01 may 2021

La situación de los océanos es alarmante. Naciones Unidas estima que si no se toman medidas urgentes, para 2050 habrá más plástico que peces en el mar, y los arrecifes de coral –que contribuyen a capturan el dióxido de carbono de la atmósfera y reducir las emisiones, entre otras funciones– desaparecerán en este siglo.

A fines de abril pasado, UNESCO ha publicado un preocupante Informe (Ver en este número el Informe completo en la sección Informes Especiales) donde advierte que los océanos corren el riesgo de perder su capacidad de absorber carbono, lo que agrava el calentamiento global.

Si no se toman medidas urgentes, para 2050 habrá más plástico que peces en el mar.

Se hace necesario impulsar de manera decidida la investigación en ciencias oceánicas. Pese a la importancia de los océanos en la regulación de la temperatura mundial y la urgencia de solucionar su actual contaminación, las naciones invierten apenas un 2% de su presupuesto de investigación en los océanos.

El trabajo de absorción de CO2 que hacen los océanos es fundamental para controlar el cambio climático. Pero la actividad humana está alterando gravemente el ciclo del carbono en sus aguas, lo que podría provocar que se invirtiera su función en la regulación del clima. Aunque poco conocida, los océanos cumplen una función de regulación del clima del Planeta por medio de la absorción del dióxido de carbono (CO2).

Los océanos podrían transformarse en un elemento más de calentamiento global, dejando de ser los actuales sumideros del carbono para convertirse en sus chimeneas y acelerar el cambio climático.

Por ese motivo, el nuevo informe de UNESCO propone un amplio programa de investigación sobre el carbono oceánico para entender mejor su funcionamiento y actuar en su protección, ya que, de perder esa función, los océanos se transformarían en una amenaza, acelerando el deterioro climático.

Los trabajos de investigación desarrollados por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) han aportado evidencia científica del papel del carbono oceánico en el clima. Sobre esa base es perentorio, avanzar en el conocimiento preciso del ciclo de captación del CO2, para aportar a las autoridades responsables del diseño de políticas de mitigación y adaptación al cambio climático, líneas de acción para minimizar los daños que sufren los océanos, a escala global.

En los últimos doscientos años, los océanos han sido verdaderos reservorios del carbono generado por la actividad humana durante la Revolución Industrial. Los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera en 2019, serían un 50% más altos que los registrados si los reservorios marinos y terrestres (básicamente bosques y océanos), no cumplieran esa función de “sumideros o depósitos” globales de CO2.

OCEANOS AMENAZADOS

Los océanos están en la actualidad bajo enormes presiones, amenazados por la acidificación, desoxigenación, contaminación y calentamiento.

La acidificación del océano implica el descenso del pH, causado por la absorción de dióxido de carbono producido por los seres vivos en forma de gas, pero también por los combustibles fósiles y la fabricación de productos industriales como el cemento y otros.

El cambio climático conduce a niveles más altos de contaminación de CO2 en nuestros océanos, y esos mayores niveles generan la acidificación, con graves consecuencias para el entorno marino ya impide, entre otras cosas, que moluscos y arrecifes de coral formen sus coberturas calcáreas.

La desoxigenación de los océanos proviene, en cambio, de la contaminación por nutrientes (fertilizantes, aguas residuales, etc.) que están reduciendo el oxígeno en nuestros mares. Sus graves efectos son conocidos desde hace décadas, pero se ignoraban los efectos multiplicadores del cambio climático. En la actualidad hay más de 900 áreas oceánicas en todo el mundo, que sufren de eutrofización (excesivo enriquecimiento en nutrientes), de los cuales 700 padecen problemas de hipoxia (falta de oxígeno).

Asimismo la contaminación de los océanos ha alcanzado graves niveles que afectan de manera directa la vida silvestre de los hábitats oceánicos e, indirectamente, la salud humana. Las fuentes de contaminación son múltiples: derrames de petróleo, residuos tóxicos, vertido ilegal y acumulación de basura plástica son sólo algunas.

Pero la dimensión de los residuos plásticos y su transformación en microplásticos –de severo impacto en la salud humana– es colosal: unas 13 millones de toneladas de contaminación plástica terminan en el mar cada año, lo que equivale a un camión de basura por minuto.

Por su parte, los problemas de estratificación y calentamiento son alarmantes. En septiembre 2020, un equipo internacional de científicos del clima que encontraron que la estratificación (estabilidad) del mar a nivel mundial había tenido un aumento ‘sustancial’ de un 5,3% entre 1960 y 2018 y lo está haciendo a un ritmo mayor al estimado en estudios anteriores.

Para sus autores, el hallazgo es una muy mala noticia ya que indica que, por el cambio climático, las aguas superficiales de los océanos, cálidas y ligeras, se están calentando más rápido que las aguas frías más profundas, en tanto el calor penetra muy lentamente hacia las profundidades.

Al fenómeno se agrega que con el derretimiento de los hielos polares, la acumulación de agua dulce y liviana en la superficie, está reduciendo la salinidad (el agua dulce es más liviana que el agua salada) y generando un océano más estable.

Lijing Cheng, profesor del Centro Internacional de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente de China, advirtió que en 2019, los océanos han registrado las mayores temperaturas jamás vistas (0,77°C) en los últimos 50 años: “La cantidad de calor que hemos puesto en los océanos del mundo solo en los últimos 25 años equivale a 3.600 millones de explosiones de bombas atómicas de Hiroshima”!!!.

Esta ‘estratificación’ del océano significa que hay menos agua profunda que se eleva hacia la superficie transportando oxígeno y nutrientes, mientras que el agua en la superficie absorbe menos dióxido de carbono atmosférico para enterrar en profundidad.

Los científicos advierten que este fenómeno puede tener consecuencias peligrosas, ya que reducen el carbono que los océanos pueden absorber e incrementan la inestabilidad atmosférica y los eventos climáticos extremos e implicaciones para la vida marina. (Ver Más Azul n°13, oct. 2020 “La vida de los océanos”)

El aumento de la temperatura del océano incrementa la inestabilidad atmosférica y los eventos climáticos extremos.

El ciclo global del carbono es una parte integral del sistema de nuestro Planeta. Comprende una secuencia de fenómenos que es clave para hacer a la Tierra capaz de sostener vida; describe el movimiento de carbono al ser reciclado y reusado por la biosfera, incluidos los sumideros de carbono. El océano tiene más del 90% del carbono contenido en estos reservorios.

Los intercambios de carbono entre ellos ocurren como resultado de varios procesos químicos, físicos, geológicos y biológicos. Los flujos naturales de carbono entre la atmósfera, océano, ecosistemas terrestres y sedimentos están bastante equilibrados, de modo que los niveles de carbono serían relativamente estables sin la influencia humana, que los altera.

Desde el comienzo de la Revolución Industrial a finales del siglo XVIII, los seres humanos han alterado drásticamente las reservas y los flujos de carbono dentro del sistema tierra-atmósfera-océano, en especial al aprovechar el carbono fósil en el reservorio geológico (combustibles fósiles).

La energía de la economía global (producción transporte, comunicaciones, iluminación, aire acondicionado y calefacción) provienen en un 85% de la extracción y quema de combustibles fósiles. Durante el primer siglo de la revolución industrial, las emisiones de CO2, no estuvieron bajo escrutinio.

Pero el crecimiento irracional de la actividad económica y el consumo, elevaron las emisiones antropogénicas de CO2 hasta el punto en que la biosfera terrestre (bosques, plantas y otros organismos vivientes) y los océanos ya no pueden absorberlo y, como consecuencia, se acumula exceso de CO2.en la atmósfera, alterando el ciclo normal del carbono.

La acumulación de carbono generado por la actividad humana en el océano provoca alteraciones en la química del agua de mar (acidificación) y comprometen el futuro como reservorio de CO2 atmosférico y asimismo a los ecosistemas marinos.

Evitar más daños

El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático ha urgido repetidamente a evitar más daños a los océanos y a multiplicar las medidas para evitar la acidificación, la desoxigenación y el calentamiento de sus aguas. Y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) advierte que los océanos están más amenazados que nunca.

Naciones Unidas reconoce que, por el momento, existen algunas lagunas en el conocimiento científico del ciclo de carbono en el mar y que, para alcanzarlo, es necesario un mayor esfuerzo de la comunidad internacional en fortalecer el escaso financiamiento actual a las ciencias oceánicas.

Por ese motivo, UNESCO considera que el Decenio de las Naciones Unidas de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible (2021-2030) constituye una oportunidad única para convocar a los diversos actores regionales y mundiales a priorizar la investigación oceánica conjunta que genere conclusiones y guíe la toma de decisiones adecuadas.

Aunque es cierto que los avances tecnológicos han revolucionado el monitoreo de los océanos a nivel mundial, ayudando a comprender algunos de sus procesos, la agencia de ONU advierte que siguen existiendo carencias en el Sistema Global de Observación Oceánica, mientras el mundo demanda mayores y mejores pronósticos y servicios.

La pandemia agregó además algunas dificultades ya que, a partir de marzo 2020, tanto gobiernos como organizaciones oceanográficas detuvieron el accionar de la mayoría de buques dedicados a la investigación oceanográfica y hubo interrupciones en los servicios de alerta temprana.

La OMM señaló que la pandemia también redujo “el aporte que hacen los barcos comerciales, que contribuyen con observaciones oceánicas y meteorológicas vitales”.

La ONU insta a restaurar los servicios de alerta temprana a la brevedad, ya que el cambio climático ha elevado la temperatura del mar, lo que favorece que se repitan temporadas récord de huracanes devastadores en el Atlántico y ciclones intensos en el Índico y el Pacífico Sur como sucediera el año pasado.

Su Secretario General recordó que “la relación entre el aire y el mar, tan cuidadosamente equilibrada como inextricable, dicta el tiempo y el clima en todo el planeta… el océano y la atmósfera son dos titanes de sistema Tierra”. Pero el cambio climático está alterando ese delicado equilibrio.

Guterres resaltó que el calentamiento, la acidificación y la disminución de oxígeno en el mar, tienen consecuencias perjudiciales en los ecosistemas marinos. Y que si bien los grandes avances científicos han permitido una mejor comprensión de los cambios que están ocurriendo en los océanos, sigue todavía siendo “mucho lo que no sabemos”.

“Más del 80% de nuestro océano no está cartografiado ni explorado. Sin embargo, las ciencias oceánicas representan una cantidad minúscula de financiación. Para restaurar el medio marino, necesitamos conocimientos: una revolución de las ciencias oceánicas”, explicó Guterres.

Afortunadamente es posible arreglarlo pero requerirá un esfuerzo sustancial por parte de todos.

“Los océanos constituyen un bien humano global –nos recuerda Audrey Azoulay, la directora de UNESCO– y un activo ecológico global porque los pulmones azules del planeta absorben más del 90% del exceso de calentamiento del cambio climático”.

Pero sabemos que esa capacidad está llegando a la saturación. “El océano es una reserva de biodiversidad excepcional, pero en gran parte desconocida y también un recurso económico importante”. Pese a ello, las acciones “depredadoras humanas” para capturar sus recursos están destruyendo los océanos.

“Todos estamos en el mismo barco, necesitamos los océanos y el océano nos necesita”, dice Azulay. “De la misma manera que se necesita forjar una nueva relación con la biodiversidad terrestre es necesario reinventar nuestra conexión con los océanos, uno de los objetivos del decenio”.

Nos queda poco más de una década para salvar a los océanos a través de la ciencia y la investigación. Un equipo internacional de 16 universidades e instituciones como el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), afirman que la humanidad está a tiempo de elegir si deja un océano resistente y vibrante a las generaciones futuras o uno irreversiblemente perturbado.

Afortunadamente no es tarde para arreglarlo pero requerirá un esfuerzo sustancial por parte de todos. Contribuyamos a eso.