“Mi maestro, el pulpo”

21 dic 2020

La pandemia está despertando de manera vigorosa una conciencia de los riesgos de habernos separado de la naturaleza y avanzado sobre ella para expoliar sus recursos. Los científicos anticipan que estamos cerrando la ventana de tiempo que teníamos para evitar una extinción masiva de especies animales y vegetales.

Acrecentar nuestra información, tomar conciencia de la importancia de cuidar el Planeta y reforzar nuestro conocimiento acerca de qué acciones debemos emprender como ciudadanos y qué derechos tenemos para hacerlo, es la tarea de la hora.

Desde Más Azul te proponemos en esta serie de tres meses, varias películas y documentales para lograrlo mientras disfrutamos de verdaderas joyas audiovisuales. Primera recomendación:

Mi maestro, el pulpo

(My Octopus Teacher-2020)

Un documental imprescindible!! Si el Paraíso –donde podíamos hablar con los animales– lo perdimos por nuestra soberbia de pensar que éramos únicos y mejores, “Mi maestro, el pulpo” nos enseña que el Paraíso está todavía allí y es recuperable.

En este documental original de Netflix, el cineasta sudafricano y fundador del Sea Change Project Craig Foster, relata la amistad inusual que establece con un pulpo que vive en un bosque de algas en Sudáfrica y comparte los misterios de su mundo. Craig se gana la confianza de un pulpo hembra y a lo largo de un año de visitas submarinas diarias, se establece un fuerte vínculo entre los dos.

El resultado es una hermosa película que toca la relación de los humanos con la naturaleza, los animales y el medio ambiente. Como ha escrito Jonathan Wilson en ‘Ready Steady Cut’ “es una historia de amor, que nadie se confunda. Puede que sea poco convencional, pero es una emocionante e impresionante historia sobre la conexión”.

“Necesitaba un cambio radical en mi vida” afirma Craig en el documental, “por lo que comencé a bucear todos los días en el Cabo Occidental de Sudáfrica. Mientras deambulaba por un bosque de algas, descubrí un pulpo y quedé fascinado con el animal. Volvía todos los días al mismo lugar y dejaba mi cámara para capturar momentos especiales”.

La relación entre el hombre y los animales ha sido con frecuencia llevada al cine, pero muchas veces bajo la mirada soberbia de valorarlos en cuanto su ‘comportamiento’ copiaba lo ‘humano’, que era el centro del Universo. Esa concepción –arquetípica del modelo Disney– está en las antípodas de lo que pretende “Mi maestro, el pulpo”.

Craig Foster, cineasta sudafricano y fundador del Sea Change Project.

El hallazgo de Craig está en su mirada: el hombre pertenece a la naturaleza, es uno más. No es el ‘rey’ ni está allí para contemplar su belleza o saquear sus recursos. Es parte de ella y sobrevive gracias a ella.

Craig cuenta que en un momento dado, extendió la mano hacia el pulpo y ella le correspondió poniendo su tentáculo en su mano. El pulpo empezó a seguir a Craig: “Los límites entre ella y yo parecían disolverse”.

En un determinado momento el cineasta sudafricano se sintió “responsable” de que el pulpo fuera atacado por un tiburón pijama que le arrancó uno de sus brazos del pulpo. Craig consideró que el tiburón –que posee un extraordinario olfato increíble– lo había detectado a él, lo que le costó un brazo al pulpo. Para su sorpresa, Craig observó que el brazo del pulpo volvía a crecer y 100 días después lo había recuperado por completo.

Quizás aquí deberíamos recordar unas cifras para valorar lo que llamamos mundo salvaje. El mercado de la explotación del tiburón y, en especial de sus aletas, implica la matanza de unos 200 millones de animales por año, mientras menos de 15 seres humanos mueren atacados por tiburones anualmente.

Millones de tiburones son exterminados para obtener sus aletas. El resto, que es comestible, se tira al mar.

El documental es verdaderamente fascinante. A través de la interacción entre el pulpo y Craig descubrimos la extraordinaria inteligencia de los pulpos y su enorme sagacidad para evitar a sus depredadores como cuando aprovecha sus tentáculos para “succionar” conchas marinas y aplicárselas sobre su cuerpo para evitar que un tiburón pueda morderlo o cuando se ‘pega’ al lomo de otro tiburón para lo mismo.

Pero lo que conmueve hasta las lágrimas es contemplar el establecimiento de curiosos y sorprendentes “diálogos” con su nuevo amigo como estirar un tentáculo para saludarlo, abrazarlo con sus tentáculos cuando lo reencuentra o imitar sus pasos.

Es de una infinita belleza y trascendencia poder contemplar cómo se rompen definitivamente las barreras entre dos especies tan diferentes y se establecen aquellas “comunicaciones” que teníamos en el Paraíso. Sólo había que abandonar la soberbia humana ante la naturaleza y el milagro de la “conexión” vuelve a verificarse.

La amistad con el pulpo cambió la vida de Craig para siempre. Y seguramente cambiará también la de muchos espectadores de este documental. Es lo que testimonia Leonardo García Tsao (La Jornada): Nunca pensé que me conmovería así el comportamiento de un invertebrado. ‘Mi maestro el pulpo’ es, en efecto, una lección sobre la humildad del hombre ante los misterios de la naturaleza y la necesidad de preservarlos”.

Tras aparearse con un macho, el pulpo hembra deposita sus millones de huevos que dará a luz. El proceso es duro: la hembra coloca los huevos en ristras que une al techo de la cueva por un extremo, formando racimos. El desarrollo embrionario dura de uno a cuatro meses, dependiendo de la temperatura del agua. Durante este tiempo la hembra permanece acantonada en su guarida, aireando, limpiando y protegiendo la puesta. No se alimenta, sino que trata de aprovechar sus sustancias de reserva para sobrevivir. Cuando el embrión alcanza el tamaño apropiado dentro del huevo y el saco vitelino se ha consumido casi por completo, se produce la eclosión. Entonces, la madre, agotada y desgastada, muere.

Es lo que sucede con la amiga de Craig. Cuando lo relata en el documental su voz se quiebra y sus ojos se llenan de lágrimas. Es el desenlace, pero nada ha sido edulcorado ni “humanizado”. Como afirma el cineasta sudafricano “lo que ella me enseñó fue a sentir que eres parte de este lugar, no un visitante. Hay una gran diferencia”.

En un momento de pandemia, de conciencia de los límites que la naturaleza muestra ante una expoliación irracional e insostenible de sus recursos y los peligros que provoca la continuidad del actual modelo, el documental de Craig Foster es una esperanzadora señal de cuál es el camino de respeto que debemos recuperar.

Mención especial para el trabajo esmerado y sutil de los directores Pippa Ehrlich y James Reed quienes también se han encargado del guión.

Como señala John Serba en Decider, se trata de “una película de género ejemplar. Los amantes de los documentales sobre la naturaleza la adorarán”.

FICHA TECNICA

Duración: 85 min. País: Sudáfrica

Guión y Dirección: Pippa Ehrlich y James Reed

Música: Mathew Dennis, Tom Foster, Ronan Skillen

Fotografía: Roger Horrocks, Craig Foster

Reparto: Documental con intervenciones de Craig Foster

Productor: Craig Foster

Distribuidora: Netflix

Género: Documental marino, naturaleza, medioambiente