15 abril 2023

Entre los varios y manifiestos retrocesos que está sufriendo la lucha contra el cambio climático se suma uno más. Una reciente investigación revela un aumento de emisiones de químicos prohibidos que vuelve a poner en peligro la capa de ozono. Se trata específicamente de las emisiones de clorofluoracarbonos (CFC), que son sustancias derivadas de hidrocarburos que fueron utilizados en aerosoles y en procesos de refrigeración.

Los CFC están prohibidos por el Protocolo de Montreal es evidente que alguien está haciendo trampa.

En 2010, el Protocolo de Montreal prohibió la presencia de esas sustancias, aunque el tratado internacional aceptaba el uso de CFC como materia prima para producir otros productos químicos, incluidos los hidrofluorocarbonos (HFC), que se desarrollaron como sustitutos de segunda generación de los CFC.

Según una investigación publicada a fines de marzo pasado en la revista Nature Geoscience, a cargo de un equipo de científicos de la Bristol University (Reino Unido) y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica – NOAA (EEUU), integrado por Lucas M. Western, Martín K. Vollmer, Pablo B. Krummel, Karina E. Adcock, Paul J. Fraser, Cristina M. Harth y ots, advierten que estas sustancias continuarían utilizándose y que las emisiones globales de “varios químicos prohibidos que destruyen la capa de ozono están aumentando”. 

Los autores consideran que “las emisiones de, al menos, cinco tipos de CFC (CFC-13, CFC-112a, CFC-113a, CFC-114a y CFC-115) aumentaron entre 2010 y 2020, en contra de los objetivos del Protocolo. Esto probablemente surja durante la producción de HFC, que han reemplazado a los CFC en muchas aplicaciones”.

Para Lucas Western, investigador de Bristol y uno de los autores de la investigación: “La conclusión clave es que el proceso de producción de algunos de los productos químicos de reemplazo de CFC puede no ser del todo inocuo para la capa de ozono, incluso si los productos químicos de reemplazo sí lo son… Combinadas, sus emisiones son iguales a las emisiones de CO2 en 2020 para un país desarrollado más pequeño como Suiza. Eso equivale a aproximadamente el 1% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en EEUU. Se está prestando atención a estas emisiones debido al éxito del Protocolo de Montreal. Es que las emisiones de CFC de usos más generalizados que ahora están prohibidos se han reducido a niveles tan bajos que las emisiones de CFC de fuentes antes menores están en el radar y bajo escrutinio”.

Si bien afirman que “las emisiones de estos CFC actualmente no amenazan significativamente la recuperación del ozono, pero al ser potentes gases de efecto invernadero, aún afectan el clima”. Las emisiones de CFC en 2020 equivalieron a 47 ± 5 TgCO2: “Si las emisiones de estos cinco CFC continúan aumentando, su impacto puede anular algunos de los beneficios obtenidos con el Protocolo de Montreal. Estas emisiones podrían reducirse o evitarse reduciendo las fugas asociadas con la producción de HFC y destruyendo adecuadamente cualquier CFC coproducido”.

Entre 2010 y 2020 aumentaron las emisiones de estos químicos que contribuyen a agravar la situación del clima.

Aunque las emisiones de estos CFC no amenacen de manera significativa en la actualidad la recuperación del ozono, hay que tener en cuenta que las emisiones de estos cinco CFC –siendo potentes gases de efecto invernadero– contribuyen a agravar la situación del clima y si continúan aumentando, podrían anular algunos de los beneficios logrados a través del Protocolo de Montreal. 

Según el estudio citado, estas emisiones podrían reducirse o evitarse reduciendo las fugas asociadas con la producción de HFC y destruyendo adecuadamente cualquier CFC coproducido.

Duwood Zaelke, un experto en el Protocolo de Montreal, señaló que es evidente que alguien está haciendo trampa ya que sería muy extraño que se produjese una liberación tan grande y continuada de CFC 11. Para los especialistas hay alternativas que permiten abandonar el CFC 11 sin mayor problema. Pero intereses económicos inescrupulosos empujan a ciertas empresas a seguir recurriendo a él, por su menor costo.

El agujero de la capa de ozono en la Antártida

En la última evaluación científica (enero 2023), expertos de Naciones Unidas destacaron que el agujero de la capa de ozono que está sobre la Antártida se cierra lentamente y si no se producen alteraciones significativas, estará completamente cerrado para 2066.

Expertos como Paul Newman, coautor de la investigación Bristol-NOAA consideran que “en la estratósfera superior y en el agujero de ozono vemos que las cosas mejoran”. Como explica Petteri Taalas, Secretario General de la Organización Meteorológica Mundial, es el resultado exitoso del Protocolo de Montreal, que está generando que ese “escudo protector” del Planeta vuelva a mediados de siglo a los niveles de 1980.

Pero los desafíos permanecen. Como advierte Johannes Laube, otro de los autores, “ante el continuo aumento de estos químicos CFC en la atmósfera, tal vez sea hora de pensar en afinar un poco más el Protocolo de Montreal”. 

Por su parte, las principales fuentes de emisiones provenientes de la quema de combustibles fósiles para generar energía, están incrementando el dióxido de carbono y metano en la atmósfera. La permanencia del consumo de carbón, petróleo o gas es la principal causa de la agudización de la crisis climática.

La amenaza de los óxidos de nitrógeno

A ello se suma la presencia cada vez más peligrosa de otros gases contaminantes como los óxidos de nitrógeno (NO, NO2, NOx) que también interactúan con la capa de ozono y pueden degradarla. Están presentes en los procesos de combustión vinculados al tráfico de automóviles, y transporte en general, así como a las instalaciones industriales de alta temperatura, de generación eléctrica, producción de fertilizantes e incluso, en la descomposición de nuestros residuos.

Según OMS, la contaminación por óxidos de nitrógeno provoca 4,2 millones de muertes prematuras.

Hay que tener en cuenta que Alemania en una nueva claudicación en la lucha climática acaba de propiciar el desarrollo de combustibles sintéticos, altamente contaminantes en óxidos de nitrógeno. Bosch, una de las empresas germanas que buscan su utilización bajo la falacia de que “la acción climática no consiste en acabar con el motor de combustión, sino en decir adiós a los combustibles fósiles”, se prepara para inundar el mercado de sintéticos por “casi 40.000 millones en 2030”, con un crecimiento anual del 65%. 

Mientras se encubre que los sintéticos generan contaminantes como óxidos de nitrógeno (NOx), un grupo de gases muy reactivos –óxido nítrico (NO) y dióxido de nitrógeno (NO2), en cantidades iguales o superiores a los que emite un vehículo a nafta o gasolina y con emisiones de monóxido de carbono tóxico casi tres veces más altas en comparación con los combustibles fósiles (Ver en este mismo número de Más Azul “Bajo presión de Alemania, la UE flexibiliza la prohibición de los motores de combustión-Pactan su continuidad y plantean el uso de combustibles sintéticos”).

Para los expertos, mientras las emisiones de CFC y HFC se contengan por efecto del Protocolo de Montreal y de mayores controles, los NOx amenazan con convertirse en el nuevo desafío y la principal fuente de gases que afectan a la capa de ozono.