Casi 67 millones de latinoamericanos padecerán hambre en 2030

01 jul 2021

América Latina es tierra de excesos. Quizás en ello resida su magia y también sus padecimientos. Une a la mayor biodiversidad del Planeta, un tercio de las reservas de agua dulce, una cuarta parte de los bosques y las tierras fértiles, en el marco monumental de los Andes y el esplendor del Amazonas.

“Los suelos fértiles de Latinoamérica albergan el futuro de millones de personas en todo el planeta” (Banco Mundial). Solo cuatro países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Colombia y Bolivia) junto a Angola, la República Democrática del Congo y Sudán, concentran 2.076 millones de hectáreas cultivables (1.066 millones de hectáreas América latina y 1.031 millones, África), la mitad del suelo fértil del Planeta, apto para producir alimentos. Juntos podrían alimentar al mundo.

América Latina es tierra de excesos. Quizás en ello resida su magia y también sus padecimientos.

Su rol, por tanto, en la seguridad alimentaria del Planeta es decisiva si logran hacer un uso apropiado de los suelos y resuelven ciertos problemas de tecnificación y sostenibilidad.

Naciones Unidas advierte que América Latina y el Caribe resulta una región clave para alimentar a parte de los 10.000 millones de personas que seremos en 2050. Hoy la región representa el 14% de la producción mundial de alimentos.

Además de una extraordinaria biodiversidad y ecosistemas claves para el clima global, la región cuenta asimismo con abundantes recursos energéticos y mineros. Posee hidrocarburos, energía hidroeléctrica, biocombustibles, eólica y solar, etc. Su matriz energética está compuesta principalmente por hidrocarburos (gas natural 34% y petróleo 31%), que provienen de la misma región.

América Latina y el Caribe es la segunda zona del mundo con mayor cantidad de reservas petroleras, después de Oriente Medio, con una proporción superior al 20%.

Con relación a minerales su riqueza es notable. Según el último informe del Servicio Geológico de EEUU (2021), Bolivia, Argentina, Chile, México y Perú controlan el 67% de las reservas mundiales de litio, de una importancia estratégica fundamental. Pero además concentra el 49 % de las reservas de plata (Perú, Chile, Bolivia y México), 44 % de las reservas de cobre (Chile, Perú y México), 33 % de las reservas de estaño (Perú, Brasil y Bolivia) y 22 % de las reservas de hierro (Brasil, Venezuela y México).  

HAMBRE EN EL REINO DE LOS ALIMENTOS

Pese a esas enormes riquezas naturales, que constituyen un enorme porcentaje de lo que la región produce y comercia con el mundo, su población padece restricciones severas en materia de servicios públicos básicos como salud (tal como reflejó trágicamemte la pandemia), educación, saneamiento, electrificación, seguridad, etc.

Y lo más grave (siendo una de las mayores regiones productora de alimentos): casi un tercio de los habitantes de la región –210 millones de personas– vive en condiciones de inseguridad alimentaria y una parte de ellos directamente padece hambre.

En 2019, vivieron esa situación casi 50 millones (47,7 millones de personas). Según el Informe SOFI “El estado de seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020”, elaborado por FAO, OMS, UNICEF y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), América latina lleva media década de aumentos consecutivos de los indicadores de hambre.

El reporte de ONU-SOFI llega a una dura conclusión: la región no alcanzará el Objetivo de Desarrollo Sostenible 2 de hambre cero, para 2030.

Las proyecciones muestran, por el contrario, que el hambre afectará a 20 millones más que en 2019, llegando a superar los 67 millones de personas para el 2030.

Para Julio Berdegué, representante regional de FAO: “Las cifras de hambre del año 2019 son escalofriantes, como también lo es el pronóstico para el año 2030”. Es que estas proyecciones no consideraban aún el COVID-19, que incrementará el hambre cuando se contabilicen los efectos de la pandemia.

“La realidad será peor –alerta Berdegué–que la que proyectamos en este estudio. Necesitamos una respuesta extraordinaria de los gobiernos, del sector privado, la sociedad civil y las organizaciones multilaterales… estamos peor ahora que cuando la región se comprometió con los ODS en 2015. Desde entonces, 9 millones de personas más viven con hambre”.

En el “supermercado del mundo”, en el “reino de los alimentos”, el hambre afecta hoy al 7,4% de la población y llegará al 9,5% en 2030.

El hambre en América Central tendrá un incremento de 3 puntos porcentuales más, es decir, 7,9 millones de personas, para 2030. En América del Sur, aumentará a 7,7%, o sea unos 36 millones de personas. Y en el Caribe otros 6,6 millones.

Muchos medios del mundo han cristalizado la imagen del hambre asociada al África. Es cierto que es allí donde se observan los niveles más altos de inseguridad alimentaria total, pero es en América Latina y el Caribe donde esa inseguridad alimentaria está creciendo más rápidamente: del 22,9% (2014) al 31,7% (2019), en especial por su fuerte incremento en Sudamérica.

En 2021, el 9% de la población latinoamericana ya sufre inseguridad alimentaria grave, lo que significa  ‘personas se han quedado sin alimentos y, que pasan uno o varios días sin comer’. Y unos 70 millones de los habitantes de la región –637 millones de personas– viven en condiciones de inseguridad alimentaria moderada, lo que significa ‘personas cuya capacidad de obtener alimentos es incierta y se ven obligadas a reducir la cantidad o calidad de los alimentos que consumen’.

Un dato muy alarmante y que desmiente las fervorosas declamaciones de muchos gobiernos de la región en favor de los pobres, es que, entre todas las regiones del mundo, América Latina registra el costo más alto para comprar una dieta que cubra las necesidades energéticas mínimas: u$s 1,06 por persona/día, lo que significa un 34% más que el promedio global. Y u$s 3,98 por día/persona para comprar una dieta saludable, que aporte nutrientes esenciales por encima del mínimo.

Según el Informe SOFI, ese valor es el más alto del mundo3,3 veces más caro que lo que una persona bajo la línea de pobreza podría gastar en alimentos. Según los ingresos promedio estimados, más de 104 millones de personas no pueden permitirse una dieta saludable”.

La población de Honduras necesita el 100% de sus ingresos si quiere acceder a una canasta básica de alimentos. En Bolivia el 62,9%, en El Salvador el 49,9% y en República Dominicana el 34,8%.(Fuente: ModeHub)

Para verificar las dificultades de acceso a una canasta básica saludable, es importante considerar el monto del salario mínimo de cada país. Pese a incrementos recientes y la retórica demagógica de sus gobiernos, los tres países más grandes de Latinoamérica apenas superan los u$s 200 por mes: Argentina (u$s 216), México (u$s 215) y Brasil (u$s 205) -Fuente: Statista.

Esos valores reflejan la cotización oficial, pero en casos como Argentina (con cinco cotizaciones distintas), el desfasaje entre esa cotización y la realidad es de más del 70%, lo que lleva el salario mínimo a u$s 127 por mes.

La media de los países de la región está entre los u$s 250 y u$s 350 por mes, con solo Chile (u$s 441), Uruguay (u$s 423) y Ecuador (u$s 400) por encima de esos valores.

Un caso que se destaca en la región es el de Venezuela cuyo salario mínimo mensual equivale a u$s 3,54, pese al aumento del 178% de mayo pasado. La tasa oficial de cambio de un dólar es igual a 2,8 millones de bolívares. Hasta el 1° de mayo 2021 en que se aumentó “celebrando” el Día del Trabajador, el salario mínimo equivalía a algo menos de u$s 1 por un mes de trabajo.

Venezuela, es hoy uno de los 20 países del mundo con mayor riesgo de agravar el hambre entre su población. Casi un tercio de la población (unos 9,3 millones de personas) enfrenta dificultades de acceso a los alimentos, sufre desnutrición o pasa hambre (FAO).

La desnutrición infantil: otra cara de las dificultades de acceso a los alimentos en Venezuela.

Cuba recorre un camino similar. El gobierno tuvo que quintuplicar el salario mínimo en enero pasado llevándolo a 2.100 pesos cubanos o u$s 87 (equivalente a 2,9 dólares por día) porque hasta el año pasado, era de 17 dólares. Y la pensión mínima fue fijada en 1.528 pesos (63 dólares).

En concreto: un día de salario mínimo cubano apenas alcanza para un kilogramo de pollo (u$s 2,42) y algo menos de 400 grs. de arroz (60 pesos la libra o medio kilo).

A ello se suma escasez crónica y que buena parte de los productos solo vende en dólares en las tiendas estatales MLC. Como dice un joven youtuber cubano “es frustrante hacer una cola de 5 horas y que se acabe lo que ibas a comprar…Pollo, salchichas, picadillo, eso es lo que se vende mayormente en moneda nacional… ¿Cómo hacen las familias cuando se les acaba el arroz y no pueden pagarlo a 60 pesos la libra?. Aquí en La Habana el arroz compite con el dólar y amenaza con ganarle”.

No es muy distinta la situación de aquellos ‘afortunados’ que trabajan para el Estado –más de tres millones, el 47,65% de la población) – que no superan los 159 dólares.

El cubano afronta esas duras penurias con su tradicional buen humor. Para reflejar el largo peregrinar en busca de lo necesario, encontrarlo y poder finalmente comprarlo, los cubanos lo resumen así: “En la isla solo hay tres problemas: desayuno, almuerzo y cena”.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) para Cuba –plan estratégico 2021-2024– señala que la dieta del hogar cubano medio es pobre en micronutrientes y no es saludable ni variada debido a una disponibilidad reducida e inestable de alimentos nutritivos, tanto por factores socioeconómicos como por hábitos alimentarios inadecuados.

Persiste un doble fenómeno de malnutrición: carencia de micronutrientes y sobrepeso y obesidad. Una cuarta parte de los adultos cubanos son obesos. La anemia constituye un grave problema de salud pública, que en algunas provincias supera el 40% y afecta al 38% de las embarazadas, lo que constituye  un grave problema de salud pública. El gobierno con el apoyo del PMA, ha tenido que desarrollar un plan nacional para el control de esta enfermedad.

Los problemas surgen en la provisión de alimentos. Cuba importa cerca del 70% de lo que consume y en 50 años de “experiencia cubana” no ha logrado generar carnes y demás proteínas animales ni los suficientes granos, hortalizas y frutas que le permitieran una cierta sustitución de importaciones.

Pero como de la realidad es difícil ocultarse (lo sabe bien el avestruz) el gobierno actual de Cuba ha decidido dar un ‘volantazo’ y terminar con la política de subsidios. La economía cubana ha mantenido numerosos subsidios estatales, que solo han servido para disimular el fracaso del sistema empresarial estatal y no ha mejorado de modo estable la vida cotidiana de sus ciudadanos.

Por eso, junto al aumento del salario mínimo y el fin del sistema cambiario, las autoridades anticiparon un aumento generalizado de precios del 160%. El costo del pan diario que era racionado y subsidiados pasó de 5 centavos a un peso. Sólo quedarán algunos apoyos al precio de la leche para niños y medicamentos para enfermedades crónicas. A través de la Gaceta Oficial, el gobierno prevé la eliminación paulatina de “subvenciones excesivas” y “gratuidades indebidas” para una mejor redistribución de los recursos.

Bienvenido sea y ojalá sirva de ejemplo, para algunos gobiernos de la región que aún son incapaces de ver hacia donde conducen las políticas de seudo-beneficencia.

Algo de lo que debería tomar nota Argentina. El gigante de la producción alimentaria es hoy un triste ejemplo de la pobreza y el hambre regional. Producto de un Estado ineficiente y corrupto, los gobiernos argentinos de los últimos 20 años no han podido resolver el laberinto de “planes sociales” para resolver una pobreza creciente.

El 55% de sus habitantes reciben alguna cobertura de programas sociales. Hace 10 años era el 33%, hace cinco superaba el 40%, entre 2015 y 2019 se elevó a casi 44% y el gobierno actual lo llevó al 55%. Mientras su gobierno sostiene hipócritamente la necesidad de la “asistencia alimentaria debido a los ‘problema de calidad nutricional’, reparte bolsas de alimentos de pésima calidad y bajísimo nivel nutritivo.

La irracionalidad estatal es de tal envergadura que un estudio del Observatorio de la Deuda Social (ODSA) demuestra que recibe asistencia alimentaria: el 83 % de la población de muy bajo socioeconómico; y el 68,3% del nivel bajo. Pero también reciben alimentos –con fines políticos y electorales– el 43,7% de los sectores medios bajos e incluso el 11,8% de nivel medio alto también recibe alimentos o algún subsidio para comprarlos.

El resultado es contundente: 45,5% de los argentinos es pobre y un 10,5% vive en la pobreza extrema. Algunos detalles son aún más alarmantes: “más de la mitad de los niños y niñas son pobres”; “ese porcentaje se eleva casi al 75 % en el conurbano bonaerense”; “3 de cada 10 niños viven en hogares con mermas en la alimentación”; “57% de las personas bajo la línea de pobreza son menores de 14 años”; “solo un 28,3 % de la población no es pobre o no tiene carencias” (ODSA)

Ningún subsidio ni “gratuidades indebidas” saca de la pobreza. Solo lo hace el trabajo. Pero en Argentina nadie se ha ocupado ni logrado generarlo: 13,9% está desocupado, 14,5% tiene un subempleo inestable, el 27,9% tiene un empleo precario y solo el 43,7% un trabajo pleno.

UN DRAMA REGIONAL

Pero el hambre, la pobreza y el alto costo de una dieta saludable excede a esos países. Se verifica en toda la región. CEPAL señala que 209 millones de latinoamericanos son pobres y 78 millones son indigentes (pobreza extrema).

Guatemala es el país de América Latina con más desnutrición crónica.

Centroamérica acumula índices severos. La cifra de personas que sufren hambre se cuadruplicó en los últimos dos años, según el PMA, que cual calcula que más de 8 millones de personas en El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua pasan hambre.

De los 78 millones de latinoamericanos que aún viven en pobreza extrema, la mitad están en Brasil y México. En Brasil, unos 12 millones de brasileños, 6% de la población, padece hambre o problemas graves de alimentación.

ONU alerta que el aumento de la obesidad, es una plaga regional, tanto en niños como en adultos. El 7,5% de los menores de 5 años tiene sobrepeso, por encima de la media mundial (5,6%).

América Latina es la única región del mundo con una tasa de niños y niñas de bajo peso para su talla, por debajo de las metas de la OMS. Además el retraso en el crecimiento de las niñas y niños de los hogares más pobres es tres veces mayor que la de los hogares de mayores recursos.

HAMBRE Y RURALIDAD

El impacto del hambre se hace más evidente en las periferias pauperizadas de las grandes urbes y en las áreas rurales más impactadas por el cambio climático. El 50% de las personas con hambre son de familias agricultoras (ONU).

Por eso, el IPCC  hace un llamado perentorio: debemos introducir cambios radicales en la manera en la que producimos alimentos si queremos tener la capacidad de alimentar a los 10.000 millones de personas que habitarán el Planeta en 2050. Es necesario transformar el uso de los suelos y nuestra dieta, reduciendo el consumo de carne y aumentando el de verduras, frutas y legumbres.

El actual modelo ha provocado cambios en el clima, afectando los recursos hídricos y los suelos disponibles. Si continúa aumentando la temperatura global, fenómenos extremos podrán alterar el rendimiento agrícola, los niveles nutritivos de los alimentos y generar dificultades en la cadena de suministro.

Solo contamos con una década para reducir las emisiones de gases efecto invernadero (GEI). De lo contrario las consecuencias catastróficas serán para todos.

Por su especialización productiva, América Latina es particularmente vulnerable a los impactos del cambio climático. Sus compromisos firmados en el Acuerdo de París obligan a sus países a tomar medidas para mitigar las emisiones que, en una proporción importante, provienen del sector agrícolo-ganadero y forestal (entre 35% y hasta 60%) sobre todo en Sudamérica.

La agricultura industrial regional suele entender mal el cumplimiento de los compromisos ambientales. Considera que son una exigencia para detener un desarrollo basado en la explotación intensiva de esas riquezas, cuando en realidad, representan una oportunidad para que América Latina se convierta en líder global de la necesaria transformación hacia un uso sostenible del suelo. Sin contar que constituyen además un virtuoso llamado de atención para evitar estrellarse contra la ‘pared’ del cambio climático.

Es necesario comprender que la solución está en la naturaleza. Hay que avanzar en soluciones innovadoras, viables económica y ambientalmente, que permitan a la vez aumentar la producción, mejorar la rentabilidad y contribuir a frenar el cambio climático

En un mundo donde la producción de alimentos sigue aumentando, no podemos consentir que haya hambre. La región deberá repensar, por tanto, su forma de gestionar esa producción, para reducir sus emisiones, su vulnerabilidad y permitir terminar con el flagelo del hambre en el ‘reino de los alimentos’.