde se registran altas tasas de asma, cáncer y partos prematuros. (Ver Más Azul n° 4, ene 2020, “Actuar ya Frenar las fugas de metano del fracking” y n°2, nov 2019 “El fracking contribuye al calentamiento global”).
Organizaciones sociales y ambientales de California han celebrado la medida como un paso audaz y relevante. Sin embargo, debe señalarse que un proyecto de ley que imponía restricciones más duras al petróleo y el gas no logró obtener los cinco votos que necesitaba para pasar por el comité de recursos naturales del Senado de California hace pocas semanas atrás y que establecía ‘zonas de amortiguación’ de 760 metros para escuelas, centros de atención médica y residencias.
Unos 7,4 millones de californianos viven a menos de 1.500 mts. de una perforación de petróleo o gas (y 17,6 millones en todo EEUU). La irresponsabilidad de gobiernos y empresas hace que en muchos estados la distancia autorizada esté entre los 45 a 152 metros.
La presión ambiental ciudadana se ha multiplicado en los últimos años para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, ya que la crisis climática va mostrando en California su rostro más cruel: sequías agudas, incendios forestales y tormentas de calor que baten records históricos y un creciente aumento del nivel del mar.
La nueva medida sobre extracción de petróleo y gas en California planteará un duro debate público. Aunque ya había ciertas restricciones estrictas, la División de Administración de Energía Geológica de California (CalGEM) siguió aprobando, en los últimos años, permisos de perforación sin un estudio ambiental: 213 para fracking en 2019; 82 en 2020 y casi 2.000 permisos para nuevos pozos de petróleo y gas el año pasado, pese a la pandemia.
La Administración de Newsom ha emitido 8.610 permisos nuevos en general desde el 1 de enero de 2019 e incluso en el primer trimestre de 2021, el número total de permisos emitidos para perforar y reelaborar todos los tipos de pozos se redujo a un todavía autorizó otros 615, hasta que el gobernador se vio obligado a suspender nuevos permisos de fracturación hidráulica y despedir al principal funcionario regulador de petróleo y gas, tras un informe que mostraba que los nuevos pozos habían aumentado un 35%.
En un contexto difícil, donde algunos sectores del país se muestran proclives a los argumentos del “negacionismo climático” más recalcitrante (como las hordas de Trump), California tibiamente pretende liderar la lucha contra la crisis climática. Por ley estableció que el estado deberá ser 100%energía renovable para 2045; prepara una normativa para prohibir la venta de vehículos de pasajeros nuevos a gasolina para 2035, a lo que se suma ahora la prohibición del fracking para 2024.
El país más contaminante del Planeta per cápita avanza muy lentamente debido al poder que tiene el lobby petrolero.
Uno de sus voceros, David Blackmon muestra la resistencia que tienen a poner fin a la industria más contaminante y criminal. Ante la posición de Vicki Hollub, directora general de Occidental Petroleum, que en abril pasado afirmó que no creía “que la industria estadounidense pudiera volver a producir 13 millones de barriles de petróleo por día”, retrucó con soberbia: “Es una propuesta arriesgada decir “nunca” en lo que respecta a la industria petrolera, dada su inclinación de 170 años a casi siempre sorprender a los expertos”.
Cuestiona el plan billonario de ‘infraestructura’ presentado por Biden, al que acusa de haber traicionado sus promesas pre-electorales acerca de mantener la alternativa del “fracking” y considera que si llegara a concretarse sería “una sentencia de muerte para el gas natural”.
“Básicamente, el plan –sostiene Blackmon– se ha transformado en un plan de empleo que tiene un gasto limitado en infraestructura real. El plan también abandona las promesas clave sobre las que hizo campaña el presidente Biden que habrían mantenido la relevancia de la industria del gas natural y los gasoductos durante décadas”.
Pero confía en el poder de los suyos: “Si bien la industria siempre ha sido creativa y eficiente en adaptar sus prácticas comerciales para cumplir (sortear) los nuevos requisitos regulatorios, los próximos cuatro años prometen ser una repetición del enfoque de ‘muerte por 1000 cortes’ que la industria logró resistir durante el segundo mandato de Obama”.
En su artículo, Blackmon muestra algunas cartas. Como la preferencia de la industria petrolera por el hidrógeno como alternativa para retener el poder: “El plan de la campaña (de Biden) también impulsó un fuerte enfoque en la tecnología de vehículos alimentados con hidrógeno, lo que presentaría una oportunidad para reutilizar los gasoductos y oleoductos existentes para transportar hidrógeno por todo el país. Pero es obvio que el lobby de los vehículos eléctricos ganó en eso, ya que el proyecto de ley Biden prácticamente abandona cualquier enfoque en el hidrógeno”.
Con un especial cinismo, Blackmon hace un acto de fe en su industria favorita, sin la menor consideración a las implicaciones ambientales que acarrea y escribe: “Dos de mis dichos favoritos relacionados con el auge son “Dios, por favor dame un auge petrolero más y te prometo que no lo arruinaré” y “Siempre puedes contar con la industria del petróleo y el gas para salir adelante con prosperidad”.
Otra de las cartas que muestra el consultor del lobby petrolero es a quien atribuye la defensa del ambiente: “En general, lo que representa el “Plan de empleo estadounidense” de Biden-Harris es un giro radical a la izquierda hacia la política del Green New Deal… Para la industria del gas natural, el mensaje es claro: si esta administración se sale con la suya, su negocio se extinguirá en muy poco tiempo”.
Desde una perspectiva de mayor objetividad, en un artículo publicado antes de la elección presidencial, Bloomberg Green anticipaba que “a largo plazo, el combustible (gas de esquisto) puede resultar insostenible económica y ambientalmente dentro del sector energético, un mercado clave para los productores. El plan climático de Biden solo aceleraría ese resultado, con inversiones masivas en almacenamiento eólico, solar y de baterías que darían una ventaja a esas fuentes de energía. Y su objetivo de una red neutra en carbono frenaría severamente, si no destruiría, la parte del gas en el pastel a favor de energías renovables más baratas y más limpias”.
Will Wade, Gerson Freitas Jr y Jennifer A Dlouhy, autores del trabajo, sintetizaban la situación que preveían: 1. La energía solar y la eólica son ahora más baratas que la gasolina; 2. “El precio promedio de la nueva infraestructura de energía renovable es más bajo que el de las plantas de gas natural en los EEUU y en gran parte del mundo”; 3. “Su plan de energía limpia tiene poco espacio para los combustibles fósiles; y 4.“La transición va a suceder más rápido’ de lo esperado”.
Para ratificarlo, citaban a Kevin Book, director de ClearView Energy Partners, una reconocida firma de investigación independiente con sede en Washington: “La descarbonización no es un debate, es una sentencia de muerte para los combustibles fósiles. Significa que un recurso se está desconectando de la red. Esa es la implicación inevitable”.
Algo de está moviendo… Veremos todo tipo de resistencias y maniobras desesperadas del lobby petrolero. Sus nuevos campos de batalla serán los plásticos y el hidrógeno. Estemos atentos.