La región con más agua del Planeta ahoga sus ríos en basura

15 ene 2022

Privilegiada con una extraordinaria disponibilidad de agua, América Latina parece empeñada en hacer de sus ríos una fuente de muerte y enfermedades. Ya más de una cuarta parte de los ríos de la región se encuentran contaminados al menos en la mitad de sus trazas.

América Latina parece empeñada en hacer de sus ríos una fuente de muerte y enfermedades.

Como se sabe, casi tres cuartas partes de la contaminación marina global provienen de las actividades humanas que se desarrollas en la superficie terrestre. Un 90% de los contaminantes vertidos es transportado al mar por los ríos. Hay que recordar que un 70% a 80% de la población mundial vive en zonas costeras donde se localizan la mayoría de las grandes áreas urbanas, cuyos desechos en una gran parte importante concluyen en el océano.

La alteración de esos ríos, sea por modificación del cauce (entubamientos, represas, extracción de arenas, etc) como por incorporación a sus aguas de metales pesados, plaguicidas y otros contaminantes así como por incremento de nutrientes, han afectado sus ecosistemas y los están llevando a un punto crítico en todo el Planeta.

Desidia y complicidad

En América Latina, la mayoría de sus gobiernos –salvo muy pocas excepciones– manifiestan una monumental desidia en atender los crecientes problemas de sus abundantes recursos hídricos y afrontan un escenario de contaminación y deterioro de sus principales ríos con dejadez, carencia de inversiones y falta de previsiones sanitarias.

Las diferencias entre los diversos países de la región son notables: mientras Uruguay y Chile han incorporado legislaciones avanzadas (aunque Chile tiene severos problemas ambientales en el manejo de sus fuentes hídricas ya que permite el abuso por parte de las empresas), países como Guatemala carecen de una Ley General de Aguas y las grandes naciones como México, Argentina y Brasil mantienen grandes contradicciones entre productivismo y cuidado ambiental, con especial tolerancia en el uso y contaminación de los recursos hídricos por parte de las corporaciones.

Pese a la advertencia que significó la pandemia de COVID-19, la región desaprovechó las oportunidades para realizar inversiones en los sistemas de monitoreo de aguas residuales, desoyendo las recomendaciones de expertos para que los países de América Latina y el Caribe mejoraran sus sistemas de detección, diagnóstico, control y monitoreo de sus fuentes hídricas. En 2020, el Banco Mundial señalaba que “la región puede beneficiarse de la utilización de su infraestructura de agua y saneamiento para la vigilancia de los riesgos para la salud pública (Carlos F. Jaramillo, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y El Caribe).

Una década antes, ya CEPAL había advertido en un documento sobre la situación regional respecto a la contaminación originada en las cuencas hidrográficas, y transportada por los ríos al mar y las zonas costeras, con un grave impacto ambiental.

Tras la pandemia, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), señaló que 28 millones de latinoamericanos no tienen acceso a una fuente de agua mejorada, 83 millones carecen de acceso a instalaciones de saneamiento mejorado, y 15,6 millones defecan al aire libre. Una información ratificada por el BID que estimó en 2021, que 490 millones de personas (un 80% de la población) no tiene acceso a servicios seguros de saneamiento y tratamiento de aguas residuales.

Para la OPS, las enfermedades causadas por la presencia de microrganismos y sustancias químicas en el agua de consumo provocan graves consecuencias en la salud de los ciudadanos, sobre todo en aquellos de menores recursos, algunas de las cuales pueden ser fatales. Según datos de la organización, unos 7.600 niños menores de cinco años mueren anualmente por diarrea en la región, sobre todo en Haití, Guatemala, Bolivia y Venezuela.

Caudalosos y envenenados

El fenómeno de contaminación de los ríos es global y aumentó descontroladamente en los últimos 30 años, en la mayoría de los ríos de África, Asia y América Latina y también en algunos de los grandes ríos en países desarrollados como Danubio, Manzanares o Támesis en Europa y Ohio, Tennesse, Nuevo o Harpeth en EEUU.

El PNUMA asegura en una investigación que además de amenazar la producción de alimentos y a las propias economías nacionales, unos 323 millones de personas corren el riesgo de enfermarse por patógenos en el agua en esos tres continentes y contraer enfermedades que pueden ser letales, como el cólera.

Beneficiada por la naturaleza con un enjambre de formidables ríos, América latina (Amazonas-7020 kms; Paraná-4880 kms; San Francisco 2830 kms; Paraguay, 2625 kms; Orinoco, 2140 kms; Uruguay, 1770 kms; Magdalena 990 kms, de la Plata 325 kms) enfrenta un lamentable deterioro de algunas de sus principales cuencas.

En Argentina, por ejemplo, el río Matanza-Riachuelo es el más contaminado de América Latina y uno de los diez más infectados del mundo. Se extiende a lo largo de 40 kms, atravesando 14 municipios de la provincia de Buenos Aires y bordeando la Capital del país. Su cauce recibe casi 200.000 litros cúbicos de aguas fecales por día y contiene altos niveles de mercurio, zinc, plomo y cromo, de hasta 50 veces más del máximo tolerable para la salud.

El sistema hídrico del Matanza-Riachuelo se desarrolla a lo largo  de 64 kms y está implantado en la zona más urbanizada e industrializada del país. Tiene en su ámbito unas 13.000 industrias, entre ellas, textiles, curtiembres y frigoríficos, de las cuales se estima que unas 6.000 arrojan directamente sus desechos al río, totalizando unos 90.000 m3 de desperdicios por día, con una alta proporción de sustancias contaminantes.

El río Matanza-Riachuelo es el más contaminado de América Latina y uno de los diez más infectados del mundo.

En su cuenca viven unos 5 millones de personas y en sus orillas, absolutamente inadecuadas para la subsistencia humana y en la llamada Villa 21-24, sobreviven unas 45.000 personas, buena parte de los cuales son niños, propensos a desarrollar infecciones dermatológicas y sanguíneas y patologías respiratorias severas. El plomo que retrasa el crecimiento de los menores y puede provocar su muerte, está presente en la sangre de los mismos hasta cinco veces más de lo aceptable (uno de cada 4 niños). Según algunas estimaciones se registran más de 900 defunciones anuales de infantes en la zona aledaña al cauce.

Pese a una sentencia de la Corte Suprema del país en 2006 obligando al saneamiento del río, el desastre ambiental permanece y las empresas continúan arrojando sustancias tóxicas con la complicidad de los gobiernos.

También en Argentina, el Río de la Plata presenta graves signos e contaminación. Su cauce y costas no solo acumulan basura, sino metales pesados como cromo y plomo y diferentes bacterias, enterococos o escherichia coli, que pueden afectar gravemente la salud de las personas, especialmente de los niños y adultos mayores.

A ello se agrega que la agroindustria que se desarrolla en las cercanías de los ríos Paraná y Uruguay que desembocan en el Río de la Plata aportan gran cantidad de desechos cloacales, industriales, fertilizantes y pesticidas que se vuelcan a los cursos de agua o derivan hacia ellos por escorrentía, que elevan el nivel de contaminación de los tres grandes ríos sudamericanos.

La desidia e irresponsabilidad de las autoridades del país en materia ambiental queda reflejada en una reciente imagen de la contaminación del Río Salado (16.1.23), otro importante cauce de la cuenca ganadera del mismo nombre, donde dos empresas (Absolon y el frigorífico La Canaria) arrojan desechos contaminantes, y sobre todo, en las explicaciones públicas de las autoridades.

 

La contaminación de la cuenca del río Salado consentida para favorecer a empresas- Foto: Munic. Roque Perez.

La directora de Medio Ambiente de la localidad involucrada explicita con claridad los motivos de la complicidad y el descontrol: “Son dos industrias que están enfrente y muy cercanas, y las dos hacen el descargo de efluentes a ese canal aliviador que termina en el pico del Río Salado… Es una imagen de una situación que es terrible y que por supuesto conocemos. Venimos de hace tiempo abordando este tema que es complejo y muy sensible en el comunidad porque de esto también dependen muchas fuentes de trabajo. Son dos industrias que en una comunidad chica como la nuestra, terminan siendo muy relevantes. Lo cual no implica que todo esté permitido” (sic!!).

En Brasil, la situación es similar. El río Tieté, que atraviesa Sao Paulo, la ciudad más poblada de América Latina, es uno de los más contaminados del país. Afluente del gran Paraná, fluye como una especie de basural flotante, atravesando varias ciudades que vuelcan en él, sus aguas residuales. Recientemente se difundieron imágenes del río cubierto de una densa y nauseabunda espuma blanca, fruto de su alto contenido de contaminantes. 

Pero no es el único. La ciudad más rica de Brasil y corazón financiero de Latinoamérica también es atravesada por el río Pinheiros, una verdadera cloaca a cielo abierto que desemboca en el Tieté. El tramo con el agua limpia es tan pequeño que no permite que la fauna sobreviva allí mucho tiempo.

Tras analizar la situación de 278ríos del país, la Ong Mata Atlántica reveló en un informe que Brasil unos 53 cauces (20% del total) poseen aguas calificadas como “malas o pésimas debido a la contaminación y a la precaria condición ambiental de sus cuencas hidrográficas”. Los ríos analizados pertenecen a los 17 estados brasileños por donde se distribuye el bioma conocido como Mata Atlántica, selva tropical de la que ha desaparecido el 93% de su territorio original, a causa de haber sido ocupado por los estados más poblados del país (Sao Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais). De los ríos estudiados solo el 6,5% del total, alcanzaron el nivel de buena calidad de sus aguas, y ninguno el de calidad óptima.

La Ong brasileña también advirtió que detectó que el Sao Francisco, uno de los principales ríos de Brasil, con más de 2.800 kms de longitud y que recorre cinco estados, siendo fuente de agua para regiones muy empobrecidas del país, está muy contaminado, como consecuencia del colapso del dique minero de la compañía Vale en Brumadinho (2019). Sea por desastres, por la deforestación o por ausencia de  planificación, “los ríos de Brasil están siendo ‘condenados’ por la falta de gobernabilidad… Reflejan la falta de saneamiento ambiental y de respeto a los derechos humanos”, afirma Cesar Pegoraro, biólogo  de la ONG.

En la región amazónica los problemas se multiplican. Manaos, la principal ciudad de la Amazonía soporta una verdadera tragedia ambiental. A mitad de 2022, la administración de la ciudad publicó que en los cinco primeros meses del año había tenido que extraer de sus ríos y canales 4.500 toneladas de basura que los ciudadanos arrojan a las aguas, pese a existir el servicio de recolección de residuos. En algunos puntos de la ciudad, los desechos se acumulan en tal cantidad sobre el Río Negro que no se alcanza a ver el agua. 

En México, la contaminación de los ríos también presenta un escenario dramático. El 60% de los principales ríos del país se estiman como “fuertemente contaminados”. Las cuencas en peor situación son las del Lerma, Santiago, Pánuco, Grijalva, Alto Balsas, Blanco y San Juan.

El río Santiago, en Jalisco es uno de los más contaminados por las descargas de las más de 300 industrias que operan a lo largo de su recorrido. El Instituto de Tecnología del Agua (IMTA) reconoció más de 1.000 sustancias tóxicas, químicos y metales en sus aguas.

En Chiapas, el río Grijalvo –otro de los más contaminados y que desemboca en el Golfo de México– se estima que acumula más de 20.000 toneladas de basura. El contexto mexicano es especialmente grave ya que la disponibilidad anual de agua por habitante en el país ha sufrido una importante reducción en los últimos 50 años (de 11.500 m3 en 1955 a 4.263 m3 en 2011) previéndose que para el 2025 no llegue a los 4.000 m3.

Las descargas industriales a los ríos mexicanos son cada vez más tóxicas y persistentes.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua) señala que las descargas industriales a los ríos mexicanos son cada vez más tóxicas y persistentes y un 340% más contaminantes que las aguas residuales municipales. México con una legislación ambiental débil y con controles gubernamentales fallidos, permite que las empresas sigan produciendo bajo parámetros altamente dañinos para la salud de su población y sus ecosistemas.

En la mayoría de los ríos del Perú la contaminación sigue aumentando. Más de 100 cuencas hidrográficas están contaminadas. Una investigación de la Autoridad Nacional del Agua advertía en ya 2016, que los principales ríos del país estaban contaminados con metales pesados y restos fecales.

La baja calidad del agua destinada al consumo humano y las actividades agrícolas e industriales se debe al vertido de aguas residuales y residuos sólidos de las poblaciones asentadas en la proximidad de los cauces, pero sobre todo a la constante contaminación que aporta la actividad minera.

Ubicados a lo largo y ancho del país, los principales ríos más contaminados (más de 100) son Apurímac, Pasco, Lima, Ancash, Piura, Loreto, Madre de Dios y Arequipa. En todos hay presencia de metales pesados (cobre, plomo, zinc, aluminio, hierro, manganeso, arsénico, níquel y cadmio) provenientes de la intensa actividad minera favorecida por los gobiernos peruanos, contaminación que alcanza a lagos emblemáticos como el Titicaca y el Chinchayccha.

El futuro en riesgo

No es muy distinta la situación en el resto de los países de la región. En casi todos ellos se sigue tolerando una creciente contaminación de sus ríos por privilegiar falsamente una política productivista, que bajo el pretexto de proteger los empleos,  parece no advertir las consecuencias futuras de la ausencia de políticas sostenibles. Bajo la consigna de ‘reactivación económica’, se otorgan privilegios a las empresas para que puedan operar sin contralor  ambiental y muchas veces, subsidiadas con recursos públicos.

Esa situación generalizada en América latina encubre una complicidad de funcionarios y gobiernos que bajo sobornos y prebendas, toleran una operatoria que agrava la crisis climática, pone en grave riesgo la salud ciudadana y compromete el futuro de la región.