Hacia una industria textil menos contaminante

21 mar 2021

Los 7.851 millones de humanos que poblamos el Planeta (Worldometers-11.3.2021) consumimos más de 100.000 millones de prendas cada año. Una parte no alcanza a ser usada y otra ni siquiera se llega a vender, pero ambas terminan arrojadas a la basura. Según un informe de The Global Fashion Agenda, el 73% de la ropa del mundo termina convertida en la basura y solo el 15% de ese gigantesco volumen es  reciclado.

El 73% de la ropa del mundo termina convertida en la basura.

La producción y el consumo mundial alcanzan límites de disparate. Y en el mundo de la moda, el disparate es mayúsculo. American Apparel & Footwear Association (AAFA), es la asociación de EEUU  que representa a las empresas de indumentaria, calzado y otros productos cosidos (más de 1.000 marcas de renombre mundial), con u$s 400.000 millones en ventas minoristas anuales y casi 4 millones de trabajadores.

En un estudio AAFA reconoce que el consumidor promedio de su país adquiere 8 pares de zapatos y 68 prendas de vestir por año, a las que otorga un tiempo de vida máximo de tres meses!!!.

El fenómeno del fast fashion ha acelerado tanto la producción como el consumo. El comprador occidental apenas utiliza una prenda 7 a 10 veces antes de olvidarla en el armario o desecharla. Entre el 2000 y 2015 la producción mundial se duplicó pero el tiempo de uso se redujo a casi la mitad.

Fabricar calzado o ropa implica el uso intensivo de recursos naturales y altos niveles de energía. Pongamos ese consumo en un contexto ambiental: unas zapatillas tardaran 200 años en degradarse  y las prendas de algunos poliésteres pueden demorarse 1.000 años en desaparecer totalmente. Las zapatillas necesitan 4.400 litros de agua; un pantalón, 3.000 litros; una camiseta de algodón 1.200 litros y una camisa de fibra sintética, unos 1.000 litros.

Ello supone que la vestimenta más sencilla y habitual requiere unos 10.000 litros de agua, una cantidad superior a la que bebería un ser humano en una década, siendo además un recurso escaso a nivel global.

Tres motivaciones están detrás de ese consumo irracional: 1. La industria de la moda manipula a través de campañas de marketing (influencers y operaciones en redes sociales) sobre la necesidad de “no repetir look”, en especial en el mercado de adolescentes. De las dos temporadas de moda clásicas se pasó a 104 en los último años; 2. El efecto es una multiplicación de las ventas lo que permite un descenso de los costos de fabricación lo que hace más fácil y creciente el ciclo multiplicador; 3. La tercera motivación responde a la cultura hedonista de la “satisfacción inmediata” de los deseos, que ha desarrollado la sociedad de consumo.

En términos económicos, el informe “A new textiles economy; redesigning fashion’s future” de la Fundación Ellen MacArthur, revela que “se pierden más de 500.000 millones de dólares cada año debido a la subutilización de la indumentaria y la falta de reciclaje”. Casi el doble de lo que se necesita para acabar con el hambre, según ONU.

UNA INDUSTRIA MUY CONTAMINANTE

Rodeada del glamour y la belleza que le son propios, la moda tiene un lado mucho menos glamoroso: es la segunda industria contaminante a nivel planetario, detrás de los combustibles fósiles y por delante de la industria cárnica y láctea.

En 2019, desde EEUU se difundió que éstas últimas eran más contaminantes que el petróleo y la información se basaba en un estudio del Instituto de Política Agrícola y Comercial (IATP), de ese país. El dato era erróneo ya que el IATP afirma que las corporaciones cárnicas y lácteas más grandes del mundo ‘podrían convertirse’ en las peores contaminantes del planeta en las próximas décadas.

La maniobra provino del cenáculo de Trump, negador del cambio climático y un defensor acérrimo de la permanencia del carbón, el gas y el petróleo en la matriz energética global.

Como la mayoría de las operaciones de las 35 empresas cárnicas y lácteas más grandes se concentran en determinados países (Brasil, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, China, Canadá, y algunos de la Unión Europea) la ‘jugada’ del equipo de Trump era a dos bandas: reducía la presión sobre los combustibles fósiles y trasladaba el daño ambiental a sus competidores.

Lo que sí es cierto es que la humanidad debe reducir drásticamente sus emisiones de gases de efecto invernadero, y ello implica tanto a la industria textil y del petróleo, como a los gigantes cárnicos y lácteos. Todos están impulsando el consumo excesivo, aumentando su producción y exportaciones.

La industria textil produce el 10% de las emisiones y genera 92 millones de toneladas basura cada año.

Según la ONU, la industria de la moda produce el 10% de las emisiones de carbono del mundo y el 20% de las aguas residuales y genera 92 millones de toneladas basura cada año (cada segundo se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura).

Para la Agencia Internacional de la Energía, la producción textil es responsable de la emisión cada año de 1,2 billones de toneladas de CO2. Pero además de ese grave aporte a empeorar la emergencia climática, tiene un fuerte impacto en la polución global del agua. El sector textil consume cada año, una media de 93.000 millones de metros cúbicos de agua, a lo que debe agregarse la contaminación por el tratado de los tejidos y las tinturas.

La industria textil es químicamente intensiva ya que usa más de 150 químicos contaminantes en su proceso industrial. Tanto para la tintura de tejidos como para las impresiones y los acabados. Las aguas residuales de estos procesos son en general, tóxicas y contaminan ríos y napas, con graves consecuencias para la salud humana, la fauna y el medio ambiente.

Esas consecuencias muestran la inevitabilidad del cambio que deberá afrontar la industria de la moda para dejar de estar en el podio de los contaminadores globales y volverse sostenible y racional. La forma en la que se producen nuestras prendas hoy está lejos de ser sostenible y representa un enorme problema en la lucha para enfrentar el cambio climático.

El círculo de la moda

Desmontar el actual sistema de la industria de la moda es complejo y supone contradecir diversos argumentos que son falaces. Uno de ellos sostiene que los ambientalistas reclaman un mundo sin prendas, cuando éstas no solo nos dan protección sino que representan cómo queremos presentarnos ante los demás e incluso cómo somos. No se trata de vivir sin vestuario sino replantearse el hiper-consumo y alertar sobre procesos de producción poco éticos, que ponen en peligro la supervivencia de todos.

Otro de los argumentos falaces plantea que cuestionar la actual forma de producción de la industria dejará cientos de miles de personas sin trabajo. La realidad es que los avances de la revolución tecnológica y la automatización producirán ese efecto en casi todas las actividades humanas, pero a la vez generarán nuevos trabajos y profesiones y multiplicarán oportunidades. El mismo argumento fue usado a comienzos de la revolución industrial y desmentido por la realidad de una multiplicación de nuevos trabajos.

El concepto de ‘moda circular’ fue utilizado por primera vez en Suecia, en 2014. Lo curioso es que su uso surgió casi simultáneamente pero de forma independiente. Por un lado, Anna Brismar de la consultora Green Strategy lo incorporó a la definición de moda sostenible para una serie de eventos en Estocolmo, desde donde se difundió el concepto en la industria de la moda, primero en Suecia y luego en Europa y el resto del mundo.

Casi en simultáneo, el término moda circular fue utilizado por H&M, también en Estocolmo, primero dentro de la empresa y luego en un seminario público en Gotland en el sur de Suecia.

El concepto define “las prendas, zapatos y accesorios que están diseñados y producidos con la intención de ser usados de manera responsable tanto tiempo como sea posible, y que estos puedan ser devueltos a la biosfera con el menor impacto”.

Los sistemas circulares no son más que la aplicación del sistema más antiguo de todos: el sistema ecológico. Una característica propia de los sistemas ecológicos es que la energía fluye a través de todos sus niveles de organización, con tres tipos diferentes de individuos o niveles tróficos: productores, consumidores y descomponedores.

Una moda circular –como toda industria en una economía circular– se asienta en un principio básico: eliminar la noción de desecho.

Ello supone: 1. Un diseño circular, donde cada material a utilizarse es considerado previamente, en el contexto de los recursos limitados del Planeta y de su capacidad de recuperación y reutilización; 2. Recursos circulares: su incorporación está en línea con su futura reutilización y que incluso, ya como desperdicio, pueda tener un nuevo uso; 3. Materiales circulares: los materiales implicados no deben tener efectos perjudiciales para el ambiente sino aportar nutrientes activos al sistema, tal como sucede en la naturaleza.

Es necesario desarrollar una industria con cero desechos. El cambio no será simple. Deberá implicar transformaciones profundas en los materiales utilizados, (Ver Más Azul n°4, enero 2020 “La economía circular”), en las tecnologías para una producción automatizada e inteligente que permita personalización a escala, recuperación de fibras, elimine químicos y la utilización abusiva de agua en el proceso.

La transformación deberá alcanzar también al consumidor, que tome conciencia de lo insostenible del actual consumo y que asuma iniciativas –algunas en curso– como el uso de prendas de segunda mano, servicios de alquiler de ropa, etc.

INICIATIVAS INNOVADORAS

A nivel global una serie de iniciativas innovadoras comienzan a rediseñar una moda que apunta a un futuro más ético y sustentable. Poner de moda la sustentabilidad.

Un sinnúmero de emprendedores, diseñadores, en todo el mundo han iniciado el camino de re-pensar y re-diseñar el modelo de producción y consumo de moda. Frente a las consecuencias devastadoras que la fast fashion implica para el Planeta, comienzan a aparecer numerosas alternativas de producción y consumo responsable y acorde con el medio ambiente.

En torno a la producción algunas marcas de lujo apuestan por la moda sostenible. Stella McCartney, Gucci, Versace y Hope Made In The World se han unido a esta tendencia, cambiando sus materiales y certificando procesos. Pero otras solo lo hacen por seguir la tendencia sin generar un verdadero aporte  positivo en la comunidad y el ambiente.

Usan la sostenibilidad como fachada. Es lo que se conoce comogreenwashing’, adhiriendo a valores ambientales en la publicidad pero manteniendo y ocultando procesos poco éticos que afectan al ambiente, a la comunidad o a las propias condiciones laborales de su producción. (Ver Mas Azul, n° 13, oct 2020, “Greenwashing, el engaño empresario”)

Vestiaire Collective-Francia. La compra y venta de ropa usada es un modelo de éxito en todo el mundo.

En relación al consumo, una opción es la compra de prendas ya utilizadas, a las que se les abre una segunda oportunidad de uso. Se trata de plataformas donde prendas de muy poco uso o casi nuevas de primeras marcas, en excelente estado, tienen una nueva opción de supervivencia.

 La tendencia ya cuenta con la adhesión exitosa de tiendas como Vinted en toda Europa o Vestiaire Collective en Francia, plataformas donde se vende, intercambia y compra outfits de moda, ropa de segunda mano y accesorios. Micoletweb incorpora la novedad de poder acceder al armario de famosas y comprar prendas que han utilizado. Baúlchic, Mi ropa go! y Ropasión son plataformas españolas de ropa en muy buen estado y de calidad. Wallapop va más lejos y agrega a la moda, la venta de segunda mano para electrodomésticos, coches, motos, etc.

En América Latina también la tendencia se manifiesta: GoTrendier y Chicfy crearon juntos la plataforma de compra y venta de ropa de segunda mano más grande de la región incluida España. Según Luis Martín Cabiedes, “la compra y venta de ropa usada entre particulares es un modelo de éxito en todo el mundo, y se espera que el mercado de ropa usada mueva u$s 400.000 millones en 2022”.

En Argentina, se consolidan iniciativas similares como Otra Vuelta y también propuestas innovadoras como la de Akina Hirai, una activista ecológica que con su marca de moda sustentable, Banda de Hermanas, busca la reutilización de prendas, con una intervención artística para devolverlas al circuito comercial con valor agregado, pero con un cuidado singular del medioambiente. En Colombia, Uniandes también avanza en la tendencia al re-uso

Es que alargar el ciclo de uso de las prendas, re-utilizándolas, evita que terminen en vertederos o basurales a cielo abierto, lo que se contribuye a disminuir los niveles de contaminación y a morigerar el impacto negativo de la industria de la moda sobre el Planeta.