La pesca ilegal y la desidia del sector arrojan 640.000 toneladas de residuos en los océanos

01 jun 2021

No es solo la depredación de peces y la captura descontrolada de ballenas, delfines, focas, tiburones y tortugas –algunas de las cuales están en peligro de extinción–. El impacto devastador de la industria pesquera en los océanos va mucho más allá: cada año arrojan 640.000 toneladas de residuos sólo de sus artes de pesca (redes, aparejos, etc).

La industria pesquera cada año arroja 640.000 tns.de residuos sólo de sus artes de pesca (redes, aparejos, etc).

Además de constituir basura plástica de enorme tamaño y resistencia a la destrucción, permanecen en los océanos y mantienen su capacidad de atrapar a los animales marinos, provocando matanzas indiscriminadas.

Naciones Unidas ha advertido en el pasado mes de mayo, que las artes de pesca abandonadas, perdidas o descartadas constituyen “un tema que debemos abordar ya por el bien de nuestro medio ambiente marino y de las personas cuyas vidas y medios de subsistencia dependen de él”. FAO y PNUMA estiman que una décima parte de todos los desechos marinos provienen de esa práctica indeseable.

Además, las artes abandonadas también alteran los fondos y ecosistemas marinos, además de convertirse en un peligro para aves y otras especies costeras y una fuente de contaminación cuando invaden las playas como basura.

Asimismo ponen en riesgo las campañas que realizan muchos países para recuperar las poblaciones de peces, esfuerzos que son socavados por el creciente impacto de estas conductas del sector pesquero.

Porqué las abandonan?

Los motivos son múltiples y las mentiras y pretextos también. Desde luego, puede haber accidentes que provoquen que las redes se rompan o se enreden y sea imposible su recuperación.

Uno de los pretextos más habituales es atribuir a los puertos falta de instalaciones apropiadas para que los barcos se deshagan de sus equipos al final de su vida útil. Omiten que así como su producción y uso fue una decisión industrial para su propio beneficio, su destrucción debe ser responsabilidad de quienes lo generaron.

Pero la verdad es que en su inmensa mayoría son desechadas deliberadamente como parte de la desidia e ilegalidad que rodea buena parte de la actividad pesquera global. Como señala el ecólogo marino Enric Sala, director de Mares Prístinos de National Geographic, el riesgo de pesca ilegal que amenaza los océanos porque las flotas de alta mar violan con frecuencia las prohibiciones: “La tecnología satelital es relativamente barata y permite hacer vigilancia remota. Luego tienes que ir a capturarlos, claro. En aguas internacionales es otra historia. Allí es el Salvaje Oeste. (Ver Más Azul n° 5 feb. 2020, “Aguas internacionales: pesca y depredación en la tierra de nadie” y n° 15 dic. 2020 “La corrupción en la pesca”)

En ese “salvaje oeste”, tierra de nadie para la legalidad, el predominio es el de la pesca de arrastre. Se trata de una modalidad nada selectiva, que emplea redes del tamaño de dos campos de fútbol (60 a 100 metros de ancho y más de 200 de largo), con cadenas pesadas que arrasan indiscriminadamente el fondo marino, capturando todo lo que se cruza a su paso.

Los barcos de pesca que hacen más daño al ecosistema marino son los llamados Monster Boat, capaces de capturar hasta 350 toneladas de pescado en un sólo día. Esas embarcaciones llevan a cabo una pesca depredadora ya que realizan una captura excesiva de especies comerciales y no comerciales, arrasan los fondos marinos y arrojan al mar los descartes, provocando una grave alteración del ecosistema.

Barco chino haciendo pesca de arrastre en Camerún.

¿Quiénes dominan esas aguas presuntamente sin dueño? China, España, Taiwán, Japón, Corea del Sur son los cinco que encabezan la corta lista de países ricos, cuya flota industrial domina la pesca en aguas internacionales. Les siguen Rusia, EEUU, Reino Unido, Francia e Italia.

Entre los diez acaparan el 97 % de las capturas en aguas internacionales, pero los cinco primeros explican el 85% de la pesca en alta mar, muy lejos de sus zonas económicas exclusivas y solo China y Taiwán el 50% de la actividad depredadora.

Pesca industrial sin control

La sobrepesca y las malas prácticas de esas flotas pesqueras industriales tienen víctimas concretas también sobre los humanos. En África, un continente donde el 30% de la población padece malnutrición, siete millones de personas dependen del pescado para sus ingresos económicos.

Pero la depredación de la pesca industrial está agotando pesquerías de las que depende la vida de millones de africanos. Más de la mitad de esos reservorios en África occidental están sobreexplotados y se han perdido cientos de miles de puestos de trabajo en el sector pesquero.

El deterioro de los ecosistemas marinos afecta a la economía local, desplaza a la población y afecta a su alimentación y supervivencia. La situación actual en África occidental como en otras regiones del mundo –América Latina, por ejemplo– es el resultado de sobrepesca y de compromisos que las principales flotas pesqueras industriales de China, Taiwán, Japón, Corea del Sur y España, de manera permanente han incumplido.

Hay tres estímulos que incentivan la pesca ilegal y abusiva. El primero son los subsidios que los Estados de esos países y de la UE otorgan a sus flotas. El segundo es la permisividad de navegar bajo banderas que permiten un trabajo esclavizado y el tercer estímulo a delinquir es el “des-control”, tanto ‘administrativo’ como de ‘capacidad operativa’, que justifican por la carencia de recursos navales de contralor y persecución. La realidad es muy distinta.

En Argentina por ejemplo, se estima que se pierden unos u$s 2.000 millones anuales por la pesca ilegal y el descontrol. En el Mar Argentino, en el Atlántico Sur, el saqueo entre pesca sin permisos, no declarada y no reglamentada suma unas 600.000 toneladas al año.

Gigantes de la depredación

El negocio global de la pesca ilegal mueve algo más de 1.200 millones de dólares por año, pero comprar una bandera de conveniencia solo cuesta unos pocos cientos. Casi el 20% de la flota mundial usa bandera de conveniencia o se desconoce la identidad de su bandera. Los Estados que la otorgan no controlan dónde se pesca ni en qué condiciones laborales, técnicas o ambientales.

En muchos casos la pesca ilegal cuenta con la complicidad y corrupción de las administraciones de los países saqueados, donde brindan apoyo a las flotas ilegales, pese a tener antecedentes de pesca IUU (Illegal, unreported & unregulated) y esclavitud a bordo, como ha sucedido en Uruguay, Perú y Ecuador.

Una prueba de ello fue el increíble proceso por el cual el mayor buque factoría del mundo, conocido como Lafayette, de 49.000 toneladas de bodega y cinco buques de arrastre que pescan para él, logró la bandera de Perú teniendo un historial de piratería, denuncias de trata de personas y expulsión del Pacífico Sur por parte de Australia y Nueva Zelanda por pesca ilegal.

El Lafayette es hoy es propiedad de Sustaintable Fishing Resources SAC, empresa perteneciente a China Fishery Group. Se llama actualmente Damanzaihao. En abril de 2014 llegó a Perú con bandera de Mongolia, pero antes había enarbolado la de Rusia.

El mayor buque factoría del mundo (49.000 tns de bodega) puede procesar 1.500 toneladas de pescado al día.

El cambio de bandera para soslayar los controles es constante. En 2012, de los 18 buques pesqueros del grupo español Albacora que arrasaban los caladeros de los océanos Pacífico, Índico y Atlántico, solo seis  tenían bandera española. Los otros 12 buques tenían bandera de Curaçao, Ecuador, Seychelles, Panamá o Kiribati. Aunque muchos de esos barcos no han recalado nunca en un puerto español, su propietario sigue inscrito en España y recibe subvenciones de España y de la UE.

Estos gigantes de la depredación son capaces de procesar –como el Lafayette-Damanzaihao– unas 1.500 toneladas de pescado al día, es decir más de 500.000 toneladas al año.

Tras haber arrasado los mares del mundo al punto de ser responsables de una disminución del 90% en la pesca del jurel en el Pacífico Sur y haber provocado en 20 años, que el stock de jurel cayera de 30 millones de toneladas a menos de 3 millones, en la actualidad han puesto proa hacia el Atlántico Sur y los mares antárticos, irrumpiendo en un área considerada

Para evitar conflictos territoriales sobre la Antártida se creó el “Tratado Antártico” (1959), que establece que este continente es para toda la humanidad, que es una región de paz y cooperación  y que tiene como finalidad la investigación científica para beneficio de la humanidad.

La industria pesquera está utilizando sus recursos naturales para su aprovechamiento comercial. Ello beneficia tan sólo a un grupo pequeño y poderoso de países. Quién hace cumplir el Tratado?

FAO señala que la flota pesquera mundial es mucho mayor de lo necesario. Dos décadas atrás ya estaba dos veces y media por encima de las necesidades globales. La tendencia mundial a la depredación no cambiará a menos que una gran potencia (China, la Unión Europea o EEUU) asuma medidas de control y las haga cumplir y su ejemplo cunda en otros actores del sector.

Las negociaciones para un tratado mundial han sido una y otra vez postergadas. Ante el riesgo de daños irreversibles que pesan sobre la salud ambiental de los océanos, el ex eurodiputado portugués José Inácio Faria (ver Más Azul n°2, nov. 2019, “Océanos victimas y aliados”), propuso avanzar sobre la necesidad de una gobernanza internacional de los océanos, pero su iniciativa jamás prosperó.

Su planteo era simple: las zonas económicas exclusivas (ZEE) de los Estados miembros de la UE implican una extensión de 25,6 millones de kms2, el mayor territorio marítimo del mundo y buena parte, en regiones ultra-periféricas y en países y territorios de ultramar. Por tanto, la UE podría y debería ser un actor principal en la protección ambiental de los océanos y asumir un papel de liderazgo en el establecimiento de una gobernanza internacional de los océanos.

El 64% de los océanos son aguas internacionales, lo que significa que si bien los gobiernos no son responsables directos de esas áreas, solo requieren de un acuerdo para protegerlas efectivamente.

La ex comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmström, explica como testigo privilegiado, las causas por lo que esto nosucede: “Se debe al comportamiento destructivo de varios países grandes (…) Es horrible. Los miembros ni siquiera pueden acordar dejar de subsidiar a la pesca ilegal.