14 jul 2021

La industria textil y de la moda es una de las más contaminantes del planeta. Es responsable del 10% de las emisiones globales de CO2, más que todas las emisiones de la aeronáutica y el transporte marítimo juntos.

Los daños ambientales que genera impactan básicamente en tres áreas: el consumo y contaminación del agua, las emisiones de gases de efecto invernadero y los residuos.

Con relación al agua, el sector no solo se necesita mucha agua para producir ciertos insumos como el algodón y otras fibras, sino que consume unos 80.000 millones de  metros cúbicos anuales de agua. Una sola camiseta de algodón requiere más de 2.000 litros de agua dulce, lo que equivale a las necesidades de agua potable de una persona durante dos años.

Contaminación del agua por la elaboración de jeans.

Además, se estima que la producción textil es responsable de un 20% de la contaminación del agua del mundo por los procesos de teñido y acabado. Representa el 35% de los microplásticos primarios liberados en el medio ambiente y el lavado de sintéticos libera aproximadamente medio millón de toneladas de microfibras en el océano cada año.

China tuvo durante años uno de los peores niveles de contaminación del agua del mundo, con casi el 70% de sus ríos, lagos y pantanos afectados por contaminantes. Un 20% de la contaminación orgánica en China provenía de vertidos de sustancias químicas peligrosas de la industria textil.

En 2012, un estudio científico reveló la presencia de elementos químicos tóxicos, sobre todo nonilfenol etoxilato (NPS) –prohibido en Europa–, en la ropa de marcas internacionales, incluidas Levi’s, Calvin Klein, H&M, Diesel, Metersbonwe, Zara, Mango, y otras.

El escándalo del uso y vertido de desechos químicos tóxicos a los ríos –incluidos agentes cancerígenos– fue tal, que algunas de esas empresas tuvieron que comprometerse a eliminar esos tóxicos en sus prendas pero recién para el 2020.

Otro de los aspectos negativos de la industria en términos ambientales es el enorme volumen de residuos que genera y terminan en los vertederos o incinerados. Situación que se ha multiplicado con el fenómeno de la moda rápida y el descenso de los precios, que ha provocado un gran aumento en la cantidad de ropa producida y desechada.

Los europeos, por ejemplo, usan casi 26 kgs. de textiles y descartan unos 11 kgs. cada año. Aunque esa ropa podría ser donada o exportada, el 87% termina en la basura.

A nivel mundial, menos del 1% de la ropa se recicla como nuevas prendas de vestir, en parte debido a una tecnología inadecuada, aunque asoma una nueva tendencia de economía circular también en este sector (Ver Más Azul n° 18, marzo 2021, “Moda circular”).

CHINA SE TRANSFORMA

Ante ese contexto que además se multiplicaba en otros sectores industriales, China advirtió que el ritmo frenético de expansión económica de las décadas anteriores, era insostenible. Y resolvió que era imprescindible abordar el problema de la contaminación El gobierno estableció nuevas regulaciones ambientales con estrictas medidas para reducirla y mejorar el control.

Pero pronto fue mucho más allá. En 2015, avanzó en un objetivo ambicioso: establecer las bases para una “civilización ecológica”, liderando un camino imprescindible para toda la humanidad.

Desde entonces, la economía de China ha cambiado drástica y rápidamente. En septiembre de 2016, China se comprometió decididamente con el Acuerdo de París y la reducción de emisiones en un 20% para el 2020, objetivo que alcanzó dos años antes de lo programado.

En septiembre pasado, el presidente XY ratificó el rumbo comprometiendo a su país a no sobre pasar un límite para el 2030 y ser cero emisiones de carbono para 2060.

China es el líder mundial de la producción textil y el mercado de ropa más grande del mundo. El valor anual de la exportación de ropa fabricada allí, antes de la pandemia alcanzaba los 157.000 millones de dólares, por delante de la Unión Europea y Bangladesh. El impulso de su industria textil hacia una re-conversión sostenible está en marcha. Ello se refleja en la preocupación de sus consumidores, cada vez más pendientes de la contaminación y la salud, como pudo comprobarse en las ferias Intertextile, Yarn-Expo y Chic, celebradas en Shanghái, donde sorprendió el éxito del pabellón EcoCosy, dedicado a moda sostenible.

El consumo de los millennials chinos contribuye a que la evolución ponga rumbo hacia lo sostenible.

La empresa china Lily Textile, en su línea Green Defense, presentó un poliéster antibacteriano muy reciclable, utilizando los beneficios naturales de la almendra y la canela.

En esta evolución hacia lo sostenible, mucho contribuye el consumo de los millennials chinos que se muestran especialmente preocupados por un mundo sin contaminación. De hecho el 37% de esa franja de consumidores chequea las etiquetas textiles para comprobar si las afirmaciones eco-responsables de son veraces.

Hay que tener en cuenta que las generaciones ‘millennial’ y ‘Z’, son los consumidores del futuro a nivel global, ya que significaran la mitad de las ventas de lujo en 2025. Y China no es ajena a esa tendencial

Otro signo de esa evolución en el sector es la creciente actividad de instituciones de certificación textil, como Hohenstein Textile Testing, Testex, Intertex Testing Services, etc. Linda Wegelin, directora de desarrollo de Testex, asegura que “los consumidores millennials chinos son más conscientes y están más preocupados por la sostenibilidad que en otros países… incitados si no me equivoco por el plan quinquenal, que integra el desarrollo sostenible”.

El hecho de que todo el país esté empeñado en una cruzada hacia una ‘civilización ecológica’, sumado a la dura experiencia de años de grandes ciudades cubiertas por nubes de contaminación y ríos plagados de residuos tóxicos, ha generado una profunda conciencia colectiva.

HACIA LA fabricación inteligente

La responsabilidad ecológica es uno de los grandes desafíos de la industria textil y de moda a nivel global. También lo es en China, que está empeñada en sumar sostenibilidad, mejoras en la calidad y creatividad, y avanzar rápidamente hacia la fabricación inteligente, incrementando la automatización de sus procesos productivos.

Chen Dapeng, presidente de la China National Garment Association (CNGA), considera que la innovación tecnológica contribuirá al cambio ecológico: “Está claro que solo deberíamos usar productos naturales, pero sabemos que no hay suficientes para satisfacer la demanda… Por lo tanto, por un lado, tenemos que conducir a los consumidores hacia esos materiales naturales, pero al mismo tiempo debemos encontrar, a través de la tecnología, cómo lograr el resto de materiales sean menos contaminantes. Todo esto llevará tiempo. Y el tamaño de nuestro sector solo hace que esta evolución sea más larga. Pero no es solo una cuestión nacional: afecta a todo el planeta textil”.

Pero la velocidad de los avances tecnológicos chinos puede abreviar ese tiempo. La industria textil de China, impulsada por la innovación tecnológica, está avanzando en la implementación de sistemas inteligentes de fabricación y también en la búsqueda de nuevos materiales.

En materia de innovación científica y tecnológica, el sector se muestra como uno de los más activos en China. Una serie de desafíos técnicos han encontrado solución dentro del sector, tanto en materiales de fibra, fabricación ecológica y maquinaria textil, al punto que, entre 2016 y 2019, fueron galardonados con Premios Estatales de Ciencia y Tecnología, nada menos que once logros de la industria textil.

Hoy la innovación textil china ha llevado a sus empresas a participar incluso en la elaboración de normas sostenibles a nivel internacional.

UN LARGO CAMINO

Es indudable que el mundo de la moda está cambiando. Poco a poco se abren nuevos espacios de sostenibilidad, con cambios en las cadenas de producción, en fibras textiles, en el manejo de los residuos y hasta en el packaging. (Ver Más Azul n° 8, mayo 2020, “Moda y medioambiente” y n° 9 y 10 “Fibras sostenibles-I y II”).

Pero lo más interesante es que cada vez un número mayor de consumidores asume conductas de uso sostenible y responsable, lo que incluye una tendencia creciente al consumo de segunda mano y de recuperación y reciclado de ropa.

Queda aún un largo camino por recorrer, pero las grandes marcas de la moda mundial han sentido la presión de una ciudadanía que reclama por la salud del Planeta y quiere saber qué hay detrás de lo que consume.

Armani, Gucci, Versace, Stella McCartney, Vivienne Westwood y otro medio centenar de marcas (incluidas grandes empresas retail de fast fashion como Inditex o H&M) se han comprometido a rebajar las emisiones de carbono y mitigar el cambio climático. Aunque por lo bajo, todos afirman que “hoy es imposible ser 100% sostenible” por dificultades tecnológicas, lo cierto es que la sostenibilidad con fines de ‘greenwashing’ también lo es.

Puede ser muy peligrosa para la reputación de una marca y el uso de mano de obra esclava o infantil, o de tóxicos, puede derrumbar hoy, cualquiera de los imperios de la moda en segundos.

La sostenibilidad en la industria de la moda era una demanda global y hoy ya es una realidad insoslayable. La creación en marzo 2019, en Naciones Unidas, de la Alianza de Moda Sostenible, no hizo más que confirmarlo.

En China, de la mano del impulso gubernamental, ese movimiento se está expandiendo a fábricas y empresas que comienzan a hacer importantes cambios en sus producciones. Si la sostenibilidad se consolidara allí, es posible que entonces se extendiera globalmente.

Esquel China hizo una importante inversión en un sistema de tratamiento de agua en Gaoming. Foto: Esquel Group.

Muchos fabricantes chinos están invirtiendo en nuevos equipos y tecnologías que les permita contaminar menos y ser más eficientes. Las leyes ambientales de China les han impuesto un exiguo plazo de tres años para cumplir con los objetivos de no contaminación del agua y de solo dos años para aquellas compañías en áreas problemáticas donde actualmente se produce el 80% del hilado y la tela de China.

Por otra parte, deben desarrollar “economías circulares”, para favorecer la reutilización y reducir los desperdicios. Es lo que ha impulsado proyectos como el de la diseñadora Zhang Na –Reclothing Bank– de reciclado de ropa, que a la vez educa a los consumidores y fomenta los avances tecnológicos que aceleren la re-manufactura.

Si bien la actual crisis sanitaria mundial ha puesto a prueba la supervivencia de muchas empresas del sector, la rápida recuperación de China que incrementó sus exportaciones de textiles aún durante el 2020, paradojalmente ha impulsado el compromiso con la sostenibilidad.

La conciencia global de que el coronavirus es un efecto más de la crisis ambiental, ha empujado a la industria textil y de la moda a acelerar el progreso de sus iniciativas sostenibles para ser competitivas. Entienden que solo aquellas empresas que apuesten por la sostenibilidad estarán en condiciones de liderar la industria de la moda a la salida de la pandemia.