Olas de calor, actividad sísmica y expansión del agujero en la capa de ozono

07 oct 2020

El continente antártico está acumulando problemas. A los científicos les alarma la acumulación de una serie de graves acontecimientos simultáneos. Repasemos lo que está sucediendo:

Derretimiento del hielo antártico

Las altas temperaturas, cada vez más frecuentes en los últimos años, podrían provocar una aceleración del derretimiento de la capa de hielo de la Antártida, lo que  elevaría los niveles globales del mar.

El derretimiento de los glaciares en la Antártida es “irreversible”: “Hemos pasado ya el punto sin retorno” NASA

El derretimiento del hielo en la Antártida se ha acelerado 280% en las últimas cuatro décadas. Hasta ahora se estimaba que el nivel global del mar aumentaría entre 40 cm y 80 cms. durante el próximo siglo, y la Antártida solo contribuiría con alrededor de 5 cms. (IPCC 2013).

Pero investigaciones recientes consideran que el derretimiento antártico podría acelerarse y su contribución antártica ser hasta diez veces mayor que el pronóstico del IPCC, lo que enciende todas las alarmas.

Según la NASA, el derretimiento de los glaciares en la Antártida es “irreversible”. “Hemos pasado ya el punto sin retorno y esto tendrá consecuencias mayores para los niveles de los mares en todo el mundo (…) Podría triplicar su contribución al nivel de los océanos”, señalan desde la agencia espacial.

Chris Turney, profesor de Ciencias de la Tierra y el Clima en la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW-Australia) y autor principal de un estudio publicado en la revista PNAS, advierte que hace unos 120.000 años un aumento de 2°C de las temperaturas oceánicas provocó el derretimiento de las capas de hielo antárticas y un aumento de varios metros en el nivel medio del mar a escala mundial.

El equipo de científicos de la UNSW asegura que estamos caminando otra vez en esa dirección. Para la Dra. Zoë Thomas, coautora del estudio y miembro de la UNSW “a medida que llega al punto de inflexión, solo un pequeño aumento de la temperatura podría provocar un derretimiento abrupto de la capa de hielo y un aumento de varios metros en el nivel global del mar”.

Christopher Fogwill, Director del Instituto de Futuros Sostenibles de la Universidad de Keele (Reino Unido) y otro de los coautores del estudio señala que “las proyecciones recientes sugieren que la contribución antártica puede ser hasta diez veces mayor que el pronóstico del IPCC, lo cual es profundamente preocupante… Nuestro estudio destaca que la capa de hielo antártico puede estar cerca de un punto de inflexión, lo que una vez suceda puede llevarnos a un rápido aumento del nivel del mar durante milenios. Esto subraya la necesidad urgente de reducir y controlar las emisiones de gases de efecto invernadero que están impulsando el calentamiento actual”.

El deshielo en la Antártida provocado por el calentamiento global es tan agudo que está dejando al descubierto restos momificados de pingüinos que estuvieron bajo el hielo antártico durante miles de años, tal como testimonió el pasado mes de septiembre el profesor Steven Emslie, biólogo marino de la Universidad de Carolina del Norte, que los encontró junto a su equipo en el Cabo Irizar, en el mar de Ross.

Pero el mayor riesgo que presenta el derretimiento antártico tiene nombre: es el Glaciar Thwaites, que los glaciólogos describen como el “más importante y el más peligroso del mundo”.

Thwaites se encuentra en un sector de la Antártida que no reclama ningún país. Es una gigantesca mole de hielo casi del tamaño del Reino Unido y causante del 4% del aumento global del nivel del mar, una cifra descomunal para un solo glaciar. Contiene suficiente agua como para incrementar en más de medio metro el nivel de todos los mares del mundo.

La fachada del glaciar es de casi 160 kms y se está colapsando hacia el mar a un ritmo de 3 kms por año. Los actuales datos satelitales muestran que se está derritiendo cada vez más rápido.

Es casi inaccesible ya que está a más de 1.600 kms. de la base de investigación más cercana, en la Antártida occidental. Los riesgos que implica –lo llaman el “glaciar del Juicio Final” han llevado a que Reino Unido y EEUU financien con u$s 50 millones una investigación para entender qué le está sucediendo.

Su estudio es esencial para predecir con precisión los incrementos futuros en el nivel del mar. El Thwaites está en la parte occidental de la Antártida. Ese sector no descansa como el resto del continente sobre terreno elevado, sino que toda su base está muy por debajo del nivel del mar. Si no fuera por el hielo sería un océano profundo.

Fuente: NASA/Centro Nacional de datos de Hielo y Nieve –BBC.

Qué está sucediendo? La razón por la que los científicos están alarmados por el Thwaites es por la inclinación hacia abajo del lecho submarino. Lo que está ocurriendo es que el agua caliente del océano profundo está fluyendo hacia la costa derritiendo el glaciar por debajo del frente de hielo.

A medida que se derrite la fachada del glaciar, el peso de la enorme reserva de hielo se inclina hacia adelante y amenaza con quebrarse.

Los científicos dicen que el glaciar se está derritiendo tan rápido debido a una compleja interacción de clima, temperaturas y corrientes oceánicas. La clave es el agua marina caliente, que se origina del otro lado del mundo.

Esta agua salada pesada es transportada por una corriente del océano profundo, llamada circulación termohalina del Atlántico, hacia el sur. Esa agua que tiene un grado o dos sobre el punto de congelación, forma parte de la corriente circumpolar antártica que fluye debajo de una capa de agua mucho más fría.

El cambio climático está calentando el océano Pacífico y cambiando los patrones del viento en la costa de Antártida occidental, haciendo que el agua profunda caliente se acumule sobre la plataforma continental.

Como explica David Holland, oceanógrafo de la Universidad de Nueva York “el agua profunda circumpolar antártica es sólo unos cuantos grados más caliente que el agua sobre ella, un grado o dos sobre 0°C, pero eso es suficientemente caliente para encender este glaciar”.

El agua caliente transforma el proceso, dicen el científico “incrementando las tasas de derretimiento hasta cien veces”.

Si el Thwaites colapsara sería una catástrofe global de consecuencias impredecibles. Pero su derretimiento paulatino provocaría un aumento en el nivel del mar con graves alteraciones, por ejemplo en las tormentas. Tal como expresa David Vaughan, director del British Antarctic Survey (BAS) un aumento en el nivel del mar de 50 cms significaría que la tormenta que solía ocurrir cada 1.000 años  ocurrirá cada 100 años. Y si el aumento fuera de 1 metro la tormenta del milenio ocurrirá cada década.

Las investigaciones han confirmado que el agua caliente circumpolar profunda está entrando bajo el glaciar, “carcomiendo su base”. En algunos lugares, la capa de hielo se mantiene con un grosor de casi un kilómetro de acantilado pero en otras va colapsando y provocando el desprendimiento de numerosos icebergs.

Ampliación del agujero en la capa de ozono

A comienzos del mes de octubre pasado, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advirtió que el agujero en la capa de ozono sobre la Antártida producido en 2020 es el más grande registrado en los últimos años.

El agujero en la capa de ozono alcanzó su máximo tamaño a principios de octubre: 24 millones de kms2.

El programa de Vigilancia de la Atmósfera Global de la OMM reveló que el agujero en la capa de ozono alcanzó su máximo tamaño a principios de octubre, extendiéndose por aproximadamente 24 millones de kilómetros cuadrados, abarcando la mayor parte del continente antártico. Estas cifras son superiores a la media registrada en la última década.

Vincent-Henri Peuch, Director del Servicio Copérnico de Monitoreo de la Atmósfera del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a mediano plazo, insiste en la importancia de hacer cumplir el Protocolo de Montreal (1987) ratificado universalmente, por el cual se estableció eliminar el uso de sustancias químicas que generan las emisiones que agotan la capa de ozono.

Gracias a las medidas adoptadas globalmente la capa de ozono había comenzado a recuperarse y permitía albergar expectativas de alcanzar en 2060 los niveles anteriores a 1980.

Para Peuch, las condiciones climáticas de este año han provocado un agujero de grandes dimensiones, similares al de 2018, cuando en 2019 se había observado uno de pequeñas dimensiones.

Las concentraciones de ozono estratosférico –explica la OMM– se han reducido a valores cercanos a cero sobre la Antártida entre los 20 y 25 kilómetros de altitud. Asimismo, indica que el espesor de la capa de ozono se ha reducido a un tercio de su valor típico.

La capa de ozono protege al Planeta de los efectos adversos de la radiación ultravioleta procedente del Sol, por lo que de agotarse tendría efectos negativos en las cuencas hidrográficas, las tierras agrícolas y los bosques y un mayor impacto sobre la salud humana (cáncer de piel, cataratas oculares y afecciones en el sistema inmunológico.

Olas de calor

Según registros de las distintas bases científicas que operan en la Antártida, en los últimos meses se han registrado cuatro inusuales olas de calor en la península antártica. La primera, en febrero pasado, de la que dimos cuenta en Más Azul (Ver “Ola de calor en la Antártida”, n° 6, marzo 20). Una segunda ola de calor se verificó antes de la conclusión del verano austral y dos más durante el invierno antártico (la última entre el 9 y el 11 de julio pasado).

Estamos ante el año más caluroso del continente blanco en las últimas tres décadas.

Los datos recogidos por investigadores chilenos en la Isla Rey Jorge y confirmados por la NASA, revelan que hubo 34 días de calor (en términos antárticos) por lo que los meses anteriores muestran que se trata del año más caluroso del continente blanco en las últimas tres décadas.

Para el Dr. Raúl Cordero, climatólogo del Departamento de física de la Universidad de Chile (USACH) y especialista en los efectos del agujero de ozono en la climatología del hemisferio sur y en especial de la Antártida, “estamos hablando de una media de 2,73ºC más sobre las temperaturas típicas hasta agosto en toda la península y de un año récord en olas de calor antárticas, con anomalías de hasta 5ºC en junio y julio en casi toda ella. Desde que tenemos registros, es decir, desde los años sesenta, solo en 1982 y 1989 hubo temperaturas superiores. Esto significa que se está acelerando el ritmo de calentamiento en la Antártida, lo que es una mala noticia”.

El prestigioso investigador chileno sale al cruce del argumento de los negacionistas que sostenían que en la Antártida no se notaba ningún indicio del cambio climático: “Sabemos que en la segunda mitad del siglo XX hubo un intenso calentamiento en la Antártida, alcanzándose los récords en los años ochenta, pero luego se moderó a partir del nuevo siglo, se ralentizó mucho el ritmo, algo que se atribuye a oscilaciones naturales en estudios publicados en 2015. Ahora vemos que se están cumpliendo los modelos climáticos que decían que la situación en el continente iba a empeorar”.

Actividad sísmica

El pasado 10 de octubre se registró en la Antártida un terremoto de magnitud 5,0, a 1021 kms. de Ushuaia-Argentina (U.S. Geological Survey). Pero no se trata de un fenómeno aislado. Organismos gubernamentales y científicos de Chile viene advirtiendo una creciente actividad sísmica en la región que se acrecienta en los últimos meses.

El Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile llamó la atención a través de su Red Nacional de Vigilancia Volcánica, el notable aumento de la actividad sísmica en la Antártida que se aprecia desde el 28 de agosto, con magnitudes de hasta 5,4° en escala de Richter.

Los repetidos temblores ocurren en especial en el estrecho de Bransfield, entre las islas Shetlands del Sur y la península antártica y en el área del monte Orca, un centro volcánico submarino activo. Incluso antes, se registraron muchas novedades a nivel sísmico en una región del Planeta donde no son frecuentes esos fenómenos. En 15 de julio hubo incluso un sismo de magnitud 7.3° que sacudió esa zona antártica. La estación sismológica italo-argentina Asain, ubicada en la Base Orcadas, registró ese importante terremoto con epicentro a 10 kms de profundidad. El movimiento generó olas de magnitud aunque no alcanzaron el nivel de tsunami.

La Base Científica Antártica Artigas, de Uruguay también registró una sucesión de ‘temblores’ desde fines de agosto pasado. Desde entonces, según la geóloga Leda Sánchez, los eventos sísmicos han sido continuos. Tres de ellos fueron de magnitudes superiores a 5 pero muchos más de escalas menores. “Son temblores que se sienten”, aclara la experta. “El sismógrafo instalado en el lugar detecta sismos día por medio. Nosotros estamos monitoreando y siguiendo muy de cerca la actividad sísmica en la Antártida”.

Lo inusual para la geóloga uruguaya es que no se conoce “información sobre actividad sísmica tan importante de día por medio y encontrar algunos de magnitud 5 o más. Eso es lo llamativo”.

Según los científicos, la actual sismicidad se caracteriza por presentarse en forma de enjambres aleatorios durante el tiempo y sin que exista un sismo mayor al inicio y réplicas posteriores de menor intensidad.

La actividad volcánica en territorio antártico no está relacionada con la convergencia de placas tectónicas como ocurre en los Andes sino que, por el contrario, parece deberse se debe a la separación de placas a lo largo del Estrecho de Bransfield.

Hay que tener en cuenta –explican– que hacia el sur donde están las islas hay una dorsal o borde entre dos placas que se está abriendo.  Para Sánchez, “las fallas que se están abriendo ahí son las que estarían causando los sismos”.

Detrás de la construcción de gigantescas edificaciones, la especulación inmobiliaria. Una torre Trump como símbolo.

El urbanismo dejó de tener como centro de su reflexión la vida de sus habitantes, para plantear la ciudad a partir del desarrollo de viviendas (caras o accesibles). La ciudad de deshumanizó. Las relaciones personales, el barrio, los afectos, quedaron a merced del precio del metro cuadrado. Es la ciudad como espacio de ventas, donde la edificación es tan solo un bien de inversión.

La mejora de los centros urbanos (o gentrificación) fue en la misma dirección, en tanto estaba atado a la misma especulación inmobiliaria. La reconstrucción o recuperación significó el encarecimiento inmediato de las zonas reacondicionadas y el desplazamiento de los vecinos que no podían afrontar los nuevos costos.

La ciudad pensada como albergue o dormitorio es el origen de la pandemia de soledad que compromete a las urbes de todo el mundo. La diversidad social, la interacción entre grupos distintos, la multiplicidad de actividades, es lo que otorga a través del tiempo una identidad a las ciudades.

Una ciudad-motel de carretera no es una ciudad: es un lugar para dormir.

Hay quienes valorizan como espacio de interacción las zonas de terrazas o de centros comerciales como lugares de paseo y de encuentro. Pareciera una visión corta y sesgada. Puede ser que eso ocurra en sociedades de alto desarrollo y en áreas más o menos homogéneas en términos sociales. Pero basta con recorrer esas zonas en las urbes del subdesarrollo para saber que existen verdaderas “zonas restringidas” a determinados segmentos de la población.

Y aunque en menor medida, también sucede en las ciudades más ricas del Planeta. En Los Ángeles, Nueva York o París se verifica el fenómeno de gente viviendo en verdaderas ‘tolderías’ en la calle y que, cuando vagan por la ciudad, pueden enfrentar problemas policiales.

La parte de la población que ha sido remitida a las periferias más baratas, padece atascos y pérdida de tiempo para llegar a sus trabajos. La ciudad pierde diversidad, deja de ser un lugar para vivir de manera integrada y sus centros urbanos –alguna vez el corazón de su identidad– se convierten en una especie de maqueta arquitectónica para turistas.

Esa ciudad es la que provoca desasosiego, frustración y en definitiva, soledad.

Se hace necesario concebir una nueva ciudad, integrada a la naturaleza, con un consumo energético y movilidad sostenible, donde los espacios faciliten la interacción de la gente y el desarrollo de vínculos. Con núcleos que estimulen el ‘usar’ la ciudad y relacionarse. Y que permita articular nuevos espacios de convivencia intergeneracional.