En un documento interno, Nestlé reconoce que sus productos no son saludables

01 jun 2021

Se trata de la mayor corporación alimentaria del mundo. Produce alimentos para bebés, productos de nutrición médica especializada, agua embotellada, café y té, cereales para el desayuno, productos lácteos y de confitería, helados, alimentos congelados, alimentos para mascotas y aperitivos. Es además uno de los principales accionistas de L’Oreal, la compañía de cosméticos más grande del mundo.

Sus productos están profusamente en nuestros hogares. Veintinueve de sus marcas de Nestlé venden más de 1.000 millones de dólares anuales, incluyendo Nespresso, Nescafé, Nesquik, Maggi, Kit Kat, Smarties, Vittel, Bonka, Buitoni, etc. Sus 447 fábricas, operan en 194 países. Y en 2011, Nestlé figuraba en el puesto n° 1 de la revista Fortune Global 500 como la empresa más rentable del Planeta.

Desde la sede de Nestlé en Suiza, reconocen que algunos de sus productos “nunca serán 'saludables”.

Pero lo que nos venden atenta contra nuestra salud. Así lo reconoce Nestlé en un documento interno que la directiva hizo circular entre sus altos ejecutivos a principios de este año y que hizo público Financial Time a comienzos de este mes.

Allí reconoce que el 63% de su cartera de alimentos no es saludable. Usando un lenguaje hipócrita que intenta disimular su dramática realidad dice que la mayoría de sus productos no cumplen con la “definición reconocida de salud” y admite que su cartera todavía “tiene un rendimiento inferior al de las definiciones externas de salud”.

En una comunicación ‘para los suyos’ la empresa de alimentos más grande del mundo, va más lejos y acepta que más del 60% de “algunas de nuestras categorías y productos nunca serán ‘saludables’ sin importar cuánto renovemos”.

Dentro del sistema de 5 estrellas que califica lo saludable de un producto alimenticio que utilizan grupos internacionales como la Access to Nutrition Foundation, la calificación 3,5 es el umbral de mínima.

El 63% de los alimentos y bebidas de Nestlé en promedio no logran alcanzar ese mínimo. Y aún más grave: el 96% de sus bebidas y el 99% de sus productos de confitería y helados son insalubres.

Entre los productos más nocivos se destacan los cereales para el desayuno, los helados, las pizzas preparadas, las golosinas y los chocolates, por su alta carga de azúcares añadidos, grasas saturadas y sal.

La sorpresa en materia de resultados es que solo logran ese mínimo de 3,5, el 82% de sus aguas y el 60% de sus lácteos. Es decir que un 18% de sus aguas y un 40% de sus lácteos –productos que tienen como consumidores preferentes a los niños no resultan aceptables.

UNA INDUSTRA QUE ENVENENA

Un ejemplo de espanto es el de las Agüitas azucaradas para niños y niñas (300 a 330 mililitros, poco más de un vaso) que contienen 15 grs. de azúcar por envase (equivale a tres cucharadas de café) que aporta entre el 75 a 100% del consumo diario de un niño/a. Agrega además 70 miligramos promedio de sodio que se usa para diluir el sabor intensamente dulce que provocaría nauseas o rechazo.

Algunas de estas aguas para niños contienen colorantes caramelo IV, que se elabora con amonios y sulfuros que producen unos supbroductos que causan cáncer (https://www.cspinet.org/new/FDA Urged to Prohibit Carcinogenic “Caramel Coloring”.html). Y otras, llevan colorantes que provocan cambios en la conducta e hiperactividad en los niños. (www.cspinet.org/new/pdf/bateman.pdf).

En todos los casos, las aguas edulcorantes no calóricos –no recomendados para menores– que crean hábito por los sabores intensamente dulces, lo que impide los cambio de hábitos en la alimentación, ya que el niño difícilmente aceptará sabores de los alimentos naturales, como verduras, cereales integrales o agua natural.

Diseño para alentar el consumo infantil en un producto que contiene colorantes peligrosos y adictivos.

Para fomentar su consumo en los niños y a la vez sortear las objeciones científicas, Nestlé presenta estas “agüitas con jugo” (Nestlé agüitas pureza vital), con etiquetado de colores y con algún personaje infantil en envases pequeños, pero sin decir explícitamente que es un producto para niños y niñas.

Aunque algunas dicen contener jugo de fruta es un fraude ya que tienen cantidades mínimas (1 a 5%) de concentrado de jugo, que es otra forma de azúcar. Y las publicitan como “reducida en azúcar”, cuando tienen altos índices de azúcares además de edulcorantes no calóricos

La publicidad es particularmente engañosa. No habla de los niños pero dice las ‘agüitas’ “son una opción saludable que a ellos les encantará” o dale de beber Agüitas Nestlé pureza vital, una opción recomendable”.

Estos productos cuentan con la manifiesta complicidad de los gobiernos que en general los gravan con impuestos por ser altos en azúcares y de riesgo para la población, pero se les permite etiquetados engañosos y ser publicitados en horarios infantiles. (elpoderdelconsumidor.org/Daña Cofepris derechos de consumidores con nuevo etiquetado de alimentos).

FABRICANTES DE ENFERMOS

Marion Nestle (que pese a la coincidencia de su apellido no tiene relación alguna con la corporación) es una de las voces más reconocidas en EEUU sobre nutrición y política alimentaria. Doctora en Biología Molecular y MPH. en Nutrición y Salud Pública de la Universidad de California, ha sido premiada por sus investigaciones sobre la industria de los alimentos.

Asegura que hay una poderosa e innegable influencia socioeconómica de las empresas en las decisiones sobre qué comemos y que el marketing de las empresas que nos venden los alimentos, tiene una gran responsabilidad en la actual epidemia de obesidad, sobrepeso y diabetes tipo 2 que viven hoy las sociedades occidentales.

Ya en su primer libro, Food Politics, advirtió que es la industria la que determina lo que come la gente y crea las condiciones que predisponen a la obesidad: “Estás eligiendo esos alimentos, y no otros, no porque tengas todas las opciones del mundo a tu alcance, sino porque esos alimentos están ahí y se te han presentado como algo normal, razonable y apropiado”.

Y mostró cómo la industria alimentaria usó las mismas técnicas de marketing de la industria tabacalera y ocultar los severos daños a la salud que sus productos ocasionaban.

Profesora emérita actualmente de la Universidad de Nueva York y visitante en la Universidad de Cornell, explica porqué Nestlé y el resto de la industria tienen dificultades para producir alimentos saludables: “El trabajo de las empresas de alimentos es generar dinero para los accionistas y generarlo lo más rápido y en la mayor cantidad posible. Van a vender productos que llegan a una audiencia masiva y son comprados por la mayor cantidad de gente posible, que la gente quiere comprar, y eso es comida chatarra”.

El proceso tiene más de medio siglo. Es famosa la intervención de la industria azucarera en la década del ’60, pagando a algunos investigadores destacados para que negaran y suprimieran evidencias acerca del azúcar como una de las principales causas de enfermedades cardíacas.

En 2016, tres investigadores de la Universidad de California (San Francisco, EEUU) revelaron –como ahora sucede con Nestlé– documentos internos de la industria alimentaria, donde se comprobaba que la entonces Sugar Research Foundation (actual Asociación del Azúcar de EEUU) había pagado en secreto a tres científicos especializados en nutrición de Harvard para minimizar pruebas que vinculaban el azúcar con las enfermedades coronarias. (Ver Más Azul n°10, jul 2020, “La droga del azúcar”)

Cuando hace algunos años se planteó el debate acerca de la grasa como un peligro para la salud humana,  la industria alimentaria obligada a reducir el contenido graso de sus productos incorpora la generación de ‘nuevos alimentos bajos en grasa’ que publicita como bajos en calorías, light, etc.

Como la grasa, el azúcar y la sal potencian el sabor de los alimentos y los hacen más sabrosos, la industria apeló al azúcar y la sal para compensar y potenciar el sabor de los productos y bajar algo de los que contenían mucha grasa.

Para sortear las advertencias de médicos y nutricionistas sobre las consecuencias negativas del azúcar en la salud humana, la industria desarrolló un marketing para asociar el azúcar a la energía y la actividad, omitiendo la potencia adictiva de la sacarosa (azúcar de uso familiar), similar a la del alcohol y la nicotina.

Siguió agregando altas dosis de azúcar a sus productos pese a que los científicos advertían que su consumo propende a generar enfermedades, tanto cardiovasculares (hipertensión, derrames cerebrales y ataques cardíacos) como diabetes y obesidad.

Otra de las omisiones de la industria alimentaria está referida al refinado del azúcar que usa químicos como dióxido de azufre o cal y que es la clave del control de la industria azucarera. De hecho, muchos países pobres, productores de caña deben importan el azúcar refinado y los productos procesados.

Las dietas poco saludables ya son responsables de más fallecimientos a escala global que el tabaco o cualquier otro factor de riesgo. Así lo refleja un estudio publicado en The Lancet (2019) tras una investigación de más de 130 científicos de casi 40 países: una de cada cinco muertes en todo el mundo está causada por una mala alimentación.

GREENWASHING o NUTRIWASHING

El descubrimiento de lo poco o nada saludables de los productos de la industria alimentaria global no es nuevo. Sus líderes son conscientes de ello. El documento que ahora deja trascender Nestlé, es un giro más de una larga trayectoria de campañas de lavado de imagen.

De hecho, el documento está sembrado de frases como: “Hemos hecho mejoras importantes en nuestros productos, pero nuestra cartera todavía tiene carencias respecto a las definiciones de salud en un panorama donde la presión regulatoria y las demandas de los consumidores no dejan de crecer”. Pareciera que Nestlé estuviera oyendo la tendencia mundial a una mejor y más sana alimentación…

Pero la historia de la empresa –coincidente con la historia de la industria alimentaria mundial, llámense Coca Cola, Pepsico, Bimbo, Kraft Heinz, Danone, Modelez, etc.– es una colección de tropelías y atentados a la salud.

Las prácticas de Nestlé para imponer sus sucedáneos de leche materna contra las recomendaciones internacionales, entregando muestras gratis y usando a médicos debidamente “endulzados” para promoverla, llevaron a que en 1981 se estableciera el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de Leche Materna, prohibiendo la publicidad de estos productos, la entrega de muestras gratuitas por médicos, las promociones en los sanatorios y otras estrategias de marketing.

Pero 40 años después, Nestlé se sigue sintiendo que la ley no es para ellos. Violando el código internacional y las advertencias de UNICEF ante la pandemia, han aprovechado la emergencia sanitaria para una campaña en México “Juntos podemos nutrir su vida”, donde invita a “donar” una lata de leche Nido a cambio de su aporte de dos latas más de sucedáneo de leche materna de Nestlé NIDAL.

La campaña la hace asociada al grupo FEMSA, que se presenta como pro-sostenibilidad. Vale la pena indagar qué es FEMSA para descubrir que es su asociación con Coca Cola en ese país, donde además opera miles de tiendas de comercio minorista, más la cadena de farmacias YZA, la cadena de estaciones de servicio OXXO GAS, la producción de plásticos y distribución de productos de limpieza y consumibles en EEUU, con presencia en toda América latina.

El doctor Marcos Arana Cedeño, miembro del International Baby Food Action Network Global Council (IBFAN) e investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición de México, señaló esta acción como una simulación: “El aprovechar la pandemia de COVID-19 para promocionar productos en un acto de simulado altruismo y en franco desacato a las disposiciones internacionales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef”.

En la promoción de la campaña se informa que estas donaciones se entregarán a “comunidades vulnerables de Veracruz y el Sureste de México”. La entrega de sucedáneos de leche materna quebranta además compromisos del gobierno mexicano. Nestlé sabe que la campaña constituye una flagrante violación y está penada a muchos países, debido a que Naciones Unidas ha establecido que el reparto de sucedáneos de leche materna induce al abandono de la lactancia materna, lo que repercute en la calidad de la nutrición de los bebes.

Nestlé no duda en repetir lo que ya hizo en la década del 70 en África. Los sucedáneos de la leche materna representan un riesgo a la salud, como pudo comprobarse en esos años, en las poblaciones vulnerables de África y otras regiones del tercer mundo debido a la imposibilidad de preparar los sucedáneos con agua de la calidad que se requería y la imposibilidad o dificultad de desinfectar los biberones de manera adecuada.

Nestlé ignoró todo eso y realizó una intensa campañas de marketing (publicidad, regalo de muestras, promociones con médicos, etc.) logrando que muchas mujeres sustituyeran la lactancia materna con sucedáneos lo que provocó la muerte de miles de bebes y desató una famosa campaña de boicot a la empresa en los años ’70, por parte de la ONG War on Want  bajo el lema “Nestlé, The Baby Killer”.

La primera actitud de la empresa fue que no podía responsabilizarse de la falta de higiene de los países en desarrollo y de la falta de educación de las madres que adquirían el producto. La presión de la OMS y de la justicia sobre la necesidad de prácticas de marketing responsable hizo que, diez años después, Nestlé prometiera seguir las recomendaciones de la OMS e instrumentar una promoción responsable de sus productos. Pero como se ve en México ni la pandemia frena su voracidad mercantil.

Pero no es solo Nestlé. Otras marcas de alimentos, productoras de leche infantil, tampoco respetan los convenios internacionales. Siguen haciendo publicidad de estos productos aunque ello suponga sobornar al personal hospitalario para que convencer a las madres de que la leche preparada es mejor que la natural, como sucediera en 2013 con Danone en China, cuyo gobierno tuvo que sancionar a 13 médicos y enfermeras por recibir dinero de la empresa francesa para recomendar su leche en polvo.

Nestlé –que se presenta como una “empresa de nutrición, salud y bienestar”– afirma sin pudor ni memoria, estar “trabajando en un proyecto de toda la empresa para actualizar su estrategia pionera en nutrición y salud… para asegurarnos de que nuestros productos ayuden a satisfacer sus necesidades nutricionales y respalden una dieta equilibrada. Nuestros esfuerzos se basan en una sólida base de trabajo durante décadas….” (sic!!)

Reconoce que en los últimos siete años solo logró reducir 14/15% de azúcares y sodio cuando debía haber logrado el 30% hace 20 años. Pero hacerlo supondría eliminar el factor adictivo que potencia las ventas.

La pizza pepperoni de Nestlé, un emblema de la comida chatarra.

En 2018 fue denunciada por la alarmante cantidad de plástico que produce: la marca fabricó 1,7 millones de toneladas de envases de plástico de un solo uso ese año. Pese a sus afirmaciones “verdes”, Nestlé continúa su uso de plásticos desechables, constituyendo uno de los mayores contaminadores mundiales de ese material.

Es que detrás de la pretensión de lavado de imagen, Nestlé –como el resto de la industria alimentaria mundial– no piensa cambiar. Esa decisión se escurre entre los pliegues de sus argumentos: “cuando se consume con moderación, las recomendaciones alimenticias actuales también dan espacio para alimentos indulgentes”. ‘Indulgentes’ es la curiosa forma de llamar a sus elaboraciones nocivas para la salud.

Para reforzar su decisión, un argumento más: Cumplimos con todas las regulaciones y normas vigentes en los países donde operamos. Seguimos comprometidos con proporcionar alimentos y bebidas nutritivos, sabrosos y seguros de manera sostenible”. La palabreja ‘sostenible’, colada y vacía de contenido, sirve…

Y para demostrar que el documento que hizo público Financial Times no es una autocrítica empresaria sino parte de una estrategia de lavado, afirman: “En los últimos años, hemos lanzado miles de productos para niños y familias que cumplen con criterios de nutrición externos. También hemos distribuido miles de millones de dosis de micronutrientes a través de nuestros asequibles y nutritivos productos”.

Y a modo de conclusión no dudan en añadir un elemento clave en la adicción que provocan: el sabor (determinado por altas dosis de azúcar y sal). “Creemos que una dieta saludable significa encontrar un equilibrio entre el bienestar y el disfrute. Esto incluye tener algo de espacio para comidas indulgentes, consumidas con moderación. Nuestra dirección de viaje no ha cambiado y es clara: continuaremos haciendo que nuestra cartera sea más sabrosa y saludable”.

La prueba final de que el documento no es un reconocimiento de su mala praxis alimentaria es la hilarante comunicación emitida desde una de sus filiales: “el informe se basó en un documento interno que fue sacado de contexto”. 

La presión regulatoria sumada a la tendencia creciente hacia una alimentación más sana es lo que ha movido a presentarse como en el camino de una reconversión saludable. La única y potente herramienta que tiene la ciudadanía global para lograr que ese cambio sea real es TERMINAR CON EL CONSUMO de aquellos productos que nos enferman y enferman a nuestros hijos.