Oportunidades económicas y sociales de la economía circular

01 may 2021

Alrededor del 40% de todos los residuos urbanos generados en América Latina y el Caribe terminan en basurales a cielo abierto o en medio de la naturaleza, contaminando suelos, agua y aire, con severos impactos en la salud de sus habitantes.

Pero además de esas consecuencias, la región está dilapidando –con esa conducta– un enorme potencial de riqueza y empleo. Un auténtico crecimiento verde implica no solo responsabilidad planetaria sino comprender que lo que tiramos o desperdiciamos tiene un enorme valor económico que es irracional dilapidarlo.

La capacidad de sumar ciencia, tecnología e innovación al sector de los residuos sólidos impulsa y posibilita oportunidades para nuevos negocios y puestos de trabajo.

Por ello es necesario que los gobiernos de la región asuman de manera consistente, el compromiso de alinear la planificación y las acciones a implementar, con mecanismos que permitan la transferencia de tecnologías y un financiamiento que las viabilice. Y a la vez, instrumentar el desarrollo de competencias para los nuevos requerimientos de empleo.

Las oportunidades económicas y de empleo que se abren son inmensas y están siendo desperdiciadas por falta de planificación de largo plazo.

LA SITUACION ACTUAL

Según el informe del Banco Mundial “What a Waste 2.0: A Global Snapshot of Solid Waste Management to 2050, del total de la basura global (unos 2.100 millones de toneladas anuales), los países de ingreso alto –que solo representan el 16% de la población mundial– generan más de un tercio (34%).

La región de Asia Oriental y el Pacífico con más del 55% de la población mundial, genera casi un cuarto (23%) del total de la basura. En Asia meridional se espera que, para 2050 su volumen actual se duplique con creces y que en África sub sahariana se triplique para entonces.

El estudio advierte que si no se adoptan medidas urgentes, para ese año los desechos a nivel mundial habrán crecido un 70 % con respecto a los niveles actuales.

América Latina y el Caribe genera en promedio, por persona, cerca de un kilo de basura al día –la mitad alimentos– y la región en su conjunto, unas 378.000 toneladas (un 18% de la basura mundial, siendo que la región representa solo el 8,3% de la población global).

Como señala un informe de Naciones Unidas, la paradoja es que a mayor desarrollo, más residuos se generan y cuantos más residuos se producen, mayor es la riqueza dilapidada y menor el desarrollo regional.

Gráfico Informe “What a Waste” – Banco Mundial 2.0.

NO APROVECHAMOS LA BASURA

El nivel de desechos que producimos a nivel mundial se ha acelerado en las últimas décadas, pero no estamos dando una respuesta adecuada al problema. La consultora estratégica y de riesgos Verisk Maplecroft, con sede en Bath (Reino Unido), alerta de una ‘creciente crisis’ de la basura, en especial causada por el residuo plástico.

Tan solo un 16% de la basura global es reciclada. Estados Unidos es el país que produce más desechos por persona del mundo –tres veces más que la media global– es una de las naciones desarrolladas con menor capacidad de reciclaje.

Aunque ese país solo tiene un 4% de la población global, produce el 12% de los desechos mundiales. En comparación, China o India, que juntos son un tercio de la población mundial, generan 27% de los residuos globales.

Por otra parte, el nivel de reciclaje en EEUU es notablemente bajo (12%) en relación a otros países desarrollados como Alemania, que recicla un 68% de sus residuos, con una ínfima parte de esos desechos mal gestionado o el Reino Unido, con 44% de su basura reciclada.

Verisk Maplecroft atribuye la situación en EEUU a una manifiesta falta de “voluntad política e inversión en infraestructura” por parte de su gobierno: “Encuesta tras encuesta, vemos que la infraestructura en Estados Unidos sencillamente no está ahí para ofrecer la opción de reciclaje”, por lo que lo considera como “el país de riesgo más extremo” a nivel mundial.

Debido a que actualmente produce per cápita la mayor cantidad de residuos locales, plásticos, alimentarios y tóxicos y que China y otros países del Asia han decidido no recibir más basura proveniente del exterior, la consultora avizora un difícil cuadro de cientos de millones de toneladas de desechos (la mayoría plástico), que requerirá tratamiento.

El contexto mundial no es mejor. Según las previsiones del BM, el actual volumen de basura se disparará hasta llegar a los 3.400 millones de toneladas en el año 2050, lo que significará un 70% más de basura, en 30 años.

Siguiendo la tendencia de EEUU, en América Latina son los territorios anglófonos como Islas Vírgenes (EEUU) con 4,46 kg. por persona y las Islas Británicas con 3,75 kg., los que muestran cifras hasta tres y cuatro veces superiores a la media regional y además, los que menos reciclan.

Según datos del Banco Mundial, los países de la región que más basura generan son México (1,16 kgs); Chile (1,15); Argentina (1,14); Rep. Dominicana (1,08) y Brasil (1,04).

La región que menos recicla

Una de las grandes asignaturas pendientes en América Latina y el Caribe es su escaso nivel de reciclaje. Se trata de la región del mundo que menos recicla: solo un 4,5% de su basura (contra el promedio mundial del 13,5%). O sea que más del 90% de los residuos que se generan en la región acaban desaprovechándose y terminan en los vertederos.

Precisamente, es allí donde se hace manifiesto el desperdicio de riqueza y empleo que la región provoca por no incorporar la basura al circuito de una economía circular, generando nuevas oportunidades para recursos que podrían re-aprovecharse.

Trece de los 50 basurales más grandes del mundo están en América Latina (26%). Fuente: Waste Atlas.

En América Latina el escaso reciclaje queda en general en manos de un sector informal de personas que operan en los basurales a cielo abierto –con riesgo para su salud– o recogiendo por la calle, como sucede con el fenómeno de los ‘cartoneros’ en la ciudad de Buenos Aires (Argentina).

Esa actividad añade algún valor pero es ínfimo frente a una actividad integral de reciclado para su reutilización y prolongación de la vida útil, como sucede a algunos países como Suiza, Austria, Alemania, Bélgica y Países Bajos, cuyo nivel alcanza cifras entre 65 y 50%.

La poca capacidad de reciclaje y reutilización es uno de los retos que enfrenta la región. Es perentoria la implementación de un modelo circular donde permita el aprovechamiento integral y eficiente de los recursos.

La diferencia entre la demanda humana y la disponibilidad de medios naturales es creciente. Estamos sumergidos en un modelo económico irracional basado en la depredación y el despilfarro de los recursos. Auxiliados por los avances tecnológicos hemos logrado aumentar la biocapacidad de la Tierra un 28%, pero hemos acrecentado nuestro consumo con una demanda que ha crecido un 56%.

Si queremos evitar una catástrofe ambiental debemos de manera urgente, transformar el modelo económico y modificar los patrones de consumo que nos han traído hasta la actual crisis climática. Se trata de una verdadera ‘revolución’ a favor de la naturaleza, haciendo un uso eficiente y sostenible de los recursos.

Una economía circular se basa –como señala la Fundación Ellen MacArthur– en tres grandes principios: eliminar residuos y contaminación, mantener los productos y materiales en uso, y regenerar los sistemas naturales.

Es decir, un modelo que mantenga los materiales, productos y recursos en circulación, durante el mayor tiempo posible, para reducir al mínimo la generación de residuos, el consumo energético e hídrico y aliviar  los daños al medioambiente (Ver Más Azul, n°11 ago 2020,“Economía circular una oportunidad” y n° 19, abril 2021,“Economía circular y medio ambiente”).

América latina tiene una oportunidad en sus desperdicios: la economía circular emplea los residuos como materia prima. Gracias al uso de tecnologías innovadoras en el manejo de la basura, ello permitiría valorizar el residuo como un recurso.

La CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) realizó un estudio en 2018 sobre las oportunidades de la gestión de residuos sólidos en América latina, aportando las experiencias y avances tecnológicos de algunos países asiáticos y europeos como Japón, Corea del Sur, Alemania, Noruega, España, Italia y Suiza con potencial de réplica en América Latina.

Las experiencias y tecnologías identificadas en cuatro áreas tendrían gran impacto para la región: 1. Manejo y aprovechamiento de los residuos orgánicos; 2. Aprovechamiento energético; 3. Gestión de los residuos eléctricos y electrónicos; y 4. Reciclado del plástico, papel y llantas usadas.

Se requiere que los gobiernos latinoamericanos introduzcan una política de jerarquización de residuos, cuyo objetivo es extraer los máximos beneficios de los productos y generar la cantidad mínima de residuos, con un orden descendente de preferencias. 

Se trata de una nómina de prioridades para el uso eficiente de los recursos:

  1. a) Prevención y Minimización: Reducción en la fuente de los residuos generados. Ello requiere fomento del eco-diseño de los productos, utilización de materiales reciclables, que permitan una fácil separación de partes, etc;
  2. b) Reutilización y reciclaje: Recuperación y aprovechamiento de los recursos, lo que implica que terminada su función principal, se haga una adaptación para nuevos usos;
  3. c) Recuperación de la energía: los desperdicios no susceptibles de reutilización y prolongación de su vida útil, son destinados a la producción de energía (países desarrollados como Noruega, Suecia y China utilizan la incineración de residuos para producir electricidad);
  4. d) Disposición final que incluye todas las posibles opciones compatibles con el medioambiente, que es la última opción deseable.

Con la jerarquización no solo se reduce la generación de residuos sino que se optimiza la utilización de recursos. Para ello se requiere encarar en la región, la mejora de los actuales sistemas de gestión de residuos sólidos, que implica:

  1. Mejor manejo y aprovechamiento de los residuos orgánicos;
  2. Aprovechamiento integral de los residuos eléctricos y electrónicos;
  3. Fomento del eco-diseño en origen;
  4. Incrementar la separación en la fuente;
  5. Eliminar los vertederos, quemas y lugares de disposición final ilegal;
  6. Implementar sistemas de aprovechamiento energético;
  7. Alentar y fomentar la industria del reciclaje;
  8. Favorecer la utilización y mercado del compost;
  9. Promover las tecnologías limpias, mejorar la educación ambiental, las capacidades y participación ciudadana; y
  10. Desarrollar un marco normativo innovador, con un financiamiento y esquema tarifario de promoción.

BASURA Y CAMBIO CLIMATICO

Existe consenso científico entre los expertos en clima que el calentamiento global es el resultado de las crecientes concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera de la Tierra y que el  cambio climático es el mayor desafío global del presente.

Si bien el sector de los residuos sólidos contribuye al efecto invernadero antropogénico con emisiones globales relativamente bajas (5% del total), no deja de significar 1.350 millones de toneladas de CO2 eq que una mejor gestión permitiría reducir.

Por otra parte, hay factores que lo hacen peligroso: sus emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso son especialmente relevantes en países en desarrollo y economías emergentes, por el alto porcentaje de componentes biodegradables contenidos en el flujo de residuos, la fuerte disposición final en vertederos a cielo abierto y su impacto en la salud pública y el deterioro del medio ambiente.

Hay que recordar que a nivel global, esos vertederos son una fuente importante de gas metano, un gas cuyo efecto es 24 veces más potente sobre el clima que el CO2.

El manejo de los residuos sólidos municipales (RSM) es aún deficiente en numerosas ciudades de América Latina y en la región unas 145.000 toneladas diarias se destinan a ese tipo de basurales.

Se estima que 35 a 40% de los residuos urbanos tiene un destino inadecuado y acaba en vertederos a cielo abierto, en lugares de quema ilegal o en medio de la naturaleza, contaminando los suelos, el agua y el aire.

El descontrol, la ausencia de recolección y muchas veces la propia acción gubernamental que dispone los residuos en basurales a cielo abierto, constituyen enormes focos de distribución de su carga contaminante.

Según estudios del PNUMA, existen más de 10.000 vertederos identificados en la región. De los 50 basurales más grandes del mundo, según el Waste Atlas, América latina tiene el 26% (13), cinco de los cuales están en Perú, país con numerosos basurales de varios millones de toneladas, como El botadero de Reque (4 millones tn), El Milagro (2 millones), Haquira, Quebrada Honda, Juliaca y Cancharani.

Los hay muy extendidos como el Trutier (Puerto Príncipe, Haití) con 2 millones de residuos en 94 hectáreas. Algunos gigantescos de más de 40 millones de toneladas, como Jardín Gramacho (Río de Janeiro), Estrutural (Brasilia) y Bordo Poniente (México DF) han sido cerrados formalmente, pero siguen siendo una importante fuente de contaminación ya que tenían sistemas de impermeabilización del suelo ni de captura de gases.

En Centroamérica el problema se replica. Vertederos como El Trébol (Guatemala-9 millones tn.), La Chureca (Nicaragua-6 mill.-clausurado en 2016), Tegucigalpa (Honduras-4 mill.) son una verdadera catástrofe sanitaria, con riesgos para la salud y graves impactos ambientales.

En los países más grandes de la región (México, Brasil y Argentina) los vertederos se multiplican. Ciudad de México es la segunda ciudad que genera mayor basura de todo el mundo y la mayor de América Latina. El número de vertederos irregulares se calcula que superan los 3.000 en todo el país, entre los que se destacan grandes basurales como el de Dolores Hidalgo (Guanajuato) donde las emanaciones de metano están descontroladas. México tiene más de 1.600 basurales a cielo abierto y otros 2.200 de disposición final.

En México DF, las estaciones de transferencia recibieron 8.379 toneladas de residuos por día, de las cuales 2.800 tn fueron a composta y plantas de selección, mientras 5.578 tn. (66,5%) se enviaron a vertederos (datos 2016).

El disparate del sistema es que la recolección deriva a los centros de separación los residuos recogidos y los desperdicios no reciclables se trasladan en los mismos vehículos recolectores a sitios de disposición final (vertederos en las periferias urbanas). Esto ocurre sobre todo en los Estados de México y Morelos.

Brasil es uno de los diez mayores productores de residuos de alimentos del mundo. Alrededor del 30% de sus cosechas de frutas y verduras son descartadas. Según la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria, cerca de 40.000 toneladas de alimentos terminan a diario en la basura y se pudren en los vertederos, liberando grandes cantidades de metano.

En Brasil, anualmente van a parar a los llamados vertederos a cielo abierto, 30 millones de toneladas de basura, donde los desechos son depositados sin ningún tratamiento, contaminando el suelo y la capa freática. Los vertederos deberían haber sido sustituidos por rellenos sanitarios en 2014 pero persisten unos 3.000 importantes vertederos irregulares.

En Argentina, según información oficial, existen 5.000 basurales a cielo abierto, siendo el mayor Luján, a 68 kms. de Buenos Aires, un vertedero de 12 hectáreas donde la acumulación de basura alcanza entre 25 y 30 metros de profundidad.

RESIDUOS PELIGROSOS

Otra fuente de contaminación (y a la vez de despilfarro) que necesita una especial atención en América Latina son los residuos peligrosos y especiales (desechos electrónicos, hospitalarios y asociados a la construcción).

Brasil y México son los principales generadores de residuos electrónicos en la región, pero medido por persona, los países con volúmenes más altos son Chile (9,9 kgs) y Uruguay (9,5 kgs) que son los de mayor nivel de ingreso en la región).

Dentro de esos residuos peligrosos es necesario incluir el plástico que inunda los mares de todo el mundo y también los de la región. Existen alarmantes estudios que revelan la presencia de hasta 5.000 piezas de plástico por km2 frente a las costas de Chile y diez veces más (50.000) en las cercanías de la Isla de Pascua.

UNA OPORTUNIDAD

Para ejemplificar el desperdicio de riqueza y empleo que ofrecen los desechos basta con repasar una reseña de Naciones Unidas respecto de los residuos electrónicos. En un año se generan más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos: “el equivalente a tirar a la basura 125.000 aviones jumbo o 4.500 torres Eiffel y suficientes para cubrir de desperdicios toda la isla de Manhattan”. Solo una pequeña parte de los restos de computadoras, electrodomésticos, teléfonos, baterías son reciclados y aprovechados de forma integral, pese a su alto valor económico y su potencial de creación de empleo.

O le damos un nuevo valor y uso y extraemos beneficios o lo arrojamos al vertedero, dañando el medio ambiente y nuestra salud? Los gobiernos de la región nos deben la respuesta…