Las elecciones alemanas revelan hacia donde marcha la ciudadanía mundial

21 sep 2021

Dos días antes de las recientes elecciones de Alemania, el mapa del país aparecía en la página web de Fridays For Future, cubierto de más de 440 puntos rojos que representaban las acciones que la organización creada por Greta Thunberg proyectaba para ese viernes, como parte de la huelga global por el clima. 

Había mucho que trabajar. El cambio climático había golpeado las puertas de Alemania en julio con feroces inundaciones y olas de calor. Y una vez más era hora de hacerse oír.

En julio pasado, las inundaciones en Alemania, mostraron los efectos destructivos del cambio climático.

Dos días después el pueblo alemán se había expresado. Deustche Welle, la agencia oficial de noticias, explicaba así los resultados electorales: “Alemania es un país fuertemente dividido en cuanto al comportamiento electoral. A muy grandes rasgos, la Unión Cristianodemócrata (CDU) y su rama bávara (CSU) dominan en el sur y partes del oeste, y el Partido Socialdemócrata (SPD) en el resto de Alemania, excepto en la parte sur-este, que está dominada por Alternativa para Alemania (AfD). Los Verdes tienen sus bastiones en las grandes ciudades y en las ciudades universitarias repartidas por toda Alemania”.

Las cifras finales fueron SPD (25,7%); CDU/CSU (24,1%); Verdes (14,8%); FDP (11,5%); AfD (10,3%) y la Izquierda (8,6%) pero los resultados merecen una lectura más profunda porque revelan movimientos ‘tectónicos’ en el magma social europeo, algunos de los cuales pueden extrapolarse a la ciudadanía global.

Quienes mejor lo perciben son los más jóvenes, protagonistas de las protestas mundiales por el cambio climático. En todo el mundo hubo protestas ese viernes. Pero en Alemania se daba una triple coincidencia: dos días después había unas elecciones trascendentes; que significaban en fin de la era Merkel (el gran muro de contención del populismo y el nacionalismo encarnados por Trump y la ultraderecha europea) tras 17 años en el poder; y pocas semanas después de unas devastadoras tormentas e inundaciones que arrasaron parte del país con innumerables daños y víctimas.

Una encuesta realizada recientemente entre 10.000 niños y jóvenes de 10 países ponía sobre el tapete que casi la mitad de ellos considera que el cambio climático le preocupa y afecta a su vida cotidiana y más de un tercio tiene temor por su futuro.

Buena parte de los jóvenes que percibe el peligro de la amenaza climática no tiene edad para votar. Aunque no se trata de hacer una interpretación generacional (hay muchos mayores que luchan contra el cambio climático y muchos jóvenes que no se interesan en el tema), lo cierto es –como señala Pauline Brünger, de 19 años, portavoz de Fridays For Future en Alemania– que es una injusticia climática que quienes serán los máximos afectados no tengan otra vía de expresión que la protesta callejera. Por eso considera que sería justo reducir la edad para votar a 16 años para el nivel federal.

El quiebre generacional lo perciben hasta los negacionistas más recalcitrantes. El presidente de Alternativa Joven de Berlín, David Eckert, la rama juvenil de la ultraderechista AfD, instó a los dirigentes a “evitar la declaración, difícil de entender, de que la humanidad no influye sobre el clima”, advirtiendo que el partido corre el riesgo de alejarse de los votantes más jóvenes y que los temas climáticos movilizan “a más gente de la que pensábamos”.

La fuerza de la realidad climática y la acción de activismo ambiental, está obligando a un giro de la ultraderecha europea, aunque no alcanza a mover las pétreas cabezas de los ‘negacionistas’ estadounidenses.  El partido francés Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen, para no quedar fuera del electorado europeo, afirma ahora que la preocupación por el clima es esencialmente ‘nacionalista’ y elucubra una ‘singular’ teoría: “Las fronteras son el mayor aliado del medio ambiente. Es a través de ellas que salvaremos el planeta”. La misma Le Pen justifica su política filo-nazi de rechazo a los migrantes porque “A los que son «nómadas» no les importa el ambiente; no tienen patria”.

El grupo etario de los mayores de 70 años, significan en Alemania unos 12,8 millones de personas con derecho a voto, es decir un número que influye de manera decisiva en las elecciones del país. Encuestas previas a las elecciones alemanas mostraban que casi dos tercios de los encuestados mayores sostenían que los intereses ecológicos de los jóvenes no eran determinantes en su voto.

Es cierto que el tema ambiental es considerado “muy importante” por el 43% del electorado pero la pirámide demográfica alemana –como la del resto de Europa– muestra altos niveles de envejecimiento, que se sienten representados por los partidos tradicionales.

UNA LUZ AL FINAL DEL TUNEL

Pero estas elecciones de Alemania revelan datos interesantes de cara al futuro. Las diferencias más fuertes en el electorado surgen según los grupos de edad. En realidad, los viejos partidos mayoritarios, el SPD y la CDU/CSU, son más bien los partidos de los viejos, mientras que solo pocos votantes jóvenes se sienten atraídos por ellos. Si se analiza los votos de los jóvenes de 18 a 24 años, se puede percibir el esperanzador cambio social en curso:

El Partido Verde junto con el centro liberal componen casi la mitad del electorado joven; solo uno de cada cuatro jóvenes vota a los partidos tradicionales (social-demócrata y cristiano-democrático) y los partidos representativos de los extremos ideológicos quedan reducidos a expresiones menores.

El gráfico de quienes ganaron y quienes perdieron sobre elecciones anteriores y tomando el electorado en su conjunto, también muestra una inclinación visible hacia la acción climática (verdes), la desigualdad social (SPD) y la modernización tecnológica (FDP), con importantes coincidencias en el tema medioambiental.

 

La líder de los ‘verdes’, Annalena Baerbock tiene 40 años. Con más de 20 años de diferencia, pertenece a la generación posterior a Laschet (CDU) y Scholz (SPD), sus rivales de los partidos tradicionales. Era la favorita en las encuestas electorales al inicio de la campaña por su popularidad entre los votantes jóvenes y urbanos. Aunque su relativa inexperiencia política le impidió alzarse con la victoria, se trata de una figura fresca y convocante que concita  la adhesión de los más jóvenes.

La líder de los ‘verdes’, Annalena Baerbock, una esperanza en la lucha contra el cambio climático.

Ello no impide restar acierto a la contundente afirmación de Pauline Brünger acerca de los políticos y su inacción o dilación frente a la crisis climática, que podría hacerse extensiva a la mayoría de la clase política global: “Ningún partido tiene un plan”, dice con vehemencia la joven activista de “Fridays for Future”.

“Los partidos escriben la protección del clima en letras grandes en sus carteles y la nombran como meta en sus discursos –dice Pauline– pero al final ahora estamos ante esta elección federal, la última legislatura  que aún puede iniciar las medidas necesarias contra la crisis climática. Y ni una sola parte ha presentado un plan sobre cómo afrontar esta crisis. Eso es una negación de responsabilidad. Es algo que enfurece”.

Como afirma Jana Boltersdorf, otra activista de FFF de 20 años: “Cuanto más tiempo los gobernantes sigan sin tratar la crisis climática como una crisis, más desobediencia civil habrá… Queremos dar voz también a las personas que, debido a su edad, aún no pueden votar, pero que sufrirán especialmente la crisis climática”.

Ambas integrantes del movimiento creado por Greta Thunberg consideran que aunque, por primera vez, hubo en Alemania personas que se declararon en huelga de hambre para exigir más acción contra el cambio climático, su lugar sigue estando en las calles, exigiendo respuestas porque  creen que ninguna de las posibles coaliciones de gobierno que surjan se ajustará a la celeridad de los cambios que se requieren.

El primero de ellos “terminar con los combustibles fósiles”, un objetivo resistido por las corporaciones y dilatado con tibieza por los líderes políticos.

Para Pauline la decisión de incorporarse activamente a la lucha climática fue clara: “Era incomprensible para mí cómo podíamos, por un lado, saber con certeza que estábamos destruyendo nuestros medios de vida. Saber muy claramente que las personas en el presente, pero también especialmente en el futuro, están en peligro masivo y, por otro lado, continúan aplicando políticas que refuerzan exactamente eso. Para mí, ‘Fridays for Future’ fue una consecuencia totalmente lógica: si los que toman las decisiones no hacen nada, entonces tengo que hacer todo lo posible para cambiar algo”.

En la Conferencia Juvenil sobre el Clima de la ONU, iniciada el 28 de septiembre en Milán (Italia), Greta Thunberg se burló de esa pasividad de los gobernantes mundiales y sus promesas incumplidas. Lo hizo con un ejercicio de burla potente: tomó las frases emblemáticas que repiten todos a lo largo del Planeta y les agregó el mismo finalbla, bla, bla’:Reconstruir mejor, bla, bla, bla”, “economía verde, bla, bla, bla”, “emisiones cero para el 2050, bla, bla, bla”, “neutral para el clima, bla, bla, bla”.

“Eso es todo lo que oímos de nuestros llamados líderes –dijo Greta– Palabras que suenan genial, pero que hasta ahora no han llevado a ninguna acciónNuestras esperanzas y sueños se ahogan en sus palabras y promesas vacías. Claro que necesitamos el diálogo constructivo, pero ellos ya llevan 30 años de bla, bla, bla y ¿adónde nos han llevado?”.

Es el fruto del cansancio de verificar esa mezcla de hipocresía, falta de coraje político y en muchos casos, connivencia de los líderes con el poder económico involucrado que posterga las decisiones para seguir con sus negocios.

Aunque muchas veces las protestas de Fridays for Future y el activismo callejero ambiental provoque  críticas y acusaciones de desmesura, planteos utópicos o sin los equilibrios necesarios, la crítica es injusta. Es asco moral de chicos que tienen veinte años o menos, que verifican las advertencias de la ciencia sobre un futuro inquietante que hace imposibles sus sueños –como reclama Greta– mientras líderes vetustos se niegan a poner en marcha las soluciones que existen para resolver AHORA el drama climático.

Las elecciones alemanas muestran que millennials y centennials protagonizan un movimiento tectónico poniendo el tema ambiental en primera línea de sus exigencias, en un contexto de modernización tecnológica y preocupación social.  El rechazo a la política y la casta política en su formato tradicional va mucho más allá de la rebeldía anti-sistema expresada por extremos ideológicos muy minoritarios y marca claramente el rumbo del futuro.

Son ‘señales’ que debemos observar porque revelan movimientos que podrían extrapolarse a la ciudadanía global.

Las manifestaciones planetarias de los jóvenes crearon conciencia. Se lo debemos. No les pidamos a ellos prudencia sino sueños y fortaleza en la esperanza. Su lucha, sumada a la presencia global de fenómenos meteorológicos cada vez más extremos –que hacen que las consecuencias del cambio climático sean cada vez más visibles– han logrado no solo poner el tema en la calle sino subirlo a agenda política global. Y lo han logrado en apenas tres años. En 2018 Greta hacía su primera huelga por el clima, sola en las puertas de su colegio.

Hoy esa lucha continúa y es más urgente y necesaria que nunca.

La lucha continúa y es más urgente y necesaria que nunca – Foto Britta Pedersen.