El coste ambiental de las grandes tecnológicas

14 sep 2021

Hoy existen en el mundo más de 3.500 millones de teléfonos inteligentes y más de 22.000 millones de dispositivos conectados a Internet. Según Cisco, en 2023 habrán llegado a 29.300 millones. Y gracias a nuevas tecnologías como el 5G y la expansión de la inteligencia artificial, se prevé que esas cantidades se duplicarán en la próxima década.

El procesamiento y almacenamiento de datos es creciente y no es inocuo en términos de contaminación.

En su informe “Internet de las cosas: Cómo la próxima evolución de Internet lo cambia todo”, la empresa asegura que a lo largo de la década habrá 50.000 millones de objetos conectados en el mundo y que el número de dispositivos conectados por persona será de a 6,25, casi tres veces y media más que la cantidad de dispositivos por persona en el 2010.

El IoT representa la próxima evolución de Internet, que será un enorme salto en su capacidad para reunir, analizar y distribuir datos que podemos convertir en información, conocimiento y en última instancia, sabiduría”.

Los avances tecnológicos conducen a que todo esté conectado a Internet y que el intercambio de información se multiplique, lo que exigirá grandes centros de procesamiento y almacenamiento de datos.

Pero el creciente procesamiento y almacenamiento de datos no es inocuo en términos de contaminación. DATA4 por su parte considera que la industria digital “con 34.000 millones de equipos, más de 4.000 millones de usuarios, además de infraestructuras de red y centros de datos, es responsable del 2,3% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (Gesi Smarter 2030).

smartphones: EL DETRÁS DE LA ESCENA

La fabricación de los productos como el uso de los mismos tiene un importante impacto sobre el medio ambiente como también lo tiene su disposición final al terminar su vida útil.

La fabricación de dispositivos tecnológicos implica extracción de minerales (cobre, zinc, oro, platino, plata litio, coltán, hierro, aluminio) además de varios plásticos y vidrios. La minería –de gran impacto ambiental– es la principal proveedora de insumos para la fabricación de aparatos electrónicos.

Esa explotación proviene en general de países en vías de desarrollo, en especial de África, con gobiernos corruptos, legislaciones ambientales casi inexistentes y poblaciones pobres sometidas a condiciones laborales precarias, que rozan la esclavitud.

Dos ejemplos dan cuenta de lo que está en juego tras la fabricación de nuestros smartphones. El coltán u “oro negro”, un metal que contiene tantalio, imprescindible para los componentes electrónicos de pequeño tamaño, procede básicamente de Ruanda y la República Democrática del Congo, donde actividad minera opera con bandas armadas, trabajo infantil y sin cumplir  normas básicas de prevención, seguridad y cuidado ambiental.

Un segundo ejemplo es el de Guinea Conakry, una ex colonia francesa que es la principal reserva de bauxita del mundo, mineral necesario para la producción de aluminio, del que países como EEUU, China, Alemania y Francia son importadores netos. Junto al oro, cobre, hierro níquel y uranio que produce, Guinea alimenta la industria tecnológica mundial con millones de de toneladas de recursos cada año.

Los intereses geoestratégicos en juego han generado este mismo mes un golpe militar impulsado por EEUU, que provocó un salto del precio del aluminio en el mercado de valores, el más alto desde 2010. El motivo del golpe es la expansión de la propiedad de varias minas por parte de China y Rusia que colisiona con intereses de grandes empresas mineras como Rio Tinto y el gigante estadounidense Alcoa en la producción de un recurso industrial esencial. Hay que tener en cuenta que Guinea es un exportador clave (2° detrás de Australia) del metal necesario para fabricar aluminio.

La toma del poder por los militares, es parte de una desestabilización general de una región clave en la provisión de minerales. En el breve plazo de un año, éste es el tercer golpe de estado en la región: Mali (agosto 2020, y mayo 2021, y Chad (abril 2021).

LOS DATA CENTER Y LAS EMISIONES

El uso creciente y masivo de los mismos supone un aumento colosal del volumen de datos y del número de centros de datos para almacenarlos. El consumo eléctrico de esos centros representa un 2% de la producción eléctrica mundial, es decir que las emisiones de GEI de los data centers es similar al de las aerolíneas.

Los equipos de procesamiento generan mucho calor. En promedio, un centro de datos dedica la mitad de su consumo de electricidad al aire acondicionado.

Peter Gross, un especialista que ha diseñado cientos de data centers reconoce que “un solo data center puede consumir más potencia que una ciudad mediana. Es impactante para mucha gente, incluso para los que forman parte de esta industria, comprender el número y tamaño de estos sistemas”.

Semejantes números impusieron a la industria la preocupación por su monumental factura eléctrica y mejorar su huella ecológica. Pero el sector digital es aún uno de los sectores que más energía consume. Para Frédéric Bordage, experto francés en tecnología digital responsable y baja tecnología y ex director de GreenIT.fr, “las necesidades informáticas se han disparado en los últimos años. Se multiplicaron por 6 entre 2010 y 2018 dentro de los centros de datos, mientras que el tráfico de red aumentó 10 veces y la capacidad de almacenamiento en 25”. A ello hay que agregar que los volúmenes de procesamiento han aumentado en un 550%.

El dato positivo es que con semejante aumento, el consumo de energía de los centros de datos, solo creció en el mismo período un 6% (estudio de Eric Masanet, Jonathan Koomey y otros “Recalibrating global data center energy-use estimates”, Science febrero 2020).

Ello se debió a grandes avances de los servidores en materia de eficiencia energética que cuadruplicaron su rendimiento, por lo que hoy un mismo servidor entrega 4 veces más cálculos con el mismo consumo eléctrico.

Durante la última década, los centros los centros de datos incorporaron equipos para reducir sus necesidades de refrigeración, utilizando en algunos casos refrigeración externa. Por ejemplo, eBay desarrolló un centro en Utah con una cisterna de enfriamiento que recoge el agua de lluvia para mantener el edificio frio durante 7.000 horas, sin utilizar electricidad.

Empresas como Google, Microsoft, Facebook o Amazon reducen el consumo energético usando fuentes limpias, optimizando los sistemas o estableciendo esos centros en regiones de bajas temperaturas e incluso en el fondo del mar (Microsoft- Escocia, 2018).

El estudio ‘Data Never Sleeps 7.0’ (Los datos nunca duermen 7.0) de la empresa Domo, analiza el tráfico de datos que se produce en Internet en un minuto al día. Un 56% de la población mundial utiliza Internet, es decir, 4.500 millones de personas.

Por día, en un solo minuto, se producen en Google 4.500.000 búsquedas, se descargan 390.000 aplicaciones, se envían 18 millones de mensajes y 188 millones de correos electrónicos.

Para apreciar el impacto ambiental del mundo digital solo queda advertir que cada búsqueda de un usuario en Google emite siete gramos de CO2 a la atmósfera!!!

Global Digital Footprint considera que para 2025 los usuarios, a nivel mundial, habrán aumentado en 1.100 millones, el consumo de energía se multiplicará por 2,9, el consumo de electricidad por 2,7 y las emisiones GEI por 3,1.

Es por tanto, decisivo que los grandes hacedores de la industria y los centros de datos avancen en su compromiso ambiental tal como prometen y no siempre cumplen. Las recomendaciones de los expertos indican que es necesario:

1. Innovación para reducir el consumo de energía de refrigeración;

2. Supervisión estricta de las normas ambientales vigentes: Verificar la eficiencia energética de los centros (indicador PUE), cantidad de gases de efecto invernadero producidos (CUE), eficacia del uso del agua (WUE) y balance de carbono en Kg CO²;y

3. Supervisión diaria de los indicadores clave de rendimiento medioambiental (existen software de gestión de la infraestructura de los centros de datos como laSolución D4 Smart DC’ de DATA4 que en tiempo real visualiza el impacto medioambiental de equipos, espacios, consumo de energía y agua, emisiones y uso de recursos naturales.

PROMESAS Y ENGAÑOS

Pero es indudable que el mayor impacto de la industria tecnológica digital proviene de los residuos. Los avances vertiginosos de la tecnología y algunas prácticas corporativas deshonestas como la obsolescencia programada, empujan a una renovación constante de equipos y multiplican los residuos que, por sus metales y compuestos químicos tienen consecuencias ambientales severas (Ver Más Azul n°2, nov. 2019, “Basura electrónica en Ghana”).

La mayor parte de las 50 millones de toneladas métricas anuales de desechos electrónicos termina en África.

El Proyecto Oceanic Karma, de la Universidad de Oviedo (España) comprobó la presencia de contaminantes procedentes de la basura electrónica en el pescado africano que abastece a Europa; basura que las potencias occidentales envían al África para que se acumule fuera de sus fronteras.

Los desechos electrónicos rondaron en 2019 las 50 millones de toneladas métricas. Se estima que el peso de todos los cargadores para teléfonos móviles, laptops, tabletas, etc. que se producen cada año es de un millón de toneladas.

Las empresas tecnológicas enfrentan cuestionamientos cada vez más potentes de consumidores que, de forma creciente, toman conciencia de los daños ambientales que provocan. Por eso plantean estar comprometidos con la eliminación de carbono y la lucha contra el cambio climático.

Jeff Bezos, el dueño de Amazon, puso en marcha en julio pasado Bezos Earth Fund que le permitirá donar 10.000 millones de dólares para financiar a científicos, activistas y ongs para abordar la crisis climática:“El cambio climático es la mayor amenaza para nuestro planeta”, escribió Bezos. “Quiero trabajar junto a otros para amplificar las formas conocidas y explorar nuevas formas de combatir el impacto devastador del cambio climático en este planeta que todos compartimos”.

Sus críticos recuerdan que Bezos es quien ante las protestas masivas de sus empleados en relación con la falta de acción de Amazon frente el cambio climático, los amenazó –a través de sus abogados– con “una acción correctiva formal, que puede llegar a incluir la terminación de su relación laboral con Amazon”.

Para sus defensores, el aporte de la donación pareciera excesivo para ser solo un “maquillaje”. Pero debemos recordar (ver al final de esta nota) que u$s 10.000 millones son los ingresos que Amazon produce en solo 200 horas.

Por su parte, Microsoft anticipó a principios de año su decisión de ser negativo en carbono para 2030 y desarrollar un plan para eliminar dióxido de carbono de la atmósfera a tal velocidad que, para 2050, borraría toda la huella de carbono que produjo desde su creación (1970).

Además prometió una donación de 1.000 millones de dólares en los próximos cuatro años para un “fondo de innovación climática” a fin de acelerar el desarrollo global de tecnologías de reducción, captura y eliminación de carbono. Como puede verse al final de esta nota ello significa lo que Microsoft ingresa en solo 50 horas.

Pero como en el caso de la petrolera BP y de la minera BHP, las tecnológicas no plantean ninguna política concreta para disuadir a las docenas de empresas proveedoras (mineras, por ejemplo) responsables de la mayor parte de la contaminación.

También Apple parece querer sumarse a la lucha contra el cambio climático. De hecho, en su sitio web destaca que desde 2015, la compañía ha “reducido su huella de carbono integral en un 35%” y todas sus instalaciones en el mundo “ya funcionan con energía 100% renovable”.

Como resultado de la fabricación, distribución y uso de productos Apple se liberaron a la atmósfera 23,1 millones de toneladas métricas de GEI solo en 2011 (información de la propia empresa). Desde entonces la empresa ha intentado mostrarse “verde”.

Bajo la presión de consumidores, las tecnológicas buscan posicionarse como “verdes”. Apple publicita en su webSomos neutros en carbono. Y para el 2030 todos tus productos favoritos también lo serán. El propio título muestra la voluntad de engaño: ‘Somos’ es presente y cuando se avanza en la página de la empresa descubrimos que el ‘plan’ es para el 2030’: “Nuestro plan para ser neutros en carbono para el 2030”.

Apple promete reducir sus emisiones en un 75% para 2030 y para el 25% restante solo promete desarrollar soluciones innovadoras sin fecha. Incluso en su ‘plan’ hay manifiestas señales de ‘greewashing’: “Cada vez usamos más materiales reciclados” o “Estamos invirtiendo en bosques productivos… de modo que se elimine el carbono de la atmósfera”, cuando los llamados “bosques productivos” o bosques de producción comercial de madera no son soluciones sostenibles y en ciertos casos, son ambientalmente dañinos.

Para todas las tecnológicas la única demostración de afrontar el desafío climático y dejar de engañar con el “greenwashing” sería terminar con la estrategia de “vender un nuevo modelo cada año” para multiplicar sus monstruosas ganancias, cuando saben que eso implica expoliar recursos necesarios que están llegando al límite del agotamiento.

Para producir un móvil de 80 gramos se consumen 44,4 kilogramos de recursos naturales. Basta con multiplicar ese volumen por los cerca de 25.000 millones de dispositivos actuales para tener una idea del impacto sobre el Planeta de la industria tecnológica.

Por otra parte, una contribución seria a la sostenibilidad es que sus productos y dispositivos permitan actualizarse, repararse o reciclarse fácilmente (economía circular) y evitar el despilfarro. Pero de eso no hablan, porque afectaría sus ganancias. El interés real de las tecnológicas es sólo parecer ecológicos (como sucede con otros sectores industriales altamente contaminantes como el petróleo, la moda o la alimentación).

La defensa de la sostenibilidad está en manos de los consumidores. No le pidamos al zorro que cuide las gallinas… Aunque también debería estar en manos de los gobiernos que en teoría representan la voluntad ciudadana pero están cruzados por el lobby empresario y los negocios privados.

Por eso parecen esperanzadoras, las iniciativas de que las grandes tecnológicas y los megamillonarios que las dirigen, hagan no solo los aportes impositivos que corresponden (que hoy los evaden o soslayan con maniobras) sino que afronten los costes ambientales y sociales no repercutidos que se conocen como externalidades negativas.

El modelo económico actual en su fase de extracción, obtiene recursos y energía de la naturaleza que no siempre son renovables o cuya regeneración es muy lenta y lo hace con procesos muy destructivos para la naturaleza (deforestación, deterioro de las napas freáticas, etc). En su fase de producción y distribución, introduce sustancias contaminantes que facilitan y aumentan la producción pero que tienen un coste ambiental o social real (contaminación, trabajo cuasi esclavo, deslocalización hacia países de regulaciones ambientales y laborales mínimas, etc).

En su fase de comercialización introduce la obsolescencia programada, para forzar un mayor consumo de productos, con una vida útil cada vez más corta; y en su fase de desechos, ante la basura producida (que alcanza volúmenes globales insostenibles) las empresas se desligan de toda responsabilidad, por lo que los costos de su recolección-gestión pasan al bolsillo del ciudadano a través de sus impuestos.

El modelo es a todas luces irracional. Empresas, gobiernos y ciudadanos tienen responsabilidades concurrentes e insoslayables. Las empresas deben producir sin dañar el medioambiente, afrontar los costos de esas ‘externalidades negativas” de sus procesos y cambiar el actual modelo lineal de producción hacia uno circular, que permita reparar, reutilizar y aprovechar los productos obsoletos.

Los gobiernos deben imponer la producción responsable y legislar para que las empresas se hagan cargo de los daños que sus procesos provocan y cuyo costo lo están transfiriendo a la sociedad. Y los ciudadanos como consumidores deben racionalizar su consumo y contribuir a la reducción de los desechos.

Queda claro que la industria tecnológica necesita hacer más. Que no bastan promesas ni campañas de ‘soluciones naturales’ que no son tales. Una reciente investigación de ActionAid International, muestra que solo la negativa de pagar impuestos de las cinco de las compañías tecnologicas más grandes del Planeta, le privaron al mundo de u$s 32.000 millones en ingresos fiscales anuales Con los impuestos recaudados de estas cinco compañías se podría haber pagado la vacunación completa contra la Covid-19 para toda la humanidad.

 

Según la investigación, gravar de manera justa a Amazon, Apple, Facebook, Microsoft y Alphabet sobre sus ganancias podría generar: u$s 32.000 millones para los países del G20; u$s 28.000 millones para los países de la OCDE; u$s 21 millones para los países del G7 y u$s 8.000 de millones para UE.

En cambio, tal como denuncia ese informe, las grandes empresas tecnológicas manipulan las leyes para evitar pagar. En 2016, la UE concluyó que Apple había utilizado estructuras corporativas complicadas en Irlanda para hacer que 110.000 millones de euros en ventas fueran “apátridas” a efectos fiscales, con lo que ningún país podías gravarlas. La Comisión Europea reconoció que Apple había logrado reducir la tasa impositiva efectiva en la UE a solo un 0,05%.

Paralelamente, Amazon ha creado una red de empresas en paraísos fiscales para esquivar sus obligaciones fiscales. En EEUU el gobierno en 2020 tuvo que demandar a Facebook por u$s 9.000 de millones por impuestos no pagados, ya que la empresa había desviado sus ganancias para minimizar las facturas fiscales.

Ante la amenaza de una acción reguladora para limitar su dominio del mercado, Amazon, Facebook, Apple y Alphabet han multiplicado su presencia política para proteger sus intereses comerciales, destinando millones de dólares cada año para influir en los políticos.

Las cinco acciones más grandes del S&P 500 pertenecen actualmente al sector tecnológico, lo que revela un grado de concentración absolutamente enfermizo. Según el ranking de mega-millonarios de Forbes de 2021, la mitad de las diez personas más ricas del mundo, pertenecen a las grandes empresas tecnológicas. Uno de ellos (Bezos) no duda en gastar miles de millones en satisfacer su capricho de viajar al espacio.

Los gigantes tecnológicos están ingresando auténticas fortunas por minuto. Según un informe de CNBC los ingresos por minuto de las siete mayores compañías tecnológicas (Amazon, Apple, Alphabet, Microsoft, Facebook, Tesla y Netflix) solo en los tres primeros meses de 2021 muestran la monstruosidad del fenómeno.

En el primer trimestre de este año (90 días o 129.600 minutos), para superar el millón de dólares de ingresos Amazon y Apple solo necesitaron algo más de un minuto; Alphabet un poco más de dos y Microsoft y Facebook entre 3 y 5 minutos.

Proponen “donaciones” que son insignificantes para el volumen de sus ingresos y de sus colosales fortunas. Pero no quieren pagar impuestos.