La decisión pone en cuestión proyectos petroleros de América latina

07 ago 2021

Antonio López Crespo

Director

La mitad de los autos nuevos en EEUU deberán ser eléctricos o híbridos en 2030. El presidente de EEUU anunció la medida en la primera semana de este mes, como parte de la promesa electoral de su “Plan para una Revolución de Energía limpia y Justicia ambiental”, para limitar el consumo de petróleo. Se compromete a una inversión histórica en energía limpia: fondos federales por u$s 1,7 billones durante 10 diez años, a la que espera sumar inversiones adicionales estatales, locales y del sector privado, para alcanzar un total de más de 5 billones de dólares.

Biden plantea poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles y favorecer la producción de energías limpias.

El Plan Biden se pagará revirtiendo los excesos de los recortes de impuestos de Trump que beneficiaban a las empresas y creaban incentivos para trasladar ganancias a paraísos fiscales, evadir y subcontratar, etc. El Plan busca que las empresas paguen su justa parte y cerrar algunas lagunas en la legislación fiscal.

Además se plantea poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, algo que desde Más Azul hemos denunciado como un verdadero “ecocidio” sin la menor justificación (n°4, “Subsidiamos nuestra extinción”; n° 9, junio 2020, “Terminar con el petróleo” y n° 16, enero 2021, “Llamamiento a la ley de ecocidio”).

Como parte del programa Green New Deal para acelerar la transición energética en su país, Biden firmó una orden ejecutiva por la cual para 2030, la mitad de los autos que se vendan deben ser eléctricos o híbridos. Biden logró el acuerdo de las mayores automotrices del país (General Motors, Ford, Chrysler, Peugeot, Citroën, Fiat, Alfa Romeo, Jeep, etc), por lo que los analistas energéticos dan por sentado que el horizonte de ese sector de la industria caminará en esa dirección.

De hecho, el acto incluyó la presentación de la versión eléctrica de la Ford F-150 (que Biden condujo) que estará disponible en el mercado norteamericano en el 2022 y el anuncio de la empresa de que es voluntad de la marca, electrificar todos los motores de la gama de pickups, para el año 2030.

No se trata, por cierto, de un objetivo demasiado ambicioso frente a las propuestas europeas o a la realidad de la industria automotriz china, pero el dato es relevante cuando se piensa en el retardo de EEUU para aceptar la realidad del cambio climático. Como lo comprueba el Senado de ese país que aún no aprobó el Acuerdo de París y la mayoría del Partido Republicano que adhiere a la teoría disparatada de Trump de que el calentamiento global es un “invento de China”.

PRESION SOBRE AMERICA LATINA

La decisión de la actual Administración de EEUU, positiva en términos globales dentro de la lucha contra el cambio climático y a favor de las energías renovables, significa a la vez, presiones sobre algunos de los gobiernos de América Latina.

Andrew Light, subsecretario interino para asuntos internacionales del Departamento de Energía de EEUU afirmó que: “Estados Unidos buscará cada vez más impulsar sociedades energéticas y crear nuevas oportunidades para sus empresas en América Latina”.

Para Light, mientras su país trabaja con los líderes de todo el mundo para que hagan el mayor esfuerzo para limitar las emisiones globales y mantener el nivel de 1,5°C de temperatura media global, “Estados Unidos buscará cada vez más oportunidades en América Latina, lo que –según él– beneficiará tanto a la economía estadounidense como a la local”.

Sin embargo aparecen algunas diferencias importantes con los tres países más grandes de la región: México, Brasil y Argentina.

En México, el gobierno de López Obrador impulsa una cuestionada reforma energética. Frente a las necesidades planetarias y por tanto, globales, AMLO levanta un nacionalismo vetusto que no entiende que no hay espacio para “soluciones contaminantes” en nombre de un presunto “desarrollo nacional”. La respuesta de nuestro tiempo debe ser encontrar soluciones limpias que, a la vez, signifiquen nuevos empleos, progreso y riqueza, aunque impliquen salir del “facilismo” que durante décadas ha caracterizado el “modo de hacer latinoamericano

AMLO pretende limitar las energías limpias y apuesta a incrementar la producción petrolera, aumentando las inversiones y subsidios a PEMEX, exactamente en contra de las necesidades ambientales del Planeta. Y simultáneamente favorecer el papel de la empresa nacional de electricidad (CFE) dándole un “poder monopólico”, a pesar de que los expertos resaltan la obsolescencia de sus centrales.

Los efectos ambientales negativos motivaron el voto contrario de los verdes, pese a ser aliados de Morena, el partido de López Obrador. Los “verdes” avalan el rescate de la CFE pero cuestionan la posición contraria a las energías limpias del presidente, que ha convertido el tema en una batalla ideológica

AMLO quiere aumentar la producción petrolera un 30% para llegar en 2024 a 2,4 millones de barriles día.

La política energética del gobierno de AMLO está dirigida al fortalecimiento de las empresas del Estado (Pemex y CFE) y al bloqueo a la inversión privada, en especial extranjera, por lo que restringe la participación de las fuentes de energía renovable, en contraste con un mayor uso de combustibles fósiles, altamente contaminantes, porque éstos están en manos del Estado.

AMLO promete incrementar la producción petrolera diaria en un 30% para alcanzar en 2024 los 2,4 millones de barriles día, lo que colisiona con las recomendaciones del IPCC, de Naciones Unidas y de todos los expertos en clima.

Con Bolsonaro en Brasil, también la presión de Biden encontrará resistencias. Hay que recordar que a su llegada al poder adelantó su posición favorable a abrir la Amazonía a la explotación minera y agrícola aún en tierras otorgadas a las comunidades aborígenes.

Brasil, que había sido un país destacado en la región en materia de desarrollo sostenible y medio ambiente, abandonó esa posición con la llegada del ultraderechista Bolsonaro. Su Ministro de Asuntos Exteriores Ernesto Araújo (hasta marzo 2021) definió al movimiento ambientalista internacional como “un complot marxista” para impedir el crecimiento económico que solo busca enriquecer a China.

Jair Bolsonaro, desde el inicio de su mandato como presidente de Brasil, ha negado el cambio climático, renegado de los acuerdos internacionales para combatirlo, por ser “dañinos para la soberanía nacional”, coincidiendo con su admirado Donald Trump.

Ahora clama ante la gravísima crisis de abastecimiento de energía que enfrenta Brasil debido a la intensa sequía que redujo a mínimos las presas de las hidroeléctricas, que abastecen el 63 % de la energía generada en el país: “Estamos en las puertas de un problema serio. Estamos viviendo la mayor crisis hidrológica de la historia y vamos a tener dolores de cabeza”. Quizás perciba tarde que el cambio climático era mucho más que un complot.

El otro país problemático para el programa de Biden es Argentina, pero por diferentes motivos. Allí prospera una versión ‘setentista’ de las relaciones internacionales. La dupla gobernante Fernández & Fernández juzgan que el funcionamiento de gobiernos como los de Venezuela, Cuba o Nicaragua no es dictatorial sino fruto de los bloqueos y sanciones de EEUU. Por lo tanto, su mirada sobre lo que proviene de Washington está marcada por esa visión.

Pero el estrangulamiento financiero en el que su rico país está metido, producto de una sucesión de gobiernos populistas de derecha e izquierda (en ambos casos profundamente conservadores), entreabre una puerta al “diálogo por necesidad”.

Si bien la Argentina ha avanzado en materia de energías renovables en los últimos años, enfrenta el dilema de pretender explotar el importante yacimiento de Vaca Muerta, tras décadas de dubitaciones e incapacidad de gestión. La desconfianza que provocan en el crédito internacional, los gobiernos del país –que lo han convertido en un “deudor serial” – dificultan su pleno aprovechamiento desde hace años.

Y coloca a la Argentina en una condición de fragilidad negociadora y del peor lado de la lucha ambiental, coincidiendo con la posición de las corporaciones petroleras que buscan seguir enriqueciéndose al borde del precipicio: América Latina todavía depende en gran medida de los hidrocarburos… Nuestra estrategia sigue siendo mantener nuestros activos en torno a los hidrocarburos en lugares como en Brasil, México y Argentina, a través de nuestras joints ventures”. Es la voz de Angélica Ruiz, vicepresidenta senior de British Petroleoum (BP) para América Latina y directora general de BP México.

Algo en lo que coincide con su colega Jean-Michaele Lavergne, presidente y CEO de Total Americas, que también sostiene que si bien hay que atender el desafío “de reducir emisiones, hay que abastecer  la creciente oferta de energía en la región”. Y utiliza el mismo argumento falaz que usa López Obrador: “América Latina es un subcontinente donde no todo el mundo tiene acceso a la energía. Existe una necesidad global de mejorar las condiciones de vida… Esto vendrá a través del desarrollo económico, que requerirá más energía”.

La misma estafa de hace 150 años: “el extractivismo mejorará las condiciones de vida de los latinoamericanos”

Han pasado casi 150 años desde la primera perforación petrolera en América Latina y las “condiciones de vida” de los latinoamericanos no han mejorado en absoluto. Y ahora pretenden –ante un Planeta saturado de contaminación y al borde del colapso– convencernos que es la herramienta para el progreso.

AMLO, los Fernández & Fernández, etc. demuestran no haber leído siquiera el Global Renewables Outlook”, primer informe de IRENA (International Renewable Energy Agency) sobre las perspectivas mundiales de las energías renovables. Allí se destaca la viabilidad de la transición energética hacia energías renovables, la extraordinaria creación de empleo que ello provocaría y el enorme volumen de los beneficios que implicaría para la economía global.

El Informe revela que la descarbonización del sistema energético puede facilitar la recuperación a corto plazo y al mismo tiempo crear economías y sociedades más sostenibles y justas. La Agencia señala que el avance de una transformación energética basada en las energías renovables constituye una extraordinaria oportunidad para impulsar el crecimiento económico, crear millones de empleos y mejorar el bienestar humano y a la vez, cumplir con los objetivos climáticos planteados por la comunidad internacional en el Acuerdo de París para el 2050.

El análisis exhaustivo de IRENA demuestra que el coste anual de la contaminación del aire por combustibles fósiles asciende a 4,5 millones de muertes y unos u$s 3 billones de pérdidas por daños.

En su Informe, IRENA describe las inversiones y tecnologías necesarias para descarbonizar el sistema energético y explora opciones de descarbonización más profundas para los sectores más difíciles, con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a cero.

En su presentación IRENA reconoce que el proceso hacia una descarbonización profunda y segura para el clima, requiere una inversión total en materia energética de unos 130.000 millones de dólares (en realidad u$s 110.000 millones y otros u$s 20.000 millones para conseguir una neutralidad total en las emisiones de carbono). Pero destaca que los beneficios socioeconómicos resultantes serían enormes.

Contra la opinión infundada de la industria petrolera y de los demás sectores de combustibles fósiles, la transformación del sistema energético podría generar un aumento acumulado del PIB mundial del orden de los 98.000 millones de dólares en el período 2020-2050.

El informe demuestra que la inversión en actividades con bajas emisiones se amortizaría con creces, con un ahorro ocho veces superior a los costos, teniendo en cuenta la reducción de las externalidades ambientales y sanitarias.

Pero además, los empleos en la energía renovable multiplicarían cuatro veces su nivel actual, hasta unos 40 millones de nuevos trabajos. Solo las medidas de eficiencia energética crearían 21 millones y la flexibilidad del sistema 15 millones de empleos adicionales.

COMO ENFRENTAR LA RECUPERACION

El gran tema del momento es cómo gobiernos y empresas afrontarán el proceso de recuperación económica a la salida de la emergencia sanitaria del Covid-19 (Ver Más Azul n° 9, junio 2020, “La salida de la pandemia Proteger la naturaleza”).

Una alternativa es postergar la lucha contra el cambio climático, detener los avances y abandonar los controles ambientales como ha hecho Trump al frente del gobierno de EEUU. Es el camino hacia el infierno de un cataclismo climático de consecuencias inmanejables. El Planeta está dando sobradas muestras de que no se puede esperar más…

La otra es aprovechar la oportunidad que nos brinda la actual crisis para avanzar rápidamente hacia un nuevo rumbo del modelo económico global. Francesco La Camera, director general de IRENA, afirma que está alternativa no solo es posible sino la única admisible: “Al acelerar las energías renovables y hacer que la transición energética sea una parte integral de la recuperación en el sentido más amplio, los gobiernos pueden lograr múltiples objetivos económicos y sociales en la búsqueda de un futuro resiliente que no deje a nadie atrás”.

El Global Renewables Outlook examina los componentes esenciales del sistema energético y los marcos políticos de las estrategias de inversión necesarios para gestionar esa transición y demuestra que es posible reducir las emisiones mundiales de CO2 como mínimo en un 70% para 2050.

La decisión de Biden pone en jaque el negacionismo de Bolsonaro, las pretensiones mexicanas y la situación argentina en Vaca Muerta. Hay que entender que la señal enviada por el nuevo presidente de EEUU demuestra que la tendencia en marcha es hacia una menor demanda mundial de petróleo. El año 2030 está a la vuelta de la esquina y en términos de negocios globales es pasado mañana.

La necedad y miopía de unos pocos, pretende insistir en el rumbo que nos ha llevado hasta el borde de la catástrofe y que persiste en seguir presionando para proteger sus beneficios a costa de todos.

Según UBS, el consumo de petróleo, gas natural y carbón aumentará un 16% hasta 2040 y se siguen acumulando infraestructuras costosísimas para seguir contaminando el Planeta.

Como reclama Alison Kirsch, investigadora senior del programa de Clima y Energía de Rainforest Action Network: “Las compañías petroleras expandiendo sus operaciones están poniendo por delante los beneficios a corto plazo frente al bienestar y la salud del planeta y sus ciudadanos a largo plazo… No podemos permitirnos construir más oleoductos que facilitan la extracción de más gas y petróleo”.

Solo una visión limitada del futuro puede seguir apostando al extractivismo de recursos como camino hacia la riqueza y el desarrollo de los pueblos.